sobre el barniz de las hojas, pero no nos hemos mojado nada, salvo los pies. Por la manana, tomando cafe, pienso en lo criminal que es Jesus. ?Haberse aprovechado de nuestra inexperiencia para endilgarnos esa canoa podrida! Por ahorrarse quinientos o mil francos, manda a tres hombres a una muerte segura. Me pregunto si despues de que le haya obligado a proporcionarnos otra embarcacion, no le matare.
Chillidos de grajos amotinan a todo nuestro pequeno mundo chillidos tan agudos e irritantes que le digo a Maturette que coja el machete y vaya a ver que pasa. Vuelve a los cinco minutos y me hace signo de que le siga. Llegamos a un paraje donde, aproximadamente a ciento cincuenta metros de la canoa, veo, suspendido en el aire, un maravilloso faisan o ave acuatica, dos veces mas grande que un gallo. Ha quedado atrapado en un nudo corredizo y cuelga agarrado con una pata a la rama. De un machetazo, le corto el cuello para poner fin a sus horripilantes chillidos. Lo sopeso, hace cinco kilos por lo menos. Tiene espolones como los gallos. Decidimos comernoslo, pero pensandolo bien, barruntamos que alguien habra puesto la trampa y que debe de haber mas. Vamos a verlo. Nos adentramos en aquellos parajes y encontramos una cosa curiosa: una verdadera barrera de treinta centimetros de alto, hecha de hojas de bejucos trenzados, a diez metros poco mas o menos de la caleta. La barrera corre paralelamente al agua. De trecho en trecho, una abertura y, en la abertura, disimulado con ramitas, un nudo corredizo de alambre, sujeto por un extremo a una rama de arbusto doblada. En seguida, comprendo que el animal debe topar con la barrera y bordearla para hallar un paso. Cuando encuentra la abertura, la traspone, pero su pata queda enganchada en el alambre y dispara la rama. Entonces, el animal queda colgado del aire hasta que el propietario de las trampas viene a recogerlo.
Este descubrimiento nos preocupa. La barrera parece bien cuidada; por lo tanto no es vieja. Estamos en peligro de ser descubiertos. No hay que hacer fuego de dia, pero, por la noche, el cazador no debe venir. Decidimos turnarnos para vigilar en direccion de las trampas. La canoa esta oculta bajo ramas y todo el material en la maleza.
El dia siguiente, a las diez, estoy de guardia. Anoche, comimos faisan o gallo, no lo sabemos con certeza. El caldo nos ha sentado muy bien, y la carne, aunque hervida, estaba deliciosa. Cada uno ha comido dos escudillas. Asi, pues, estoy de guardia, pero intrigado por la presencia de hormigas mandioca muy grandes, negras y que llevan cada una grandes trozos de hojas a un enorme hormiguero, me olvido de la guardia. Esas hormigas miden casi medio centimetro y tienen las patas largas. Cada una lleva enormes trozos de hojas. Las sigo hasta la planta que estan desmenuzando y veo toda una organizacion. Primero, hay las cortadoras, que no hacen mas que preparar trozos. Rapidamente, cizallan una enorme hoja tipo banano, la cortan a trozos, todos del mismo tamano, con una habilidad increible, y los trozos caen al suelo. Abajo, hay una hilera de hormigas de la misma raza, pero un poco diferentes. A un lado de la mandibula, tienen una raya gris. Esas hormigas estan en semicirculo y vigilan a las porteadoras. Las porteadoras llegan por la derecha, en fila, y se van por la izquierda hacia el hormiguero. Rapidas, cargan antes de ponerse en fila, pero, de vez en cuando, en su precipitacion por cargar y ponerse en fila se produce un atasco. Entonces, las hormigas policias intervienen y empujan a cada una de las obreras hacia el sitio que deben ocupar. No pude comprender que grave falta habia cometido una obrera, pero fue sacada de las filas y dos hormigas gendarmes le cortaron, una la cabeza, la otra el cuerpo, por el medio, a la altura del corse. Dos obreras fueron paradas por las policias, dejaron su trozo de hoja, hicieron un hoyo con las patas, y las tres partes de la hormiga, cabeza, pecho y abdomen, fueron sepultadas y, luego, cubiertas de tierra.
La Isla de las Palomas
Estaba tan absorto contemplando aquel pequeno mundo y siguiendo a los soldados para ver si su vigilancia llegaba hasta la entrada del hormiguero, que me quede completamente sorprendido cuando una voz me ordeno:
– No te muevas o eres hombre muerto. Vuelvete.
Es un hombre de torso desnudo, con pantalon corto de color caqui, que calza botas de cuero marron. Empuna una escopeta de dos canones. Es de estatura mediana y fornido, y tiene la piel curtida por el sol. Es calvo y su nariz y sus ojos estan cubiertos por una mascara muy azul, tatuada. En el mismo centro de la frente, lleva tatuada tambien una cucaracha.
– ?Vas armado?
– No.
– ?Estas solo?
– No.
– ?Cuantos sois?
– Tres.
– Llevame con tus amigos.
– No puedo, porque uno de ellos tiene un mosqueton y no quiero hacerte matar antes de saber tus intenciones.
– ?Ah! Entonces, no te muevas y habla en voz baja. ?Sois vosotros los tres tipos que se han fugado del hospital?
– Si.
– ?Quien es Papillon?
– Soy yo.
– ?Vaya, buena revolucion armaste en la aldea con tu evasion! La mitad de los liberados estan presos en la gendarmeria.
Se acerca y, bajando el canon de la escopeta hacia el suelo, me tiende la mano y me dice:
– Soy el breton de la mascara. ?Has oido hablar de mi?
– No, pero veo que no eres un cazador de hombres.
– Tienes razon, coloco trampas aqui para cazar guacos. El tigre debe haberse comido uno, a menos que hayais sido vosotros.
– Hemos sido nosotros.
– ?Quieres cafe?
En un saco que cuelga de la espalda lleva un termo, me da un POCO de cafe y el toma tambien. Le digo:
– Ven a ver a mis amigos.
Viene y se sienta con nosotros. Se rie suavemente de mi cuento del mosqueton. Me dice:
– Me lo crei, tanto mas por cuanto ningun cazador de hombres ha querido salir a buscaros, pues todo el mundo sabe que os fuisteis con un mosqueton.
Nos explica que lleva veinte anos en la Guayana y esta liberado desde hace cinco. Tiene cuarenta y cinco anos. La vida en Francia no le interesa por la tonteria que cometio de tatuarse esa mascara en la cara. Adora la selva y vive exclusivamente de ella: pieles de serpiente, pieles de tigre, colecciones de mariposas Y. sobre todo, la caza del guaco, el ave que nos hemos comido. Lo vende a doscientos o doscientos cincuenta francos la presa. Le ofrezco pagarselo, pero rechaza el dinero, indignado. He aqui lo que nos cuenta:
– Ese pajaro salvaje es un gallo de la jungla. Desde luego nunca ha visto ni gallina, ni gallo, ni hombres. Bien, pues atrapo uno, lo llevo a la aldea y lo vendo a alguien que tenga gallinero, pues es muy buscado. Bien. Sin necesidad de cortarle las alas, sin hacer nada, a la caida de la noche, lo dejas en el gallinero y, por la manana, cuando abres la puerta, esta plantado delante y parece que este contando las gallinas y gallos que salen, los sigue y, mientras come como ellos, mira con los ojos muy abiertos a todos lados, abajo, arriba, en los matorrales de alrededor. Es un perro pastor sin igual. Por la noche, se situa -a la puerta y, no se comprende como sabe que faltan una o dos gallinas, pero lo sabe y va a buscarlas. Y. gallo o gallina, los trae a picotazos para ensenarles a ser puntuales. Mata ratas, serpientes, musaranas, aranas, ciempies y, tan pronto aparece un ave de rapina en el cielo, hace que todo el mundo se esconda en las hierbas, mientras el le planta cara. Nunca mas se va del gallinero.
Aquel ave extraordinaria nos la habiamos comido como si de un vulgar gallo se tratase.
El breton de la mascara nos dice que Jesus, El Hinchado y unos treinta liberados mas estan encarcelados en la gendarmeria de Saint-Laurent, adonde acuden los demas liberados para ver si entre ellos reconocen a alguno que hubiese merodeado en torno del edificio del que nosotros salimos. El arabe esta en el calabozo de la gendarmeria, incomunicado, acusado de complicidad. Los dos golpes que le tumbaron no le hicieron ninguna herida, en tanto que los guardianes tienen chichones en la cabeza.
– A mi no me han molestado porque todo el mundo sabe que nunca me lio en ninguna fuga.
Nos dice que Jesus es un sinverguenza. Cuando le hablo de la canoa, me pide que se la ensene. Tan pronto la ha visto, exclama:
– ?Pero si os mandaba a la muerte, el tipo ese! Esta piragua nunca podria flotar mas de una hora en el mar. A la primera ola un poco fuerte, cuando recayera, la embarcacion se partiria en dos. No os vayais nunca ahi dentro, seria un suicidio.
– Entonces, ?que podemos hacer?
– ?Tienes pasta?
– Si.
– Te dire lo que debes hacer, es mas, voy a ayudarte, te lo mereces. Te ayudare por nada, para que triunfes, tu y tus amigos. Primero, en ningun caso debeis acercaros a la aldea. Para tener una buena embarcacion, hay que ir a la isla de las Palomas. En esa isla hay casi doscientos leprosos. Alli no hay vigilante, y nadie que este sano va, ni siquiera el medico. Todos los dias, a las ocho, una lancha les lleva el suministro, en crudo. El enfermero del hospital entrega una caja de medicamentos a los dos enfermeros, a su vez leprosos, que cuidan de los enfermos. Nadie, ni guardian, ni cazador de hombres, ni cura, recala en la isla. Los leprosos viven en chozas muy pequenas que ellos mismos se han construido. Tienen una sala comun donde se reunen. Crian gallinas y patos que les sirven para mejorar su comida habitual. Oficialmente, no pueden vender nada fuera de la isla y trafican clandestinamente con Saint-Laurent, Saint-Jean y los chinos de la Guayana holandesa de Albina. Todos son asesinos peligrosos. Raras veces se matan entre si, pero cometen numerosos delitos tras haber salido clandestinamente de la isla, adonde retornan para esconderse una vez han realizado sus fechorias. Para esas excursiones, poseen algunas embarcaciones que han robado en la aldea vecina. El mayor delito es poseer una embarcacion. Los guardianes disparan contra toda piragua que entre o salga de la isla de las Palomas. Por eso, los leprosos hunden sus embarcaciones cargandolas con piedras; cuando necesitan una, se zambullen, quitan las piedras y la embarcacion sube a flote. Hay de todo, en la isla, de todas las razas y todas las regiones de Francia. Conclusion: tu piragua solo te puede servir en el Maroni y, aun, sin demasiada carga. Para hacerse a la mar, es necesario encontrar otra embarcacion y, para eso, no hay nada como la isla de las Palomas.
– ?Como podemos hacerlo?
– Veamos. Yo te acompanare por el rio hasta avistar la isla. Tu no la encontrarias o podrias equivocarte. Esta a casi ciento cincuenta kilometros de la desembocadura; asi, pues, hay que volver atras. Esa isla queda a cincuenta kilometros mas lejos que Saint-Laurent. Te acercare todo lo posible y, luego, me ire con mi piragua, que habremos remolcado; a ti te toca actuar en la isla.
– ?Por que no vienes a la isla con nosotros?