embarcacion en el sitio donde Maturette ha lavado los cacharros. Cojo el machete y digo a Maturette que eche algunos granos de arroz que, por lo demas, desde que se mojo, empieza a fermentar. Los peces se agrupan donde cae el arroz hasta flor de agua y, cuando uno de ellos tiene la cabeza casi fuera, le doy un machetazo y se queda tieso panza arriba. Lo limpiamos y lo hervimos con agua y sal. Por la noche, nos lo comemos con harina de mandioca.

Hace once dias que nos hicimos a la mar. Durante todo ese tiempo solo hemos visto un barco muy lejos en el horizonte. Empiezo a preguntarme donde demonios estamos. En alta mar, sin duda, pero ?en que posicion con respecto a Trinidad o cualesquiera de las islas inglesas? Cuando se habla de] lobo… En efecto, delante de nosotros, un punto negro que, poco a poco, aumenta de tamano- ?Sera un barco o una chulapa de alta mar? Es un error, no venia hacia nosotros. Es un barco, se le distingue bien, ahora. Se acerca, es cierto, pero sesgado, su derrota no le conduce hacia nosotros. Como no hace viento, nuestro velamen cuelga lastimosamente, y el barco, con seguridad, no nos ha visto. De repente, el aullido de una sirena; luego, tres toques; despues, cambia de rumbo y, entonces, viene recto sobre nosotros.

– Con tal de que no se acerque demasiado dice Clousiot.

– No hay peligro, el mar es una balsa de aceite.

Es un petrolero. Cuanto mas se acerca, tanta mas gente se distingue en cubierta. Deberan preguntarse que demonios estan haciendo esos tipos en su cascaron de nuez, en alta mar. Se aproxima despacio, ahora distinguimos perfectamente a los oficiales de a bordo y a otros tripulantes, como al cocinero. Luego, vemos llegar a cubierta mujeres con vestidos abigarrados y hombres con camisas de colores. Debe tratarse de pasajeros. Pasajeros en un petrolero, me parece raro. El petrolero se acerca despacio y el capitan nos habla en ingles.

– 'Where are you coming from?. Guyane [5]

– ?Habla usted frances? -pregunta una mujer.

– Si,senora.

– ?Que hacen en alta mar?

– Vamos hacia donde Dios nos lleva.

La senora habla con el capitan y dice:

– El capitan les pide que suban a bordo, mandara izar su pequena embarcacion.

– Digale que se lo agradecemos, pero que estamos muy bien en nuestra embarcacion.

– ?Por que no quieren ayuda?

– Porque somos fugitivos y no vamos en su direccion.

– ?Adonde van?

– A la Martinica y mas alla. ?Donde estamos?

– En alta mar.

– ?Cual es la ruta para arribar a las Antillas?

– ?Sabe usted leer una carta marina inglesa?

– Si.

Un momento despues, con una soga, nos bajan una carta inglesa, cartones de cigarrillos, pan y una pierna de carnero asada.

– ?Fijese en la carta!

Miro y digo:

– Debo hacer Oeste un cuarto Sur para encontrar las Antillas inglesas, ?no es asi?

– Si.

– ?Cuantas millas, aproximadamente?

– Dentro de dos dias estaran alli -dice el capitan…

– ?Hasta la vista, gracias a todos!

– ?El comandante de a bordo le felicita por su valor de marino!

– ?Gracias, adios!

Y el petrolero se va despacio, casi rozandonos. Me aparto de el por temor al remolino de las helices y, en este momento, un marino me echa una gorra de marino. Cae en el centro mismo de la canoa, y sera tocado con esta gorra, que tiene un galon dorado y un ancla, como dos dias despues, arribaremos a Trinidad sin novedad.

Trinidad

Las aves nos han anunciado la proximidad de la tierra mucho antes de haberla avistado. Son las siete y media de la manana cuando acuden a girar a nuestro alrededor. ?Llegamos, macho! ?Llegamos! ?Hemos salido bien de la primera parte de la fuga, la mas dificil! ?Viva la libertad!

Cada uno de nosotros exterioriza su alegria con exclamaciones pueriles. Tenemos las caras embadurnadas de manteca de cacao que, para aliviar nuestras quemaduras, nos regalaron en el barco que encontramos. Alrededor de las nueve, avistamos tierra. Un viento fresco, aunque suave, nos lleva a buena velocidad por una mar poco agitada. Hasta las cuatro de la tarde aproximadamente, no percibimos los detalles de una isla alargada, bordeada por pequenas aglomeraciones de casitas blancas, cuya cima esta llena de cocoteros. Todavia no se puede distinguir si verdaderamente es una isla o una peninsula, como tampoco si las casas estan habitadas o no. Habra de pasar mas de una hora aun para que distingamos gentes que corren hacia la playa en direccion de la cual nos dirigimos. En menos de veinte minutos, se ha reunido una abigarrada multitud. Los habitantes de esta aldea han acudido como un solo hombre a la playa para recibirnos. Mas tarde, sabremos que se llama San Fernando.

A trescientos metros de la costa, echo el ancla, que en seguida se engancha. Por una parte, lo hago para ver la reaccion de esas gentes, y tambien para no romper mi embarcacion cuando vaya a varar, si el fondo es de coral. Arriamos las velas y esperamos. Un pequeno bote viene hacia nosotros. A bordo, dos negros que reman y un blanco tocado con casco colonial.

– Bien venidos a Trinidad dice en puro frances el blanco- Los negros se rien ensenando todos los dientes.

senor, por sus amables palabras. ?El fondo de la playa es de coral o de arena?

– Es de arena, puede usted ir sin peligro hasta la playa.

Levamos el ancla y, despacio, el oleaje nos empuja hasta la playa. Apenas arribamos, cuando diez hombres entran en el agua y, de un tiron, varan la canoa. Nos miran, nos tocan con ademanes acariciadores, las mujeres negras o coolies, o hindues nos invitan con gestos. Todo el mundo quiere tenernos en casa, segun me explica en frances el blanco. Maturette recoge un punado de arena y se la lleva a la boca para besarla. Es el delirio. El blanco, a quien he hablado del estado de Clousiot, le hace llevar a su casa, muy proxima a la playa. Nos dice que podemos dejarlo todo hasta manana en la canoa, que nadie tocara nada. Todo el mundo me llama captain, me rio de este bautismo. Todos me dicen: “Good captain, long ride on smatl boatl.” [6]

Anochece y, tras haber pedido que pongan la embarcacion un poco mas lejos y haberla amarrado a otra mucho mayor que esta varada en la playa, sigo al ingles hasta su casa. Es un bungalow como pueden verse en toda tierra inglesa; unos cuantos peldanos de madera, una puerta metalica. Entro detras del ingles, Maturette me sigue. Al entrar, sentado en un sillon, con su pierna herida sobre una silla, veo a Clousiot, quien se pavonea rodeado por una senora y una chica.

– Mi mujer y mi hija -me dice el caballero-. Tengo un hijo que estudia en Inglaterra.

– Sean bien venidos a esta casa -dice la senora, en frances.

– Sientense, caballeros -dice la muchacha, acercandonos dos sillones de mimbre.

– Gracias, senoras, no se molesten tanto por nosotros.

– ?Por que? Sabemos de donde vienen ustedes, pueden estar tranquilos y, se lo repito: sean bien venidos a esta casa.

El senor es abogado, se llama Master Boweri, tiene su bufete en la capital, a cuarenta kilometros, en Port of Spain, capital de Trinidad. Nos traen te con leche, tostadas, mantequilla, confitura. Fue nuestra primera velada de hombres libres, nunca la olvidare. Ni una palabra del pasado, ninguna pregunta indiscreta, solamente cuantos dias hemos pasado en el mar y como nos ha ido el viaje; si Clousiot padecia mucho y si deseabamos que avisasen a la Policia al dia siguiente o esperar un dia antes de avisarla; si vivian nuestros padres, o si teniamos mujer e hijos. Si deseabamos escribirles, ellos echarian las cartas a Correos. ?Como decirlo?: un recibimiento excepcional, tanto del pueblo en la playa como de aquella familia llena de indescriptibles atenciones para con tres fugitivos.

Master Bowen consulta por telefono a un medico, quien le dice que le mande el enfermo a su clinica manana por la tarde para hacerle una radiografia y demas. Master Bowen telefonea a Port of Spain, al comandante del Ejercito de Salvacion. Este dice que nos preparara una habitacion en el hotel del Ejercito de Salvacion, que vayamos cuando queramos, que guardemos bien nuestra embarcacion si es buena, pues la necesitaremos para seguir el viaje. Pregunta si somos presidiarios o relegados, le contestan que somos presidiarios. Al abogado parece gustarle que seamos presidiarios.

– ?Quieren ustedes tomar un bano y afeitarse? -me pregunta la muchacha. Sobre todo, no digan que no, no nos molesta en absoluto. En el cuarto de bano encontraran ropas que, por lo menos asi lo espero, les iran bien.

Paso al cuarto de bano, me bano, me afeito y salgo bien peinado, con un pantalon gris, camisa blanca, zapatos de tenis y calcetines blancos.

Un hindu llama a la puerta, trae un paquete bajo el brazo y se lo entrega a Maturette diciendole que el letrado ha notado que yo era mas o menos de la misma talla que el abogado y que no costaba nada vestirme, pero que para el pequeno Maturette no podia encontrar prendas adecuadas, pues nadie, en casa del abogado, tenia su corta estatura. Se inclina, como hacen los musulmanes, ante nosotros, y se retira. Ante tanta bondad, ?que puedo decir? La emocion que me henchia el pecho es indescriptible. Clousiot fue el primero en acostarse. Luego, nosotros cinco cambiamos abundantes impresiones sobre diferentes cosas. Lo que mas intrigaba a aquellas encantadoras mujeres era que pensabamos hacer para reconstruirnos una existencia. Nada del pasado, todo sobre el presente y el futuro. Master Bowen lamentaba que en la isla de Trinidad no se acepte el afincamiento de evadidos. Me explico que el habia solicitado repetidas veces la derogacion de esa medida, pero que jamas le hicieron caso.

La muchacha habla un frances muy puro, como el padre, sin acento ni defecto de pronunciacion alguno. Es rubia, pecosa, y tiene de diecisiete a veinte anos, no me he atrevido a preguntarle la edad. Dice:

– Son ustedes muy jovenes y la vida les espera, no se lo que habran hecho para ser condenados ni quiero saberlo, pero haber tenido el valor de hacerse a la mar en una embarcacion tan pequena para un viaje tan largo y peligroso, denota que estan dispuestos a jugarselo todo para ser libres y eso es digno de merito.

Hemos dormido hasta las ocho de la manana. Al levantarnos encontramos la mesa puesta. Las dos damas nos dicen con toda naturalidad que Master Bowen se ha

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