Se desprenden chispas de las ruedas. Jean me explica que las varas tienen un extremo de acero, y que sirven para empujar o para frenar.

El camino esta muy frecuentado. Pasan chinos llevando a sus espaldas rollos de bejucos, otros un jabali, y algunos fardos de hojas de cocotero. Toda esta gente tiene aspecto de dirigirse hacia el campamento. Jean me dice que hay muchas razones para salir a la selva: cazar, buscar bejuco para fabricar muebles, hojas de coco para confeccionar esteras que protejan las legumbres de los huertos del ardor del sol, atrapar mariposas, moscas, serpientes, etc. Ciertos chinos estan autorizados a ir a la selva algunas horas, una vez concluida la tarea impuesta por la Administracion. Deben de estar todos de regreso antes de las cinco de la tarde.

– Toma, Jean. Aqui tienes tus quinientos francos y tu fusil. -Antes lo habia descargado-. Tengo mi cuchillo y mi machete. Puedes irte. Gracias. Que Dios te recompense mejor que yo por haber ayudado a un desdichado a tratar de revivir. Has sido leal. Gracias, una vez mas. Espero que cuando cuentes esta historia a tus hijos, les digas: “Ese presidiario tenia aspecto de ser un buen chico; no me arrepiento de haberle ayudado.”

– Monsieur Papillon, es tarde y no podre caminar mucho tiempo antes de la noche. Tome el fusil; me quedo con usted hasta manana por la manana. Quisiera, si usted me lo permite, detener yo mismo al chino que usted elija para que vaya a avisar a Cuic-Cuic. Tendra menos miedo que si ve a un fugitivo blanco. Dejeme salir a la carretera. Ni siquiera un guardian, si se presentara, consideraria insolita mi presencia. Le diria que vengo a mirar palo de rosa para la empresa maderera “Symphoren”, de Cayena. Confie en mi.

– Entonces, toma tu fusil, porque -encontrarian extrano ver a un hombre desarmado en la selva.

– Es verdad.

Jean se ha plantado en el camino. Debo emitir un ligero silbido cuando el chino que aparezca me guste.

– Buenos dias, senor -dice, en dialecto, un viejecillo chino que lleva al hombro un tronco de platanero, seguramente un cogollo de palma, delicioso de comer.

Silbo, pues este viejo cortes, que es el primero en saludar a Jean, me gusta.

– Buenos dias, Chino. Para, yo hablar contigo.

– ?Que querer, senor?

Y se detiene.

Hace casi cinco minutos que hablan. No oigo la conversacion. Pasan dos chinos. Llevan una voluminosa cierva colgada de un palo. Pendiente de los pies, su cabeza se arrastra por el suelo. Se van sin saludar al negro, pero dicen algunas palabras en indochino a su compatriota, quien les responde.

Jean hace entrar al viejo en la selva. Llegan junto a mi. Me tiende la mano.

– ?Tu froufrou (evadido)?

– Si.

– ?De donde?

– De la isla del Diablo.

– Bien -rie y me mira con sus ojos oblicuos, muy abiertos-, bien. ?Como tu llamado?

– Papillon.

– Yo no conocer.

– Yo amigo Chang, Chang Vauquien, hermano Cuic-Cuic…

– ?Ah, bien! -Y vuelve a darme la mano-. ?Que tu querer?

– Advertir a Cuic-Cuic que yo esperar aqui a el.

– No posible.

– ?Por que?

Cuic-Cuic robo sesenta patos jefe de campamento. jefe querer matar Cuic-Cuic. Cuic-Cuic froufrou.

– ?Desde cuando?

– Dos meses.

– ?Se fue al mar?

– No se. Yo ir al campamento hablar otro chino amigo intimo Cuic-Cuic. El decidir. Tu no moverte de aqui. Yo volver esta noche.

– ?Que hora?

– No se. Pero yo volver a traer comida para ti, y cigarrillos; tu no encender fuego, aqui. Yo silbar La Madelon. Cuando tu oir, tu salir a la carretera, ?comprendido?

Y se va.

– ?Que piensas tu, Jean?

– Nada esta perdido, porque, si usted quiere, volveremos sobre nuestros pasos hasta Kourou y yo le procurare una piragua, viveres y una vela para hacerse a la mar.

– Jean, voy muy lejos, y es imposible que parta solo. Gracias por tu ofrecimiento. En el peor de los casos, tal vez acepte.

El chino nos ha dado un grueso trozo de cogollo de palma. Nos lo comemos. Es fresco y delicioso, con un fuerte gusto de nuez. Jean va a vigilar; tengo confianza en el. Me paso jugo de tabaco por la cara y las manos, pues los mosquitos comienzan a atacar.

– Papillon, silban La Madelon.

Jean acaba de despertarme.

– ?Que hora es?

– No es tarde; quiza las nueve.

Salimos a la carretera._La noche es negra. El silbador se aproxima. Respondo. Se acerca, estamos muy cerca, lo oigo, pero no lo veo. Siempre silbando uno y otro, nos encontramos. Son tres. Cada uno de ellos me da la mano. La luna no tardara en aparecer.

– Sentemonos a orilla de la carretera -,dice uno en perfecto frances-. En la sombra, no podran vernos.

Jean ha venido a reunirse con nosotros.

– Primero, come; luego, hablaras,dice el bien hablado del grupo.

Jean y yo comemos una sopa de legumbres muy caliente. Eso) nos entona. Decidimos guardar el resto de los alimentos para mas tarde. Bebemos te azucarado con sabor a menta. Es delicioso.

– ?Eres amigo intimo de Chang?

– Si, y me ha dicho que venga en busca de Cuic-Cuic para a evadirme con el. Yo, una vez, ya me escape muy lejos, hasta Colombia. Soy buen marino; por eso, Chang queria que condujera a su hermano. Confia en mi.

– Muy bien. ?Que tatuajes lleva Chang?

– Un dragon en el pecho y tres puntos en la mano izquierda.

Me ha dicho que esos tres puntos significan que ha sido uno de c. los jefes de la rebelion de Poulo Condor. Su mejor amigo es otro jefe de la rebelion que se llama Van Hue. Tiene el brazo cortado.

– Soy yo -dice el intelectual-. Tu eres, con seguridad, el amigo de Chang, y, por lo tanto, nuestro amigo. Escucha bien:: Cuic-Cuic no ha podido hacerse a la mar aun porque no sabe manejar una embarcacion. Esta solo, en la selva, a unos diez kilometros de aqui. Hace carbon vegetal. Unos amigos se lo venden y le entregan el dinero. Cuando tenga los ahorros suficientes, comprara una barca y buscara a alguien que quiera evadirse por mar con el. Donde esta no corre ningun riesgo. Nadie puede llegar hasta la falsa isla donde se encuentra, porque esta rodeada de arenas movedizas. Todo hombre que se aventure sin conocer el terreno es tragado por el cieno. Vendre a buscarte al despuntar el dia para conducirte hasta donde esta Cuic-Cuic. Venid con nosotros.

Avanzamos sin salirnos del borde de la carretera, pues la luna se ha levantado y difunde bastante claridad como para distinguir figuras a cincuenta metros. Cuando llegamos a un puente de madera, me dice:

– Desciende bajo el puente. Dormiras ahi. Yo vendre a buscarte manana por la manana.

Nos damos la mano y parten. Caminan sin esconderse. En caso de que fueran sorprendidos, dirian que han ido a inspeccionar unas trampas que colocaron en la selva durante el dia. Jean me dice:

– Papillon, no duermas aqui. Duerme en la selva, yo dormire aqui. Cuando el venga, te llamare.

– De acuerdo.

– Adios, Jean, gracias y buena suerte. Que Dios te bendiga, a ti y a tu familia.

Insisto para que tome los quinientos francos. Me ha explicado, en caso de que fracasara con Cuic-Cuic, como' aproximarme a su aldea, como encontrarla y como volver al sendero donde lo encontre. Se ve obligado a pasar por alli dos veces por semana. Estrecho la mano de este noble negro guayano y el sale a la carretera.

– Adelante -dice Van Hue, Penetrando en la selva.

Sin dudar, se orienta y avanzamos bastante de prisa, pues la maleza no es impenetrable. Evita cortar con su machete las ramas.

Me interno en la selva y duermo feliz despues de haber fumado algunos cigarrillos, con la tripa llena de buena sopa.

Van Hue acude a la cita antes de hacerse de dia. Para ganar tiempo, iremos por la carretera hasta que amanezca. Caminamos con rapidez durante mas de cuarenta minutos. De golpe, despunta el dia y a lo lejos oimos el ruido de una carretilla que avanza por la via ferrea. Nos metemos en la maleza. Los bejucos que dificultan el paso. Solo los aparta.

Cuic-Cuic

En menos de tres horas, nos hallamos ante una cienaga. Nenufares en flor y grandes hojas verdes estan pegados al lodo. Seguimos la orilla del banco de cieno.

– Pon atencion en no resbalar, porque desaparecerias sin esperanza de volver a salir -me advierte Van Hue, que acaba de verme tropezar.

– Ve delante. Yo te seguire, y asi prestare mas atencion.

Ante nosotros un islote, a casi ciento cincuenta metros. De la mitad de la minuscula isla sale humo. Deben de ser las carboneras. En el pantano advierto un caiman del que solo emergen los ojos. ?De que puede nutrirse en esta cienaga este cocodrilo?

Despues de haber caminado mas de un kilometro a lo largo de la orilla de esta especie de estanque de lodo, Van Hue se detiene y se pone a cantar en chino a voz

Вы читаете Papillon
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату