– Si.
– ?Quieres comer mas?
– No.
– Te he traido dos paquetes de tabaco gris, de ese que usan los soldados, pues no habia otro.
– Gracias, da igual. Cuando Chocolate se va, ?cuanto tiempo se queda en la aldea?
– Dos o tres dias, pero aun asi ire manana y todos los dias pues no se cuando ha partido.
Al dia siguiente, cae una lluvia torrencial. Ello no impide a Cuic-Cuic marcharse, completamente en cueros. Lleva sus efectos bajo el brazo, envueltos en una tela encerada. No le acompano:
– No vale la pena de que te mojes -me ha dicho.
La lluvia acaba de cesar. Por el sol me parece que son, mas o menos, de las diez a las once. Una de las dos carboneras, la segunda, se ha derrumbado bajo el alud de agua. Me aproximo para ver el desastre. El diluvio no ha conseguido apagar del todo la madera. Continua saliendo humo del monton informe. De repente, me froto los ojos antes de mirar de nuevo, tan imprevisto es lo que veo: cinco zapatos salen de la carbonera. En seguida se advierte que estos zapatos, puestos perpendicularmente sobre el tacon, tienen cada uno un pie y una pierna en el extremo. Asi, pues, hay tres hombres cociendose en la carbonera. No vale la pena describir mi primera reaccion: produce un escalofrio en la espalda descubrir algo tan macabro. Me inclino y, empujando con el pie un poco de carbon vegetal medio calcinado, descubro el sexto pie.
No se anda con chiquitas, el tal Cuic-Cuic; transforma en cenizas, en serie, a los tipos que despacha. Estoy tan impresionado que, primero, me aparto de la carbonera y voy hasta el calvero a tomar el sol. Tengo necesidad de calor. Si, pues en esta temperatura asfixiante, de repente tengo frio y siento la necesidad de un rayo del buen sol de los tropicos.
Al leer esto, se pensara que es ilogico, que yo habria debido tener mas bien sudores despues de semejante descubrimiento. Pues no. Estoy transido de frio, congelado moral y fisicamente. Mucho despues, pasada una hora larga, gotas de sudor han empezado a fluir de mi frente, pues cuanto mas lo pienso, tanto mas me digo que, despues de haberle confesado que tengo mucho dinero en el estuche, es un milagro que aun este vivo.
A menos que me reserve para ponerme en la base de una tercera carbonera.
Recuerdo que su hermano Chang me conto que habia sido condenado por pirateria y asesinato a bordo de un junco. Cuando atacaban un barco para saquearlo, suprimian a toda la familia, naturalmente por razones politicas. Asi, pues, son tipos ya entrenados en los asesinatos en serie. Por otra parte, aqui estoy prisionero. Me encuentro en una posicion extrana.
Puntualicemos. Si mato a Cuic-Cuic en el islote y lo meto, a su vez, en la carbonera, ni visto ni oido. Pero el cerdo, entonces, no me obedeceria; ni siquiera entiende frances, esta especie de cerdo amaestrado. Asi que no hay manera de salir del islote. Si amenazo al indochino, me obedecera, pero entonces es preciso que, despues de haberlo obligado a sacarme de la isla, lo mate en tierra firme. Si lo arrojo a la cienaga, desaparecera, pero debe haber una razon para que queme a los individuos y no los tire al pantano, lo cual seria mas facil. Los guardianes no me preocupan, pero si sus amigos chinos descubren que lo he matado, se transformaran en cazadores de hombres y, con su conocimiento de la selva, no es grano de anis tenerlos detras de los talones.
Cuic-Cuic no tiene mas que un fusil de un canon que se carga por la boca. No lo abandona nunca, ni siquiera para hacer la sopa. Duerme con el y hasta se lo lleva cuando se aleja de la choza para hacer sus necesidades. Debo tener mi cuchillo siempre abierto, pero es preciso que duerma. ?Pues si que he elegido bien a mi socio para escaparme!
No he comido en todo el dia. Y aun no he tomado ninguna determinacion cuando oigo cantar. Es Cuic-Cuic, que vuelve. Escondido detras de las ramas, lo veo venir. Lleva un fardo en equilibrio sobre la cabeza. Cuando esta muy cerca de la orilla, me muestro. Sonriendo, me pasa el paquete, envuelto en un saco de harina, brinca a mi lado y, rapidamente, se dirige hacia la casita. Le sigo.
– Buenas noticias, Papillon. Chocolate ha regresado. Sigue teniendo la embarcacion. Dice que puede llevar una carga de mas de quinientos kilos sin hundirse. Lo que llevas son sacos de harina para hacer una vela y un foque. Es el primer paquete. Manana, traeremos los otros, porque tu vendras conmigo para ver si la canoa te satisface.
Todo esto me lo explica Cuic-Cuic sin volverse. Caminamos en fila. Primero, el cerdo; luego, el y, despues, yo. Pienso que no tiene aspecto de haber proyectado echarme a la carbonera, puesto que manana debe llevarme a ver la embarcacion, y comienza a hacer gastos para la fuga; incluso ha comprado sacos de harina.
– Vaya, se ha derrumbado una carbonera. Es la lluvia, sin duda. Con semejante manga de agua que ha caido, no me extrana.
Ni siquiera va a ver la carbonera, y entra directamente en la barraca. Ya no se que decir ni que determinacion tomar. Hacer como que no he visto nada es poco aceptable. Pareceria extrano que, en todo el dia, no me hubiera acercado a la carbonera, que esta a veinticinco metros de la casita.
– ?Has dejado apagar el fuego?
– Si, no le he prestado atencion.
– Pero, ?no has comido?
– No, no tenia hambre.
– ?Estas enfermo?
– No.
– Entonces, ?por que no te has zampado la sopa?
Cuic-Cuic, sientate. Debo hablarte.
– Deja que encienda el fuego.
– No. ~ Quiero hablarte en seguida, mientras aun sea de dia -?Que sucede?
– Sucede que la carbonera, al derrumbarse, ha dejado aparecer a tres hombres que tenias cociendose dentro. Dame una explicacion.
– ?Ah, era por eso que te encontraba raro! -Y, sin emocionarse en absoluto, me mira fijamente y me dice-: Despues de este descubrimiento no estabas tranquilo. Te comprendo; es natural. Y hasta he tenido suerte de que no me apunalaras por la espalda. Escucha, Papillon: esos tres tipos eran tres cazadores de hombres. Hace una semana o, mas bien, diez dias, habia vendido una buena cantidad de carbon a Chocolate. El chino a quien viste me habia ayudado a sacar los sacos de la isla. Es una historia complicada: con una cuerda de mas de doscientos metros se arrastran cadenas de sacos que se deslizan por la cienaga. Bueno. De aqui a un pequeno curso de agua donde estaba la piragua de Chocolate, habiamos dejado muchas huellas. Sacos en mal estado habian dejado caer algunos fragmentos de carbon. Entonces, empezo a rondar el primer cazador de hombres. Por los gritos de las bestias, supe que habia alguien en la selva. Vi al tipo sin que el lo advirtiera. No fue dificil atravesar al lado opuesto donde el estaba y, describiendo un semicirculo, sorprenderlo por detras. Murio sin tan siquiera ver quien lo habia matado. Como habia advertido que el pantano devuelve los cadaveres que, tras haberse hundido al principio, vuelven a ascender a la superficie al cabo de unos dias, lo traje aqui y lo meti en la carbonera.
– ?Y los otros dos?
– Fue tres dias antes de tu llegada. La noche era muy negra y silenciosa, lo que es bastante raro en la selva. Esos dos estaban alrededor del pantano desde la caida de la noche. Uno de ellos, de vez en vez, cuando la humareda iba hacia donde estaban, fue presa de acceso! de tos. A causa de ese ruido, fui advertido de su presencia. Antes de despuntar el dia, me aventure a atravesar la cienaga por el lado opuesto al lugar donde habia localizado la tos. Para resumir, te dire que al primer cazador de hombres lo degolle. Ni siquiera un grito. En cuanto al otro, armado de un fusil de caza, cometio el error de descubrirse, pues estaba demasiado ocupado escrutando la maleza del islote para ver lo que pasaba alli. Lo abati de un disparo de fusil, y como no estaba muerto, le hundi mi cuchillo en el corazon. He aqui, Papillon, quienes son los tres tipos que has descubierto en la carbonera. Se trata de dos arabes y un frances. Atravesar la cienaga con cada uno de ellos a cuestas no fue facil. Tuve que hacer dos viajes, pues pesaban mucho. Al fin, pude meterlos en la carbonera.
– ? Seguro que sucedio asi?
– Si, Papillon, te lo juro.
– ?Por que no los echaste a la cienaga?
– Como te he dicho, la cienaga devuelve los cadaveres. Algunas veces caen ciervos grandes y, una semana despues, ascienden de nuevo a la superficie. Se huele a podrido hasta que las aves de presa los devoran. El festin dura mucho tiempo, y sus gritos y su vuelo atraen a los curiosos. Papillon, te lo juro, no temas nada de mi. Para asegurarte, toma, toma el fusil, si quieres.
Tengo un deseo loco de aceptar el arma, pero me domino y, de la manera mas natural posible, digo:
– No, Cuic-Cuic. Si estoy aqui es porque me siento con un amigo. Manana debes volver a quemar a los cazadores de hombres, porque vete a saber que puede suceder cuando hayamos partido de aqui. No tengo deseos de que me acusen, ni en rebeldia, de tres asesinatos.
– Si, volvere a quemarlos manana. Pero estate tranquilo; nunca pondra nadie los pies en esta isla. Es imposible pasar sin hundirse.
– ?Y con una canoa de caucho?
– No habia pensado en eso.
– Si alguien trajera a los gendarmes hasta, aqui y a ellos se les metiera en la cabeza la idea de venir a la isla creeme que, con una canoa, pasarian; por eso, es preciso partir lo antes posible.
– De acuerdo. Manana volveremos a encender la carbonera que, por otra parte, no se ha apagado. Solo hay que hacer dos chimeneas de aireacion.
– Buenas noches, Cuic-Cuic.
– Buenas noches, Papillon. Y, te lo repito, duerme tranquilo, puedes confiar en mi.
Tapado con un cobertor hasta la barbilla, gozo del calor que la prenda me proporciona. Enciendo un cigarrillo. Menos de diez minutos despues Cuic-Cuic ronca. Su cerdo, a su lado, respira con fuerza. El fuego ya no despide llamas, pero el tronco de arbol, una brasa que enrojece cuando la brisa penetra en la choza, produce una impresion de paz y sosiego. Saboreo esta comodidad y me duermo con un pensamiento: o manana me despierto y, entonces, todo ira bien entre Cuic-Cuic y yo, o el chino es un artista mas consumado que Sacha Guitry para disimular sus intenciones y contar historias y, en ese caso, ya no vere la luz del sol porque se demasiado sobre el, y eso puede molestarle.
Con un cuartillo de cafe en la mano, el especialista en asesinatos en serie me despierta y, como si nada hubiera pasado, me da los buenos dias con una sonrisa magnificamente cordial. El dia se ha levantado.
– Toma, bebete el cafe. Comete una galleta: ya tiene margarina.
Despues de haber comido y bebido, me lavo afuera, tomando agua de un tonel que esta siempre lleno.
– ?Quieres ayudarme, Papillon?