– Si -le digo sin preguntarle a que.
Tiramos de los pies de los cadaveres medio quemados. Advierto, sin decir nada, que los tres tienen el vientre abierto. El simpatico Cuic-Cuic debio de buscar en sus intestinos si llevaban un estuche. ?Seguro que eran cazadores de hombres? ?Por que no cazadores de mariposas o de bestias? ?Los ha matado para defenderse o para robarles? En fin, ya he pensado bastante en eso. Volvemos a colocarlos en un agujero de la carbonera, bien cubiertos de madera y arcilla. Abrimos dos chimeneas de aireacion y la carbonera reanuda sus dos funciones: hacer carbon vegetal y transformar en cenizas los tres fiambres.
– En marcha, Papillon.
El cochinillo encuentra un paso en poco tiempo. En fila india, franqueamos la cienaga. Siento una angustia tremenda en el momento de arriesgarme por aquel lugar. El hundimiento de Sylvain ha dejado en mi una impresion tan fuerte, que no puedo aventurarme con serenidad. Al fin, con gotas de sudor frio, me lanzo tras Cuic-Cuic. Cada uno de mis pies se encaja en la huella de los suyos. No hay vuelta de hoja: si el pasa, yo debo pasar tambien.
Mas de dos horas de marcha nos conducen al lugar donde Chocolate corta madera. No hemos tenido ningun encuentro en la selva y, por lo tanto, no hemos debido escondernos nunca.
– Buenos dias.
– Buenos dias, Cuic-Cuic.
– ?Que tal?
– Bien.
– Ensenale la embarcacion a mi amigo.
La embarcacion es muy fuerte; se trata de una especie de chalupa de carga. Es muy pesada, pero robusta. Tanteo con mi cuchillo por todas partes. No penetra en ningun sitio mas de medio centimetro. La base esta tambien intacta. La madera con que la han fabricado es de primera calidad.
– ?Por cuanto la vende usted?
– Por dos mil quinientos francos.
– Le doy dos mil.
– Trato hecho.
– Esta embarcacion no tiene quilla. Le pagare quinientos francos mas, pero es preciso que le ponga una quilla, un gobernalle y un mastil. La quilla, de madera dura, como el gobernalle. El mastil, de tres metros, de madera ligera y flexible. ?Cuando estara listo?
– Dentro de ocho dias.
– Aqui tiene dos billetes de mil y uno de quinientos francos. Los cortare en dos. Le dare la otra mitad cuando me entregue la embarcacion. Guarde los tres medios billetes con usted. ?Comprendido?
– De acuerdo.
– Quiero permanganato, un barril de agua, cigarrillos y cerillas, viveres para cuatro hombres durante un mes: harina, aceite, cafe y azucar. Estas provisiones se las pagare aparte. Me lo entregara todo en el rio, en el Kourou.
– Senor, no puedo acompanarle a la desembocadura.
– No se lo he pedido, le digo que me entregue la canoa en el rio, y no en este recodo.
– Aqui tiene los sacos de harina, una cuerda, agujas e hilo de vela.
Cuic-Cuic y yo regresamos a nuestro escondite. Llegamos sin complicaciones mucho antes de la noche. Durante el regreso, ha llevado al cerdo a cuestas, pues estaba fatigado.
Hoy tambien estoy solo, empenado en coser la vela, cuando oigo gritos. Escondido en la maleza, me aproximo a la cienaga y miro a la otra orilla: Cuic-Cuic discute y gesticula con el chino intelectual. Creo comprender que quiere pasar al islote y que Cuic-Cuic no le deja. Cada uno de ellos tiene un machete en la mano. El mas excitado es el manco. ?Con tal de que no me mate a Cuic-Cuic! He decidido mostrarme. Silbo. Se vuelven hacia mi.
– Quiero hablar contigo, Papillon -grita el otro-. Cuic-Cuic no quiere dejarme pasar.
Al cabo de diez minutos mas de discusion en chino, llegan al islote precedidos por el cerdo. Sentados en la cabana, con un cuartillo de te cada uno en la mano, espero a que se decidan a hablar.
– Quiere dice Cuic-Cuic- fugarse a toda costa con nos otros. Yo le explico que no cuento para nada en este asunto que eres tu quien paga y quien manda en todo. No quiere creer me.
– Papillon dice el otro-, Cuic-Cuic esta obligado a llevarme con el.
– ?Por que?
– Fue el, hace dos anos, quien me corto el brazo en una rina por una cuestion de juego. Me hizo jurar que no le mataria. Yo lo jure, pero con una condicion: que durante toda su vida debe alimentarme, al menos mientras yo se lo exija. Asi que, si se va, no lo vere mas en mi vida. Por eso, o te deja partir a ti solo, o me lleva consigo.
– ?Lo que me faltaba por ver! Escucha: acepto llevarte. La embarcacion es buena y grande, y podriamos partir mas, si quisieramos. Si Cuic-Cuic esta de acuerdo, te llevo.
– Gracias-dice el manco.
– ?Que dices, tu, Cuic-Cuic?
– De acuerdo, si tu lo quieres.
– Una cosa importante. ?Puedes salir del campamento sin ser declarado como desaparecido, y buscado por profugo, y llegar al rio antes de la noche?
– No hay inconveniente. Puedo salir a partir de las tres de la tarde, y en menos de dos horas estoy en la orilla del rio.
– Por la noche, ?encontraras el sitio, Cuic-Cuic, para que embarquemos a tu amigo sin perder tiempo?
– Si, sin ninguna duda.
– Ven dentro de una semana para saber el dia de la partida.
El manco se marcha contento despues de haberme estrechado la mano. Los veo a los dos cuando se separan, en la otra orilla. Se dan la mano antes de separarse. Todo va bien. Cuando Cuic-Cuic esta de nuevo en la cabana, digo:
– Has hecho un pacto muy raro con tu enemigo: aceptar alimentarlo durante toda su vida no es una cosa corriente. ?Por que le cortaste el brazo?
– Una rina de juego.
– Hubieras hecho mejor matandolo.
– No, porque es muy buen amigo. En el Consejo de Guerra ante el que compareci por eso, me defendio a fondo, diciendo que el me habia atacado y que yo actue en legitima defensa. Yo acepte el pacto libremente, y debo cumplirlo hasta el fin. Solo que no me atrevi a decirtelo porque tu pagas toda la fuga.
– De acuerdo, Cuic-Cuic; no hablemos mas de eso. Es cosa tuya. Una vez libre, si Dios quiere, haz lo que te parezca.
– Mantendre mi palabra.
– ?Que piensas hacer, si un dia eres libre?
– Poner un restaurante. Soy muy buen cocinero y el, un especialista en chowmeim, una especie de spaghetti chinos.
Este incidente me ha puesto de buen humor. La historia es tan divertida, que no puedo impedir hacer rabiar a Cuic-Cuic.
Chocolate ha cumplido su palabra: cinco dias mas tarde, todo esta dispuesto. En medio de una lluvia torrencial, hemos ido a ver la embarcacion. Nada que anadir. Mastil, gobernalle y quilla han sido adaptados perfectamente, con un material de primera calidad. En una especie de recodo del rio, nos espera la barca con su barril y los viveres. Falta avisar al manco. Chocolate se encarga de ir al campamento a hablar con el. Para evitar el peligro de aproximarse a la orilla con el fin de recogerlo, el mismo lo llevara directamente al escondrijo.
La salida del rio Kourou esta marcada por dos faros de posicion. Si llueve, podemos salir sin riesgo por el centro del rio, sin izar velas, por supuesto, para no llamar la atencion. Chocolate nos ha dado pintura negra y un pincel. En la vela, pintamos una gran K y el numero 21. Esta K 21 es la matricula de una embarcacion de pesca que, algunas veces, sale a pescar por la noche. En caso de que nos vieran desplegar la vela a la salida al mar, nos tomarian por la otra embarcacion.
Sera manana por la noche a las siete, una hora despues de que oscurezca. Cuic-Cuic afirma que encontrara el camino, y esta seguro de conducirme en derechura al escondite. Abandonaremos la isla a las cinco, asi tendremos una hora de dia para caminar.
El regreso a la cabana es alegre. Cuic-Cuic, sin volverse, pues yo marcho detras, lleva el cochinillo a cuestas y no deja de hablar:
– Por fin, voy a abandonar el presidio. Sere libre gracias a ti y a mi hermano Chang. Tal vez un dia, cuando los franceses se hayan ido de Indochina, pueda regresar a mi pais.
En una palabra, confia en mi, y saber que la embarcacion me ha gustado le pone alegre como unas pascuas. Duermo mi ultima noche en el islote, mi ultima noche -por lo menos eso espero en tierra de la Guayana.
Si salgo del rio y me hago a la mar, seguro que eso significa la libertad. El unico peligro es el naufragio, pues, desde la guerra, ya no devuelven a los evadidos en ningun pais. En eso, al menos, la guerra nos sirve de algo. Si nos pescan, nos condenan a muerte, es cierto, pero falta que nos cojan. Pienso en Sylvain: debia de estar aqui, conmigo, a mi lado, si no hubiese cometido aquella imprudencia. Me duermo mientras redacto un telegrama: “Senor fiscal Pradel: Al fin, definitivamente, he superado el camino de la podredumbre al que usted me arrojo. He necesitado nueve anos. “
El sol esta bastante alto cuando Cuic-Cuic me despierta. Te y galletas. Todo esta lleno de cajas. Advierto dos jaulas de mimbre.
– ?Que quieres hacer con esas jaulas?
– Metere en ellas las gallinas para comernoslas por el camino.
– ?Estas chalado, Cuic-Cuic! No te lleves las gallinas.
– Si, quiero llevarmelas.
– ?Estas mal de la cabeza? Si a causa de la marea salimos por la manana y las gallinas y los gallos cloquean y cantan en el rio, ?te das cuenta del peligro?
– Pues yo no tiro las gallinas.
– Cuecelas y metelas en grasa y aceite. Se conservaran y, los tres primeros dias, nos las zamparemos.
Convencido al fin, Cuic-Cuic parte en busca de las gallinas, pero los cacareos de las cuatro primeras que ha atrapado han debido de amoscar a las otras, porque no hemos podido agarrar ni una mas, pues todas se han refugiado en la maleza. Misterio de los animales que han presentido, no se como, el peligro.
Cargados como mulos, atravesamos la cienaga detras del cerdo. Cuic-Cuic me ha suplicado que lo llevemos con nosotros.