alguna otra forma se convierte en calor.
—No suena del todo bien, no se por que —replico el mayor de los marineros—. Sin embargo, supongo que ahora vale la pena intentarlo todo. Ellos no dijeron que el motor romperia tambien el resto de la nave. Si esto nos dana, no estaremos mucho peor.
Beetchermarlf se detuvo; el pensamiento de que podria poner al Kwembly en peligro no habia pasado por su mente. Cuanto mas pensaba en ello, menos justificado se sentia para correr el riesgo. Miro la relativamente diminuta unidad energetica que descansaba entre las cadenas de la rueda mas cercana y se pregunto si una cosa tan pequena podria realmente suponer un peligro para la enorme masa que se encontraba sobre ellos. Entonces recordo el tamano, muchisimo mayor, de la maquina que habia transportado a el y a sus companeros a Dhrawn y comprendio que el tipo de energia que podia empujar unas masas tan inmensas a traves del cielo no era para ser manipulado descuidadamente. Puesto que habia tenido la oportunidad de familiarizarse con su funcionamiento normal y correcto, nunca tendria miedo de usar aquellos motores; pero usar mal deliberadamente uno de ellos era una historia diferente.
—Tienes razon —admitio algo inseguro—. Despues de todo, Takoorch habia estado dispuesto a correr el riesgo—. Tendremos que hacerlo de forma diferente. Mira, si las ruedas estan libres para girar, no podemos danar el motor o el transformador; ademas, agitar el agua la calentara.
—?Lo crees asi? Recuerdo haber oido algo semejante, pero si yo, con mi propia fuerza, no puedo romper este hielo, es dificil comprender como va a hacerlo el remover simplemente el agua. Ademas, las ruedas no estan libres; se encuentran sobre el fondo, con el peso del Kwembly encima.
—Asi es. Tu querias excavar. Comienza a mover las rocas; ese hielo se esta acercando.
Beetchermarlf dio el ejemplo y comenzo a remover los redondeados guijarros de los bordes de las cadenas. Era un trabajo duro, hasta para musculos mesklinitas. Las piedras estaban fuertemente prensadas, ademas. Cuando una se movia, no habia mucho lugar donde ponerlas. Las piedras bajo las cadenas, que eran las que realmente tenian que ser desplazadas, no podian ni siquiera ser tocadas hasta que las de los lados estuviesen fuera del camino. Los dos trabajaron furiosamente para dejar libre una trinchera alrededor de la rueda. Se sintieron asustados del tiempo que tardaron en hacerlo.
Cuando el surco fue bastante profundo, intentaron retirar las piedras bajo las cadenas; esto aun fue mas desalentador.
El Kwembly tenia una masa de unas doscientas toneladas. En Dhrawn, esto queria decir un peso de siete mil toneladas a distribuir entre las cincuenta y seis ruedas que quedaban; el colchon hacia que la distribucion fuese posible. Ciento cuarenta toneladas, aunque fuesen escasas, es demasiado hasta para un mesklinita cuyo peso, incluso en el polo de Mesklin, esta un poco por encima de los trescientos. Demasiado hasta para un metro cuadrado de cadena. Si la gravedad de Dhrawn no comprimiese de forma igualmente impresionante los materiales de la superficie, el Kwembly y sus vehiculos gemelos se hundirian probablemente dentro de sus colchones antes de viajar un metro.
En otras palabras, las rocas bajo la cadena estaban sujetas muy firmemente. Los dos marineros no podian hacer nada en absoluto para mover una de ellas. No habia ningun objeto que pudiese utilizarse como una palanca; sus amplios suministros de cuerda no servian sin poleas; sin ayuda, sus musculos resultaban penosamente inadecuados, situacion todavia menos familiar para ellos que para razas cuya revolucion mecanica habia quedado unos cuantos siglos atras.
Sin embargo, el hielo aproximandose era un estimulo para el panico, pero ninguno de los marineros tendia a esa forma de desintegracion. Otra vez Beetchermarlf llevo la voz cantante.
—Tak, sal de ahi abajo. Podemos mover esas piedras. Vete hacia delante; van a salir hacia el otro lado.
El joven trepaba por las ruedas mientras hablaba, y Takoorch rapidamente comprendio la idea. Se esfumo detras de la siguiente rueda, sin una palabra. Beetchermarlf se tendio a lo largo del cuerpo principal de la unidad conductora entre las cadenas. En este espacio de un medio metro de ancho, debajo y por delante de el, estaba la cavidad que albergaba el transformador de energia. Era un objeto rectangular, del mismo tamano que los comunicadores, con tirantes de control guarnecidos por argollas sobresaliendo de su superficie y ganchos-guia equipados en los extremos con poleas diminutas. Los cables para el control remoto desde el Kwembly estaban enhebrados a traves de alguna de las guias y unidos a las argollas, pero el timonel los ignoro. No podia ver mucho, puesto que las luces continuaban sobre el fondo a varios metros de distancia y la parte superior del camino estaba en la sombra; sin embargo, no necesitaba ver. Incluso enfundado en su traje, podia manejar aquellas palancas por el tacto.
Cuidadosamente coloco el control principal del reactor de «operar»; despues, todavia mas cautelosamente, conecto los motores, que respondieron apropiadamente; a cada lado, las cadenas se movieron hacia delante, y un martilleo de pequenos objetos duros se hizo audible durante un momento, chocando unos contra otros. Despues esto ceso y las cadenas comenzaron a correr. Instantaneamente Beetchermarlf corto la energia y se deslizo fuera de la rueda para ver los resultados.
El plan habia funcionado, igual que un programa de computador con un error logico; hay una respuesta, pero no la deseada. Segun el plan del timonel, las cadenas habian arrastrado hacia atras las rocas que se encontraban debajo, pero se habian olvidado del efecto del colchon neumatico encima. Bajo su propio peso y el empujon hacia abajo de la presion del gas, la rueda se habia asentado hasta que el chasis entre las cadenas toco fondo. Mirando hacia arriba, Beetchermarlf podia ver la curva en el colchon, donde la unidad conductora habia descendido unos diez centimetros.
Takoorch aparecio en su refugio y observo la situacion, pero no dijo nada. No habia nada util que decir.
Ninguno de ellos podia adivinar cuanto mas cederia el colchon y cuanto tendria que descender la rueda antes de quedar realmente libre, aunque conocian los detalles de la construccion del Kwembly. El colchon no era una sola bolsa de gas, sino que estaba dividido en treinta celulas separadas, con dos ruedas en equipo unidas a cada una. Los timoneles conocian los detalles de los empalmes —ambos acababan de pasar muchas horas reparando los desperfectos—, pero incluso la reciente vision de la parte inferior del Kwembly, con casi todas las ruedas libres de peso, les dejo muy dudosos sobre lo lejos que una rueda podria llegar sola.
—Bien. Volvamos a acarrear piedras —observo Takoorch mientras introducia sus pinzas bajo una roca—. Quiza ahora estas hayan sido aflojadas; de otra forma va a ser dificil llegar hasta ellas solo desde los extremos.
—No tenemos tiempo para eso. El hielo continua avanzando hacia nosotros. Quiza tendriamos que llevar las cadenas a un cuerpo mas de profundidad para que pudiesen correr. Deja las ruedas, Tak. Tendremos que intentar otra cosa.
—Lo que yo quiero saber es que.
Beetchermarlf se lo enseno. Cogiendo una luz consigo, trepo una vez mas a la parte superior de la rueda. Perplejo, Takoorch le siguio. El marinero mas joven se elevo hasta el eje que formaba el soporte giratorio de la rueda y ataco el colchon con su cuchillo.
—?Pero no puedes danar la nave! —objeto Takoorch.
—Podemos arreglarlo mas tarde. No me gusta mas que a ti, y si pudiesemos alcanzarla, de buena gana dejaria salir el aire por la valvula regular de descarga; pero no podemos, y si no sacamos peso de encima de esta rueda muy pronto, no lo haremos en absoluto.
Mientras hablaba, continuo apunalando el colchon.
No era mucho mas facil que remover las piedras. La fabrica del colchon era extremadamente gruesa y resistente; para soportar al Kwembly tenia que contener una presion de mas de siete atmosferas sobre el terreno. Una de las molestias de los viajes largos era la necesidad de hinchar manualmente las celulas o de descargar el exceso de presion cuando la altura del terreno que atravesaban cambiaba unos cuantos metros mas de lo previsto. En aquel momento, el colchon estaba ligeramente fofo, puesto que no se habia hinchado despues de la bajada por el rio; pero la presion interna era, por tanto, mucho mas alta.
Una vez y otra Beetchermarlf golpeo el mismo punto sobre la tensa superficie. Cada vez la hoja avanzaba un poco mas. Takoorch, convencido por fin de la necesidad, se le unio. El rastro de la segunda hoja cruzaba el de la primera, relampagueando los dos alternativamente con un ritmo casi demasiado rapido para que un ojo humano pudiese seguirlo. Un testigo humano, si hubiese sido posible, hubiese estado esperando que se cortasen mutuamente las tenazas en cualquier momento.