oscuro. Llevaba el escaso cabello negro peinado hacia atras sobre el abultado craneo y lo hacia terminar en un fleco revuelto y grasiento. Calzaba sandalias, la derecha atada con una cuerda, y vestia un par de sucios pantalones cortos blancos, tan diminutos que casi resultaban indecentes, y una camiseta gris manchada de sudor. Encima llevaba el habito marron de monje, abierto y unicamente sujeto por un cordon anudado a la cintura. Sin este incongruente atuendo, simplemente hubiera parecido sucio e indigno de confianza; con el, parecia absolutamente siniestro.

Puesto que no demostro intencion de marcharse una vez hubieron descargado las cajas, Dalgliesh dedujo que esperaba una propina. El mozo introdujo las monedas en el bolsillo del habito con gran agilidad, pero sin dar las gracias. A Dalgliesh le parecio interesante comprobar que, pese al costoso experimento de los huevos caseros, no todas las leyes economicas quedaban excluidas de aquel celestial nido de amor fraterno. Philby les dio un malhumorado puntapie de despedida a las cajas como si pretendiera ganarse la propina demostrando que eran fuertes y, puesto que, para su desilusion, no se resintieron, les dedico una mirada final de amarga repugnancia y se fue. Dalgliesh se pregunto de donde habria sacado Anstey aquel peculiar empleado. A sus parciales ojos, aquel hombre tenia todo el aspecto de un violador de primera categoria con permiso, pero quizas exageraba un poco, incluso para Wilfred Anstey.

El segundo intento de salir se vio tambien frustrado por una segunda visita, en esta ocasion de Helen Rainer, que habia recorrido la corta distancia que separaba la casita de Toynton Grange con la ropa necesaria para su cama en la cesta de la bicicleta. Explico que Wilfred habia pensado que tal vez la que habia alli no estaria debidamente ventilada. A Dalgliesh le sorprendio que no hubiera aprovechado para ir con Philby en el microbus. Quiza, comprensiblemente, la presencia de este le resultaba repulsiva. La enfermera entro con aire tranquilo pero energico y, sin hacer ver a Dalgliesh demasiado obviamente que molestaba, dejo bien claro que no era una visita de cortesia, que no habia ido a charlar y que otras tareas mas importantes la aguardaban. Hicieron la cama juntos. La enfermera Rainer extendia las sabanas y doblaba pulcramente las esquinas con tal habilidad que Dalgliesh, siempre un par de segundos atrasado, se sintio lento e incompetente. Al principio, trabajaban en silencio. El no sabia si era el momento idoneo para preguntar, por mucho tacto que empleara, como se habia producido el malentendido sobre quien debia ir a ver al padre Baddeley la ultima noche de su vida. Su estancia en el hospital debia de haberlo ablandado, pues hubo de hacer un esfuerzo para decir:

– Seguramente soy demasiado escrupuloso, pero me habria gustado que alguien hubiera acompanado al padre Baddeley cuando murio, o al menos hubiera comprobado esa noche que se encontraba bien.

Penso que la enfermera podia responder con justicia a aquella critica implicita senalando que no era procedente que la hiciera alguien que no habia demostrado interes alguno por el anciano en casi treinta anos. Pero Helen dijo sin rencor, casi de buena gana:

– Si, fue un descuido. Medicamente nada hubiera cambiado, pero no deberia haberse producido ese malentendido, uno de nosotros deberia haber venido a ver como estaba. ?Quiere que le ponga esta tercera manta? Si no, me la llevo a Toynton Grange, es de las que usamos nosotros.

– Con dos ya tengo suficiente. ?Que ocurrio exactamente?

– ?Al padre Baddeley? Murio de miocarditis aguda.

– Quiero decir que como ocurrio el malentendido.

– Cuando llego al hospital le servi un almuerzo frio de pollo y ensalada y lo prepare para la siesta. Le hacia falta. Dot le trajo el te de la tarde y lo ayudo a lavarse. Le puso el pijama y el insistio en ponerse la sotana encima. Poco despues de las seis y media yo misma le prepare unos huevos revueltos en esta cocina. Insistio en que queria pasar el resto del dia sin que lo molestaran, excepto, claro esta, la visita de Grace Willison, pero yo le dije que a eso de las diez vendria alguien y le parecio bien. Dijo que daria golpes en la pared con el atizador si le sucedia algo. Entonces yo me fui aqui al lado y le dije a Millicent que estuviera atenta; ella se ofrecio para entrar a verlo antes de acostarse. Al menos, eso es lo que entendi. Por lo visto, ella penso que vendriamos Eric y yo. Como he dicho, no deberia haber ocurrido. La culpa es mia, no de Eric. Como enfermera suya, yo tendria que haberme asegurado de que estaba debidamente atendido antes de acostarme.

– ?No le dio a usted la impresion de que esa insistencia en quedarse solo se podia deber a que esperaba alguna visita? -pregunto Dalgliesh.

– ?Que visita podia esperar aparte de la pobre Grace? Creo que ya habia visto suficiente gente mientras estaba en el hospital y lo que queria era tranquilidad.

– ?Y esa noche estuvieron todos aqui en Toynton Grange?

– Todos excepto Henry, que no habia regresado todavia de Londres. ?Donde ibamos a estar?

– ?Quien le deshizo la maleta?

– Yo. Habia ido al hospital de urgencias y llevaba muy pocas cosas, solo las que encontramos junto a su cama y preparadas.

– ?Su Biblia, su libro de oraciones y su diario?

Ella lo miro brevemente, con el rostro imperterrito, antes de inclinarse nuevamente a doblar las esquinas de la manta.

– Si.

– Y, ?que hizo con ellos?

– Los deje en la mesita que hay junto a la butaca. Es posible que luego el los cambiara de sitio.

Asi pues, el padre Baddeley tenia el diario en el hospital. Eso queria decir que el registro estaba actualizado. Y si Anstey no mentia al decir que a la manana siguiente ya no estaba, habia desaparecido en algun momento de esas doce horas.

Penso como podia expresar la pregunta siguiente sin despertar suspicacias. En tono ligero, dijo:

– Es posible que lo desatendieran en vida, pero cuidaron muy bien de el despues de muerto: primero incineracion y luego entierro. ?No fue un poco exagerado?

Para su sorpresa, la enfermera reacciono como si la hubiera invitado a compartir una justificada indignacion.

– ?Claro que si! ?Fue ridiculo! Pero la culpa fue de Millicent. Le dijo a Wilfred que Michael habia expresado en repetidas ocasiones su deseo de ser incinerado. No se cuando ni por que. Aun siendo vecinos, Michael y ella no se relacionaban demasiado que digamos. Pero eso dijo. Wilfred estaba igual de convencido de que Michael desearia un entierro cristiano ortodoxo, de modo que le hicieron los dos al pobre. Ello represento muchas complicaciones y gastos adicionales, y el doctor McKeith de Wareham hubo de firmar el certificado de defuncion ademas de Eric. Todo ese jaleo porque Wilfred tenia mala conciencia.

– ?Ah, si? ?Por que?

– Por nada. Simplemente tengo la impresion de que pensaba que habiamos tenido a Michael un poco abandonado, la autoindulgente compuncion de los afligidos. ?Podra dormir con esta almohada? Esta muy desigual y parece que no le vendria a usted mal un buen descanso. No dude en venir a Toynton Grange si necesita algo. La leche la dejan a la entrada de la finca. He encargado medio litro diario para usted. Si le sobra, a nosotros siempre nos vendra bien. ?Necesita algo mas?

Con la sensacion de estar sometido a una ferrea disciplina, Dalgliesh dijo que no. La diligencia de la enfermera Rainer, su confianza, su concentracion en el trabajo que tenia entre manos, incluso la tranquilizadora sonrisa de despedida, lo relegaban a la categoria de paciente. Mientras ella empujaba la bicicleta por el sendero y montaba, Dalgliesh penso que era como si acabara de hablar con la enfermera del Estado, pero sentia un gran respeto por ella. No habia dado muestras de que le molestaran las preguntas y habia sido extraordinariamente comunicativa. Se pregunto por que.

Capitulo 13

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