– La marea avanzaba rapidamente. Debia de haber llegado hasta aqui aproximadamente. Yo baje a la playa por el mismo camino de hoy. Me llevo unos minutos de mucho correr, pero era el mas proximo la unica manera de llegar. Cuando salte y empece a correr por las piedras no lo vi a el ni la silla. Pero al llegar a la roca negra hube de hacer un esfuerzo para mirarlo. Al principio no vi nada inusual, el mar bullia como siempre entre las rocas. Luego distingui una de las ruedas de la silla. Estaba en mitad de una losa plana; el sol centelleaba en el cromo y las varillas metalicas. Estaba tan bien colocada, de una manera casi decorativa, que parecia imposible que hubiera ido a parar alli por casualidad. Supongo que reboto contra el fondo y fue rodando hasta alli. Recuerdo que la cogi y la empuje hasta la orilla, riendo en voz alta. El susto, supongo. Y la risa resono en la pared del acantilado.

Lerner, sin volverse, dijo con voz ahogada:

– Lo recuerdo. Yo lo oi. Me parecio que era Victor el que se reia. Parecia la risa de Victor.

– Entonces, ?vieron el accidente? -pregunto Dalgliesh.

– A unos cincuenta metros de distancia. Yo habia llegado de Londres despues de comer y decidi darme un bano. Era un dia excepcionalmente calido para el mes de septiembre. Justo al llegar a la cima del promontorio vi como se precipitaba la silla. Ni yo ni nadie podia hacer algo. Dennis estaba tumbado en la hierba a unos diez metros de Holroyd. Se puso en pie de un salto y echo a correr detras profiriendo aullidos de fantasma. Luego empezo a correr arriba y abajo por el borde del precipicio, agitando los brazos como un cuervo marron enorme y demente.

– Ya se que no demostre mucha valentia -dijo Lerner entre dientes.

– No era exactamente ocasion de demostrar valentia, chico. Nadie esperaba que te lanzaras por el precipicio detras de el, aunque, durante un segundo pense que ibas a hacerlo. - Se volvio hacia Dalgliesh-: Deje a Dennis tendido boca abajo en la hierba, supongo que conmocionado, me detuve un momento para gritarle que fuera a buscar ayuda a Toynton Grange y sali hacia el camino. Dennis tardo unos diez minutos en recuperarse y empezar a moverse. Quizas hubiera sido mas sensato prestarle mas atencion a el y luego hacer que me acompanara para ayudarme a recoger el cadaver. Casi lo perdemos.

– La silla debio de salir despedida a considerable velocidad si aterrizo tan lejos.

– Si. Es extrano, ?no? Yo lo buscaba mas cerca de la base de la roca. Pero a unos seis metros a la derecha vi un revoltijo de metal que ya estaba siendo alcanzado por el agua. Y por fin vi a Holroyd. Parecia un enorme pez embarrancado rodando en el oleaje. Tenia el semblante palido e hinchado, incluso cuando estaba vivo, el pobre, por algo relacionado con los esteroides que le daba Eric. Ahora estaba grotesco. Debia de haber salido despedido de la silla antes del impacto; al menos estaba a cierta distancia de los restos. Solo vestia pantalones y una camisa de algodon; el mar y las rocas habian hecho jirones la camisa y yo lo unico que veia era un enorme torso blanco que se revolvia y ascendia con el oleaje. Se habia abierto la cabeza y se habia cortado la arteria del cuello. Debia de haber sangrado copiosamente; el mar hizo el resto. Cuando yo llegue junto a el, la espuma todavia estaba tenida de rosa, como un bano de burbujas. Daba la impresion de que ya no le quedaba sangre dentro, como si llevara meses en el agua. Un cadaver sin sangre, medio desnudo, revolcandose en las olas.

Un cadaver sin sangre. Un asesinato sin sangre.

La frase se le quedo inevitablemente grabada en la mente a Dalgliesh. Con voz sosegada, neutra, pregunto:

– ?Como se las arreglo para cogerlo?

– No fue facil. Como he dicho, la marea avanzaba de prisa. Consegui meterle la toalla que llevaba por el cinturon y trate de subirlo a una de las rocas mas altas, una tarea indecorosa y fea para los dos. Pesaba bastante mas que yo y encima tenia los pantalones empapados. Temia que se le cayeran. Supongo que habria dado lo mismo, pero entonces me parecio importante conservar un poco de dignidad. Aproveche cada embate de las olas para acercarlo a la orilla y consegui subirlo a esa roca, me parece. Yo tambien estaba empapado y tiritando a pesar del calor. Recuerdo que pense que era extrano que el sol no me secara la ropa.

Mientras Court pronunciaba este discurso, Dalgliesh habia echado furtivas miradas al perfil de Lerner. En el fino cuello enrojecido por el sol, una vena latia como una bomba.

– Esperemos que la muerte le resultara menos angustiante a el que a ustedes -dijo Dalgliesh friamente.

– No debe olvidar que no todo el mundo tiene la misma predileccion profesional por este tipo de entretenimientos -dijo Court riendo-. Una vez lo hube situado aqui, me limite a agarrarlo con fuerza, como un pescador su pesca, hasta que llego el grupo de Toynton Grange con una camilla. Llegaron tambaleandose por la playa, que es el camino mas rapido, dando traspies, tropezando con las piedras cargados como para una desorganizada merienda campestre.

– ?Y la silla de ruedas?

– No volvi a acordarme de ella hasta que regresamos a Toynton Grange. Naturalmente, era pura chatarra. Todos lo sabiamos. Pero pense que quiza la policia querria examinarla para ver si los frenos estaban en mal estado. Bastante inteligente por mi parte ?no? Por lo visto a nadie mas se le ocurrio. Pero cuando volvieron a buscarla, lo unico que encontraron fueron las dos ruedas y la parte central. Las dos piezas laterales con los dos frenos de mano de trinquete habian desaparecido. La policia rastreo la zona mas a fondo a la manana siguiente, pero tuvieron la misma suerte.

A Dalgliesh le hubiera gustado preguntar quien de los habitantes de Toynton Grange habia salido en la expedicion de busqueda, pero estaba decidido a no dejar traslucir verdadera curiosidad. Se dijo que no sentia curiosidad alguna. La muerte violenta ya no era asunto suyo y, oficialmente, aquella en concreto nunca lo seria. Sin embargo, resultaba extrano que no se encontraran las dos piezas vitales de la silla. Y aquella playa rocosa, con sus profundas grietas, sus charcos, sus numerosos lugares ocultos, hubiera sido un lugar idoneo para hacerlas desaparecer. Pero ya debia de habersele ocurrido a la policia local. Supuso que era una de las preguntas que tendria que hacer con tacto. El padre Baddeley le habia escrito pidiendole ayuda el dia anterior a la muerte de Holroyd, pero no ello no queria decir que los dos hechos no tuvieran nada que ver.

– ?Le altero mucho la muerte de Holroyd al padre Baddeley? – pregunto.

Mucho, cuando se entero. Pero no lo supo hasta una semana despues. Entonces ya habia pasado la investigacion y Holroyd habia sido enterrado. Pensaba que Grace Willison ya se lo habria dicho. Michael y Victor nos dieron el dia entre los dos. Cuando Dennis llego a la casa con la noticia, el grupo de rescate se puso en marcha sin comunicarlo a los pacientes. Era comprensible, pero desafortunado. Cuando unos cuarenta minutos despues todos cruzamos la puerta principal, deshechos, con lo que quedaba de Holroyd colgando de la camilla, Grace Willison pasaba por el vestibulo. Para anadir un poco de emocion a la cosa, se desmayo del susto. Sea como fuere, Wilfred penso que Michael podia empezar a ganarse las judias y mando a Eric a buscarlo. Eric lo encontro en pleno ataque de corazon. Asi pues, llamaron a otra ambulancia -pensamos que tener que compartir el viaje al hospital con lo que quedaba de Holroyd podia rematar a Michael- y el viejo se fue feliz en su ignorancia. La enfermera le conto lo de Victor cuando los medicos pensaron que estaba preparado para oirlo. Segun ella, aunque estaba profundamente afectado, se lo tomo con calma. Tengo entendido que le mando una carta de condolencia a Wilfred. El padre Baddeley estaba acostumbrado a aceptar la muerte de los demas sin alterarse, y Holroyd y el no eran exactamente amigos. Me imagino que fue la idea del suicidio lo que afecto su susceptibilidad profesional.

De repente, Lerner dijo en voz baja:

– Yo me siento culpable porque me considero responsable.

– O se empuja a Holroyd por el precipicio o no se le empuja. Si no se le empuja, sentirse culpable es caer en la indulgencia -dijo Dalgliesh.

– ?Y si se le empuja?

– Entonces es peligroso.

– Victor se suicido -dijo Julius riendo-. Ustedes ya lo saben, yo lo se, y

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