le puede poner las manos encima. Lo tiene Robert Loder, un abogado de Wareham. Supongo que Wilfred estaba tan seguro de que nunca necesitaria venderla que no le importaba lo que firmaba, o quizas era una manera de armarse contra la tentacion. No creo que venda. Esta demasiado encarinado con todo esto. Pero si cambia de opinion, a mi me ira muy bien.
– Ayer, cuando llegue, la senora Hewson dijo algo del Ridgewell Trust -declaro Dalgliesh con atrevimiento-. ?No piensa traspasar la residencia?
La senora Hammitt se tomo la insinuacion con mas calma de lo que esperaba y replico firmemente:
– ?Tonterias! Ya se que Wilfred lo comenta de vez en cuando, pero nunca traspasaria Toynton Grange. ?Por que? Falta dinero, claro, pero dinero siempre falta. Lo unico que tiene que hacer es subir las tarifas o convencer a las autoridades para que paguen mas por los pacientes que mandan. No tiene por que hacerle un trato especial al gobierno. Y si aun asi no puede hacer que sea rentable, mas vale venderla, con milagro o sin milagro.
Dalgliesh sugirio que, en cualquier circunstancia, era sorprendente que Anstey no se hubiera convertido al catolicismo. Millicent contesto con vehemencia:
– Entonces se debatio en una intensa batalla espiritual. -Su voz se hizo mas grave y empezo a vibrar con un eco de fuerzas cosmicas enzarzadas en la lucha mortal-. Pero yo me alegre de que decidiera permanecer fiel a nuestra Iglesia. Nuestro padre -su voz retumbo con semejante acceso de fervor exhortatorio que Dalgliesh, sobresaltado, se imagino que iba a lanzarse a una plegaria dirigida al Senor- se hubiera disgustado muchisimo. Era un gran feligres, comandante Dalgliesh, de la Iglesia evangelica, naturalmente. No, yo me alegre de que Wilfred no nos abandonara.
Hablaba como si a Wilfred, hallandose ante el rio Jordan, no le hubiera gustado el aspecto del agua y la barca no le hubiera inspirado confianza.
Dalgliesh ya le habia preguntado a Julius Court por la religion de Anstey y habia recibido una explicacion diferente y, sospechaba, mas exacta. Recordo la conversacion que habian mantenido en el patio antes de regresar junto a Henry. Julius, en tono burlon, dijo: «El padre O'Malley, que se suponia que estaba instruyendo a Wilfred, dejo bien claro que su iglesia se pronunciaria sobre una serie de asuntos que Wilfred consideraba de su competencia personal. Al querido Wilfred se le ocurrio que estaba a punto de entrar en una organizacion muy grande que, como un convento, obtenia mas beneficios de los que ofrecia. Al final, despues de lo que sin duda fue una lucha provechosa, decidio permanecer en un refugio mas conveniente».
– ?Pese al milagro? -habia preguntado Dalgliesh.
– Pese al milagro. El padre O'Malley es racionalista. Admite la existencia de los milagros, pero prefiere que las pruebas se presenten ante las autoridades competentes para que las estudien detenidamente. Despues de un tiempo prudencial, la Iglesia, en su sabiduria, se pronunciaria. Ir por ahi proclamando que uno ha recibido una gracia especial le parece presuncion. O peor, sospecho que lo considera de mal gusto. Es un hombre exigente, el padre O'Malley. Wilfred y el no se llevan muy bien. Me temo que el padre O'Malley ha perdido un converso para su Iglesia.
– Pero, ?continuan las peregrinaciones a Lourdes? -pregunto Dalgliesh.
– Si, si. Dos veces al ano, invariablemente. Yo no voy. Al principio de llegar aqui iba, pero no es, como se dice ahora, mi ambiente. No obstante, siempre me encargo de tener a punto un buen te de bienvenida para cuando regresan.
Dalgliesh, de nuevo en el presente, empezo a sentir que le dolia la espalda. Se enderezo justo al mismo tiempo que el reloj de la repisa de la chimenea daba los tres cuartos. Un tronco carbonizado cayo de la rejilla disparando una ultima andanada de chispas. La senora Hammitt lo interpreto como una senal de que era hora de marcharse. Dalgliesh insistio en lavar primero las tazas, y la mujer lo siguio a la cocina.
– Ha sido un rato muy agradable, comandante, pero dudo que lo repitamos. No soy una de esas vecinas que no hace mas que presentarse por sorpresa. Gracias a Dios me gusta estar sola. A diferencia de la propia Maggie, tengo recursos. Y una cosa he de decir de Michael Baddeley, no se metia con nadie.
– La enfermera Rainer me ha dicho que lo convencio usted de las ventajas de la incineracion.
– ?Eso ha dicho? Bueno, admito que es verdad. Se lo comente a Michael. No me parece bien que se desaprovechen extensiones de terreno bueno para enterrar cuerpos en putrefaccion. Que yo recuerde, al anciano le daba lo mismo lo que hicieran con el mientras terminara en tierra consagrada con las palabras idoneas. Muy sensato. Soy totalmente del mismo parecer. Y Wilfred no se opuso a la incineracion. Dot Moxon y el coincidieron del todo conmigo. Helen protesto por las molestias, pero a ella lo que no le gustaba era que hiciera falta la firma de otro medico. Supongo que le parecio que era una especie de ofensa contra el buen juicio clinico del querido Eric.
– ?Como iba a sugerir alguien que el diagnostico del doctor Hewson era erroneo?
– ?Claro! Michael murio de un ataque al corazon, y hasta Eric es suficientemente competente para reconocerlo, espero. No, no se moleste en acompanarme a casa, llevo la linterna. Si necesita algo a cualquier hora, de unos golpecitos en la pared.
– Pero, ?los oiria usted? Al padre Baddeley no lo oyo.
– Claro que no, porque no llamo. Y despues de las nueve y media aproximadamente, deje de prestar atencion. Pense que ya habrian ido a ayudarlo a acostarse.
En el exterior la noche era fresca y desapacible, una neblina oscura de sabor dulce y olor a mar, no una mera ausencia de luz sino una fuerza real y misteriosa. Dalgliesh bajo el carrito por los escalones de la entrada y, mientras andaba junto a Millicent por el sendero sosteniendo el carrito con una mano, pregunto sin interes aparente:
– Entonces, ?oyo usted a alguien?
– Vi, no oi. O eso me parecio. Estaba pensando en prepararme algo caliente de beber y si a Michael le apeteceria lo mismo, pero cuando abri la puerta para ir a preguntarselo me parecio ver una figura cubierta con una capa que desaparecia en la oscuridad. Como Michael tenia la luz apagada, vi que la casa estaba totalmente a oscuras y no quise molestarlo. Ahora se que fue un error. O tambien podria ser que me estoy volviendo loca. No seria de extranar aqui. Por lo visto nadie vino y ahora a todos les remuerde la conciencia. No es raro que me enganara la vista. Hacia una noche como la de hoy, con una ligera brisa, pero daba la impresion de que la oscuridad se movia y adoptaba formas. Y no oi nada, ni una pisada. Solo una fugaz vision de una cabeza inclinada, con capucha, y una capa revoloteando en la oscuridad.
– ?Y era a eso de las nueve y media?
– O un poco mas tarde. Quizas era cuando murio. Una persona fantasiosa podria imaginarse que vio su fantasma. Eso es lo que sugirio Jennie Pegram cuando lo conte en Toynton Grange. ?Que chica mas ridicula!
Casi habian alcanzado la puerta de Villa Fe. La senora Hammitt titubeo y luego dijo como llevada de un impulso, no sin cierta verguenza, le parecio a el:
– Me han dicho que le preocupa a usted que la cerradura del escritorio de Michael este rota. Estaba perfectamente la noche anterior a que regresara del hospital. Yo me quede sin sobres y tenia una carta urgente que mandar. Pense que no le importaria que mirara en el escritorio, pero estaba cerrado con llave.
– Y la cerradura estaba rota cuando su hermano se puso a buscar el testamento poco despues de que encontraran el cadaver -declaro Dalgliesh.
– Eso dice, comandante, eso dice.
– Pero usted no tiene pruebas de que la rompiera el.
– Yo no tengo pruebas de que alguien la rompiera. La casa estaba llena de gente que entraba y salia. Wilfred, los Hewson, Helen, Dot, Philby, e incluso Julius cuando llego de Londres; parecia un velatorio. Yo lo unico que se es que el escritorio estaba cerrado a las nueve de la noche