anterior a que muriera Michael. Y no me cabe duda de que Wilfred estaba ansioso por ver el testamento y comprobar si Michael le habia dejado de verdad a Toynton Grange todo lo que poseia. Por otro lado, se que no la rompio el propio Michael.

– ?Como lo sabe, senora Hammitt?

– Porque encontre la llave el dia que murio, justo despues de almorzar, en el lugar en que seguramente la guardaba siempre, en la lata vieja de te que hay en el segundo estante de la alacena. Pense que no le importaria que aprovechara la comida que habia dejado. Me la meti en el bolsillo por si acaso se perdia cuando Dot limpiara la casa. Al fin y al cabo, ese escritorio antiguo tiene bastante valor y la cerradura deberia repararse. De hecho, si Michael no se lo hubiera dejado a Grace en su testamento, y me lo hubiera traido aqui y lo hubiera cuidado debidamente.

– ?De modo que todavia conserva la llave?

– Claro. No le ha interesado mas que a usted. Y ya que parece que le interesa tanto, tenga.

Se metio la mano en el bolsillo de la falda y Dalgliesh sintio el frio metal contra su palma. Millicent habia abierto la puerta de su casa y alargo el brazo hacia el interruptor. Dalgliesh parpadeo con el repentino resplandor y luego vio con claridad una llavecita de plata, delicada como de filigrana, pero atada con un fino cordel a una pinza de ropa roja, de un rojo tan vivo que, durante un instante, le parecio que tenia la palma manchada de sangre.

QUINTA PARTE . Acto de malicia

Capitulo 17

Cuando recordaba aquel primer fin de semana que paso en Dorset, Dalgliesh lo veia como una serie de imagenes tan dispares de las imagenes posteriores de violencia y muerte que casi creia que en Toynton Grange habia vivido en dos niveles y en distintos periodos. Estas primeras y dulces imagenes, a diferencia de las asperas instantaneas ulteriores en blanco y negro de pelicula de terror, estaban saturadas de color, de sensaciones y de olor. Se veia a si mismo zambullendose en el guijarral banado por el mar de Chesil Bank, los oidos repletos de los gritos de los pajaros y del atronador chirriar de la marea, que se extendia hasta donde Portland alzaba los oscuros penascos contra el cielo; trepando por los grandes terraplenes de Maiden Castle y deteniendose, una solitaria figura azotada por el viento, donde cuatro mil anos de historia humana quedaban encerrados en sobrenaturales siluetas de tierra moldeada; tomando un te tardio en las habitaciones que tenia el juez Jeffrey en Dorchester mientras la tibia tarde de otono se apagaba hasta transformarse en ocaso; conduciendo de noche entre una marana de helechos dorados y altos zarzales sin cortar hasta la taberna de muros de piedra que esperaba con las ventanas iluminadas en la plaza de alguna aldea remota.

Y luego, entrada la noche, cuando el riesgo de que una visita de Toynton Grange lo importunara era ya pequeno, regresaba a Villa Esperanza, al familiar y acogedor olor a libros y a fuego de lena. Para su sorpresa, Millicent Hammitt cumplio su palabra de no volver a molestarlo despues de la primera visita. Pronto adivino por que: era adicta a la television. Mientras el estaba sentado tomando vino y revisando los libros del padre Baddeley, a traves del hueco de la chimenea le llegaban los sonidos, no del todo desagradables, de la diversion nocturna de su vecina: el repentino embate de una melodia comercial ligeramente conocida; el murmullo antifonal de voces; el chasquido de los disparos; gritos femeninos; la estrepitosa fanfarria de la pelicula de la noche.

Tenia la sensacion de que vivia en un limbo intermedio entre la vida antigua y la nueva, excusado por la convalecencia de la responsabilidad de la decision inmediata, de cualquier ejercicio que le resultara desagradable. Y pensar en Toynton Grange y en sus internos le resultaba agradable. Habia hecho lo que estaba en su mano. Ahora esperaba acontecimientos. En una ocasion, mientras contemplaba la raida butaca vacia del padre Baddeley, recordo irreverentemente la mitica excusa del destacado filosofo ateo, acompanado despues de la muerte, para asombro suyo, a presencia de Dios:

– Pero, Dios, no aportasteis pruebas suficientes.

Si el padre Baddeley queria que actuara, tendria que aportar pistas mas tangibles que un diario desaparecido y una cerradura rota.

La unica carta que esperaba era la respuesta de Bill Moriarty, pues habia dejado instrucciones en casa de que no le mandaran el correo. Y la carta de Bill pensaba recogerla personalmente en el buzon. Sin embargo, esta llego el lunes, al menos un dia antes de lo que calculaba el. Habia pasado la manana en casa y no habia ido al buzon hasta despues de almorzar, a las dos y media, para dejar las botellas vacias de leche.

El buzon contenia una carta, un sobre blanco con matasellos del distrito oeste de Londres; la direccion estaba escrita a maquina, pero no senalaba su graduacion. Moriarty habia actuado con cautela. No obstante, mientras introducia el dedo bajo la solapa, Dalgliesh se pregunto si el habria actuado con suficiente precaucion. Nada parecia indicar que la carta hubiera sido abierta. La solapa estaba intacta, pero la cola era sospechosamente debil y se desprendio con demasiada facilidad al hacer presion con el dedo. Ademas era la unica carta que habia en el buzon. Alguien, probablemente Philby, habria recogido ya el correo de Toynton Grange. Resultaba extrano que no hubiera llevado su carta a Villa Esperanza. Quiza deberia haber usado la lista de correos de Toynton o de Wareham. Pensar que habia actuado descuidadamente lo irritaba. «Lo cierto es -penso- que no se lo que estoy investigando, si es que investigo algo, y casi me da lo mismo. No tengo estomago para hacerlo debidamente ni fuerzas para dejarlo tal como esta.» Su estado de animo era tal que la prosa de Bill le parecio mas irritante que de costumbre.

«Me alegro de volver a ver tu elegante caligrafia. Aqui reina un alivio general despues de saber que las noticias de tu inminente fallecimiento eran exageraciones. Hemos pensado gastar el dinero que recogimos para coronas en una celebracion. Pero ?que estas haciendo, fisgando en Dorset entre un grupo tan sospechoso de lunaticos? Si tantas ganas tienes de trabajar, aqui nos sobran cosas en que ocuparte. Pero ahi va la informacion.

»Del grupito, hay dos con antecedentes. Se ve que ya sabes algo de Philby. Dos condenas por lesiones graves en 1967 y 1969, cuatro por robo en 1970 y toda una serie de delitos menores anteriores. Lo unico extraordinario del historial criminal de Philby es la indulgencia que han demostrado los jueces con el, lo cual no me sorprende del todo mirando su expediente. Seguramente pensaron que era injusto castigar con demasiada dureza a un hombre que se dedicaba a lo unico para lo que estaba dotado fisica e intelectualmente. Hable con los asistentes sociales y admiten sus defectos, pero dicen que, si se le da carino, es capaz de corresponder con una lealtad feroz. Vigila que no se encapriche contigo.

»Millicent Hammitt fue condenada dos veces en la Magistratura de Cheltenham por hurtos en tiendas, en 1966 y 1968. En el primer caso, la defensa alego las tipicas dificultades de la menopausia y le impusieron una multa. La segunda vez tuvo suerte de escapar con tanta facilidad. Fue un par de meses despues de que falleciera su marido, un mayor del ejercito retirado, y el tribunal se compadecio de ella. Seguramente tambien influyo la declaracion de Wilfred Anstey en el sentido de que se la llevaria a vivir con el en Toynton Grange, donde permaneceria bajo su tutela. Desde entonces no ha habido mas, asi que supongo que la vigilancia de Anstey es efectiva, los tenderos de la zona mas conformistas o la senora Hammitt mas habil para afanar las cosas.

»Hasta aqui la informacion oficial. Los demas estan limpios, al menos en lo que se refiere a antecedentes, pero si buscas un criminal interesante, y supongo que Adam Dalgliesh no malgastara su talento con Albert Philby, ?me permites que te recomiende a Julius Court? Un conocido del Departamento de Extranjero y de la Commonwealth me ha pasado unos chismes. Court es un alumno brillante de Southsea que entro en la diplomacia despues de terminar los estudios universitarios, equipado con los habituales aditamentos elegantes, pero bastante escaso de dinero. En 1970 estaba en la Embajada de Paris y declaro en

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