Al cabo de cinco minutos, Dalgliesh grito:
– ?Vamos?
Entre los dos y sin hablar, levantaron a Anstey y lo sostuvieron mientras recorrian la distancia que los separaba del coche.
Capitulo 18
Ninguno de ellos hablo durante el trayecto hasta Toynton Grange. Como de costumbre, la parte delantera del edificio parecia desierta, el abigarrado vestibulo estaba vacio y reinaba un silencio sobrenatural. Pero los agudos oidos de Dorothy Moxon debieron de captar el ruido del coche, quiza desde el consultorio de delante, y aparecio en las escaleras casi al instante.
– ?Que es esto? ?Que ha pasado?
Julius espero a que hubiera bajado y dijo con calma:
– Nada. Wilfred se ha empenado en prender fuego a la torre negra con el dentro. No le ha pasado nada, solo el susto. Y el humo no ha beneficiado a sus pulmones.
Dot miro acusadoramente a Dalgliesh y Julius como si fuera culpa de estos y luego rodeo a Anstey con los brazos en un gesto energico, pero maternal y protector, y comenzo a hacerle subir lentamente las escaleras al tiempo que le murmuraba palabras de aliento al oido en su suave tono grunon que a Dalgliesh le parecio carinoso. Observo tambien que Anstey parecia ahora menos capaz de sostenerse en pie que cuando avanzaban lentamente por el promontorio. Sin embargo, al adelantarse Julius para echar una mano, una mirada de Dot lo hizo retroceder. No sin dificultad, esta condujo a Anstey a su pequeno dormitorio pintado de blanco, que daba a la parte de atras de la casa, y lo ayudo a echarse en la estrecha cama. Dalgliesh hizo un rapido inventario mental. La habitacion era tal como se la habia imaginado: una mesita y una silla debajo de la ventana que daba al patio de los pacientes; una libreria bien provista; una alfombra; un crucifijo en la pared, encima de la cama; una mesilla de noche con una sencilla lampara y una jarra de agua. Pero el grueso colchon cedio suavemente al recibir el peso de Wilfred. La toalla que pendia junto al lavabo parecia de una extraordinaria suavidad. La alfombra que habia a los pies de la cama, si bien tenia un dibujo sencillo, no era retal de moqueta gastado. El albornoz blanco con capucha que colgaba detras de la puerta ofrecia una apariencia modesta, casi austera, pero a Dalgliesh no le cupo duda de que tenia un tacto agradabilisimo. Aquello podia ser una celda, pero no le faltaba la mas minima comodidad esencial.
Wilfred abrio los ojos y fijo la azul mirada en Dorothy Moxon. Resultaba interesante, penso Dalgliesh, como lograba combinar la humildad con la autoridad en una sola mirada. Alargo una mano suplicante y dijo:
– Quiero hablar con Julius y Adam un momento, Dot. ?Le importa?
Ella abrio la boca, volvio a cerrarla de golpe, salio del cuarto pesadamente sin decir palabra y dio un portazo tras de si. Wilfred entorno nuevamente los ojos como en un intento de retirarse de escena. Julius se miro las manos. Tenia la palma derecha enrojecida e hinchada y en la yema del dedo se le habia formado una llaga. Con un dejo de sorpresa, dijo:
– ?Que curioso! ?Tengo la mano quemada! No lo habia notado y ahora me duele como un demonio.
– La senorita Moxon deberia curarsela. Y seguramente le convendria que se la viera Hewson.
Julius se saco un panuelo doblado del bolsillo, lo empapo de agua fria en el lavabo y se lo ato en la mano.
– Puede esperar -dijo.
Aparentemente, darse cuenta de que sentia dolor lo puso de mal humor. Se acerco a Wilfred y dijo bruscamente:
– Ahora que ha sufrido un atentado concreto contra su vida que casi tiene exito, supongo que actuara con sensatez por una vez y llamara a la policia.
Wilfred no abrio los ojos para contestar:
– Ya tenemos un policia aqui.
– No cuenten conmigo -dijo Dalgliesh-. Yo no puedo emprender una investigacion oficial. Court tiene razon, esto clama por la intervencion de la policia local.
– Nada tengo que decirles -repuso Wilfred sacudiendo la cabeza-. He ido a la torre negra porque tenia que meditar unas cosas en paz. Es el unico sitio donde puedo estar absolutamente solo. Estaba fumando. Siempre se quejan del olor de mi vieja pipa. Recuerdo que la vacie contra la pared mientras subia; debia de estar encendida todavia. Toda la hierba seca y la paja debio de encenderse inmediatamente.
– Ya lo creo -dijo Julius en tono sarcastico-. ?Y la puerta? Supongo que se le olvido cerrarla al entrar, pese al jaleo que arma siempre para que la torre negra nunca quede abierta. Son todos muy descuidados en Toynton Grange, ?no? Lerner se olvida de comprobar los frenos de las sillas y Holroyd se cae por el acantilado. Usted vacia la pipa en una habitacion con el suelo cubierto de paja seca, deja la puerta abierta para que haya corriente y casi se autoinmola.
– Asi es como prefiero creer que ha ocurrido -dijo Anstey.
– Supongo que habra dos llaves de la torre. ?Donde esta la otra? - pregunto rapidamente Dalgliesh.
Wilfred abrio los ojos y permanecio con la mirada perdida en el espacio como si pretendiera disociarse a base de paciencia de aquel interrogatorio a dos manos.
– Colgada de un clavo del panel del despacho. Era la llave de Michael, la que me traje despues de su muerte.
– ?Sabe todo el mundo donde se guarda?
– Me lo imagino. Ahi es donde se guardan todas las llaves, y la de la torre destaca.
– ?Cuantas personas de Toynton Grange sabian que pensaba usted ir a la torre esta tarde?
– Todos. Despues de la plegaria les dije lo que pensaba hacer. Siempre lo hago. Tienen que saber donde encontrarme en caso de urgencia. Estaban todos menos Maggie y Millicent. Pero lo que insinua es ridiculo.
– ?Ah si?
Antes de que pudiera moverse, Julius, que era el mas proximo a la puerta, habia desaparecido. Aguardaron en silencio. Transcurrieron otros dos minutos hasta que regreso y, con sombria satisfaccion, declaro:
– El despacho esta vacio y la llave no esta. Eso significa que el que la haya cogido todavia no ha tenido oportunidad de volver a dejarla en su sitio. Casualmente, he visto a Dot mientras volvia. Esta escondida en su infierno quirurgico esterilizando material suficiente para una operacion importante. Es como tratar de hablar con una arpia mientras suena un silbido de vapor. De cualquier modo, afirma de bastante mal talante que ha estado en el despacho ininterrumpidamente desde las dos de la tarde hasta unos cinco minutos antes de que regresaramos nosotros. No recuerda si la llave de la torre estaba en su sitio. No se fijo. Me temo que la hice sospechar, Wilfred, pero me parecio importante tratar de sacar algo en claro.
Dalgliesh penso que hubieran podido sacarlo sin necesidad de hacer un interrogatorio directo, pero era ya demasiado tarde para iniciar una averiguacion mas discreta y, en cualquier caso, no tenia ni ganas ni estomago para hacerlo. Desde luego, no le apetecia confrontar los metodos de la investigacion ortodoxa con la entusiasta aficion de Julius, pero pregunto:
– ?Ha dicho la senorita Moxon si ha entrado alguien al despacho mientras estaba ella? Es posible que pretendieran dejar la llave en su sitio.
– Segun ella, aquello parecia, cosa rara, una estacion. Poco despues de las dos, entro Henry y se marcho de inmediato, sin dar explicaciones. Millicent se presento hace una media