lejana ventana. Al instante el rectangulo se convirtio en cuadrado y luego tambien este se extinguio. Toynton Grange era una forma apenas discernible esbozada en la oscuridad de la silenciosa campina. Miro su reloj con curiosidad. Eran las doce y dieciocho.

Capitulo 26

Dalgliesh desperto con las primeras luces a la fria y apacible manana, cogio la bata y bajo a hacer te. Se pregunto si Millicent estaria aun en la casona. La noche anterior no habia oido el televisor y ahora, aunque ni era madrugadora ni hacia mucho ruido, Villa Esperanza estaba envuelta en la calma ligeramente clandestina e inequivoca del aislamiento completo. Encendio la lampara de la sala de estar, se llevo la taza a la mesa y extendio el mapa. Aquel dia exploraria el noreste de la zona y trataria de llegar a Sherborne para almorzar. Pero primero tendria la cortesia de pasar por Toynton Grange para preguntar por Wilfred, aunque no se sentia verdaderamente preocupado; resultaba dificil pensar en la charada del dia anterior sin irritacion. Pero quiza valdria la pena intentar convencerlo una vez mas de que llamara a la policia, o al menos de que tomara mas en serio el ataque que habia sufrido. Ademas, ya era hora de pagar algo en concepto de alquiler por Villa Esperanza. Toynton Grange no iba tan boyante como para no aceptar una contribucion ofrecida con tacto. En menos de diez minutos podia hacer las dos cosas.

Llamaron a la puerta y entro Julius. Iba totalmente vestido y, aun a hora tan temprana, tenia el mismo aire deportivo ligeramente elegante. Con calma y como si la noticia apenas mereciera la pena ser transmitida, dijo:

– Me alegro de que ya este levantado. Voy hacia Toynton Grange. Wilfred acaba de llamarme. Por lo visto Grace Willison ha muerto mientras dormia y Eric esta muy nervioso por la cuestion del certificado de defuncion. No se que debe de pensar Wilfred que puedo hacer yo. La rehabilitacion de Eric al colegio de medicos parece haber rehabilitado tambien la habitual arrogancia de la profesion. En su opinion, a Grace Willison le quedaba al menos otro ano y medio de vida, quiza dos. Asi las cosas, no sabe que nombre ponerle a esta insubordinacion. Como siempre, todos estan dramatizando al maximo. Yo que usted, no me lo perderia. -Dalgliesh miro hacia la casita contigua sin decir palabra y Julius anadio alegremente-: No se preocupe que no molestamos a Millicent. Me temo que ya esta alli. Por lo visto, anoche se le averio el televisor, se fue a Toynton Grange a ver el programa de la noche y decidio, inexplicablemente, quedarse a dormir alli. Es probable que viera una oportunidad de guardar su ropa de cama y ahorrarse el agua del bano.

– Vaya usted; yo ya ire luego -dijo Dalgliesh.

Se termino el te sin prisas e invirtio tres minutos en afeitarse. Se pregunto por que se habia resistido a acompanar a Julius, por que, si tenia que ir a Toynton Grange, preferia ir solo. Se pregunto tambien por que lo lamentaba tanto. No tenia deseo alguno de participar en la controversia que se estaba desarrollando en Toynton. No tenia curiosidad alguna por la muerte de Grace Willison. Era consciente de que no sentia mas que una inexplicable inquietud que casi era afliccion por una mujer que apenas conocia y un vago disgusto por el hecho de que la accion de la decadencia hubiera echado a perder el inicio de un dia esplendido. Pero ademas sentia otra cosa: culpabilidad. Y ello le parecia a la vez absurdo e injusto. Era como si al morir Grace se hubiera aliado con el padre Baddeley. Ahora habia dos fantasmas acusadores en lugar de uno. Se avecinaba un fracaso doble. Haciendo un esfuerzo, se encamino a Toynton Grange.

No cabia duda alguna sobre cual era la habitacion de Grace Willison, en cuanto entro en el anexo empezo a oir las voces. Cuando abrio la puerta, vio a Wilfred, Eric, Millicent, Dot y Julius agrupados en torno de la cama con el aire incongruente e incomodo de unos extranos que se encuentran fortuitamente en el escenario de un accidente con el cual preferirian nada tener que ver, pero no se atreven a marcharse.

Dorothy Moxon estaba a los pies de la cama agarrando la barandilla con las gruesas manos, enrojecidas como jamones. Llevaba puesta la toca de enfermera. El efecto que producia, en lugar de dar un toque de tranquilidad profesional, resultaba grotesco. La rizada tartaleta de muselina parecia una morbosa y extrana celebracion de la muerte. Millicent todavia iba en bata, una envolvente tela de lana gruesa con alamares que debia de haber pertenecido a su esposo y contrastaba con las zapatillas, que eran frivolos perifollos de plumas rosa. Wilfred y Eric llevaban los habitos marrones. Al entrar el, miraron brevemente hacia la puerta e inmediatamente volvieron a dirigir su atencion a la cama.

– Habia luz en una de las habitaciones del anexo poco despues de las doce -estaba diciendo Julius-. Has dicho que ha muerto alrededor de esa hora, ?verdad, Eric?

– Si, puede ser. Solo me baso en la temperatura del cuerpo y en la rigidez cadaverica. No soy experto en estas cosas.

– ?Que raro! Yo pensaba que en lo unico que eras experto era en la muerte.

– La luz era de la habitacion de Ursula -dijo Wilfred en voz baja-. Llamo para que la llevaran al lavabo poco despues de las doce. Helen la acompano, pero no entro en la habitacion de Grace. No habia necesidad. No habia llamado. Despues de que Dot la acostara, nadie la vio. Y entonces no se quejo en absoluto.

Julius volvio a dirigirse a Eric Hewson:

– No tienes opcion, ?verdad? Si no sabes de que ha muerto, no puedes extender el certificado. De cualquier modo, yo de ti me andaria con cuidado. Al fin y al cabo, hace poco que tienes autorizacion para firmar certificados de defuncion. Mas vale que no te arriesgues a equivocarte.

– Tu no te metas, Julius -dijo Eric Hewson-. No necesito que me aconsejes. No se por que te ha llamado Wilfred.

Pero hablaba sin conviccion, como un nino inseguro y asustado cuyos ojos no se apartaran de la puerta esperando que llegara un aliado.

– A mi me parece que te hacen falta todos los consejos que te den. - Julius no se dejaba amedrentar-. ?Que te preocupa? ?Sospechas que ha habido juego sucio? Que expresion mas tonta, ahora que lo pienso, muy britanica, un compuesto de la etica de los colegios privados y del cuadrilatero de boxeo.

Eric se esforzo por hacer una demostracion de autoridad.

– ?No seas ridiculo! Claro que es muerte natural. La dificultad reside en que me extrana que se haya producido ahora. Se que los enfermos de esclerosis multiple pueden fallecer rapidamente, pero en su caso no lo esperaba. Y Dot dice que parecia normal cuando la acosto a las diez. Me pregunto si se me habria pasado por alto alguna otra dolencia organica.

– La policia no sospecha que haya habido juego sucio -prosiguio Julius alegremente-. Bueno, si quieres una opinion profesional, aqui tienes uno. Preguntale al comandante si sospecha que ha habido juego sucio.

Se volvieron a mirar a Dalgliesh como si acabaran de percibir su presencia. El pestillo de la ventana repicaba con irritante insistencia. Dalgliesh se dirigio a ella y se asomo. Junto a la pared de piedra habian cavado una fosa de aproximadamente un metro veinte de ancho, como si pensaran plantar un macizo de flores. La tierra arenosa estaba lisa e intacta. ?Naturalmente! Si un visitante furtivo hubiera querido entrar en la habitacion de Grace sin ser visto, ?que necesidad tenia de saltar por la ventana estando la puerta de Toynton Grange siempre abierta?

Sujeto el pestillo y, retornando a la cama, contemplo el cuerpo. El rostro inerte no mostraba una expresion precisamente apacible, sino de desaprobacion; tenia la boca ligeramente abierta, dejando entrever los dientes, mas prominentes que en vida, apoyados contra el labio inferior. Los parpados se habian contraido y revelaban un fragmento de los iris, de modo que parecia que se estaba mirando las manos, pulcramente dispuestas sobre el terso cubrecama. La fuerte mano derecha, marcada con el estigma de la edad, se curvaba sobre la marchita izquierda como si instintivamente quisiera protegerla de la compasiva mirada de el. La habian amortajado para el sueno final con un anticuado camison blanco de arrugado algodon y un infantil lacito de cinta azul debajo de la barbilla. Las largas mangas estaban rematadas por volantitos en las munecas. A unos cinco centimetros por encima del codo habia un zurcido. No podia apartar los ojos de el. ?Quien

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