se molestaria hoy en dia en esas cosas? Desde luego las impedidas y atormentadas manos no habian podido tejer tan intrincado remiendo. ?Por que le parecia aquel zurcido mas patetico, mas conmovedor, que la concentrada calma del rostro inerte?
Advirtio que la compania habia dejado de discutir, que lo miraban en un silencio medio cauteloso. Cogio los dos libros que la senorita Willison tenia en la mesilla de noche, el de oraciones y un ejemplar de bolsillo de La ultima cronica de Barset. En el libro de oraciones habia una senal. Vio que habia leido la colecta y el evangelio del dia. La pagina estaba senalada con una de aquellas sentimentales tarjetas tan del gusto de los piadosos, una imagen en color de un San Francisco aureolado y rodeado de pajaros que aparentemente predicaban ante una congregacion abigarrada e incongruente de animales alejados de su habitat y dibujados con minuciosidad preciosista. Se pregunto, sin segundas intenciones, por que no habria senal en el Trollope. No era propio de ella doblar las paginas, y sin duda, de los dos volumenes, aquel era el que mas se prestaba a no recordar por donde se iba. La omision lo dejo vagamente intrigado.
– ?Tiene algun pariente proximo? -pregunto.
– No. Me dijo que sus padres eran hijos unicos. Ambos pasaban de los cuarenta cuando nacio ella y murieron con pocos meses de diferencia hace unos quince anos. Tenia un hermano mayor, pero murio en la guerra del norte de Africa. El Alamein, creo.
– ?Propiedades?
– Nada, nada de nada. Despues de la muerte de sus padres, trabajo durante varios anos para Puerta Abierta, la institucion benefica que se ocupa de los presos que acaban de salir en libertad, y tenia una pequena pension de invalidez, una cosa realmente exigua, que, naturalmente, se extingue con ella. Sus gastos los pagaba el Estado.
– La Puerta Abierta -dijo Julius con repentino interes-. ?Conocia a Philby antes de que lo contrataran?
Anstey hizo un gesto que parecia indicar que consideraba de mal gusto aquella impertinente pregunta.
– Es posible, pero nunca hablo de ello. Fue ella la que sugirio que tal vez Puerta Abierta podria buscarnos un mozo, y que era una manera de hacer una obra de caridad. Estamos muy contentos de Albert Philby. Es uno mas de la familia. Nunca me arrepenti de haberlo admitido.
– Y claro, te sale barato -interrumpio Millicent-. Ademas, era o Philby o nadie, ?verdad? No tenias mucha suerte en la oficina de empleo cuando los que se presentaban descubrian que ofrecias cinco libras netas a la semana. A veces pienso que no se por que se queda Philby.
La entrada de Philby en persona impidio que se siguiera tratando este punto. Ya debia de haber llegado a sus oidos la muerte de la senorita Willison porque no demostro sorpresa alguna al encontrar la habitacion llena de gente ni dio la mas minima explicacion de su presencia. Se situo junto a la puerta a la manera de un vergonzoso e imprevisible perro guardian. Los presentes actuaron como si hubieran decidido que lo mas prudente seria no prestarle atencion. Wilfred se volvio hacia Eric Hewson.
– ?Puede hacer un diagnostico sin autopsia? Me estremece la idea de que la diseccionen, el ultraje, la impersonalidad que ello representa. Era tan sensible con respecto a su cuerpo, tan recatada, de un modo que hoy en dia ya no se comprende. Una autopsia es lo ultimo que hubiera deseado.
– Bueno, pues es lo ultimo que van a hacerle, ?no? -dijo Julius asperamente.
Dot Moxon hablo por vez primera. Se dirigio hacia el furiosa, con el rostro enrojecido y las manos crispadas.
– ?Como se atreve! ?A usted ni le va ni le viene! Le da lo mismo que este viva o muerta, igual que los demas pacientes. Solo nos usa para sus propios propositos.
– ?Que yo los uso? -Los ojos grises parpadearon y se agrandaron; Dalgliesh casi percibia como se ensanchaban los iris. Julius se quedo mirando fijamente a Dot con ira incredula.
– ?Si, nos usa! ?Nos explota! Le divierte, ?verdad?, venir a Toynton Grange de visita cuando Londres empieza a aburrirlo, tratar a Wilfred condescendientemente, fingir que le da consejos, repartir amenazas entre los internos como Papa Noel. Comparar su salud con la deformidad de ellos lo llena de satisfaccion, refuerza su ego. Pero se cerciora bien de no esforzarse demasiado. La amabilidad a usted nada le cuesta. Solo invita a Henry a su casa. Pero claro, Henry era importante en su tiempo, ?no? Los dos tienen chismes que contarse. Usted es el unico que tiene vista al mar, pero no nos invita a llevar las sillas a su patio. ?Ni hablar! Eso si que podria haberlo hecho por Grace, invitarla a su casa de vez en cuando, permitirle contemplar tranquilamente el mar. No era tonta, ?sabe? Quizas incluso hubiera disfrutado de su conversacion. Pero eso hubiera echado a perder la elegancia de su patio, ?verdad?, una mujer fea de mediana edad en una silla de ruedas. Y ahora que ha muerto, viene aqui y pretende darle consejos a Eric. ?Por Dios santo, callese!
Julius se echo a reir incomodo. Aparentemente se controlaba, pero hablo con voz aguda y quebrada.
– No se que he hecho para merecer esta diatriba. No era consciente de que al comprarle una casa a Wilfred me hacia responsable de Grace Willison ni de alguien de Toynton Grange. Sin duda es un golpe para usted, Dot, perder otro paciente tan poco tiempo despues de perder a Victor, pero, ?por que tiene que arremeter contra mi? Todos sabemos que esta enamorada de Wilfred y no me cabe la menor duda de que es muy ingrato para usted, pero no es mi culpa. Es posible que yo resulte algo ambivalente en cuanto a preferencias sexuales, pero no pienso competir por el, se lo aseguro.
De repente, Dot se precipito hacia el y echo el brazo atras para propinarle una bofetada, en un gesto a la vez teatral y absurdo. Pero antes de que lo alcanzara, Julius la agarro de la muneca. Dalgliesh se sorprendio de la rapidez y la efectividad de su reaccion. La tensa mano, blanca y temblorosa por el esfuerzo, sujetaba la de la mujer con una depravacion musculosa, de modo que parecian dos contendientes desiguales enzarzados en una conflictiva escena. De pronto, se echo a reir y la solto. Bajo la mano lentamente, con los ojos todavia fijos en ella, y comenzo a frotarse y retorcerse la muneca. Luego volvio a reirse con un sonido peligroso y dijo con suavidad:
– ?Cuidado! ?Cuidado! Que yo no soy un enfermo geriatrico, ?sabe?
Ella resollo, y sollozando, salio pesadamente de la habitacion; una figura desgarbada, patetica, pero no ridicula. Philby salio tras ella y su marcha desperto tan poco interes como su llegada.
– No deberia haber dicho eso, Julius -dijo Wilfred con tranquilidad.
– Lo se. Ha sido imperdonable. Lo siento. Le pedire perdon a Dot cuando nos hayamos calmado.
La brevedad, la ausencia de autojustificacion y la aparente sinceridad de la disculpa los silencio a todos.
– Me imagino que la senorita Willison hubiera encontrado esta disputa en torno a su cuerpo mucho mas escalofriante que lo que le pueda pasar en la funeraria -comento Dalgliesh.
Sus palabras le recordaron a Wilfred el asunto que estaban tratando, y se volvio hacia Eric Hewson.
– Con Michael no tuvimos tantos problemas, extendio el certificado sin la mas minima traba.
Dalgliesh detecto el primer matiz malhumorado en su tono de voz.
– Entonces sabia de que habia muerto -explico Eric-. Lo habia visitado esa misma manana. Despues del primer ataque al corazon era cuestion de tiempo. Michael se estaba muriendo.
– Como todos -dijo Wilfred-. Como todos.
El piadoso topico parecio irritar a su hermana, que hablo por vez primera.