Jennie dejo que su mirada se posara en el sin cogerlo. Parpadeo y una mancha roja comenzo a avanzar por su cuello como una ola. Dalgliesh oyo el siseo de una inspiracion, pero al hablar lo hizo con calma.
– ?Por que iba a escribirlo yo?
– Podria sugerir varias razones. Pero, ?lo escribio o no?
– ?Claro que no! Es la primera vez que lo veo. -Volvio a mirarlo con desprecio-. Es… es una estupidez, una nineria.
– Si, esta muy poco logrado. Supongo que lo redactarian con prisas. Ya me habia imaginado que le pareceria bastante deficiente; no tan emocionante ni imaginativo como los demas.
– ?Los demas?
– Venga, empecemos por el de Grace Willison. De ese puede estar orgullosa. Un esfuerzo imaginativo, elaborado con ingenio para echar por tierra el placer del unico amigo que habia hecho aqui, y lo suficientemente desagradables para asegurarse de que le daria verguenza ensenarselo a alguien, excepto, claro, a un policia. En lo que se refiere a obscenidad, disfrutamos de una dispensa casi medica.
– ?No era capaz! Y no se de que me habla.
– ?Ah, no? Lastima que no pueda preguntarselo. ?Sabia que ha muerto?
– Eso nada tiene que ver conmigo.
– Afortunadamente para usted, no creo. No era de los que se suicidan. Me pregunto si ha tenido la misma suerte, o desgracia, con las demas victimas, con Victor Holroyd, por ejemplo.
El terror que la embargo era inconfundible. Las finas manos retorcian el mango del cepillo en un gesto de desesperacion.
– ?No fue mi culpa! ?Yo no le escribi a Victor! ?Yo no le escribi nada a nadie!
– No es tan lista como se cree. Se olvido de las huellas dactilares. Quiza no cayo en la cuenta de que los laboratorios de la policia pueden detectarlas en el papel. Y ademas esta la cuestion del tiempo. Todas las cartas han sido recibidas desde que usted llego a Toynton Grange. La primera se recibio antes de que ingresara Ursula Hollis, creo que podemos descartar a Henry Carwardine y se que han dejado de recibirse despues de la muerte del senor Holroyd. ?Se debe eso a que se arrepintio de haber llegado tan lejos? ?O esperaba que se culpara al senor Holroyd? Pero la policia sabe que no fueron escritos por un hombre. Y esta tambien la prueba de la saliva. Analizandola se puede determinar el grupo sanguineo del ochenta y cinco por ciento de la poblacion. Es una lastima que no lo supiera cuando chupo las solapas de los sobres.
– ?Los sobres? Pero si no…
Se quedo mirando a Dalgliesh con la boca abierta y los ojos dilatados de terror. El rubor desaparecio y se volvio palida.
– No, no iban en ningun sobre. Los papeles iban doblados y metidos en el libro que estaba leyendo la victima. Pero eso no lo saben mas que las victimas y usted.
– ?Que piensa hacer? -dijo ella sin mirarlo.
– Todavia no lo se.
Y no lo sabia. Sentia una mezcla de culpabilidad, ira y turbacion que le resultaba extrana. Habia sido tan facil enganarla, tan facil y tan despreciable. Se vio con la misma claridad que si fuera un espectador, sano y capaz, juzgando magistralmente la debilidad de ella, emitiendo la advertencia de rigor desde el estrado, retrasando la sentencia. La escena era repugnante. Jennie le habia causado dolor a Grace Willison, pero al menos tenia alguna excusa psicologica. ?Que proporcion de su propia colera y repugnancia derivaba de un sentimiento de culpa? ?Que habia hecho el para aportar un poco de felicidad a los ultimos dias de Grace Willison? Sin embargo, habia que hacer algo con ella. Ahora no era probable que cometiera alguna otra fechoria en Toynton Grange, pero ?y en el futuro? Ademas, Henry Carwardine tenia derecho a saberlo, lo mismo, se podia arguir, que Wilfred y el Ridgewell Trust si se hacia cargo de la residencia. Otros argumentarian tambien que la chica necesitaba ayuda. Propondrian la ortodoxa solucion de la epoca, mandarla a un psiquiatra. No sabia que hacer. No confiaba mucho en tal remedio. Quizas ello la satisfaria en su vanidad y contribuiria a que se tomara en serio su necesidad de darse importancia. Pero si las victimas habian resuelto guardar silencio, aunque solo fuera para proteger a Wilfred de la preocupacion, ?que derecho tenia a despreciar sus motivos o a traicionar la confianza que habian depositado en el? En su trabajo estaba acostumbrado a observar reglas. Aun despues de tomar una decision poco ortodoxa, cosa que no era infrecuente, las cuestiones morales -si es que era licito usar esa palabra, que el nunca habia usado- eran siempre claras y nada ambiguas. Su enfermedad debia de haberle debilitado la voluntad y el juicio, asi como la fortaleza fisica, para que se dejara vencer por aquel nimio problema. ?Debia dejar una nota sellada para que la abriera Anstey o su sucesor en caso de que se produjeran futuros problemas? Realmente era ridiculo caer en tan debil e histrionica medida. Por Dios santo, ?por que no podia tomar una decision expeditiva? Penso que ojala hubiera estado vivo el padre Baddeley, pues hubiera podido depositar en sus fragiles hombros aquel particular peso.
– Dejare en sus manos el comunicar a las victimas, a todas, que fue la autora de los anonimos. Y mas vale que se cerciore de que no se repita. Puede inventarse la excusa que prefiera. Ya se que debe de echar de menos el revuelo y la atencion de que era objeto en el hospital donde estaba antes, pero, ?por que sustituir eso haciendo sufrir a otras personas?
– Me odian.
– ?Que la van a odiar! Es usted la que se odia a si misma. ?Ha escrito anonimos a alguien mas, aparte de a la senorita Willison y el senor Carwardine?
Lo miro furtivamente desde abajo.
– No, solo esos dos.
Seguramente mentia, penso el con fastidio. Era muy probable que Ursula Hollis tambien hubiera recibido el suyo. ?Seria beneficioso o perjudicial preguntarselo?
Oyo la voz de Jennie Pegram, mas firme, mas segura, que alzo el brazo izquierdo y comenzo a cepillarse el pelo echandose los mechones ante la cara.
– Aqui a nadie le importo. Todos me desprecian. No querian que viniera. Y yo tampoco queria venir. Usted podria ayudarme, pero le da igual. Ni siquiera le interesa escuchar.
– Digale al doctor Hewson que la mande a un psiquiatra y hagale sus confidencias a el. A los psiquiatras les pagan para que escuchen a los neuroticos hablar de si mismos, a mi no.
En cuanto cerro la puerta se arrepintio de su crueldad. Pero sabia a que se debia, al repentino recuerdo del feo y mezquino cuerpo de Grace Willison enfundado en el camison barato. Hacia bien en dejar aquel trabajo si no era capaz de impedir que la compasion y la ira destruyeran su distanciamiento, penso despreciandose a si mismo. ?O era Toynton Grange? «Esto me esta atacando los nervios», se dijo.
Mientras avanzaba con paso rapido por el corredor se abrio la puerta del dormitorio contiguo al de Grace Willison y vio a Ursula Hollis, que lo llamo con un gesto y aparto la silla de la puerta para dejarle paso.
– Nos han dicho que esperemos en las habitaciones. Grace ha muerto.
– Si, lo se.
– ?Que ha sido? ?Que ha pasado?
– Nadie lo sabe todavia. El doctor Hewson esta disponiendo la autopsia.
– No se habra suicidado, ?verdad?
– No, seguro que no. Parece que ha muerto mientras dormia tranquilamente.
– ?Quiere decir como el padre Baddeley?