un fulminante silencio. Solo adquirio conciencia de que el promontorio estaba poblado de pajaros ahora que sus trinos habian enmudecido. El silencio era sobrenatural. Por contra, el sonido del mar aumento y se volvio penetrante, desorganizado, amenazador, como si avanzara sobre el por todos los costados. Era como un animal encadenado que ahora gimiera en indeseada cautividad, ahora se liberara para lanzarse con rugidos de rabia impotente contra los guijarros.

Se volvio hacia Toynton, dudando de que distancia habia recorrido. El trayecto de regreso se presentaba dificil. No tenia otro medio de orientacion que la hebra de tierra pisoteada que se sucedia bajo sus pies. Sin embargo, penso que el peligro seria pequeno si avanzaba despacio. El sendero apenas era visible, pero la mayor parte de la ruta estaba bordeada de zarzales, una agradecida aunque espinosa barrera util cuando se desorientaba momentaneamente. En una ocasion la bruma se levanto ligeramente y avivo el paso confiado, pero fue un error. Apenas a tiempo se dio cuenta de que se balanceaba al borde de una amplia grieta que dividia el camino y que lo que le habia parecido un banco de niebla que ascendia era espuma que topaba con la cara del acantilado quince metros mas abajo.

La torre negra se levanto en la bruma tan inesperadamente que su primera reaccion al advertir su presencia fue frotar las palmas de las manos, instintivamente adelantadas, contra la fria e infrangible superficie. Entonces, de pronto, la bruma se alzo y perdio densidad y Dalgliesh alcanzo a ver la cima de la torre. La base todavia estaba envuelta en remolinos de blanca viscosidad, pero la cupula octogonal, con sus tres aberturas visibles, parecia flotar placidamente detras de las ultimas hebras sinuosas de neblina, pender inmovil en el espacio, dramatica, amenazadoramente solida, y sin embargo tan insustancial como un sueno. La fugitiva vision se movia con la bruma, ya descendiendo tan abajo que casi la creia a su alcance, ya alzandose inmaterial, inalcanzable, muy por encima del atronador mar. Era imposible que entrara en contacto con las frias piedras en que descansaban sus manos ni con la firme tierra que sostenia sus pies. A fin de recuperar el equilibrio, apoyo la cabeza en la torre y sintio la realidad dura y afilada contra la frente. Al menos habia un elemento paisajistico conocido. Desde alli recordaba el trazado del camino.

Y entonces lo oyo, escalofriante aranazo inequivoco de huesos contra la piedra. Procedia del interior de la torre. La razon se impuso a la supersticion con tal rapidez que su mente apenas tuvo tiempo de reconocer el terror. Solo el doloroso golpeteo del corazon contra la caja toracica, el repentino hielo en que se le convirtio la sangre, hizo ver durante un segundo que habia atravesado la frontera del mundo incognoscible. Durante un segundo, quiza menos, se presentaron ante el infantiles pesadillas largo tiempo acalladas. Y entonces paso el terror. Escucho con mayor atencion y empezo a explorar. Rapidamente identifico el sonido. En el lado de la torre que daba al mar, y oculto en el rincon que quedaba entre el porche y la pared redonda, habia un robusto zarzal. El viento habia arrancado una rama y dos extremos afilados y sueltos aranaban la piedra. Por algun efecto acustico, el sonido, distorsionado, parecia proceder del interior de la torre. De tales coincidencias, penso sonriendo sombriamente, nacian los fantasmas y las leyendas.

Menos de veinte minutos despues se detuvo por encima del valle a contemplar Toynton Grange. La bruma estaba retrocediendo y apenas distinguia la casona, una imponente sombra oscura salpicada de resplandores de luz procedentes de las ventanas. Su reloj senalaba las tres y ocho minutos, de modo que todos debian de estar encerrados en solitaria meditacion esperando la llamada de las cuatro para anunciar sus votos definitivos. Se pregunto como estarian pasando el tiempo. Pero el resultado no daba lugar a dudas. Como Julius, consideraba poco probable que Wilfred convocara un consejo de no estar seguro de obtener la conclusion deseada. Y, seguramente, seria el traspaso a Ridgewell. Dalgliesh se imagino como iria la votacion. Wilfred se habria cerciorado de que los puestos de trabajo no corrieran peligro. Con tal condicion, Dot Moxon, Eric Hewson y Dennis Lerner probablemente votarian a favor de la absorcion. El pobre Georgie Alian poca opcion tenia. Los puntos de vista de los demas pacientes no estaban tan claros, pero le daba la impresion de que Carwardine se contentaria con poder quedarse, sobre todo con la mayor comodidad y competencia profesional que aportaria la nueva direccion. Millicent, por supuesto, querria vender y tendria una aliada en Maggie Hewson, si se permitia que participara.

Mientras contemplaba el valle vio los cuadraditos gemelos de luz de Villa Caridad, donde, excluida, Maggie esperaba sola el regreso de Eric. Del borde del acantilado salia un resplandor mas intenso. Julius, cuando estaba en casa, era extravagante con la electricidad.

Las luces, aunque se oscurecian intermitentemente con los movimientos y oscilaciones de la niebla, constituian un buen faro. Se sorprendio bajando casi a la carrera. Pero entonces, curiosamente, la luz de casa de los Hewson se apago y se encendio tres veces de manera intencionada, como una senal.

Fue tal la impresion de que se trataba de una peticion individual de auxilio que hubo de hacer un esfuerzo por retornar a la realidad. Maggie no podia saber que el o alguien estaba en el promontorio. Solo cabia una pequena posibilidad de que la senal fuera advertida por alguna persona de Toynton Grange, absortos como estaban en la meditacion y la decision. Ademas, la mayoria de las habitaciones de los pacientes estaban en la parte de atras. Quiza no habia sido mas que un fortuito parpadeo de las luces, o quiza no acabaria de decidirse a mirar la television a oscuras.

Pero las dos manchas de luz amarilla, que ahora brillaban con mas intensidad a medida que se desvanecia la niebla, lo atrajeron hacia casa de los Hewson. No tenia que apartarse mas que unos trescientos metros de su camino. Maggie estaba sola. Mas valia que echara una mirada, aun a riesgo de meterse en un alcoholico recital de agravios y sentimientos.

La puerta principal no estaba cerrada con llave. Al comprobar que ninguna voz respondia a su llamada, la empujo y entro. La sala de estar, sucia, desordenada, con su descuidado aspecto de ocupacion temporal, se hallaba vacia. Las tres barras de la estufa electrica portatil estaban incandescentes y la estancia bien caldeada. El televisor descansaba. La unica bombilla sin pantalla que pendia del centro del techo iluminaba con fuerza la mesa cuadrada, la botella de whisky abierta y casi vacia, el vaso vuelto boca abajo y la hoja de papel de cartas garabateada de boligrafo negro, al principio con relativa firmeza, luego irregular como el rastro de un insecto sobre la blanca superficie. El telefono habia sido trasladado del lugar que ocupaba habitualmente encima de la libreria y estaba ahora sobre la mesa, con el cable tenso y el auricular colgando por el borde.

No espero a leer el mensaje. La puerta que daba al oscuro pasillo estaba entornada y la abrio. Sabia con una morbosa pero segura premonicion lo que iba a encontrar. El pasillo era muy estrecho y la puerta topo con las piernas de ella al abrirse. El cuerpo giro y el rostro enrojecido se volvio lentamente para mirarlo desde lo alto con lo que parecia una sorpresa despectiva, medio melancolica, medio apesadumbrada por encontrarse en desventaja. La luz del pasillo, emitida por una sola bombilla, resultaba deslumbrante y el cuerpo pendia cuan largo era como una extrana muneca pintarrajeada colgada en un escaparate. Los cenidos pantalones rojos, la blusa blanca de saten, las unas pintadas de los pies y de las manos y el carmin a juego eran horrorosos pero a la vez irreales. Una cuchillada y de seguro que el serrin saltaria de las venas para amontonarse a sus pies.

La cuerda de escalada, un suave cordon rojo y tostado, alegre como el badajo de una campana, habia sido fabricada para sostener el peso de un hombre y no le habia fallado a Maggie. La habia usado con sencillez. La habia doblado y habia metido los dos extremos por el aro para formar un lazo corredizo antes de atarla, torpe pero eficazmente, a la parte superior de la barandilla. Los metros que le sobraban yacian enredados en el rellano.

Un taburete de cocina con dos peldanos habia caido de lado obstruyendo el pasillo como si lo hubiera apartado de si con un puntapie. Dalgliesh lo coloco debajo del cuerpo y, tras apoyarle las rodillas en el plastico acolchado, subio los escalones y le quito el lazo por la cabeza. Todo el peso del cuerpo inerte se precipito sobre el. Lo dejo deslizar suavemente hasta el suelo y lo arrastro a la sala de estar, donde la deposito en la estera de delante de la chimenea y aplico su boca a la de ella para practicarle la respiracion artificial.

La boca de Maggie emitia vapores de whisky. Percibia tambien el sabor del carmin, un nauseabundo unguento en la lengua. La camisa de el, pegajosa de sudor, se adheria a la blusa de ella soldando el oscilante pecho con el cuerpo suave, todavia calido pero silencioso. Dalgliesh bombeaba su respiracion al interior del cuerpo luchando contra una repugnancia atavica. Se asemejaba demasiado a violar a un muerto y percibia la ausencia del latido del corazon de ella con la misma intensidad que un dolor en su propio pecho.

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