todavia pendia de la escalera y el taburete de metal cromado y plastico amarillo. Se volvio hacia el circulo de rostros vigilantes y compasivos y pregunto:
– ?De donde ha sacado la cuerda?
– Es posible que sea mia. -La voz de Wilfred era interesada, segura. Volviendose a Dalgliesh, anadio-: Esta mas nueva que la de Julius. La compre poco despues de encontrar la otra deshilachada. La tengo colgada de un gancho en el despacho. Quiza se haya fijado. Y sin duda alli estaba esta manana cuando hemos salido para asistir al funeral de Grace. ?Lo recuerda, Dot?
Dorothy Moxon se adelanto desde la sombria posicion de la pared mas alejada y hablo por primera vez con voz poco natural, aguda, agresiva, insegura. Los demas volvieron la cabeza como asombrados de que se encontrara alli.
– Si, me he fijado. Bueno, quiero decir que me hubiera fijado si no hubiera estado. Si, lo recuerdo. La cuerda estaba en su sitio.
– ?Y al regresar del funeral? -pregunto Dalgliesh.
– He entrado sola al despacho a colgar la capa. Me parece que entonces no estaba, estoy casi segura.
– ?No le ha extranado? -pregunto Julius.
– No. ?Por que? No se si entonces la he echado en falta conscientemente. Pero ahora, pensandolo, estoy bastante segura de que no estaba. De todos modos, la ausencia no me hubiera preocupado aunque la hubiera advertido. Hubiera pensado que Albert la habia cogido para algo. No podia haberlo hecho, claro, porque ha venido con nosotros al funeral y ha subido al autobus delante de mi.
– ?Ha llamado alguien a la policia? -pregunto de repente Lerner.
– Claro -dijo Julius-. He llamado yo.
– ?Y que hacia usted aqui? -La logica pregunta de Dorothy Moxon sono a acusacion, pero Julius, que parecia haber recuperado el control de si mismo, respondio con calma.
– Ha encendido y apagado la luz tres veces antes de morir. Lo he visto casualmente a traves de la bruma por la ventana del cuarto de bano. No he venido enseguida. Primero he pensado que no seria algo importante, que no correria peligro alguno. Pero luego estaba intranquilo y he decidido venir. Dalgliesh ya estaba aqui.
– Yo he visto las senales desde el promontorio. Como Julius, no me he alarmado mucho, pero tampoco me ha parecido correcto pasar sin echar un vistazo.
Lerner se habia acercado a la mesa y observo:
– Ha dejado una nota.
– ?No la toquen! -exclamo Dalgliesh.
Lerner retiro la mano como si le hubieran dado un picotazo. Todos rodearon la mesa. La nota estaba escrita con boligrafo negro en la primera pagina de un cuaderno de papel de cartas blanco tamano cuartilla. La leyeron en silencio.
Las primeras ocho lineas estaban escritas con firmeza, las ultimas cinco eran garabatos casi ilegibles.
– ?Es su letra? -pregunto Anstey.
Eric Hewson replico en voz tan baja que apenas lo oyeron.
– Si, si, es su letra.
Julius se volvio hacia Eric y dijo con repentina energia:
– Mira, esta perfectamente claro lo que ha ocurrido. Maggie no pensaba matarse. No era propio de ella. Por el amor de Dios, ?que necesidad tenia de suicidarse? Era joven y sana. Si no le gustaba esto, podia marcharse. Era enfermera, podia encontrar trabajo. Todo esto era para asustarte. Trato de telefonear a Toynton Grange para que vinieras justo a tiempo, claro. Como nadie contesto, hizo senales con las luces. Pero entonces estaba ya demasiado borracha para saber exactamente lo que hacia y todo se convirtio en una horrible realidad. ?Parece esta la nota de un suicida?
– A mi me lo parece -dijo Anstey-. Y sospecho que al juez tambien se lo parecera.
– Pues a mi no. Podria ser la nota de una mujer que piensa marcharse.
– Pero no se marchaba -dijo Helen Rainer con calma-. No se iria de aqui solo con una camisa y unos pantalones. ?Donde esta la maleta? Ninguna mujer huye de casa sin llevarse el maquillaje y el camison.
Junto a una de las patas de la mesa habia una bolsa grande. Julius la cogio y comenzo a revolver en su interior.
– Aqui no hay nada, ni camison ni neceser.
Prosiguio la inspeccion, pero de pronto miro primero a Eric y luego a Dalgliesh. Una extraordinaria sucesion de emociones atraveso su rostro: sorpresa, verguenza, interes. Cerro la bolsa y la dejo encima de la mesa.
– Wilfred tiene razon. No deberiamos tocar nada hasta que llegue la policia.
Permanecieron en silencio unos instantes y luego Anstey dijo:
– La policia querra saber donde hemos estado todos esta tarde. Incluso en un caso de suicidio claro estan obligados a hacer estas preguntas. Debio de morir casi al final de nuestra hora de meditacion. Eso quiere decir, naturalmente, que ninguno de nosotros tiene coartada. Dadas las circunstancias, seguramente hemos tenido suerte de que haya dejado una carta.
– Eric y yo hemos estado juntos en mi habitacion toda la hora -dijo Helen Rainer con calma.
Wilfred se la quedo mirando desconcertado. Por primera vez desde que entrara en la casa parecia alterado.
– ?Pero estabamos celebrando un consejo de familia! Segun las reglas, hemos de meditar en silencio y solos.
– Nosotros no hemos meditado y no hemos guardado silencio precisamente. Pero estabamos solos… solos juntos. -Fijo la vista mas alla de Wilfred, desafiante, casi triunfante, en los ojos de Eric Hewson, que la miraba perplejo.
Dennis Lerner, como para disociarse de la controversia, se habia situado junto a Dot Moxon al lado de la puerta y dijo en voz baja:
– Me parece que oigo coches. Debe de ser la policia.
La bruma habia amortiguado el sonido de la aproximacion. Mientras Lerner hablaba, Dalgliesh oyo como se cerraban dos portezuelas de golpe. La primera reaccion de Eric fue arrodillarse junto al sofa, haciendo de pantalla entre el cuerpo de Maggie y la puerta. Pero de inmediato se puso torpemente en pie como si temiera ser descubierto en una postura comprometedora. Dot, sin volverse, aparto su corpachon de la puerta.
De repente, la reducida estancia quedo mas abarrotada que la marquesina de una parada de autobus una tarde de lluvia y se impregno de olor a bruma y a impermeables