– Me sorprende que Helen votara por la absorcion -susurro Ursula-. Pensaba que queria que Wilfred vendiera.
– Seguramente si, hasta que se entero de que Maggie habia muerto. Ahora que se ha librado de Maggie, supongo que piensa que mas le vale quedarse. Quiero decir que ahora tiene el campo libre, ?no?
?Que se habia librado de Maggie? Pero de Maggie nadie se habia librado, como no fuera ella misma. Y Helen no podia saber que Maggie iba a morir. Solo seis dias antes habia tratado de convencer a Ursula para que votara por la venta. Entonces no podia saberlo. Incluso en la reunion preliminar, antes de que todas se fueran a meditar, habia dejado bien claro que opcion le interesaba. Y luego, durante la hora de meditacion, cambio de opinion. No, Helen no podia saber que Maggie iba a morir. La idea le resulto reconfortante a Ursula. Todo saldria bien. Le habia hablado al inspector Daniel de la figura encapuchada que habia visto la noche de la muerte de Grace, no toda la verdad, claro, pero si lo suficiente para liberarse del peso de una irracional preocupacion que no podia quitarse de la cabeza. A el no le habia parecido importante. Se habia dado cuenta de ello por la manera en que la escuchaba, por las pocas y breves preguntas que le habia dirigido. Y tenia razon, claro esta. Carecia de importancia. Ahora se preguntaba como era posible que hubiera permanecido despierta carcomiendose con inexplicables angustias, perseguida por imagenes del mal y la muerte, con capa y capucha, recorriendo los silenciosos pasillos. Debia de haber sido Maggie. Al recibir la noticia de la muerte de Maggie cayo repentinamente en la cuenta. No sabia por que, salvo que la figura resultaba a la vez teatral y furtiva, muy fuera de lugar, y llevaba el habito sin la descuidada familiaridad del personal de Toynton Grange. Pero se lo habia contado al inspector. Ya no habia necesidad de seguir pensando en ello. Todo se arreglaria. Toynton Grange no cerraria. De todas maneras tampoco importaba. Pediria que la trasladaran a la residencia de Londres, quiza mediante un intercambio. Seguro que a alguien de alli le apeteceria venir junto al mar. Oyo entonces la aguda voz infantil de Jennie.
– Te voy a contar un secreto de Maggie si me juras no decirlo. Juramelo.
– Lo juro.
– Escribia anonimos. Me mando uno a mi.
A Ursula le dio un vuelco el corazon y dijo de inmediato:
– ?Como lo sabes?
– Porque el mio estaba escrito en la maquina de Grace Willison y vi a Maggie escribiendolo la tarde anterior. La puerta del despacho estaba entreabierta. No se dio cuenta de que la miraba.
– ?Que decia?
– Era todo de un enamorado que tengo. Uno de los productores de la television. Queria divorciarse de su mujer y llevarme con el. Armo un gran revuelo por cuestion de celos en el hospital. Por eso, en parte, tuve que marcharme. En realidad, todavia podria irme con el si quisiera.
– Pero, ?como lo sabia Maggie?
– Era enfermera, ?no? Creo que conocia a una de las enfermeras del hospital. Maggie era lista para averiguar cosas. Y creo que sabia algo de Victor Holroyd tambien, pero no decia que. Me alegro de que haya muerto. Si tu tambien recibiste algun anonimo, ya no recibiras mas. Maggie ha muerto y se han acabado los anonimos. Cepillame un poco mas fuerte y hacia la derecha. Asi, muy bien, muy bien. Deberiamos ser amigas, tu y yo. Cuando empiecen a llegar los pacientes nuevos tenemos que unirnos. Eso si decido quedarme, claro.
Con el cepillo en el aire, Ursula vio reflejada en el espejo la socarrona y satisfecha sonrisa de Jennie.
Capitulo 34
Poco despues de las diez, y tras haber cenado, Dalgliesh salio al exterior. La bruma habia desaparecido tan misteriosamente como habia aparecido y el aire fresco, que olia a hierba humeda, le acariciaba el rostro acalorado. De pie en absoluto silencio, alcanzaba a oir el siseo del mar.
La luz de una linterna, erratica como el fuego fatuo, avanzaba hacia el desde la casona. De la oscuridad surgio una voluminosa sombra que tomo forma. Millicent Hammitt habia regresado a casa. Al llegar a la puerta de Villa Fe, se detuvo y le grito con voz aguda, casi beligerante:
– Buenas noches, comandante. ?Se han marchado ya sus amigos?
– El inspector se ha ido, si.
– Habra notado que no he participado en la desconsiderada funcion de Maggie. Estas emociones no son de mi gusto. Eric ha decidido pasar la noche en Toynton Grange. Sin duda, lo mejor que podia hacer, pero, como tengo entendido que la policia ya se ha llevado el cuerpo, no hacia falta que fingiera esa exagerada sensibilidad. Ah, y hemos votado por la absorcion de Ridgewell. Entre unas cosas y otras, una tarde bien movidita. -Hizo amago de abrir la puerta, pero se volvio para gritar-: Me han dicho que llevaba las unas pintadas de rojo.
– Si, senora Hammitt.
– Las de los pies tambien.
Adam Dalgliesh no contesto y Millicent exclamo con repentina ira:
– ?Una mujer extraordinaria!
Oyo como se cerraba la puerta y unos segundos mas tarde se encendio la luz detras de las cortinas. Dalgliesh entro en casa. Casi demasiado fatigado para subir las escaleras que lo conducirian a la cama, se acomodo en la butaca del padre Baddeley con la vista fija en el fuego apagado. Mientras lo contemplaba, las blancas cenizas se movieron levemente, una ennegrecida rama de madera adquirio vida durante un instante y por primera vez aquella noche oyo el familiar y reconfortante gemido del viento en la chimenea. A este siguio otro sonido familiar. A traves de la pared le llego una amortiguada melodia alegre y sincopada. Millicent Hammitt habia encendido el televisor.
OCTAVA PARTE . La torre negra
Capitulo 35
Al dia siguiente Dalgliesh subio a Toynton Grange con intencion de explicarle a Wilfred que tenia que quedarse en Villa Esperanza hasta que terminara el juicio, asi como de pagarle una renta simbolica. Lo encontro solo en el despacho. Sorprendentemente, no habia rastro de Dot Moxon. Wilfred estaba estudiando un mapa de Francia que tenia extendido sobre la mesa, una esquina de la cual estaba ocupada por un fajo de pasaportes sujetos con una goma. Apenas parecia escuchar lo que le decia su huesped. «La investigacion. Si, claro», repuso como si fuera un compromiso olvidado, y volvio a inclinarse sobre el mapa. No nombro la muerte de Maggie y las ceremoniosas palabras de pesame de Dalgliesh fueron recibidas con frialdad, como si fueran de mal gusto. Parecia que desligandose de Toynton Grange se hubiera eximido tambien de toda responsabilidad, incluso de todo interes. Ahora ya no quedaban mas que sus dos obsesiones, el milagro y la peregrinacion a Lourdes.
El inspector Daniel y el laboratorio forense trabajaban de prisa. El juicio se celebro exactamente una semana despues de la muerte de Maggie, una semana durante la cual los