nadie lo precario de la situacion. Julius, que nunca iba a Lourdes porque no era su ambiente, pero que se cercioraba de encontrarse en casa para dar una fiestecita de bienvenida a los peregrinos. Julius, que habia demostrado una buena disposicion sumamente atipica para ayudar cuando el autobus de la peregrinacion sufrio un accidente y se presento de inmediato, se hizo cargo de las diligencias y compro un autobus nuevo especialmente adaptado para que pudieran realizar los viajes con independencia. Julius, que habia aportado la prueba necesaria para apartar a Dennis Lerner de toda sospecha relacionada con el asesinato de Holroyd.
Dot habia acusado a Julius de utilizar Toynton Grange. Dalgliesh recordaba la escena que se habia desarrollado junto al lecho de muerte de Grace; el estallido de Dot, la mirada incredula del hombre y la rapida reaccion de despecho. Pero, ?y si utilizara la residencia para un proposito mas concreto que satisfacer el insidioso placer de sentirse superior y generoso? Usar Toynton Grange. Usar la peregrinacion. Tramar el modo de conservar ambas cosas porque ambas eran esenciales para el.
?Y Dennis Lerner? Dennis, que se quedaba en Toynton Grange aun cuando le pagaban un salario inferior a lo normal y que, pese a ello, mantenia a su madre en una costosa residencia. Dennis, que se sobrepuso resueltamente al miedo para poder escalar con Julius. ?Que mejor oportunidad para encontrarse y hablar en absoluta intimidad sin despertar sospechas? Y que bien les habia venido que Wilfred se arredrara con la cuerda deshilachada y dejara las escaladas. Dennis, que no se perdia una sola peregrinacion aunque, como aquel dia, apenas se sostuviera en pie a causa de la migrana que lo aquejaba. Dennis, que se encargaba de la distribucion de la crema de manos y las sales de bano, que hacia la mayor parte del embalaje.
Ello explicaba la muerte del padre Baddeley. Dalgliesh nunca se habia tragado que su amigo hubiera sido asesinado para evitar que le revelara que no habia visto a Julius andar por el promontorio la tarde de la muerte de Holroyd. En ausencia de pruebas concluyentes de que el anciano no se habia adormilado, aunque fuera un momento, junto a la ventana, una afirmacion de que Julius habia mentido basada en esa prueba hubiera sido quiza enojosa, pero no peligrosa. Sin embargo, la muerte de Holroyd podia formar parte de una conspiracion mayor y mas siniestra. En tal caso podia muy bien haberles parecido necesario quitar de en medio -bien sencillamente- a un observador obstinado, inteligente y omnipresente que no podia ser silenciado de otra manera, pues barruntaba la presencia del mal. Se habian llevado al padre Baddeley al hospital antes de que se enterara de la muerte de Holroyd. Pero cuando se entero debio de percibir el significado de lo que hasta entonces se le habia escapado. Lo logico era que tomara alguna medida. Y la habia tomado. Habia llamado por telefono a Londres, a un numero que habia tenido que buscar en el listin. Habia concertado una cita con su asesino.
Dalgliesh continuo andando con paso apresurado, dejo atras Villa Esperanza y, casi sin decision consciente previa, se dirigio a Toynton Grange. La pesada puerta principal cedio al empujarla. Percibio nuevamente el acre olor ligeramente intimidatorio que enmascaraba olores mas siniestros, menos agradables. Estaba tan oscuro que tuvo que encender la luz inmediatamente. El vestibulo relumbraba como un plato cinematografico vacio. El suelo a cuadros blancos y negros resultaba estridente para la vista, como un gigantesco tablero de ajedrez que esperaba que las piezas ocuparan sus puestos.
Recorrio las habitaciones vacias encendiendo las luces. Fue iluminado un cuarto tras otro. Se sorprendio tocando mesas y sillas al pasar como si la madera fuera un talisman, mirando atentamente alrededor con los cautelosos ojos de un viajero que regresara a una casa desierta donde no fuera bienvenido. Su mente continuaba mientras tanto removiendo las piezas del rompecabezas. El ataque a Anstey, el intento final y mas peligroso de la torre negra. El propio Anstey lo habia interpretado como un ultimo intento de asustarlo para que vendiera. Pero supongamos que el proposito hubiera sido otro, no que se cerrara Toynton Grange, sino asegurar su continuidad. Para ello no habia otro camino, dados los menguados recursos de Anstey, que traspasarla a una organizacion financieramente segura y bien establecida. Y Anstey no habia vendido. Vencido por el ultimo y mas peligroso ataque a su persona, que no podia ser obra de un paciente y que dejaba intacto su sueno, habia donado su herencia. Toynton Grange continuaria. Las peregrinaciones continuarian. ?Era aquello lo que siempre habia pretendido y planeado alguien, alguien que conocia perfectamente la precariedad financiera de la residencia?
La visita de Holroyd a Londres. Era evidente que durante aquel viaje se habia enterado de algo, de algo que le habia hecho regresar a Toynton Grange inquieto y entusiasmado. ?Era tambien algo que le habia vuelto demasiado peligroso con vida? Dalgliesh habia supuesto que su abogado le habria dicho algo, quiza relacionado con sus propios asuntos financieros o con los de la familia Anstey. Pero la visita al abogado no era el principal proposito del viaje. Holroyd y los Hewson tambien habian ido al hospital St. Saviour, el hospital donde habian tratado a Anstey. Y alli, ademas de ver a un especialista con Holroyd, habian ido al departamento de historiales medicos. ?No habia dicho Maggie el dia que se conocieron: «Nunca volvio al hospital St. Saviour para que incluyeran en su historial medico la milagrosa cura. Hubiera sido bastante chistoso»? Supongamos que Holroyd se hubiera enterado de algo en Londres, pero no directamente, sino a traves de alguna confidencia por parte de Maggie Hewson, hecha, quiza, durante uno de los solitarios ratos que habian pasado juntos al borde del acantilado. Recordaba las palabras de Maggie: «?Ya he dicho que no lo dire, y no lo dire! Pero si sigues refunfunando, a lo mejor cambio de opinion». Y luego: «?Y que? No era tonto, ?sabes? Se daba cuenta de que algo pasaba… Esta muerto, ?no? Muerto, muerto, muerto». El padre Baddeley estaba muerto, pero tambien lo estaba Holroyd. Y Maggie. ?Que motivo habia para que muriera Maggie, y en ese preciso momento?
Pero aquello era precipitarse demasiado. Todavia no eran mas que conjeturas, especulaciones, si bien era cierto que se trataba de la unica teoria en la que encajaban todos los datos. Sin embargo, eso nada demostraba.
Todavia no tenia pruebas de que alguna de las muertes de Toynton Grange hubiera sido un asesinato. No obstante, una cosa si era cierta. Si Maggie no habia sido asesinada, la habian convencido inconscientemente de colaborar en su propia muerte.
Advirtio un leve burbujeo y percibio el penetrante olor de grasa y jabon caliente que emanaba de la cocina. La propia cocina olia como la lavanderia de un asilo Victoriano. Encima del anticuado fogon de gas hervia a fuego lento un balde de mantelitos. Con las prisas de la partida, Dot Moxon debia de haberse olvidado de apagar el gas. La tela gris se agitaba sobre la pestilente espuma oscura y el quemador estaba salpicado de machas de espumarajos. Apago el gas y los mantelitos se hundieron en su lobrego bano. Con el «paf» de la llama que se apagaba, el silencio se hizo mas intenso; era como si hubiera extinguido el ultimo vestigio de vida humana.
Se traslado al taller. Las mesas de trabajo estaban cubiertas de una capa de polvo. Alcanzaba a distinguir la hilera de botellas de polietileno y las latas de sales de bano que esperaban ser tamizadas y empaquetadas. El busto de Anstey modelado por Carwardine todavia estaba en su peana de madera. Lo habian cubierto con una bolsa de plastico blanca atada al cuello con lo que parecia una de las corbatas viejas de Carwardine. El efecto era de lo mas siniestro; los nebulosos rasgos faciales bajo la cubierta transparente, las cuencas de los ojos vacias, la afilada nariz que desplazaba el plastico conformaban una imagen tan potente como una cabeza cortada.
En el despacho del extremo del anexo, la mesa de Grace Willison todavia estaba debajo de la ventana septentrional y la maquina de escribir cubierta por la funda gris. Abrio los cajones del escritorio, que estaban como esperaba, inmaculadamente limpios y ordenados: pilas de papel blanco con membrete de Toynton Grange; sobres cuidadosamente clasificados por tamanos; cintas de maquina de escribir; lapices; gomas de borrar; papel carbon en su caja; las hojas de etiquetas adhesivas perforadas en las que escribia los nombres y las direcciones de los amigos. Solo faltaba la lista encuadernada de los sesenta y ocho nombres y direcciones, una de las cuales correspondia a las proximidades de Marsella. Alli, escrito en aquel librito e impreso en la mente de la senorita Willison habia estado el eslabon vital de la cadena de codicia y muerte.
La heroina habia viajado mucho antes de ser finalmente introducida en el fondo de una lata de sales de bano en el taller de Toynton Grange. Dalgliesh se imaginaba cada etapa de ese viaje con la misma claridad que si lo hubiera hecho el mismo. Los campos de adormideras de la alta meseta de Anatolia, las abultadas vainas rezumando la lechosa savia; la secreta transformacion del opio crudo en morfina base incluso antes de salir de la zona; el largo trayecto en caravana de muias, por ferrocarril, carretera o aire hacia Marsella, uno de los muchos puertos de distribucion del mundo; el refinado para convertirla en heroina pura en uno de los multiples laboratorios clandestinos; y luego, la cita convenida entre la multitud de Lourdes, quiza