preocupaba. He de decir que resulto un poco desconcertante que ese misterioso A. D. fuera usted, mi querido comandante. De haberlo sabido, quizas hubiera actuado con algo mas de sutileza.
– ?Y la estola? Llevaba puesta la estola.
– Deberia habersela quitado, pero no se puede uno acordar de todo. Vera usted, es que no se creia que yo protegiera a Dennis para ahorrarle preocupaciones a Wilfred ni por pura bondad hacia Dennis. Me conocia demasiado bien. Cuando me acuso de corromperlo, de usar Toynton para algun proposito particular, dije que le contaria la verdad, que queria confesarme. En el fondo de su corazon debia de saber que aquello era la muerte, que yo unicamente me estaba divirtiendo. Pero no podia arriesgarse. Si se negaba a tomarme en serio, toda su vida hubiera sido una mentira. Vacilo un par de segundos y luego se puso la estola.
– ?No le dio siquiera la satisfaccion de temblar de miedo?
– ?Oh, no! ?Por que? Una cosa teniamos en comun. Ninguno de los dos temiamos a la muerte. No se adonde pensaba Baddeley que iria cuando hizo el ultimo signo de su fe, pero fuera donde fuese nada parecia temer. Y yo tampoco. Yo se con la misma seguridad que el lo que pasara despues de mi muerte. La aniquilacion. No seria logico temerla. Y yo no soy ilogico. Una vez has perdido el miedo a la muerte, lo has perdido por completo, todos los demas miedos carecen de significado. Ya nada puede afectarte. Lo unico necesario es tener a mano los medios de alcanzar la muerte. Asi uno es invulnerable. Le ruego me disculpe por el hecho de que en mi caso tenga que ser una pistola. Soy consciente de que en este momento parezco melodramatico, ridiculo, pero no me apetece matarme de otra manera. ?Ahogandome? ?Esa embestida de agua sofocante? ?Drogas? Algun idiota entrometido podria hacerme volver. Ademas, le temo a esa tierra sombria que media entre la vida y la muerte. ?Un cuchillo? Sucio e incierto. Aqui hay tres balas, Dalgliesh. Una para usted y dos para mi, por si me hacen falta.
– Si comercia usted con la muerte, como hace, tambien podria pactar con ella.
– Todo el que toma drogas duras quiere morir. Usted lo sabe tan bien como yo. No hay otra manera de hacerlo con tan pocas molestias y tantos beneficios para los demas, asi como tanto placer para ellos mismos, al menos al principio.
– ?Y Lerner? Supongo que usted habra pagado la cuota del asilo de su madre. ?Cuanto es? ?Doscientas libras al mes? Le ha salido barato. Aun asi, debia de saber lo que traia.
– Lo que traera, dentro de tres dias. Y continuara trayendo. Le dije que era cannabis, una droga totalmente inofensiva que un gobierno demasiado quisquilloso ha decidido hacer ilegal, pero que a mis amigos de Londres les gusta y estan dispuestos a pagarla bien. El quiere creerme. Conoce la verdad, pero no lo admite siquiera ante si mismo. Es logico y sensato, un autoengano necesario. Asi es como todos nos las arreglamos para seguir viviendo. Usted debe de saber que hace un trabajo sucio, sinverguenzas cazando sinverguenzas, y que desperdicia su inteligencia haciendolo, pero admitirlo no contribuiria precisamente a su tranquilidad espiritual. Y si alguna vez lo deja, no reconocera que es por eso. ?Va a dejarlo o que? No se por que me ha dado esa impresion.
– Eso demuestra cierta perspicacia. Si, lo habia pensado, pero no ahora.
La decision de continuar, que no sabia cuando ni por que la habia tomado, le parecia tan irracional como la de dejarlo. No era una victoria, mas bien una especie de derrota. Pero ya habria tiempo suficiente, si vivia, para analizar las vicisitudes de tal conflicto personal. Al igual que el padre Baddeley, habia que vivir y morir segun el dictado de las circunstancias. Oyo entonces que Julius decia en tono jocoso:
– Una lastima. Pero como parece que este sera su ultimo trabajo, ?por que no me dice como me ha descubierto?
– ?Queda tiempo? No me gustaria pasar los ultimos cinco minutos dando un recital de incompetencia profesional. No me proporcionara el mas minimo placer y no veo por que he de satisfacer su curiosidad.
– No, pero redunda mas en su interes que en el mio. ?No deberia usted tratar de ganar tiempo? Ademas, si es lo suficientemente fascinante, es posible que baje la guardia, es posible que le de oportunidad de abalanzarse sobre mi, de arrojarme una silla o de lo que le hayan ensenado a hacer en este tipo de situacion. Quiza venga alguien o incluso es posible que cambie de opinion.
– ?Cambiara?
– No.
– Entonces satisfaga mi curiosidad. Lo de Grace Willison puedo imaginarmelo. La mato de la misma manera que al padre Baddeley, una vez hubo decidido que su suspicacia estaba alcanzando niveles peligrosos, porque se sabia de memoria la lista de amigos, la lista que incluia a sus distribuidores. Pero Maggie Hewson, ?por que tenia que morir?
– Porque sabia una cosa. ?No lo habia adivinado? Lo habia sobreestimado. Sabia que el milagro de Wilfred era una farsa. Yo acompane a los Hewson y a Victor a Londres para la visita al hospital St. Saviour. Eric y Maggie fueron al archivo de historiales con intencion de echar un vistazo al expediente de Wilfred. Supongo que querian satisfacer una natural curiosidad profesional aprovechando que estaban alli. Descubrieron que jamas habia tenido esclerosis multiple, que las ultimas pruebas habian demostrado que el diagnostico inicial era erroneo. Lo unico que habia sufrido era paralisis histerica. Debe de ser un trauma para usted, querido comandante. Usted es un pseudocientifico, ?no? Debe de resultarle dificil aceptar que la tecnologia medica es falible.
– No. Yo creo en la posibilidad de establecer diagnosticos erroneos.
– Por lo visto, Wilfred no comparte su saludable escepticismo. No regreso al hospital cuando le tocaba el siguiente reconocimiento, de modo que nadie se molesto en escribirle para comunicarle que habian cometido un pequeno error. ?Para que? Pero los Hewson no podian guardarse esa informacion para ellos solos. Me lo dijeron a mi y despues Maggie debio de decirselo a Holroyd. Seguramente en el trayecto de regreso de Londres Victor debio de notar que pasaba algo. Yo trate de sobornarla con whisky para que no lo divulgara, llego a creer en mi consideracion hacia el querido Wilfred, y funciono hasta que este la excluyo de la decision sobre el futuro de Toynton Grange. Y ella se lo tomo en serio. Me dijo que pensaba irrumpir en el ultimo periodo, despues de la meditacion, y proclamar publicamente la verdad. Yo no podia arriesgarme a permitirlo. Era lo unico, lo unico, que podia hacerle vender. Hubiera impedido el traspaso al Ridgewell Trust. Toynton Grange y la peregrinacion tenian que continuar.
»En realidad no le apetecia pasar por el alboroto que estallaria despues de dar la noticia y fue bastante facil convencerla de que dejara al grupo de Toynton Grange reaccionar como les apeteciera y escapara conmigo a la ciudad de inmediato. Le sugeri que dejara una nota deliberadamente ambigua, que pudiera interpretarse como una amenaza de suicidio. Luego podria regresar a Toynton si le apetecia y en el momento que le apeteciera y ver la reaccion de Eric a su presunta viudez. A Maggie le gustaban los gestos histrionicos. La sacaba de una situacion delicada, les proporcionaba a Wilfred y Eric grandes preocupaciones y molestias y a ella unas vacaciones gratis en mi piso de Londres, asi como la perspectiva de abundante diversion si decidia regresar. Incluso se ofrecio a ir a buscar la cuerda ella misma. Nos quedamos aqui bebiendo hasta que estuvo demasiado borracha para desconfiar de mi pero lo suficientemente sobria para escribir la nota. Las ultimas lineas, la referencia a la torre negra, las anadi yo, naturalmente.
– ?Asi que por eso se bano y se vistio?
– Claro. Se emperifollo para efectuar una entrada impresionante en Toynton Grange y tambien, me gusta pensar, para impresionarme a mi. Me satisfizo comprobar que merecia ropa interior limpia y unas pintadas. No se que pensaria que me proponia hacer yo una vez en Londres. La querida Maggie andaba siempre en las nubes. Prepararse el diafragma fue quiza mas optimista que discreto. Pero es posible que tuviera planes propios. Estaba encantadisima de salir de Toynton. Murio feliz, eso se lo aseguro.
– Y antes de salir de la casa hizo usted las senales con la luz.
– Tenia que tener alguna excusa para aparecer y encontrar el cuerpo. Me parecio prudente anadir cierta verosimilitud. Quizas alguien miraria por la ventana y podria confirmar mi relato. No pretendia que fuera usted. Encontrarlo alli afanandose en hacer de boy-scout me sobresalto. Y ademas