Regresaron al vestibulo y vieron a Maisie en la puerta del gran salon.

– Su te esta aqui -dijo-. Dentro de un cuarto de hora volvere y les acompanare a la oficina.

Al principio, el salon los abrumo; avanzaron como ninos bajo las enormes vigas, observados, o eso parecia, por caballeros isabelinos en jubones y calzas de malla y jovenes soldados posando arrogantes sobre sus corceles. Desconcertado por el tamano y la grandiosidad, solo mas tarde se fijo Dean en los detalles. Ahora era consciente del inmenso tapiz en la pared derecha, debajo del cual habia una larga mesa de roble con un gran jarron de flores.

Les esperaba el te, dispuesto sobre una mesa baja frente a la chimenea. Vieron un juego de te elegante, una bandeja de bocadillos, tortas con mermelada y mantequilla y un pastel de frutas. Los dos estaban sedientos. Kim sirvio el te con dedos temblorosos mientras Dean, que ya se habia hartado de bocadillos en el tren, cogio una torta y la unto generosamente con mantequilla y mermelada. Tras dar un mordisco, dijo:

– La mermelada es casera, la torta no. Es mala senal.

– El pastel tambien es comprado -dijo Kim-. Esta bastante bueno, pero claro, a saber cuando se marcho el ultimo cocinero. Nosotros no les dariamos pastel comprado. Y esa chica que ha abierto la puerta sera eventual. No entiendo que contraten a alguien asi. -Acabaron hablandose en susurros como si fueran conspiradores.

Maisie regreso puntualmente, todavia sin sonreir. Con tono algo pomposo, dijo:

– ?Quieren seguirme, por favor? -Y les condujo por el cuadrado vestibulo hasta la puerta opuesta; la abrio y dijo-: Los Bostock estan aqui, senorita Cressett. Les he servido el te. -Y desaparecio.

La habitacion era pequena, revestida con paneles de roble y evidentemente muy funcional, el escritorio grande en contraste con los paneles ondulados y la hilera de cuadritos encima. Tres mujeres sentadas frente a la mesa les indicaron que tomaran asiento en las sillas dispuestas al efecto.

– Me llamo Helena Cressett -dijo la mas alta-, les presento a la enfermera Holland y a la senora Frensham. ?Han tenido buen viaje?

– Muy bueno, gracias -contesto Dean.

– Bien. Antes de decidirse han de ver las habitaciones y la cocina, pero primero me gustaria explicarles algo sobre el trabajo. En cierto modo es diferente del habitual de un cocinero. El senor Chandler-Powell opera en Londres de lunes a miercoles. Esto significa que, para ustedes, el principio de la semana es relativamente facil. El ayudante, el senor Marcus Westhall, vive en uno de los chalets con su hermana y su padre, y yo normalmente me preparo la comida en mi apartamento, aunque de vez en cuando organizo una pequena cena y pido que cocinen para mi. La segunda parte de la semana es muy ajetreada. Estan el anestesista y todo el personal auxiliar y de enfermeria, que pasan aqui la noche o regresan a su casa al final del dia. Toman algo cuando llegan, un almuerzo caliente, y una comida que denominariamos merienda-cena antes de irse. La enfermera Holland tambien es residente, igual que, naturalmente, el senor Chandler-Powell y los pacientes. De vez en cuando, el senor Chandler-Powell se marcha de la Mansion muy temprano, a las cinco y media, para ver a sus pacientes de Londres. Por lo general esta de regreso a la una y necesita un buen almuerzo, que le gusta tomar en su propia sala de estar. Dada su necesidad de volver a veces a Londres durante parte del dia, sus comidas pueden ser irregulares aunque siempre son importantes. Decidire el menu con ustedes con antelacion. La enfermera es responsable de las necesidades de todos los pacientes, asi que ahora le pido a ella que explique lo que espera de ustedes.

– Antes de una anestesia -dijo la enfermera Holland-, los pacientes han de ayunar, y por lo comun despues de la intervencion comen poco, siempre en funcion de su gravedad y de lo que se les haya hecho. Cuando estan lo bastante bien para comer, suelen ser exigentes y quisquillosos. Algunos siguen una dieta, que supervisamos el dietista y yo. Normalmente, los pacientes comen en su habitacion, y no se les sirve nada sin mi permiso. -Se volvio hacia Kimberley-. En general, una de las enfermeras lleva la comida al ala de los pacientes, pero ustedes quiza tengan que servirles te o bebidas ocasionales. ?Entiende que incluso estas requieren autorizacion?

– Si, enfermera, lo entiendo.

– Aparte de la comida de los pacientes, recibiran las instrucciones de la senorita Cressett o, si ella no esta, de su segunda, la senora Frensham. Ahora la senora Frensham les hara algunas preguntas.

La senora Frensham era una senora de edad avanzada, alta y angulosa, con un pelo gris acero recogido en un mono. Pero su mirada era tierna, y Dean se sintio mas en casa con ella que con la mucho mas joven, morena y -pensaba el- bastante guapa enfermera Holland o con la senorita Cressett, con su cara singular y extraordinariamente palida. Seguro que muchas personas la encontrarian atractiva, pero no podia decirse que fuera bonita.

Las preguntas de la senora Frensham estuvieron dirigidas sobre todo a Kim y no fueron dificiles. ?Que galletas serviria con el cafe por la manana y como las haria? Kim, sintiendose inmediatamente a sus anchas, explico su receta para galletas finas especiadas con pasas de Corinto. ?Y como haria los profiteroles? De nuevo Kim no tuvo ninguna dificultad. A Dean le preguntaron cual de tres afamados vinos serviria con el pato a la naranja, la vichyssoise y el solomillo de buey asado, y que comidas sugeriria para un dia de verano muy caluroso o en la dificil epoca posterior a la Navidad. Dio respuestas que evidentemente fueron consideradas satisfactorias. No habia sido una prueba dificil, y noto que Kim se relajaba.

Fue la senora Frensham quien los condujo a la cocina. Luego se volvio hacia Kim y dijo:

– Senora Bostock, ?cree que sera feliz aqui?

Entonces Dean decidio que la senora Frensham le caia bien.

Y Kim era feliz. Para ella, conseguir este empleo habia sido una liberacion milagrosa. El recordaba esa mezcla de sobrecogimiento y placer con que su mujer se desplazo por la cocina grande y reluciente, y luego, como en un sueno, por las habitaciones, la sala de estar, el dormitorio y el lujoso cuarto de bano que seria suyo, tocando los muebles con incredulo asombro, corriendo a mirar por todas las ventanas. Al final habian ido al jardin, y ella habia extendido los brazos al soleado paisaje, y le habia cogido la mano como un nino y lo habia mirado con ojos radiantes.

– Es maravilloso. No me lo puedo creer. No hemos de pagar alquiler y tenemos la manutencion. Podremos ahorrar los dos sueldos.

Para ella habia sido un nuevo comienzo, lleno de esperanza, con prometedoras imagenes de los dos trabajando juntos, volviendose indispensables, el cochecito en el cesped, su hijo corriendo por el jardin vigilado desde las ventanas de la cocina. Al mirarla a los ojos, Dean sabia que eso habia sido el principio del fin de un sueno.

8

Rhoda desperto, como siempre, no a un lento ascenso a la conciencia plena sino a un estado de vigilia inmediato, los sentidos alerta ante el nuevo dia. Se quedo tumbada en silencio durante unos minutos, disfrutando de la calidez y la comodidad de la cama. Antes de dormir habia descorrido un poco las cortinas, y ahora una estrecha franja de luz palida revelaba que habia dormido mas de lo esperado, desde luego mas que de costumbre, y que estaba despuntando un dia invernal. Habia dormido bien, pero ahora era imperiosa la necesidad de un te caliente. Marco el numero anotado en la mesilla de noche y oyo una voz masculina.

– Buenos dias, senorita Gradwyn. Le habla Dean Bostock desde la cocina. ?Desea que le lleve algo?

– Te, por favor. Indio. Una tetera grande, con leche y sin azucar.

– ?Quiere pedir el desayuno ahora?

– Si, pero, por favor, espere media hora a traerlo. Zumo de naranjas natural, un huevo escalfado en una tostada de pan blanco, y luego una tostada integral con mermelada. Lo tomare en mi habitacion.

El huevo escalfado seria un test. Si venia en su punto, y la tostada iba ligeramente untada con mantequilla y no era dura ni pastosa, podia contar con buena comida cuando regresara para la operacion y una estancia mas larga. Regresaria… y a esta misma habitacion. Tras ponerse e! salto de cama, se dirigio a la ventana y vio el paisaje de valles y colinas boscosos. Habia niebla, de modo que las redondeadas cumbres parecian islas en un mar de plata palida. Habia sido una noche despejada y fria. El estrecho tramo de cesped que habia bajo las ventanas se veia blanquecino y endurecido por la escarcha, pero ya el sol empanado empezaba a volverlo verde y

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