ablandarlo. En las ramas altas de un roble sin hojas estaban encaramados tres grajos, inusitadamente silenciosos e inmoviles, como negros augurios colocados con esmero. Mas abajo se extendia una senda de limeros que conducia a una pared baja de piedra mas alla de la cual se apreciaba un pequeno circulo de piedras. Al principio solo era visible la parte superior, pero mientras miraba se disipo la niebla y aparecio el circulo en su totalidad. A esa distancia y con el redondel parcialmente oculto por la pared, Rhoda alcanzaba a ver solo que las piedras eran de diferentes tamanos, bultos toscos y deformes alrededor de una piedra central mas alta. Penso que serian prehistoricas. De repente, sus oidos captaron el debil sonido de la puerta de la salita al cerrarse. Habia llegado el te. Sin dejar de mirar, a lo lejos vio una fina franja de luz plateada y, levemente exaltada, cayo en la cuenta de que seria el mar.
Renuente a abandonar la vista, aun se quedo unos segundos antes de volverse y ver, con un pequeno sobresalto, que una mujer joven habia entrado sin hacer ruido y estaba mirandola en silencio. Era una persona menuda que llevaba un vestido azul a cuadros y encima una informe rebeca beige, lo que revelaba un estatus ambiguo. Con toda evidencia no era una enfermera, si bien no tenia en absoluto la seguridad de una sirvienta, la confianza nacida de un empleo reconocido y familiar. Rhoda penso que probablemente era mayor de lo que parecia, pero el uniforme, en especial la inadecuada rebeca, le daba un aire infantil. Tenia la cara palida y el pelo castano y liso, sujeto todo en un lado mediante un largo pasador con adornos. La boca era pequena, el labio superior un arco perfecto tan lleno que parecia hinchado, pero el inferior mas fino. Los ojos eran azul claro y algo saltones bajo unas cejas rectas, vigilantes, casi cautelosos, incluso un poco sentenciosos en su examen impasible.
Con una voz que era mas de ciudad que de campo, una voz corriente con un tono de deferencia que Rhoda considero enganoso, dijo:
– He traido el te de la manana, senora. Me llamo Sharon Ba- teman y ayudo en la cocina. La bandeja esta fuera. ?Quiere que la entre?
– Si, en un instante. ?El te esta recien hecho?
– Si, senora. Lo he subido enseguida.
Rhoda estuvo tentada de decir que la palabra «senora» era inapropiada, pero lo dejo correr.
– En este caso, dejelo reposar un par de minutos. He estado mirando el circulo de piedras. Me habian hablado de el pero no imaginaba que estuviera tan cerca de la Mansion. Supongo que son prehistoricas.
– Si, senora. Las Piedras de Cheverell. Son bastante famosas. La senorita Cressett dice que tienen mas de tres mil anos de antiguedad. Dice que en Dorset los circulos de piedras son poco comunes.
– Anoche -dijo Rhoda-, cuando descorri la cortina, vi una luz parpadeante. Parecia una linterna. Venia de esa direccion. Quizas habia alguien caminando entre las piedras. Seguramente el circulo atrae a muchos visitantes.
– No tantos, senora. Creo que la mayoria de la gente no sabe que estan aqui. Los habitantes del pueblo no se acercan. Seria el senor Chandler-Powell. Le gusta pasear por ahi de noche. No le esperabamos, pero llego a ultima hora. Nadie del pueblo va a las piedras una vez ha oscurecido. La gente tiene miedo de ver el fantasma de Mary Keyte andando y vigilando.
– ?Quien es Mary Keyte?
– Las piedras estan encantadas. En 1654, la ataron a la piedra del centro y la quemaron. Es diferente de las otras piedras, mas alta y mas oscura. La condenaron por bruja. Era habitual quemar a viejas acusadas de ser brujas, pero ella tenia solo veinte anos. Aun se puede ver la parte oscura donde estaba el fuego. En medio de las piedras ya no crece nunca la hierba.
– Sin duda porque a lo largo de los siglos la gente se habra encargado de que asi sea -dijo Rhoda-. A lo mejor echando algo para matar la hierba. No me diras que te crees este disparate.
– Dicen que sus gritos se oian hasta en la iglesia. Mientras ardia, Mary maldijo el pueblo, y despues murieron casi todos los ninos. En el cementerio de la iglesia aun se ven los restos de algunas de las lapidas, aunque los nombres estan muy borrosos y no se pueden leer. Mog dice que el dia en que fue quemada aun es posible oir sus gritos.
– En una noche ventosa, me imagino.
La conversacion se estaba volviendo un fastidio, pero a Rhoda le costaba ponerle punto final. Con toda evidencia, la muchacha -parecia poco mas que eso y seguramente no era mucho mayor de lo que habia sido Mary Keyte- estaba morbosamente obsesionada con la historia de la bruja.
– Los ninos del pueblo -explico Rhoda- murieron de infecciones propias de la infancia, tal vez tuberculosis, o de calentura. Antes de ser condenada, culparon a Mary Keyte de las enfermedades, y despues de ser quemada le achacaron las muertes.
– Entonces, ?usted no cree que los espiritus de los muertos pueden volver para visitarnos?
– Los muertos no vuelven a visitarnos ni como espiritus, al margen de lo que esto signifique, ni de ninguna otra manera.
– ?Pero los muertos estan aqui! Mary Keyte no descansa en paz. Los retratos de la casa. Esas caras… no han abandonado la Mansion. Se que no me quieren aqui.
No sonaba histerica ni siquiera especialmente preocupada. Era una simple exposicion de hechos.
– Esto es absurdo -dijo Rhoda-. Estan muertos. Ya no piensan. En la casa donde vivo tengo un viejo retrato. Un caballero estilo Tudor. A veces intento imaginar que pensaria el si pudiera verme viviendo y trabajando ahi. Pero la emocion es mia, no suya. Aunque yo me convenciera a mi misma de que puedo comunicarme con el, el caballero no hablaria conmigo. Mary Keyte esta muerta. No puede regresar. -Hizo una pausa y anadio con tono autoritario-: Ahora tomare el te.
Aparecio la bandeja, porcelana fina, una tetera del mismo diseno, la jarra de la leche a juego.
– Debo preguntarle una cosa sobre el almuerzo, senora -dijo Sharon-. Si querra que se lo sirvan aqui o en el salon de los pacientes. Esta en la galeria larga de abajo. Hay un menu a elegir.
Saco un papel del bolsillo de la rebeca y se lo dio. Habia dos opciones. Rhoda dijo:
– Digale al chef que tomare el consome, las escalopas sobre crema de chirivias y espinacas con patatas a la duquesa, y de postre sorbete de limon. Y tambien me apetece un vaso de vino blanco frio. Un Chablis estaria bien. En mi sala de estar a la una.
Sharon se fue de la habitacion. Mientras tomaba el te, Rhoda penso en lo que identificaba como emociones confusas. No habia visto antes a la chica ni habia oido hablar de ella, y la suya era una cara que no habria olvidado facilmente. Y sin embargo era, si no familiar, si al menos un incomodo recordatorio de cierta emocion pasada, no sentida con entusiasmo en su momento pero alojada aun en algun lugar recondito de la memoria. Y el breve encuentro habia reforzado la sensacion de que la casa contenia algo mas que los secretos encerrados en los cuadros o elevados al rango de folclore. Seria interesante explorar un poco, dar rienda suelta a la pasion de siempre de describir la verdad sobre las personas, como individuos o en sus relaciones de trabajo, las cosas que revelaban sobre si mismas, los caparazones cuidadosamente construidos que ofrecian al mundo. Era una curiosidad que ahora estaba decidida a disciplinar, una energia mental que pretendia utilizar para un fin distinto. Esta podria ser muy bien su ultima investigacion, si se le podia llamar asi; era improbable que fuera su ultima curiosidad. Y se dio cuenta de que aquel sentimiento ya estaba perdiendo su capacidad, de que ya no era una compulsion. Quiza cuando se hubiera librado de la cicatriz, desapareceria para siempre o permaneceria como poco mas que un util complemento para investigar. De todos modos, le gustaria saber mas sobre los habitantes de la Mansion Cheverell; y si en efecto habia verdades interesantes que descubrir, Sharon, con su innegable necesidad de charlar, acaso fuera la mas susceptible de revelarlas. Rhoda habia hecho la reserva solo hasta despues del almuerzo, pero medio dia seria insuficiente para explorar siquiera el pueblo y los terrenos de la Mansion, y porque ademas tenia una cita con la enfermera Holland para echar un vistazo al quirofano y a la sala de recuperacion. La niebla de primera hora presagiaba buen tiempo, por lo que estaria bien pasear por el jardin y quizas un poco mas alla. Le gustaba el lugar, la casa, la habitacion. Preguntaria si podia quedarse hasta la tarde siguiente. Y al cabo de dos semanas volveria para operarse y comenzaria su nueva vida partiendo de cero.
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