una llamada de Dios.

– En el caso de Marcus mas bien parece una excusa para huir.

– Es que tambien llega el momento de esto, de escapar. Marcus necesita alejarse de este lugar, del trabajo, de la Mansion, de ti.

– ?De mi? -Fue una exclamacion en voz baja, sin enojo, como si fuera una sugerencia sobre la que tuviera que meditar. Su rostro no delataba nada.

– De tu exito, tu brillantez, tu fama, tu carisma. Tiene que ser el mismo.

– No he sido consciente de que le impedia ser el mismo, al margen de lo que signifique esto.

– No, no eres consciente. Es por eso por lo que tiene que irse y yo tengo que ayudarle.

– Lo echaras de menos.

– Si, George, lo echare de menos.

Preocupado por no sonar indiscretamente curioso pero deseoso de saber, George dijo:

– ?Te quedaras un tiempo? Si es asi, se que Helena agradecera la ayuda. Alguien debe reemplazarla cuando viaja a Londres. Pero imagino que quieres regresar a la universidad.

– No, George, ya no es posible. Han decidido cerrar el Departamento de Clasicas. No hay suficientes solicitudes. Me han ofrecido un empleo a tiempo parcial en uno de los departamentos nuevos que estan creando, Religion Comparada o Estudios Britanicos, a saber que sera eso. Pero como tampoco estoy capacitada para dar clase, no volvere. Me gustaria quedarme al menos seis meses despues de la marcha de Marcus. Dentro de nueve meses habre decidido que voy a hacer. De todos modos, si Marcus se marcha, no estara justificado que siga viviendo aqui sin pagar alquiler. Si aceptas una cantidad, te agradecere poder quedarme aqui hasta haber resuelto mi futuro.

– No hara falta. Prefiero no cobrar ningun alquiler, pero si puedes quedarte unos nueve meses o asi, no hay problema si Helena esta conforme.

– Se lo preguntare, desde luego -dijo ella-. Me gustaria hacer algunos cambios. Mi padre detestaba tanto el alboroto y el ruido, sobre todo cuando entraban los obreros, que no tenia sentido hacer nada. Pero la cocina es deprimente y demasiado pequena. Si vas a utilizar esta casa para el personal o las visitas despues de que me vaya, creo que debes hacer algo al respecto. Lo razonable seria convertir la vieja despensa en una cocina y ampliar el salon.

Ahora Chandler-Powell no tenia ganas de discutir sobre el estado de la cocina.

– Bueno, hablaremos de esto con Helena -dijo-. Y tu deberias hablar con Lettie sobre lo que costaria volver a pintar y decorar el chalet. Hace falta. Creo que podriamos llevar a cabo algunas renovaciones.

Se habia terminado el cafe y se habia enterado de lo que necesitaba saber, pero antes de que llegara a levantarse, ella dijo:

– Otra cosa. Esta aqui Rhoda Gradwyn y tengo entendido que volvera dentro de dos semanas para operarse. Tienes camas privadas en Saint Angela. En todo caso, Londres es mas apropiado para ella. Si se queda aqui, se aburrira, y es entonces cuando las mujeres asi se vuelven mas peligrosas. Y ella es peligrosa.

George tenia razon. Candace estaba detras de esa obsesion con Rhoda Gradwyn.

– ?Peligrosa en que sentido? ?Para quien? -dijo.

– Si lo supiera estaria menos preocupada. Debes de saber algo de su reputacion, bueno, si es que lees algo mas que revistas sobre cirugia. Es una periodista de investigacion, de la peor calana. Olfatea el cotilleo como el cerdo las trufas. Su trabajo consiste en descubrir sobre los demas cosas que podrian causarles angustia o dolor, o algo peor, y que despertarian la curiosidad del gran publico britanico si llegaran a conocerse. Cambia secretos por dinero.

– ?No es una burda exageracion? -dijo el-. Aunque fuera verdad, no justificaria que yo me negara a tratarla donde ella escoja. ?Por que tanto interes? Aqui es improbable que encuentre nada que le abra el apetito.

– ?Estas seguro de esto? Descubrira algo.

– ?Y que excusa le doy para que no vuelva?

– No tienes por que contrariarla. Dile tan solo que ha habido una duplicacion de reservas y que no tienes cama.

A George le costaba controlar su irritacion. Aquello era una intromision imperdonable, inmiscuirse en la gestion de sus pacientes.

– Candace -dijo-, ?que es todo esto? Normalmente eres razonable. Esto suena a paranoia.

Candace se dirigio a la cocina y se puso a lavar las dos tazas y a vaciar la cafetera. Tras un momento de silencio, dijo:

– Tambien yo a veces pienso en ello. Admito que suena rebuscado e irracional. En cualquier caso, no tengo derecho a entrometerme, pero creo que a los pacientes que vienen aqui en busca de intimidad no les va a hacer mucha gracia encontrarse en compania de una periodista famosa. Pero no tienes por que preocuparte. No la vere, ni ahora ni cuando regrese. No me propongo clavarle un cuchillo de cocina. Sinceramente, no merece la pena.

Candace lo acompano a la puerta.

– Veo que Robin Boyton ha vuelto -dijo George-. Creo que Helena menciono que habia hecho una reserva. ?Sabes por que ha venido?

– Porque Rhoda Gradwyn esta aqui. Al parecer son amigos, y el cree que ella quiza quiera compania.

– ?Para una estancia de una noche? ?Y planea hacer una reserva en el Chalet Rosa cuando ella vuelva? Si lo hace, no la vera.

Ella dejo claro que viene aqui buscando privacidad absoluta, y yo se la voy a garantizar.

Tras cerrar la puerta del jardin a su espalda, George empezo a pensar en todo aquello. Debia de haber alguna razon personal poderosa para explicar una aversion que por lo demas parecia poco razonable. ?Estaba Candace acaso desahogando en Gradwyn los dos anos de frustracion atada a un viejo cascarrabias hurano y la perspectiva de perder el empleo en la universidad? Y encima la intencion de Marcus de irse a Africa. Ella tal vez respaldaba la decision, pero dificilmente podia alegrarse. Caminando resueltamente a zancadas hacia la Mansion, alejo de su mente a Candace Westhall y sus problemas y se concentro en los suyos. Encontraria un sustituto para Marcus y, si Flavia decidia que era liora de irse, tambien afrontaria esto. Se la veia agitada. Habia senales que incluso el habia notado, ocupado como estaba. Quiza ya era hora de que terminara la aventura. Ahora, con las vacaciones de Navidad a las puertas y el trabajo ralentizado, George debia armarse de valor para terminar con aquello.

De regreso en la Mansion, decidio hablar con Mogworthy, que, aprovechando un periodo incierto de sol invernal, seguramente estaria trabajando en el jardin. Habia que plantar bulbos, y ya era hora de mostrar interes en los planes de Helena y Mog para la primavera. Cruzo la puerta norte que conducia al bancal y al jardin clasico Tudor. No habia ni rastro de Mogworthy, pero vio dos figuras caminando una al lado de la otra hacia el hueco de la lejana hilera de hayas por el que se llegaba a la rosaleda. La mas bajita era Sharon, y George identifico a su companera como Rhoda Gradwyn. Sharon le estaba ensenando el jardin, tarea normalmente desempenada, a peticion del visitante, por Helena o Lettie. Se quedo mirando a la extrana pareja que iba desapareciendo del campo visual, andando con familiaridad, obviamente hablando, Sharon mirando a su companera. Por algun motivo, la imagen lo desconcerto. Los malos presentimientos de Marcus y Candace lo habian irritado mas que preocupado, pero ahora, por primera vez, sintio una punzada de angustia, la sensacion de que habia entrado en su terreno algo incontrolable y acaso peligroso. La idea era demasiado irracional, incluso supersticiosa, para ser tomada en serio, y la desecho. Sin embargo, era extrano que Candace, inteligente y normalmente tan razonable, tuviera esta obsesion con Rhoda Gradwyn. ?Sabia quiza sobre la mujer algo que el desconocia, algo que no estaba dispuesta a revelar?

Decidio no buscar a Mogworthy y, tras volver a entrar en la Mansion, cerro la puerta firmemente a su espalda.

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