paisajes foraneos. Los seis cuadros mostraban escenas inglesas. Tres imagenes de catedrales: una de Canterbury, de Albert Goodwin, una de Gloucester, de Peter de Wint, y una de Lincoln, pintada por Girtin. En la pared de enfrente habia colgado una imagen de Kent, de Robert Hill, y dos paisajes, uno de Copley Fielding y el estudio de Turner para su acuarela sobre la llegada del paquebote a Calais, su favorita.
Poso los ojos en la estanteria estilo regencia con los libros que mas a menudo se prometia a si mismo releer, unos predilectos desde la infancia, otros de la biblioteca de su abuelo, pero ahora, como solia pasar al final del dia, estaba demasiado cansado y era incapaz de reunir la energia necesaria para la satisfaccion simbiotica de la literatura y opto por la musica. Esta noche le esperaba un placer especial, un nuevo CD de la
– ?Le pasa algo a la senorita Gradwyn?
– Desde luego que no. Si le pasara algo, no estaria yo aqui. A las seis y cuarto ha dicho que tenia hambre y ha pedido la cena, consome, huevos revueltos y salmon ahumado, y de postre mousse de limon, por si te interesa. Ha conseguido comerselo casi todo, parecia disfrutar de la comida. He dejado a la enfermera Frazer al cargo hasta que yo vuelva, luego ella acaba el turno y regresara a Wareham. En todo caso no he venido a hablar de la senorita Gradwyn.
La enfermera Frazer pertenecia al grupo de empleados a tiempo parcial.
– Si no es urgente, ?podemos esperar a manana?
– No, George, no podemos. Ni a manana, ni a pasado manana, ni al otro. No podemos esperar a que tu te dignes encontrar tiempo para escucharme.
– ?Tardaremos mucho tiempo? -dijo el.
– Mas del que normalmente estas dispuesto a conceder.
George podia adivinar lo que venia despues. Bueno, mas pronto o mas tarde habia que resolver el futuro de su relacion, y ya que la noche estaba echada a perder, ahora podia ser un buen momento. Ultimamente, los estallidos de rencor de Flavia se habian vuelto mas habituales, pero nunca se habian producido estando ambos en la Mansion.
– Cogere la chaqueta -dijo el-. Caminaremos bajo los limeros.
– ?En la oscuridad? Ademas empieza a soplar viento. ?No podemos hablar aqui?
Pero el ya iba en busca de la chaqueta. Volvio, se la puso y se palpo las llaves del bolsillo.
– Hablaremos fuera -dijo-. Sospecho que la discusion sera desagradable, y prefiero que las conversaciones desagradables tengan lugar fuera de esta habitacion. Mejor que cojas un abrigo. Te espero en la puerta.
No hacia falta especificar que puerta. Solo la del ala oeste de la planta baja conducia directamente a la terraza y a la senda de los limeros. Ella le esperaba, con el abrigo puesto y una bufanda de lana anudada a la cabeza. La puerta estaba cerrada pero con el cerrojo descorrido, y el la cerro a su espalda. Caminaron un minuto en silencio, sin que Chandler-Powell tuviera intencion de romper el hielo. Aun molesto por perder la noche, no tenia ganas de mostrarse servicial. Flavia habia pedido esta reunion. Si tenia algo que decir, adelante.
Caminaron en silencio hasta el final de la senda, y tras unos segundos de indecision, se dieron la vuelta. Entonces Flavia se detuvo y se planto frente a el. George no le veia la cara con claridad, pero Flavia tenia el cuerpo rigido y en su voz habia una dureza y una determinacion que el no habia oido antes.
– No podemos seguir asi. Hemos de tomar una decision. Te pido que te cases conmigo.
Asi que habia llegado el momento que George temia. Sin embargo, la decision iba a ser de el, no de ella. Se extrano de no haberlo previsto, pero luego reparo en que la peticion, aun en su crudo caracter explicito, no era del todo inesperada. George habia decidido pasar por alto las indirectas, el mal humor, la sensacion de un agravio tacito que equivalia casi a rencor.
– Me temo que no es posible, Flavia -dijo con calma.
– Pues claro que es posible. Tu estas divorciado, y yo estoy soltera.
– Quiero decir que es algo que ni siquiera he llegado a plantearme. Desde el principio, nuestra relacion nunca tuvo este caracter.
– ?Que caracter crees exactamente que tenia? Estoy hablando de cuando empezamos a ser amantes, hace ocho anos por si lo has olvidado. ?Que caracter tenia entonces?
– Supongo que habia atraccion sexual, respeto, afecto. Se que yo sentia todas estas cosas. Nunca te he dicho que te amaba. Nunca mencione el matrimonio. Yo no buscaba el matrimonio. Con un fracaso basta.
– Si, siempre fuiste sincero, sincero y prudente. Ni siquiera podias darme fidelidad, ?no? Un hombre atractivo, un cirujano distinguido, divorciado, un buen partido. ?Crees que no se cuantas veces te has apoyado en mi, o en mi severidad si lo prefieres, para librarte de esas codiciosas cazafortunas que intentaban hacerte caer en sus garras? No estoy hablando de una aventura intrascendente. Para mi nunca lo fue. Estoy hablando de ocho anos de compromiso. Dime, cuando estamos separados, ?piensas en mi? ?Me imaginas alguna vez salvo con la bata y la mascarilla en el quirofano, previendo todas tus necesidades, sabiendo lo que te gusta y lo que no te gusta, que musica quieres poner mientras trabajas, siempre disponible, discretamente en el margen de tu vida? No es tan diferente del hecho de estar en la cama, ?verdad? Pero al menos en el quirofano no era facil encontrar una sustituia.
George hablo con calma, pero sabiendo, con cierta verguenza, que Flavia no pasaria por alto la inequivoca falta de sinceridad.
– Lo siento, Flavia. Estoy seguro de que he sido desconsiderado e involuntariamente cruel. No tenia ni idea de que te sentias asi.
– No estoy pidiendote compasion. Ahorrate esto. Ni siquiera te pido amor. No puedes darlo porque no lo tienes. Estoy pidiendo justicia. Quiero el matrimonio. El estatus de ser una esposa, la esperanza de tener hijos. Tengo treinta y seis anos. No quiero trabajar hasta jubilarme. ?Que haria entonces? Utilizar el monto de la jubilacion para comprar una casita en el campo, esperando que los vecinos me acepten? ?O un piso de una habitacion en Londres cuando ya no pueda permitirme vivir en un barrio decente? No tengo hermanos. He desatendido a amigos para estar contigo, para estar disponible cuando tuvieras tiempo para mi.
– Nunca te pedi que sacrificaras tu vida por mi -dijo el-. Vamos, si tu dices que es un sacrificio.
Pero ella siguio hablando como si el no hubiera dicho nada.
– En ocho anos no hemos pasado unas vacaciones juntos, ni en este pais ni en el extranjero. ?Cuantas veces hemos ido a un espectaculo, al cine, a cenar a un restaurante excepto a uno en que no hubiera peligro de encontrarnos a alguien que conocieras? Yo quiero estas cosas corrientes, de la vida social, que otras personas disfrutan.
– Lo siento -volvio a decir George con cierta sinceridad-. Lo siento. Evidentemente he sido egoista e irreflexivo. Creo que con el tiempo seras capaz de recordar estos anos de manera mas positiva. No es demasiado tarde. Eres muy atractiva, y todavia joven. Es sensato reconocer cuando una etapa de la vida ha llegado a su fin, cuando ha llegado el momento de cambiar de rumbo.
Y ahora, incluso en la oscuridad, George penso que alcanzaba a ver el desden en Flavia.
– ?Pretendes dejarme plantada?
– No es eso. Es cambiar de rumbo. ?No es de eso de lo que estas hablando? ?De que va toda esta conversacion?
– ?Y no te casaras conmigo? ?No cambiaras de opinion?
– No, Flavia, no cambiare de opinion.
– Es la Mansion, ?verdad? -dijo ella-. No es otra mujer la que se ha interpuesto entre nosotros, es esta casa. Nunca me has hecho el amor aqui, nunca, ?verdad? No me quieres aqui. De forma permanente, no. Ni como esposa tuya.
– Esto es ridiculo, Flavia. No estoy buscando una senora de la casa.
– Si vivieras en Londres, en el piso de Barbican, no tendriamos esta conversacion. Alli podriamos ser felices. Pero yo no pertenezco a la Mansion, lo veo en tus ojos. En este lugar todo esta en mi contra. Y no creo que los demas ignoren que somos amantes… Helena, Lettie, los Bostock, incluso Mog. Seguramente estan preguntandose cuando vas a mandarme a paseo. Y si lo haces, tendre que soportar la humillacion de su lastima. Te lo pregunto