critica no iba dirigida a el.

Era hora de mandar llamar a Kate y Benton. Dalgliesh coloco mas troncos en el fuego y cogio el movil.

15

A las nueve y media, Kate y Benton estaban de nuevo en la Casa de la Glicina, se habian duchado y cambiado y habian tomado la cena servida por la senora Shepherd en el comedor. A los dos les gustaba desprenderse de su ropa de trabajo antes de reunirse con Dalgliesh al final del dia, cuando el revisaba el estado de la investigacion y explicaba el plan para las siguientes veinticuatro horas. Era una rutina familiar que ambos deseaban que llegara, Kate mas segura de si misma que Benton. Este sabia que AD estaba satisfecho con el, de lo contrario no formaria parte de su equipo, pero reconocia que podia ser excesivamente entusiasta a la hora de dar opiniones que habria modificado si las hubiera pensado mejor; pero sus ansias de refrenar esta tendencia al entusiasmo excesivo inhibian la espontaneidad, de modo que la reunion de la noche, aunque era una parte importante y estimulante de la investigacion, siempre comportaba para Benton cierta dosis de inquietud.

Desde su llegada a la Casa de la Glicina, Kate y el habian visto poco a sus anfitriones. Solo habian tenido tiempo para hacer unas breves presentaciones antes de dejar sus bolsas en el vestibulo y regresar a la Mansion. Se les habia entregado una tarjeta de visita con las iniciales CO, que significaban, como les explico la senora Shepherd, que la cena de la tarde era opcional pero que les servirian la comida. Esto desencadeno en la mente de Benton una fascinante serie de iniciales esotericas: BCO, Banos Calientes Opcionales, o Budin Casero Opcional… BACO, Botellas de Agua Caliente Opcionales. Kate dedico solo un minuto a reiterar la advertencia ya hecha por el inspector Whetstone en el sentido de que su presencia alli debia mantenerse en secreto. Lo hizo con tacto. A Kate y a Benton no les hizo falta mas que una mirada a las inteligentes y serias caras de los Shepherd para saber que estos no necesitarian ni recibirian de buen grado ningun recordatorio de un aviso ya cursado.

– No tenemos tendencia a ser indiscretos, inspectora -dijo el senor Shepherd-. La gente del pueblo es amable y educada, pero los hay que a veces recelan de los forasteros. Solo llevamos aqui nueve anos, lo que para ellos significa que somos recien llegados, por lo que no hacemos mucha vida social. Nunca vamos a beber al Cresset Arms ni frecuentamos la iglesia. -Hizo la ultima afirmacion con la satisfaccion de quien ha resistido a la tentacion de caer en un habito peligroso.

Los Shepherd eran, penso Kate, unos propietarios de pension atipicos. En sus ocasionales experiencias en esos utiles lugares donde detenerse habia detectado varias caracteristicas que los duenos tenian en comun. Eran simpaticos, sociables, les gustaba conocer gente nueva, se mostraban orgullosos de su casa, siempre estaban a punto de dar informacion practica sobre la zona y sus atractivos, y, desafiando las advertencias contemporaneas sobre el colesterol, ofrecian el mejor exponente del desayuno ingles completo. Ademas, los Shepherd seguramente eran mas viejos que la mayoria de las personas que se dedicaban al duro trabajo de dar de comer a un huesped tras otro. Los dos eran altos, aunque la mas alta era ella, y quiza parecian mayores de lo que indicaban sus anos. Los ojos de ambos, apacibles pero cautelosos, eran serenos, su apreton de manos firme, y se movian sin la rigidez propia de la edad avanzada. El senor Shepherd, con el tupido pelo blanco rematado por un flequillo que caia sobre unas gafas de montura metalica, parecia una edicion benigna de un autorretrato de Stanley Spencer. El cabello de su esposa, menos espeso y ahora gris acero, estaba recogido en una larga y fina trenza sujeta con dos horquillas en la parte superior de la cabeza. Sus voces se parecian notablemente, un acento natural caracteristico de la clase alta que podia irritar mucho a los que no lo tuvieran y que, se dijo Kate, de hecho les habria impedido acceder a un empleo en la BBC o a hacer una carrera politica, en el caso improbable de que una u otra opcion les hubiera atraido.

El dormitorio de Kate tenia todo lo necesario para pasar una noche comoda pero no tenia nada superfluo. Supuso que la de Benton, al lado, seria identica. Dos camas individuales juntas estaban cubiertas con inmaculadas colchas blancas, las lamparas de las mesillas eran modernas para facilitar la lectura, y habia una comoda de dos cajones y un pequeno armario provisto de perchas de madera. El cuarto de bano no tenia banera sino ducha, que tras un giro preliminar de los grifos resulto que funcionaba bien. El jabon no era perfumado pero si caro, y al abrir el armario Kate vio que estaba dotado de todos los articulos que algunos visitantes pueden olvidarse de meter en la maleta: cepillo de dientes envuelto en celofan, pasta dentifrica, champu y gel de ducha. Como persona madrugadora, Kate lamento la falta de una tetera y otros artilugios para preparar un te matutino, pero un breve anuncio en la comoda informaba de que se podia pedir te en cualquier momento entre las seis y las nueve, si bien para los periodicos habia que esperar a las ocho y media.

Se cambio la blusa por otra recien lavada, se puso un jersey de cachemir y, tras coger la chaqueta, se reunio con Benton en el vestibulo.

Al principio salieron a una negrura impenetrable y desorientadora. La linterna de Benton, su haz de luz brillante como un faro en miniatura, transformaba las losas y el camino en obstaculos desconcertantes y distorsionaba la forma de arboles y matorrales. A medida que los ojos de Kate se iban acostumbrando a la noche, las estrellas se iban haciendo visibles una a una contra la cuajada de nubes grises y negras entre las cuales una media luna desaparecia y reaparecia con gracia, blanqueando el estrecho camino y volviendo la oscuridad misteriosamente irisada. Andaban sin hablar, los zapatos sonando como si clavaran tachuelas en el asfalto a modo de invasores resueltos y amenazadores, criaturas alienigenas que alteraban la paz de la noche. Solo que, penso Kate, no habia paz. Incluso en la quietud alcanzo a oir los debiles susurros de criaturas que avanzaban entre la hierba y, de vez en cuando, un grito lejano, casi humano. El inexorable rito de matar y ser matado estaba representandose al amparo de la oscuridad. Rhoda Gradwyn no era el unico ser vivo que habia muerto aquel viernes por la noche.

A unos cincuenta metros pasaron frente a la casa de los Westhall, que tenia luz encendida en una ventana de la primera planta y otras dos en las ventanas de la planta baja. A unos metros a la izquierda estaba el aparcamiento, el cobertizo oscuro, y mas alla una fugaz imagen del circulo de Cheverell, las piedras eran tan solo formas medio imaginadas hasta que las nubes se separaron bajo la luna y los monolitos se alzaron, palidos e insustanciales, dando la impresion de flotar, iluminados, sobre los campos negros y hostiles.

Y ahora estaban en la Vieja Casa de la Policia, con luz en las dos ventanas de la planta baja. Mientras se acercaban, abrio la puerta Dalgliesh, que por momentos, con aquellos pantalones de sport, una camisa a cuadros desabrochada y un jersey, les parecio un desconocido. En la chimenea ardia un fuego de lena que perfumaba el aire, y tambien se percibia un ligero aroma sabroso. Dalgliesh habia colocado tres comodas sillas bajas frente al fuego, con una mesita de roble entre ellas, encima de la cual habia una botella abierta de vino tinto, tres vasos y un plano de la Mansion. Kate sintio que se le levantaba el animo. Esa rutina al final del dia era como volver a casa. Cuando le llegara el momento de aceptar el ascenso con el inevitable cambio de puesto, esos eran los momentos que echaria de menos. La conversacion versaba sobre muertes y asesinatos, a veces en su forma mas espantosa, pero, en su recuerdo, esas sesiones al final del dia albergaban la cordialidad y la seguridad, la sensacion de ser valorada, algo que no habia conocido en su infancia. Junto a la ventana habia un escritorio que sostenia el portatil de Dalgliesh, un telefono y al lado una abultada carpeta de papeles; tambien habia un pandeado maletin apoyado en la pata de la mesa. Dalgliesh se habia traido consigo otros asuntos. Parece cansado, penso ella. Mala senal, lleva semanas trabajando demasiado, y noto que la invadia un sentimiento de emocion que jamas podria expresar, bien lo sabia.

Se acomodaron alrededor de la mesa. Mirando a Kate, Dalgliesh pregunto:

– ?Estais comodos en la pension? ?Habeis cenado?

– Muy comodos, gracias, senor. La senora Shepherd se ha portado muy bien. Sopa casera, pastel de pescado y… ?que era eso dulce, sargento? Tu entiendes de comida.

– El rey de los budines, senora.

– El inspector Whetstone ha acordado con los Shepherd que no acepten mas huespedes mientras esteis vosotros alli. Deberan ser compensados por las perdidas economicas, pero seguro que esto ya esta resuelto. La fuerza local ha colaborado de forma extraordinaria. No habra sido facil.

– No creo que los Shepherd vayan a ser molestados con otras visitas, senor -interrumpio Benton-. La senora

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