capacidad humana para hacer dano o poner en un aprieto a alguien.

– No parece que quisiera camuflar la cicatriz -dijo sin mas.

Finalmente se trasladaron a la planta mas alta y entraron en una habitacion larga como la casa, con ventanas tanto al este como al oeste desde las que se tenia una vista panoramica de la City. Solo aqui comenzo Dalgliesh a sentir plenamente que estaba en contacto mental con la propietaria. En esta habitacion, ella habia vivido, trabajado, descansado, visto la television, escuchado musica, sin necesitar nada ni a nadie que no estuviera dentro de esas cuatro paredes. Una estaba cubierta casi del todo por una estanteria finamente tallada con baldas graduables. Dalgliesh advirtio que habia sido importante para ella, como lo era para el, que los libros encajaran perfectamente en la altura de los estantes. El escritorio de caoba estaba a la izquierda de la libreria y parecia eduardiano. Era mas practico que decorativo, con cajones a ambos lados, los de la derecha, cerrados. Arriba, un anaquel con una hilera de archivadores. En el otro lado de la habitacion habia un comodo sofa con cojines, una butaca frente a la television con un pequeno escabel para los pies, y a la derecha de la negra chimenea victoriana, un sillon de respaldo alto. El equipo estereo era moderno pero discreto. A la izquierda de la ventana se veia una pequena nevera, en lo alto de la cual habia una bandeja con una cafetera electrica, un molinillo de cafe y un pocillo. Aqui, gracias al grifo en el bano de la planta de abajo, podia prepararse algo de beber sin tener que bajar tres tramos de escalera hasta la cocina. No era un lugar facil para vivir, pero si un lugar en el que el tambien habria podido sentirse a gusto. Dalgliesh y Kate recorrian la estancia sin hablar. El vio que la ventana orientada al este daba acceso a un pequeno balcon de hierro forjado con unos peldanos de hierro que ascendian a la azotea. Abrio la ventana al frescor de la manana y subio. Kate no le siguio.

El piso de Dalgliesh, Tamesis arriba, en Queenhithe, estaba a un tiro de piedra, y el dirigio la mirada al rio. Aunque tuviera tiempo o necesitara ir alli, sabia que no encontraria a Emma. Pese a tener una llave, ella nunca visitaba el piso si estaba en Londres a menos que estuviera el. Dalgliesh sabia que esto era parte de la forma tacita y cuidadosa de Emma de distanciarse del trabajo de el, un deseo que era practicamente una obsesion por no invadir su privacidad, privacidad que ella respetaba porque la entendia y la compartia. Un amante no era una adquisicion ni un trofeo del que uno se apoderaba. Habia siempre una parte de la personalidad que permanecia inviolada. Cuando se enamoraron, ella se quedaba dormida en sus brazos, y el se agitaba de madrugada, buscandola pero sabiendo que no estaba. Dalgliesh le llevaba el te de primera hora a la habitacion de los invitados. Esto ahora pasaba con menos frecuencia. Al principio la separacion le preocupaba. Como no se atrevia a preguntarselo, en parte porque temia conocer la respuesta, habia llegado a sus propias conclusiones. Dado que el no hablaba, o quiza no hablaria, abiertamente de la realidad de su trabajo, ella necesitaba separar el amante y el detective. Podian hablar del empleo de ella en Cambridge, y lo hacian a menudo, a veces discutiendo alegremente, pues compartian una pasion por la literatura. El trabajo de el no contenia un terreno comun. Ella no era tonta ni hipersensible, reconocia la importancia del trabajo de Adam, pero este sabia que aun se extendia entre ellos como un matorral inexplorado y peligrosamente minado.

Habia estado en la azotea menos de un minuto. Desde este lugar alto y privado, Rhoda Gradwyn habia contemplado como la aurora acariciaba los capiteles y las torres de la City pintandolos de luz. Bajo y se reunio con Kate.

– Mejor que empecemos con los archivos -dijo.

Se sentaron al escritorio uno al lado del otro. Todas las cajas estaban pulcramente etiquetadas. La denominada Sanctuary Court contenia la copia de su complicado contrato de arrendamiento -ahora, veia el, con sesenta y siete anos pendientes-, correspondencia con su abogado, detalles y presupuestos relacionados con reformas y mantenimiento. Su agente y su abogado tenian sendas carpetas con su nombre. En otro archivador, titulado Finanzas, estaban sus extractos de cuentas bancarias e informes regulares de sus banqueros o del estado de sus inversiones. Mientras hojeaba, Dalgliesh se sorprendio de lo bien que le iba a Rhoda Gradwyn. Tenia una fortuna de dos millones de libras, la cartera de acciones con un claro equilibrio entre valores de renta variable y bonos del Estado.

– Seria mas logico encontrar estos papeles en uno de los cajones cerrados -dijo Kate-. No parecia preocuparle que un intruso descubriera cuanto tenia, probablemente porque pensaba que la casa era segura. O quizas es que no le importaba lo mas minimo. No vivia como una mujer rica.

– Supongo que cuando aparezca Newton Macklefield con el testamento nos enteraremos de quien va a beneficiarse de todo este dineral.

Volvieron la atencion a la hilera de archivadores que contenian copias de sus articulos en prensa y revistas. Cada caja, rotulada con el periodo de anos abarcado, incluia los articulos por orden cronologico, algunos con tapas de plastico. Cogieron un archivo cada uno y se acomodaron para trabajar.

– Anota cualquier cosa relacionada, aunque sea de forma indirecta, con la Mansion Cheverell o cualquiera de las personas que estan alli -dijo Dalgliesh.

Durante casi una hora trabajaron en silencio; de pronto, Kate deslizo por la mesa un monton de recortes de periodico.

– Esto es interesante, senor. Un largo articulo en la Paternoster Review sobre el plagio, publicado en el numero de primavera de 2002. Al parecer suscito interes. Hay unos cuantos recortes adjuntos, entre ellos un informe de una pesquisa judicial y otro de un entierro con una foto. -Se lo alcanzo-. Una de las personas que esta junto a la tumba se parece mucho a la senorita Westhall.

Dalgliesh cogio una lupa del kit y examino la imagen. La mujer iba sin sombrero y estaba de pie algo apartada de un grupo de dolientes. Solo se le veia la cabeza y la cara estaba parcialmente oscurecida, pero al cabo de un minuto Dalgliesh tenia pocas dudas. Dio la lupa a Kate y dijo:

– Si, es Candace Westhall.

Centro su atencion en el articulo. Leia muy rapido y le fue facil captar lo esencial. El articulo era inteligente, estaba bien escrito y meticulosamente documentado, y lo leyo con verdadero interes y creciente respeto. Trataba de casos de plagio sin apasionamiento y de forma imparcial, penso, unos pertenecientes al pasado lejano, otros mas recientes, algunos conocidos, muchos nuevos para el. Era interesante lo que Rhoda Gradwyn decia sobre la copia aparentemente inconsciente de expresiones e ideas y las curiosas coincidencias ocasionales en la literatura cuando una idea potente entra simultaneamente en dos cabezas como si hubiera llegado su hora. Analizaba, asimismo, los modos sutiles mediante los cuales los grandes escritores han influido en las generaciones posteriores, igual que Bach y Beethoven o los principales pintores. Pero el caso mas importante de plagio que abordaba era, sin duda, uno de caracter flagrante que Gradwyn afirmaba haber descubierto por casualidad. El caso era fascinante porque, al parecer, el hurto por parte de una escritora joven y de talento y obvia originalidad habia sido innecesario. Una joven novelista que todavia estaba en la universidad, Annabel Skelton, habia escrito su primera novela, muy elogiada y preseleccionada para un importante premio literario britanico, en la que cierto numero de frases, fragmentos de dialogos y descripciones intensas habian sido sacados palabra por palabra de una obra de ficcion publicada en 1927 por una escritora ya olvidada cuyo nombre Dalgliesh no habia oido en su vida. El caso era incontrovertible, entre otras cosas por la calidad de la prosa de Gradwyn y la equidad del articulo. Aparecio cuando los tabloides andaban escasos de noticias, y los periodistas sacaron el mayor provecho del escandalo. Hubo vociferantes exigencias de que se excluyera la novela de Annabel Skelton de la lista de candidatos nominados. El resultado de todo ello fue tragico: tres dias despues de que apareciera el articulo, la chica se suicido. Si Candace Westhall habia tenido una relacion intima con ella -amante, amiga, profesora, admiradora-, ahi habia un movil, segun algunos, lo bastante fuerte para llegar a matar.

Entonces sono el telefono. Era Benton, y Dalgliesh conecto el movil al manos libres para que Kate pudiera oir. Controlando cuidadosamente su entusiasmo, Benton dijo:

– Hemos localizado el coche, senor. Es un Ford Focus, W341 UDG.

– Que rapido, sargento. Enhorabuena.

– Me temo que inmerecida, senor. Hemos tenido un golpe de suerte. El nieto de los Shepherd llego tarde la noche del viernes para pasar el fin de semana con ellos. Ayer estuvo fuera todo el dia visitando a una novia, por lo que no le hemos visto hasta esta manana. Nos ha dicho que estuvo yendo detras de ese coche durante unos kilometros y lo vio pararse junto a las piedras. Eran alrededor de las once y media del viernes. En el coche solo habia una persona, y, tras aparcar, el conductor apago las luces. Le pregunte por que habia apuntado la matricula y me contesto que el 341 es un numero brillante.

– Que bien que atrajera su interes. ?Brillante en que sentido? ?Ha explicado a que se debe su fascinacion?

– Por lo visto es un termino matematico, senor: 341 se describe como un numero brillante porque tiene dos

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