«Benton» en vez de «sargento», vaya, ya es algo. Ojala supiera quien eres tu, penso. Pero por esto, en parte, le fascinaba su trabajo. Tenia un jefe que seguia siendo para el un enigma, y siempre lo seria.

– El comportamiento de la enfermera Holland esta manana, ?no fue un poco extrano? -dijo Kate-. Cuando Kim le dijo que la senorita Gradwyn no la habia llamado para pedir el te, ?no habria sido mas logico que la enfermera comprobara enseguida si la paciente estaba bien en vez de decirle a Kim que subiera el te? A lo mejor estaba procurando asegurarse de que hubiera un testigo con ella cuando descubriera el cadaver. ?Sabria ya que la senorita Gradwyn estaba muerta?

– Chandler-Powell dice que el abandono la habitacion de la enfermera Holland a la una -dijo Benton-. ?No habria sido logico que ella hiciera entonces una visita a su paciente? Lo pudo haber hecho perfectamente, con lo que habria sabido que Gradwyn estaba muerta al pedir a Kimberley que llevara el te. Siempre es aconsejable tener un testigo cuando descubres el cadaver. De todos modos, esto no significa que ella la asesinara. Como he dicho antes, no me imagino a Chandler-Powell ni a la enfermera Holland estrangulando a una paciente, sobre todo cuando han acabado de intervenirla.

Kate parecio estar dispuesta a discutir esta cuestion, pero no dijo nada. Era tarde, y Dalgliesh sabia que todos estaban cansados. Ya era hora de exponer el plan del dia siguiente. El y Kate irian a Londres a ver que pruebas obtenian en la casa de Rhoda Gradwyn en la City. Benton y el agente Warren se quedarian en la Mansion. Dalgliesh habia aplazado el interrogatorio de Robin Boyton con la esperanza de que manana se habria calmado y estaria dispuesto a cooperar. Las prioridades eran que Benton y Warren interrogaran a Boyton; que localizaran, si era posible, el coche que habia sido visto cerca de las Piedras de Cheverell; que establecieran el enlace con los agentes de la escena del crimen, cuyo trabajo en principio debia estar terminado hacia mediodia; y que mantuvieran una presencia policial en la Mansion y garantizaran que los guardias de seguridad contratados por el senor Chandler-Powell no entraran en la escena del crimen. A eso del mediodia tambien se esperaba el informe de la doctora Glenister sobre la autopsia; Benton telefonearia a Dalgliesh en cuanto lo hubieran recibido. Aparte de estas tareas, Dalgliesh decidiria por iniciativa propia si habia que interrogar otra vez a algun sospechoso.

Era casi medianoche cuando Benton llevo las tres copas de vino a la cocina para lavarlas. Acto seguido, el y Kate se pusieron en camino a traves de la oscuridad fragante, lavada por la lluvia, rumbo a la Casa de la Glicina.

TERCERA PARTE

16-18 de diciembre Londres, Dorset, Midlands, Dorset

1

Dalgliesh y Kate salieron de Stoke Cheverell antes de las seis, una hora temprana en parte porque Dalgliesh tenia una fuerte aversion al denso trafico de la manana, pero tambien porque en Londres necesitaba tiempo suplementario. Debia entregar en el Yard unos documentos en los que habia estado trabajando, recoger el borrador de un informe confidencial del que se requerian sus comentarios y dejar una nota en la mesa de su secretaria. Una vez hecho esto, el y Kate viajaron en silencio por las calles casi desiertas.

Para Dalgliesh, como para muchos, las primeras horas de un domingo por la manana en la City tenian un atractivo especial. Durante cinco dias laborables, el aire palpita de energia, y uno llega a creer que la gran riqueza del lugar esta siendo fisicamente extraida a martillazos, a base de sudor y agotamiento, en alguna sala de maquinas subterranea. El viernes por la tarde, los engranajes dejan poco a poco de girar, y al observar a los trabajadores de la City que se aglomeran por miles en los puentes del Tamesis y se dirigen a sus estaciones de tren, al ver ese exodo masivo, uno repara en que no es tanto una cuestion de voluntad como de obediencia a un impulso plurisecular. Un domingo por la manana a primera hora, la City, lejos de acomodarse para dormir mas profundamente, yace expectante en silencio, aguardando la aparicion de un ejercito fantasmagorico, convocado por campanas para adorar a viejos dioses en sus santuarios cuidadosamente preservados y para recorrer tranquilas calles recordadas. Incluso el rio parece fluir mas despacio.

Encontraron aparcamiento a unos centenares de metros de Absolution Alley, y Dalgliesh echo un ultimo vistazo al plano, cogio el kit, y los dos se pusieron a andar en direccion este. Habria sido facil pasar por alto la estrecha entrada adoquinada bajo un arco de piedra, con unos ornamentos que no armonizaban con aquella abertura tan estrecha. El patio enlosado, con dos apliques que solo iluminaban una penumbra dickensiana, era pequeno, y en el centro habia un pedestal sobre el que se levantaba una estatua deteriorada por el paso del tiempo, posiblemente de antiguo significado religioso pero que ahora no era mas que una masa petrea informe. El numero ocho estaba en el lado este, la puerta pintada de un verde tan oscuro que casi parecia negro y con un llamador de hierro con forma de buho. Al lado del numero ocho habia una tienda que vendia grabados antiguos, y que en el exterior tenia un expositor de madera ahora vacio. Un segundo edificio era obviamente una agencia de colocacion, pero nada revelaba el tipo de trabajadores que esperaba atraer. En otras puertas habia pequenas placas brunidas con nombres desconocidos. El silencio era absoluto.

La puerta tenia dos cerraduras de seguridad, pero no costo nada encontrar las llaves pertinentes en el manojo de la senorita Gradwyn, y se abrio sin dificultad. Dalgliesh alargo la mano y encontro el interruptor de la luz. Entraron en una estancia pequena, revestida de paneles de roble y con un adornado techo enlucido que incluia la fecha: 1684. En la parte de atras, una ventana dividida con parteluces daba a un patio empedrado con espacio para poco mas que un arbol sin hojas en un inmenso tiesto de terracota. A la derecha habia una hilera de perchas para abrigos con un estante debajo para zapatos, y a la izquierda una mesa rectangular de roble en la que se veian cuatro sobres, sin duda facturas o catalogos, que, penso Dalgliesh, seguramente habian llegado antes de que la senorita Gradwyn saliera el jueves para la Mansion y que, como probablemente habria considerado ella, muy bien podian esperar hasta su regreso. El unico cuadro era una pequena pintura al oleo de un hombre del siglo XVII con una cara larga y delicada, que colgaba encima de la chimenea de piedra y que Dalgliesh, tras un primer examen, penso que era una reproduccion del conocido retrato de John Donne. Encendio la luz de encima del retrato y lo estudio unos instantes en silencio. Colgado solo en una habitacion que era un lugar de paso, adquiria un poder iconico, quiza como el genio que presidiera la casa. Dalgliesh apago la luz y se pregunto si asi habia sido tambien para Rhoda Gradwyn.

Una escalera de madera sin alfombrar conducia a la primera planta. Delante se veia la cocina, con un pequeno comedor en la parte trasera. La cocina estaba magnificamente bien dispuesta y equipada, era el espacio de una mujer que sabia cocinar, aunque ni ahi ni en el comedor se detectaban signos de uso reciente. Subieron a la segunda planta. Habia un cuarto de invitados con dos camas individuales, las colchas identicas bien extendidas y una ducha y un lavabo con vista al patio. De nuevo todo sin senales de ocupacion. El espacio de arriba era casi una replica del de la segunda planta, pero aqui el dormitorio, con una sola cama, era con toda evidencia el de la senorita Gradwyn. En una mesilla habia una lampara de estudio moderna, un reloj de mesa cuyo tictac sonaba anormalmente fuerte en la quietud, y tres libros: la biografia de Pepys de Clare Tomalin, un volumen de poesia de Charles Causley y una antologia de narraciones cortas actuales. La estanteria del cuarto de bano contenia muy pocos botes y tarros, y Kate, que vencida por su curiosidad femenina habia alargado la mano, se echo atras. Ni Dalgliesh ni ella habian entrado en el mundo privado de la victima sin ser conscientes de que su presencia, bien que necesaria, era una violacion de la intimidad. El sabia que Kate siempre hacia una distincion entre los objetos que debia examinar y llevarse y la curiosidad natural ante una vida que se habia librado para siempre de cualquier

Вы читаете Muerte en la clinica privada
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату