– El jueves por la noche, a eso de las diez. Vine en coche desde Londres.
– ?La senorita Gradwyn no le pidio que la trajera en coche?
– No. Y tampoco esperaba yo que lo hiciera. A ella le gustaba conducir, no que la condujeran. Sea como fuere, Rhoda tenia que estar aqui a primera hora para que la examinaran y todo eso, y yo no podia salir hasta la tarde. Traje conmigo algo de comida para desayunar el viernes, pero por lo demas pensaba comprar lo que necesitara en cualquier tienda del pueblo. Llame a la Mansion para decir que llegaria y para preguntar por Rhoda, y me dijeron que dormia. Pregunte cuando podria verla, y la enfermera Holland me contesto que la paciente habia pedido expresamente no recibir visitas, asi que no insisti. Pense en pasar a ver a mis primos, viven aqui al lado, en la Casa de Piedra, donde estaban las luces encendidas, pero supuse que no seria precisamente bienvenido, sobre todo pasadas las diez de la noche. Vi la television durante una hora y me fui a acostar. Me temo que el viernes se me pegaron las sabanas, asi que no pregunten sobre nada sucedido antes de las once. A esa hora llame otra vez a la Mansion y me dijeron que la operacion habia ido bien y que Rhoda estaba recuperandose. Me repitieron que no queria recibir visitas. Almorce a eso de las dos en el pub del pueblo, y luego di una vuelta en coche e hice unas compras. Regrese y me quede aqui toda la noche. El sabado me entere del asesinato de Rhoda cuando vi llegar los coches de la policia, e intente entrar en la Mansion. Al final consegui apartar al polizonte de la puerta e irrumpi en el intimo y acogedor tinglado que habia montado su jefe. Pero todo esto ya lo sabe.
– Antes de abrirse camino por la fuerza el sabado por la tarde, ?entro antes en algun momento en la Mansion? -pregunto Benton.
– No. Creia que esto ya lo habia dejado claro.
– ?Cuales fueron sus movimientos desde las cuatro y media del viernes hasta el sabado por la tarde, cuando se entero del crimen? Pregunto concretamente si salio en algun momento el viernes por la noche. Es muy importante. Quiza vio algo o a alguien.
– Ya se lo he dicho, no sali, y como no sali, no vi nada ni a nadie. A las once estaba en la cama.
– ?No oyo coches? ?Alguno que llegara a ultima hora de la noche o el sabado de madrugada?
– ?Que llegara adonde? Ya se lo he dicho. A las once estaba acostado. Y por si quiere saberlo, borracho. Supongo que si un tanque se hubiera estrellado contra la puerta delantera lo habria oido, pero dudo que yo hubiera podido llegar abajo.
– Pero el viernes por la tarde tomo una copa y comio en el Cressett Arms. Y luego visito usted una casa cerca del cruce, ?no? Una algo retirada de la carretera con un largo jardin delantero, conocida como Casa del Romero.
– Si, asi es. Pero no habia nadie. La casa estaba vacia y con un cartel de «Se vende» en la verja. Esperaba que los duenos tuvieran la direccion de alguien que yo conocia y que antes vivia alli. Era una cuestion particular sin importancia. Quiero mandarle una postal de Navidad, tan simple como eso. No tiene nada que ver con el asesinato. Mog paso en bicicleta, seguro que de visita a su novia a ver que pillaba, y el le habra soplado el chisme. En este punetero pueblo hay gente que no sabe mantener la boca cerrada. Se lo repito, no tenia nada que ver con Rhoda.
– No estamos insinuando lo contrario, senor Boyton. Pero se le ha pedido que contara lo que hizo desde que llego. ?Por que ha ocultado esto?
– Porque se me habia olvidado. No era importante. Vale, fui al pub del pueblo a almorzar. No vi a nadie y no paso nada. No recuerdo todos los pormenores. Estoy trastornado, confuso. Si van a seguir dandome la lata, tendre que mandar llamar a un abogado.
– Desde luego puede hacerlo si lo estima necesario. Y si cree seriamente que le estamos dando la lata, no dude en presentar una queja formal. Quiza queramos interrogarle de nuevo antes de que se marche, o en Londres. Entretanto, le sugiero que, si hay algun otro hecho, por poco importante que sea, que se le haya olvidado mencionar, nos lo haga saber lo antes posible.
Se levantaron para irse. Entonces Benton cayo en la cuenta de que no le habia preguntado por el testamento de la senorita Gradwyn. Haber olvidado esta orden de AD habria sido un error grave. Enojado consigo mismo, hablo casi sin pensar.
– Dice que era amigo intimo de la senorita Gradwyn. ?Alguna vez ella le confio algo acerca de su testamento, le insinuo que usted podria ser beneficiario? Quiza la ultima vez que se vieron. ?Cuando fue esto?
– El 21 de noviembre, en el Ivy. Nunca menciono su testamento. ?Por que iba a hacerlo? Los testamentos tienen que ver con la muerte. Ella no pensaba morirse. La operacion no comportaba ningun riesgo. ?Por que estamos hablando de su testamento? ?Me esta diciendo que lo ha visto?
Y ahora, inconfundible bajo su tono indignado, asomaba la curiosidad tenida de verguenza y una chispa de esperanza.
– No, no lo hemos visto -dijo Benton con aire de indiferencia-. Se me acaba de ocurrir.
Boyton no les acompano a la salida. Lo dejaron sentado a la mesa, la cabeza entre las manos. Cerraron la puerta del jardin a su espalda e iniciaron el camino de regreso a la Vieja Casa de la Policia.
– Bueno, ?que piensas de el? -dijo Benton.
– No mucho, sargento. Muy despierto no parece. Y ademas es rencoroso. Pero no lo veo como asesino. Y si hubiera querido matar a la senorita Gradwyn, ?por que iba a seguirla hasta aqui? Habria tenido mas oportunidades en Londres. En todo caso, no se como habria podido hacerlo sin un complice.
– Quiza la propia Gradwyn -dijo Benton-, dejandole entrar para lo que pensaba que seria una charla confidencial. Pero ?el dia de su operacion? Raro, desde luego. Esta asustado, es obvio, pero tambien ansioso. ?Y por que se queda en el chalet? Tengo la sensacion de que miente sobre el asunto importante que queria discutir con Rhoda Gradwyn. Coincido en que es dificil verlo como asesino, pero aqui lo mismo pasa con todos. Y creo que ha mentido sobre el testamento.
Caminaban en silencio. Benton se preguntaba si habia hablado demasiado. Penso que debia resultar dificil para Warren ser parte de un equipo pero a la vez miembro de otra fuerza. Solo participaban en las reuniones vespertinas los integrantes de la unidad especial, aunque, al verse excluido, Warren seguramente se sentia mas aliviado que ofendido. Le habia dicho a Benton que hacia las siete volveria en coche a Wareham, con su esposa y sus cuatro hijos. En general estaba demostrando que valia, y Benton le tenia simpatia, se sentia comodo con el metro ochenta y cinco de musculo firme caminando a su lado. Tenia mucho interes en garantizar que la vida familiar de Warren no resultara muy alterada. Su esposa era de Cornualles, y esa manana Warren habia llegado con seis empanadas de Cornualles muy suculentas y de un sabor extraordinario.
3
Durante el viaje al norte, Dalgliesh hablo poco. Eso no tenia nada de extrano, y a Kate esta taciturnidad no la incomodaba; viajar con Dalgliesh en amigable silencio siempre habia sido un placer intimo y curioso. Cuando ya se acercaban a la periferia de Droughton Cross, Kate concentro su atencion en dar instrucciones precisas mucho antes de que llegara una bocacalle, y en pensar en el inminente interrogatorio. Dalgliesh no habia telefoneado para avisar al reverendo Curtis de su llegada. Pero en principio no hacia falta, pues a los clerigos normalmente se les podia encontrar los domingos, si no en las vicarias o iglesias, en algun lugar de la parroquia. Ademas, una visita por sorpresa tambien tenia sus ventajas.
La direccion que buscaban era 2 Balaclava Gardens, la quinta bocacalle de Marland Way, una ancha avenida que conducia al centro de la ciudad. Aqui no habia calma dominical. El trafico era denso, coches, furgonetas de reparto y una serie de autobuses se amontonaban en la reluciente calzada. El chirriante estruendo era un continuo contrapunto discordante de la incesante estridencia de «Rudolf, el reno de la nariz roja», interrumpida con los primeros versos de los villancicos mas conocidos. Sin duda, en el centro de la ciudad el «Festival de invierno» estaba siendo adecuadamente celebrado por la decoracion municipal oficial, pero en esta carretera menos privilegiada, los esfuerzos individuales y descoordinados de los comerciantes y propietarios de cafeterias, los farolillos empapados de lluvia y las banderitas descoloridas, las ritmicas luces parpadeando del rojo al verde y al amarillo y el ocasional arbol navideno humildemente adornado parecian menos una celebracion que una desesperada defensa contra la desesperacion. Los rostros de los compradores vistos a traves de las ventanillas