– Me sorprende que tus primos hayan heredado tanto habiendo sido las muertes tan seguidas, el padre y el abuelo. El impuesto de sucesiones habra sido tremendo.

– El viejo abuelo Theodore ya habia pensado en ello. Ya te he dicho que era muy listo con el dinero. Antes de que le aquejara su ultima enfermedad se hizo una especie de seguro. Sea como sea, el dinero esta ahi. Ellos lo tendran tan pronto se autentifique el testamento.

– Y a ti te gustaria recibir una parte.

– Francamente, creo que la merezco. Theodore Westhall tuvo dos hijos, Peregrine y Sophie. Sophie fue mi madre. Su matrimonio con Keith Boyton nunca gusto mucho a su padre, de hecho me parece que intento impedirlo. Entendia que Keith era una nulidad, un indolente cazafortunas que solo queria el dinero de la familia, y para ser sincero seguramente no andaba muy equivocado. La pobre mama murio cuando yo contaba siete anos. Me crio mi padre, bueno, mejor seria decir que me crie solo. En cualquier caso, al final se canso y me dejo en el internado Dotheboys Hall. Una mejora con respecto a Dickens, aunque no gran cosa. Pese a todo, una organizacion benefica pago la matricula. No era el lugar para un nino presumido, en especial si llevaba la etiqueta de inclusero colgada al cuello.

Robin agarraba la copa de vino como si fuera una granada, con los nudillos blancos. Por un momento Rhoda tuvo miedo de que se le rompiera en las manos. Luego el dejo de apretar con tanta fuerza, le sonrio y se llevo la copa a los labios.

– Desde la boda de mama -dijo-, los Boyton quedaron marginados en la familia. Los Westhall no olvidan ni perdonan.

– ?Donde esta ahora tu padre?

– Pues la verdad, Rhoda, es que no tengo la menor idea. Cuando consegui la beca para la escuela de arte dramatico, emigro a Australia. No hemos vuelto a estar en contacto. Por lo que se, puede que este casado, o muerto, o ambas cosas. Nunca estuvimos lo que se diria muy unidos. Y el ni siquiera nos ayudo. La pobre mama aprendio a escribir a maquina y ganaba una miseria en un servicio de dactilografia. Servicio de dactilografia, curiosa expresion. No creo que existan ahora. El de mama era especialmente lobrego.

– ?No habias dicho que eras huerfano?

– Y quiza lo sea. De todos modos, si mi padre no esta muerto, tampoco esta presente. En ocho anos ni siquiera una postal.

Si no esta muerto, seguro que le esta yendo bien. Era quince anos mayor que mi madre, asi que tendra mas de sesenta.

– Por lo que no es probable que aparezca pidiendo un poco de ayuda economica de la herencia.

– Bueno, si lo hiciera, no sacaria nada. No he visto el testamento, pero cuando telefonee al abogado de la familia, por puro interes, como comprenderas, me dijo que no me daria ninguna copia. Dijo que solo podia obtener una copia cuando se hubiera autentificado. No creo que me tome la molestia. Los Westhall dejarian dinero antes a un asilo para gatos que a un Boyton. Mi reclamacion se basa en la justicia, no en la legalidad. Soy primo suyo. Hemos estado en contacto. Tienen dinero de sobra, y en cuanto se legalice el testamento seran muy ricos. No les haria ningun dano mostrar ahora algo de generosidad. Por eso los visito. Me gusta recordarles que existo. El tio Peregrine solo sobrevivio treinta y cinco dias al abuelo. Seguro que el viejo Theodore aguanto todo lo posible con la esperanza de sobrevivir a su hijo. No se que habria pasado si el tio Peregrine hubiera muerto primero, pero al margen de las complicaciones legales, no habria habido nada para mi.

– Pero tus primos habran estado preocupados. En todos los testamentos hay una clausula segun la cual el legatario ha de sobrevivir veintiocho dias tras la muerte del testador si quiere heredar. Imagino que se preocuparon mucho de mantener a su padre con vida, es decir, si efectivamente sobrevivio durante esos vitales ocho dias. Quiza lo metieron en un congelador y lo sacaron fresco e impecable el dia adecuado. Este es el argumento de un libro de un novelista detective, Cyril Hare. Creo que se titula Untimely Death [Muerte inoportuna], pero quizas originalmente se publico con otro nombre. No recuerdo mucho de que va. Lo lei hace anos. Era un escritor elegante.

Robin estaba en silencio, y Rhoda vio que servia vino como si tuviera la mente en otro sitio. Dios mio, ?esta realmente tomando en serio este disparate? penso divertida y algo preocupada. En este caso, y si el empezaba a luchar por eso, su acusacion probablemente pondria punto final a la relacion con sus primos.

Se le ocurrian pocas cosas con mas probabilidades de cerrarle para siempre las puertas del Chalet Rosa y la Mansion Cheverell que una acusacion de fraude. Habia recordado inesperadamente la novela y habia hablado sin pensar. Era curioso que el tomara en serio sus palabras.

– Esta idea es una chifladura, claro -dijo el como sacudiendosela de encima.

– Desde luego. ?Te imaginas a Candace y Marcus Westhall apareciendo en el hospital mientras su padre esta in extremis, insistiendo en llevarselo a casa para meterlo en un oportuno congelador en el momento en que se muere a fin de descongelarlo ocho dias despues?

– No habria hecho falta que fueran al hospital. Candace lo atendio en casa los ultimos dos anos. Los dos viejos, el abuelo Theodore y el tio Peregrine, estaban en la misma clinica, en las afueras de Bournemouth, pero suponian tal tribulacion para las enfermeras que la direccion decidio que uno de ellos debia irse. Peregrine pidio que lo alojara Candace, en cuya casa se quedo hasta el final, cuidado por un chocho medico de cabecera local. Durante estos dos anos no lo vi. Se negaba a recibir visitas. Podia haber funcionado.

– No lo creo, la verdad -dijo ella-. Hablame de las otras personas de la Mansion aparte de tus primos. Las principales, en todo caso. ?A quien conocere?

– Bueno, esta el propio gran George, naturalmente. Luego la abeja reina de los servicios de enfermeria, la enfermera Flavia Holland, muy sexy si los uniformes te ponen. No te agobiare con el resto del personal. La mayoria viene en coche desde Wareham, Bournemouth o Poole. El anestesista era un especialista del Servicio Nacional de Salud, donde aguanto todo lo que pudo hasta retirarse a una agradable casita en la costa de Purbeck. Un trabajo a tiempo parcial en la Mansion le viene muy bien. La mas interesante es Helena Haverland, de soltera Cressett. La llaman administradora general, y se encarga practicamente de todo, desde gobernar la casa hasta llevar la contabilidad. Llego a la Mansion tras su divorcio, hace seis anos. Lo intrigante de Helena es su nombre. Su padre, sir Nicolas Cressett, vendio la Mansion a George despues de la debacle de Lloyds. Estaba en una organizacion equivocada y lo perdio todo. Cuando George puso el anuncio en que pedia un administrador general, Helena hizo la solicitud y consiguio el puesto. Alguien mas sensible que George no la habria contratado. Pero ella conocia la casa a fondo, y parece que se ha vuelto indispensable, que lista. No le caigo bien.

– Que poco razonable.

– Si, ?verdad? Pero tambien creo que no le cae bien practicamente nadie. En su actitud hay cierta altivez familiar. Al fin y al cabo, su familia fue duena de la Mansion durante casi cuatrocientos anos. Ah, he de mencionar a los dos cocineros, Dean y Kim Bostock. George seguramente los birlo de algun sitio bueno, me han dicho que la comida es estupenda, pero nunca me han invitado a probarla. Esta tambien la senora Frensham, la vieja gobernanta de Helena, que esta al cargo de la oficina. Es la viuda de un sacerdote de la Iglesia de Inglaterra y encaja en el papel, es como tener una incomoda conciencia publica sobre dos patas acechando por todas partes para recordarle a uno sus pecados. Y tambien hay una chica extrana que habran encontrado por ahi, Sharon Bateman, una especie de mensajera que realiza cometidos indeterminados en la cocina y para la senorita Cressett. Deambula por la casa llevando bandejas. En lo que a ti respecta, esto es practicamente todo.

– ?Como sabes todo esto, Robin?

– Porque tengo los ojos abiertos y los oidos atentos cuando estoy bebiendo con los vecinos en el pub del pueblo, el Cressett Arms. Soy el unico que lo hace. No es que sean dados a cotillear con desconocidos. En contra de lo que comunmente se cree, los del pueblo no. Pero he captado algunas naderias. A finales del siglo XVII, la familia Cressett tuvo una disputa tremebunda con el parroco local y no volvio a la iglesia nunca mas. El pueblo se puso del lado del cura, y la enemistad se mantuvo a lo largo de los siglos, como pasa a menudo. George Chandler-Powell no ha hecho nada para cerrar las heridas. En realidad, la situacion le conviene. Los pacientes van alli en busca de privacidad, y el no quiere que se hable de ellos en el pueblo. Un par de vecinas forman parte del equipo de limpieza, pero la mayoria del personal viene de mas lejos. Y tambien esta el viejo Mog, el senor Mogworthy. Trabajaba como jardinero-factotum para los Cressett, y George se ha quedado con el. Es una mina de informacion si uno sabe como sacarsela.

– No me lo creo.

– ?No te crees que?

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