pano de cocina colgado de un clavo junto al fregadero, lo puso bajo el grifo y volvio a lavarse la cara. Al fin, Lettie fue capaz de ponerse en pie y, tras pasar un brazo por la cintura de Candace, la acompano a una segunda silla.
– Lo siento, es el hedor -dijo Candace-. Nunca he podido soportar ese olor concreto.
Con el horror de esa muerte solitaria todavia abrasandole la mente, Lettie sintio una subita compasion a la defensiva.
– No es el olor de la muerte, Candace. No pudo evitarlo. Tuvo un accidente, quiza por culpa del terror. A veces pasa.
– Hemos de llamar a la policia -dijo-. El comandante Dalgliesh nos dio un numero. ?Lo recuerdas? -Candace nego con la cabeza-. Yo tampoco. Jamas pense que lo necesitariamos. El y ese otro policia estaban siempre por ahi. Ire en su busca.
Pero ahora Candace, con la cabeza echada hacia atras y la cara tan palida que parecia desprovista de cualquier emocion, de todo aquello que la hacia especial, era solo una mascara de carne y hueso. Dijo:
– ?No! No vayas. Estoy bien, pero creo que debemos permanecer juntas. Tengo el movil en el bolsillo. Utilizalo para hablar con alguien de la Mansion. Prueba primero con la oficina y luego con George. Dile que llame a Dalgliesh. George no ha de venir. No ha de venir nadie. No podria aguantar a una multitud, preguntas, curiosidad, compasion. Ya tendremos todo eso, pero no ahora.
Lettie llamo a la oficina. Como no contestaban, marco el numero de George. Mientras escuchaba y esperaba respuesta, dijo:
– George no ha de venir en ningun caso. Lo comprendera. La casa sera una escena del crimen.
La voz de Candace sono brusca.
– ?Que crimen?
Aun no habia respuesta del telefono de George.
– Podria ser suicidio -dijo Lettie-. ?El suicidio no es un crimen?
– ?Te parece suicidio? ?Eh?
– Tienes razon. No sabemos nada. Y el comandante Dalgliesh no querra aglomeraciones. Nos quedaremos y esperaremos.
Por fin en el movil hubo respuesta y Lettie oyo la voz de George.
– Llamo desde la Casa de Piedra -dijo ella-. Candace esta aqui conmigo. Hemos encontrado el cadaver de Robin Boyton en el congelador en desuso. ?Podria comunicarselo al comandante Dalgliesh lo antes posible? Mejor no decirselo a nadie mas hasta que el llegue. Y no venga por aqui. No deje que venga nadie.
George hablo con tono brusco.
– ?El cadaver de Boyton? ?Seguro que esta muerto?
– Seguro, George, pero ahora no puedo explicarlo. Si, estamos bien. Conmocionadas, pero bien.
– Buscare a Dalgliesh. -Y ahi acabo la conversacion.
Ninguna de las dos decia nada. En el silencio, Lettie era consciente solo de la respiracion profunda de ambas. Estaban sentadas en dos sillas de la cocina, sin hablar. Transcurria el tiempo, un tiempo interminable, ilimitado. De pronto pasaron unas caras frente a la ventana del otro lado. Habia llegado la policia. Lettie pensaba que los recien llegados entrarian sin mas, pero se oyo un golpe en la puerta, y, tras mirar el rigido rostro de Candace, fue a abrir. Entro el comandante Dalgliesh seguido de la inspectora Miskin y el sargento Benton-Smith. Para sorpresa de Lettie, Dalgliesh no fue inmediatamente al congelador sino que se preocupo de las dos mujeres. Cogio dos vasos del aparador, los lleno bajo el grifo y se los llevo. Candace dejo el suyo sobre la mesa, pero Lettie reparo en que se moria de ganas de beber agua y apuro el suyo. Era consciente de que el comandante Dalgliesh las observaba con atencion.
– Tengo que hacerles algunas preguntas -dijo-. Las dos han sufrido un
Mirandole fijamente, Candace dijo:
– Si, descuide. Gracias.
Lettie murmuro su consentimiento.
– Entonces quiza mejor que vayan a la otra estancia. Estare con ustedes enseguida.
La inspectora Miskin las siguio hasta la sala de estar.
Tomaron asiento en el banco de madera de roble, y la inspectora Miskin acerco dos sillas que coloco delante de ellas. Sin sentarse, dijo:
– ?Desean algo? Te, cafe…, si la senorita Westhall me dice donde estan las cosas.
La voz de Candace fue implacablemente aspera.
– Nada, gracias. Lo unico que queremos es salir de aqui.
– El comandante Dalgliesh no tardara.
Y asi fue. Apenas hubo Kate terminado de hablar, Dalgliesh aparecio y se sento en una de las sillas. La inspectora Miskin ocupo la otra. La cara de Dalgliesh, a escasos centimetros de las suyas, estaba palida como la de Candace, si bien era imposible adivinar que pasaba detras de aquella enigmatica mascara esculpida. Su voz era dulce, casi compasiva, pero Lettie estaba convencida de que las ideas que la mente del comandante estaba procesando con afan tenian poco que ver con la compasion.
– ?Por que han venido las dos esta manana a la Casa de Piedra? -pregunto. Fue Candace quien respondio.
– Buscabamos a Robin. Su socio ha llamado a la oficina a eso de las diez menos veinte para decir que no habia podido ponerse en contacto con Robin desde ayer por la manana y estaba preocupado. La senora Frensham ha venido primero y ha visto los restos de una comida en la mesa de la cocina, el coche en el camino de entrada, y que al parecer no habia dormido en su cama. Asi que luego hemos venido las dos para hacer un registro a fondo.
– ?Alguna de las dos sabia o sospechaba que encontrarian a Robin Boyton en el congelador?
Dalgliesh no tuvo ningun reparo en formular la pregunta, que era casi crudamente explicita. Lettie esperaba que Candace no perdiera la calma. Ella se limito a pronunciar un tranquilo «no», y, mirando a Dalgliesh a los ojos, penso que este la habia creido.
Candace permanecio en silencio unos instantes mientras Dalgliesh esperaba.
– Esta claro que no, de lo contrario habriamos mirado en el congelador enseguida. Buscabamos a un hombre vivo, no un cadaver. Yo creia que Robin apareceria pronto, pero su ausencia era desconcertante, pues no es dado a pasear por el campo; supongo que esperabamos hallar una pista que explicara adonde podia haber ido.
– ?Cual de las dos ha abierto el congelador?
– Yo -dijo Lettie-. La vieja despensa, que es la habitacion de al lado, ha sido el ultimo sitio en el que hemos buscado. Candace volvia de mirar alli, y yo he levantado la tapa del congelador movida por un impulso, casi sin pensar. Habiamos mirado en los armarios del Chalet Rosa, en los de aqui y en los cobertizos de los jardines, por lo que imagino que mirar en el congelador era algo normal.
Dalgliesh no dijo nada.
– En ningun momento se me habia ocurrido que Robin pudiera estar muerto, y ninguna de las dos ha mencionado esa posibilidad. He tomado la iniciativa, y tan pronto hemos comenzado a mirar en armarios y roperos y a hacer un registro minucioso, supongo que lo mas logico era seguir adelante, como ha dicho Lettie. Quizas en lo mas recondito de mi mente rondaba la posibilidad de un accidente, pero ninguna de las dos ha pronunciado la palabra.