Este cedio mas facilmente. Contenia una carpeta de papel manila y un libro. El libro era viejo, en rustica, Untimely Death, de Cyril Hare; y en la carpeta habia solo una hoja de papel escrita por ambos lados. Era la copia de un testamento con el encabezamiento «Testamento y ultimas voluntades de Peregrine Richard Westhall» y fechado a mano en la ultima pagina: «Doy fe a siete de julio de dos mil cinco». Junto al testamento habia un recibo de cinco libras de la Oficina de Autentificacion de Holborn. Todo el documento estaba escrito a mano, una letra negra y recta, fuerte en algunos sitios pero mas temblorosa en el ultimo parrafo. En el primero nombraba albaceas testamentarios a su hijo Marcus Saint John Westhall, a su hija Candace Dorothea Westhall y a sus abogados, Kershaw & Price-Nesbitt. En el segundo expresaba su deseo de ser incinerado en privado sin nadie presente a excepcion de los familiares mas cercanos, sin practicas religiosas ni funeral posterior. El tercer parrafo, donde la letra era bastante mas grande, decia: «Lego todos mis libros al Winchester College. El libro que no quiera el College se vendera, o se dispondra lo que decida mi hijo Marcus Saint John Westhall. Dejo todo lo demas que poseo, en dinero y bienes muebles, a mis dos hijos por igual, Marcus Saint John Westhall y Candace Dorothea Westhall.»

El testamento estaba firmado, y la firma atestiguada por Elizabeth Barnes, que se describia a si misma como empleada domestica y daba como direccion la Casa de Piedra, Stoke Cheverell; y Grace Holmes, enfermera, de la Casa del Romero, Stoke Cheverell.

– A primera vista, aqui no hay nada de interes para Robin Boyton -dijo Kate-, aunque evidentemente se tomo la molestia de conseguir esta copia. Supongo que deberiamos leer el libro. ?Eres rapido leyendo, Benton?

– Bastante, senora. Y no es especialmente largo.

– Entonces mas vale que empieces a leerlo en el coche mientras yo conduzco. Cogeremos una bolsa de Coxon y llevaremos todo esto a la Vieja Casa de la Policia. No creo que haya aqui nada que nos interese, pero sera mejor examinarlo a fondo.

– Aunque descubramos que tenia mas de un amigo resentido con el -dijo Benton-, por alguna razon no concibo a un enemigo que va a Stoke Cheverell con intencion de matarlo, consigue entrar en la casa de los Westhall y mete el cadaver en el congelador. Aunque logicamente una copia del testamento significara algo, a menos que el solo quisiera confirmar que el viejo no le habia dejado nada. No entiendo por que esta escrito a mano. Obviamente Grace Holmes ya no vive en la Casa del Romero. Esta en venta. Pero ?por que Boyton intento ponerse en contacto con ella? ?Y que le paso a Elizabeth Barnes? Ahora no esta trabajando para los Westhall. La fecha del testamento tambien es interesante, ?verdad?

– No solo la fecha -dijo Kate lentamente-. Dejemos este revoltijo. Cuanto antes llevemos esto a AD, mejor. Pero hemos de ir a ver tambien a la agente de la senorita Gradwyn. Tengo la impresion de que no tardaremos mucho con ella. Recuerdame quien es y donde esta, Benton.

– Eliza Melbury, senora. La cita es a las tres y cuarto. En su oficina de Camden.

– ?Maldita sea! Esto no nos viene de camino. Preguntare a AD si quiere que hagamos algo mas en Londres mientras estamos aqui. A veces tiene que recoger algo en el Yard. Luego buscaremos un sitio para tomar un almuerzo rapido y despues iremos a ver si Eliza Melbury nos cuenta algo. Al menos no hemos perdido la manana.

2

Con el coche atrapado en el trafico de Londres, el trayecto hasta la direccion de Eliza Melbury en Camden fue largo y pesa do. Benton esperaba que la informacion que obtuvieran de ella justificara el tiempo y el esfuerzo dedicados a tal fin. La oficina estaba encima de una verduleria, y el olor a frutas y verduras los siguio mientras subian por las estrechas escaleras hasta la prime ra planta y entraban en lo que con toda evidencia era la oficina general. Tres mujeres jovenes estaban sentadas frente a sendos ordenadores mientras un hombre de edad avanzada se dedicaba a recolocar libros, todos con sus brillantes sobrecubiertas, en una estanteria que cubria toda una pared. Se alzaron tres pares de ojos, y cuando Kate enseno la orden judicial, una de las muchachas se levanto y llamo a la puerta de la parte delantera del edificio y dijo con tono alegre:

– Esta aqui la policia, Eliza. Dijiste que la esperabas. Eliza Melbury estaba terminando una conversacion telefonica. Devolvio el auricular a su sitio, les sonrio y les indico dos sillas colocadas al otro lado del escritorio. Era una mujer corpulenta y atractiva, con una amplia mata de pelo negro rizado que le caia sobre los hombros y unas mejillas regordetas. Lucia un vistoso caftan adornado con abalorios.

– Han venido para hablar sobre Rhoda Gradwyn, desde luego -dijo-. Lo unico que se es que ustedes estan investigan do lo que se describe como una muerte sospechosa, o sea un asesinato, tal como lo entiendo yo. En este caso, es algo espantoso, pero no creo que yo pueda contarles nada que les sirva de ayuda. Ella acudio a mi hace veinte anos, cuando me fui de la agencia Dawkins-Bower y monte la mia propia, y permanecio conmigo desde entonces.

– ?La conocia usted bien? -pregunto Kate.

– Como escritora, creo que muy bien. Esto significa que yo era capaz de identificar un fragmento de prosa suyo, sabia como le gustaba relacionarse con los editores, y podia prever cual seria su respuesta a cualquier propuesta que yo le hiciera. La respetaba y le tenia simpatia, y estaba contenta de tenerla en mi lista. Almorzabamos juntas una vez cada seis meses, por lo general para hablar de cuestiones literarias. Fuera de eso, no puedo decir que la conociera.

– Nos la han descrito como una persona muy reservada -dijo Kate.

– Si, lo era. Al pensar en ella, como por supuesto he hecho desde que recibi la noticia, me imagino a alguien cargando con un secreto que necesitaba guardar y que le impedia establecer relaciones intimas. Al cabo de veinte anos la conocia poco mas o menos como al principio.

Benton, que habia estado mostrando un vivo interes por el mobiliario de la oficina, sobre todo por unas fotografias de escritores alineadas en una pared, dijo:

– Esto parece algo poco habitual entre una agente y un escritor. Siempre he pensado que, para que funcione, la relacion ha de ser especialmente estrecha.

– No forzosamente. Ha de haber carino y confianza, y el mismo punto de vista acerca de lo que es importante. Todos somos diferentes. Con algunos de mis autores he llegado a trabar una buena amistad. Muchos necesitan un grado muy elevado de implicacion personal. A veces quieren que hagas el papel de madre confesora, asesora financiera, consejera matrimonial, editora, albacea literaria, de vez en cuando cuidadora de ninos. Rhoda no precisaba ningun servicio de estos.

– Por lo que usted sabe, ?tenia enemigos? pregunto Kate.

– Era una periodista de investigacion. Quiza llego a molestar a ciertas personas. Nunca me dio a entender que se hubiera sentido alguna vez en peligro fisico. No me consta que nadie la hubiera amenazado. Una o dos personas manifestaron su intencion de iniciar acciones legales, pero yo le aconseje que no dijera ni hiciera nada, y, tal como suponia, nadie recurrio a la justicia. Rhoda no escribia nada que pudiera tacharse de falso o calumnioso.

– ?Ni siquiera un articulo en la Paternoster Review en que acusaba a Annabel Skelton de plagio? -pregunto Kate.

– Hubo quien utilizo ese articulo como arma arrojadiza contra el periodismo moderno en general, pero muchos reconocieron que era un trabajo serio sobre un tema interesante. Recibi la visita de una de las personas agraviadas, Candace Westhall, pero no entablo acciones judiciales. Tampoco habria podido hacerlo. Los parrafos que la ofendian estaban escritos en un lenguaje moderado y su veracidad era innegable. Esto paso hace unos cinco anos.

– ?Sabia usted que la senorita Gradwyn habia decidido quitarse la cicatriz? -dijo Benton.

– No, no me dijo nada. Jamas me hablo de la cicatriz.

– ?Y de sus planes? ?Pensaba cambiar de actividad?

– Me temo que no puedo hablar de esto. En todo caso, no habia nada definitivo, y creo que sus planes estaban todavia en fase de elaboracion. En vida, no habria querido que hablara de ellos con nadie salvo con ella; comprenderan que no hable tampoco ahora. Pero les aseguro que no guardan ninguna relacion con su

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