para tender que habia ahi tirada, y dos botes de parafina envueltos con periodicos viejos que llevaba siempre para aplicar la parafina sobre los suelos recien fregados. La parafina, aunque estuviera bien guardada, tenia un olor fuerte. Pero ?en que lugar de la Mansion podia esconderla? Decidio meter los botes en dos bolsas de plastico y, despues de oscurecer, esconderlos bajo la hierba y las hojas de la zanja que habia junto al seto. La zanja era lo bastante profunda para impedir que los botes se vieran, y el plastico los mantendria secos. Podia guardar la lena y la cuerda en su maleta grande, debajo de la cama. Alli nadie las encontraria. Ella era la responsable de limpiar su habitacion y hacer su cama, y en la Mansion todos eran muy puntillosos con respecto a la privacidad.
Cuando el reloj marco las dos cuarenta, se preparo para salir. Se puso el abrigo mas oscuro, que tenia una caja grande de cerillas en el bolsillo, y se envolvio la cabeza con una bufanda. Tras abrir la puerta despacio, se quedo de pie un instante sin atreverse apenas a respirar. La casa estaba en silencio. Ahora que ya no habia peligro de que ningun miembro del equipo de seguridad patrullara de noche, podia moverse sin miedo de que ojos y oidos vigilantes estuvieran alerta. Solo los Bostock dormian en la parte central de la Mansion, y no tenia por que pasar frente a su puerta. Con las bolsas de astillas y la cuerda de tender enrollada alrededor del hombro, se desplazo en silencio, con pasos cuidadosos, por el pasillo, y luego por la escalera lateral hasta la planta baja, hacia la puerta oeste. Como antes, tuvo que ponerse de puntillas para descorrer el cerrojo. Se tomo su tiempo, procurando que ningun chirrido metalico alterara el silencio. Luego hizo girar la llave con cuidado, salio a las tinieblas nocturnas y cerro la puerta a su espalda.
Era una noche fria, titilaban las estrellas en lo alto, el aire p.i recia ligeramente luminoso, y unos jirones de nubes navegaban por el cielo hacia el brillante gajo de la luna. De pronto se levanto el viento, no soplaba de manera uniforme sino a rafagas, como un aliento expulsado. Ella se desplazaba como un fantasma por la senda de los limeros, corriendo de un tronco a otro para ocultarse. De todos modos, en realidad no tenia miedo de que la vieran. El ala oeste estaba a oscuras, y no habia otras ventanas que dieran a la senda. Cuando llego al muro de piedra y las piedras blanqueadas por la luna estuvieron totalmente a la vista, una racha de viento silbo a lo largo del negro seto haciendo crujir las ramas desnudas y susurrar y oscilar la alta hierba mas alla del circulo. Lamento que el viento fuera tan irregular. Sabia que avivaria el fuego, pero su misma imprevisibilidad seria peligrosa. Esto iba a ser una conmemoracion, no un segundo sacrificio. Debia procurar que el fuego no estuviera nunca muy cerca. Se lamio el dedo y lo levanto, intentando averiguar la direccion en que soplaba el viento, y acto seguido paso entre las piedras tan silenciosamente como si temiera que hubiera alguien al acecho y dejo las bolsas de lena junto a la piedra central. Luego se dirigio a la zanja.
Tardo unos minutos en encontrar las bolsas de plastico con los botes de parafina; por alguna razon pensaba que los habia dejado mas cerca de las piedras, y la luna itinerante, con sus breves intervalos de luz y oscuridad, la desorientaba. Se deslizo agachada a lo largo de la zanja, pero sus manos tocaban solo hierbajos y limo frio. Al fin encontro lo que buscaba y se llevo los botes hasta las bolsas de astillas. Ojala hubiera cogido un cuchillo. El nudo de la primera bolsa estaba atado tan fuerte que debio dedicar unos minutos a deshacerlo hasta que por fin se abrio de golpe y las astillas se derramaron por el suelo.
Se puso a construir un circulo de lena dentro de las piedras. No debia estar demasiado desparramado, en cuyo caso el anillo de fuego seria incompleto, ni demasiado cerca por si prendia en ella. Inclinada y trabajando de manera metodica, al final concluyo el circulo a su entera satisfaccion, y acto seguido desenrosco el tapon del primer bote de parafina con gran cuidado, y doblada en dos recorrio el circulo de astillas untandolas una por una. Reparo en que habia sido demasiado generosa con la parafina, asi que con el segundo bote fue mas prudente. Ansiosa por encender el fuego y convencida de que la lena ya estaba bien rociada, utilizo solo la mitad.
Cogio la cuerda de tender y comenzo a atarse a la piedra central. Resultaba mas complicado de lo que habia previsto, pero al final descubrio que lo mejor era rodear la piedra dos veces con la cuerda y luego pasar dentro del doble anillo que formaba la cuerda, subir esta a lo largo de su cuerpo y apretarla. Le ayudo el hecho de que la piedra central, su altar, fuera mas alta pero mas lisa y estrecha que las otras. Hecho esto, se ato la cuerda en la parte delantera de la cintura dejando que los largos extremos quedaran colgando. Tras coger las cerillas del bolsillo, permanecio rigida un momento, con los ojos cerrados. El viento soplaba, y de pronto todo estuvo en calma. Dijo a Mary Keyte: «Esto es para ti. Es en tu memoria. Es para decirte que se que eras inocente. Me van a separar de ti. Es la ultima vez que te visito. Hablame.» Pero esa noche no respondio ninguna voz.
Prendio una cerilla y la arrojo al circulo de lena, pero el viento apago la llama tan pronto se hubo encendido. Lo intento una y otra vez con manos temblorosas. Estaba a punto de llorar. No funcionaria. Tendria que acercarse mas al circulo y luego correr hacia la piedra del sacrificio y atarse de nuevo. Pero ?y si el fuego tampoco asi se encendia? Mientras miraba el sendero, los grandes troncos de los limeros parecian crecer y acercarse unos a otros; sus ramas superiores se fundian y se enredaban agrietando la luna. El camino se estrecho formando una caverna, y el ala oeste, que habia sido una forma lejana y oscura, se disolvio en la oscuridad.
Ahora alcanzaba a oir la llegada de multitud de vecinos del pueblo. Se abrian paso a empujones por la estrechada senda de los limeros, sus voces distantes elevandose en un grito que le aporreaba los oidos. «?Quemad a la bruja! ?Quemad a la bruja! Ella mato nuestro ganado. Enveneno a nuestros ninos. Asesino a Lucy Beale. ?Quemadla! ?Quemadla!» Ya estaban en el muro. Pero no saltaron. Se apelotonaron junto a el, la muchedumbre fue creciendo y, con las bocas abiertas como una coleccion de calaveras, le gritaron su odio.
Y de repente ceso el griterio. Una figura se separo del grupo, salto el muro y se le acerco. Una voz que ella conocia hablo suavemente con tono de reproche: «?Como se te ha ocurrido pensar que dejaria que hicieras esto sola? Sabia que no la decepcionarias. Pero tal como lo haces no saldra bien. Yo te ayudare. He venido en calidad de verdugo.»Ella no lo habia planeado asi. La accion tenia que ser unica y exclusivamente suya. Aunque quiza seria bueno tener un testigo, y al fin y al cabo este era un testigo especial, el que comprendia, aquel en quien ella podia confiar. Ahora ella poseia el secreto de otro, un secreto que le daria poder y la haria rica. Que estuvieran juntos quizas era lo mas acertado. El verdugo escogio una astilla fina, la protegio del viento, la encendio y la sostuvo en alto, luego se desplazo por el circulo y la metio entre la lena. De repente broto una llama y el fuego corrio como un ser vivo, chisporroteando, crepitando y soltando chispas. La noche cobro vida, y ahora las voces del otro lado del muro alcanzaron un crescendo, y ella experimento un momento de triunfo extraordinario, como si se estuviera consumiendo el pasado, el de ella y el de Mary Keyte.
El verdugo se le acerco mas. Ella se pregunto por que aquellas manos eran tan palidas y sonrosadas, tan traslucidas. ?Ya que venian los guantes quirurgicos? Entonces las manos agarraron el extremo de la cuerda de tender y, con un movimiento rapido, la arrollaron alrededor de su cuello. A continuacion la apretaron con un tiron violento. Ella noto una salpicadura fria en la cara. Le estaban tirando algo. Se intensifico el tufo de la parafina, sus gases la asfixiaban. Sentia caliente en la cara el aliento del verdugo, y los ojos que la miraban fijamente eran como de marmol jaspeado. Los iris parecieron crecer de tal modo que no habia rostro, nada salvo charcos oscuros en los que veia solo un reflejo de su propia desesperacion. Intento gritar, pero no tenia aliento ni voz. Tiro de los nudos que la ataban, pero no tenia fuerza en las manos.
Apenas consciente, se desplomo contra la cuerda y espero la muerte: la muerte de Mary Keyte. Y entonces oyo lo que sonaba como un sollozo seguido de un chillido tremendo. No podia ser su propia voz; la habia perdido. De pronto, el bote de parafina fue alzado y arrojado al seto. Vio un arco de fuego, y el seto estallo en llamas.
Y ahora estaba sola. Medio desmayada, empezo a tirar de la cuerda que le rodeaba el cuello, pero no tenia fuerza para levantar los brazos. La gente se habia marchado. El fuego empezaba a extinguirse. Se desplomo contra sus ataduras, las piernas dobladas, y no supo nada mas.
De repente se alzaron voces, vio un resplandor de antorchas que la deslumbraban. Alguien franqueo el muro de piedra, corrio hacia ella, y salto por encima del fuego agonizante. Sintio unos brazos a su alrededor, los brazos de un hombre, y oyo la voz de el.
– Estas bien. Ha pasado el peligro. ?Me entiendes, Sharon? Ha pasado el peligro.
5
Antes de llegar a las piedras, oyeron el sonido del coche que arrancaba. No tenia sentido intentar seguirle a la desesperada. Sharon era la maxima prioridad. Dalgliesh se dirigio a Kate.
– Quedate aqui y encargate de todo. Consigue una declaracion en cuanto Chandler-Powell diga que ella esta