Boyton. Y para complicar mas las cosas, tenemos en la Mansion a una asesina convicta. Esta noche ya no haremos mas progresos y ademas estamos cansados, asi que podemos dar por acabado el dia.
Faltaba poco para la medianoche, pero Dalgliesh siguio avivando el fuego. Seria inutil ir a acostarse estando su cerebro tan agitado. Candace Westhall tuvo la oportunidad y los medios para cometer ambos asesinatos, era efectivamente la unica persona que podia engatusar a Boyton para que fuera a la vieja despensa cuando estuviera segura de que estarian solos. Tenia la fuerza necesaria para meterlo en el congelador, se habia asegurado de que sus huellas en la tapa tuvieran una explicacion y habia procurado que, al descubrirse el cadaver, alguien estuviera con ella y se quedara a su lado hasta que llegara la policia. Pero todo esto venia a ser un conjunto de datos circunstanciales, y Candace era lo bastante inteligente para saberlo. De momento Dalgliesh no podia hacer otra cosa que interrogarla bajo advertencia.
Fue entonces cuando se le ocurrio una idea y actuo movido por la misma antes de pensarlo dos veces y poner en duda su sensatez. Al parecer, Jeremy Coxon bebia hasta altas horas en su pub habitual. Quizas aun tenia el movil conectado. Si no, volveria a intentarlo por la manana.
Jeremy Coxon estaba en el pub. El ruido de fondo impedia una conversacion coherente. Cuando Coxon supo que era Dalgliesh quien llamaba, dijo:
– Espere un momento, voy afuera. Aqui no le oigo bien. -Y al cabo de un minuto, anadio-: ?Hay alguna noticia?
– De momento no -contesto Dalgliesh-. Si hay algun avance, nos pondremos en contacto con usted. Lamento llamarle tan tarde. Se trata de algo diferente pero importante. ?Recuerda usted que estaba haciendo el 7 de julio?
Hubo un silencio. Luego Coxon dijo:
– ?Se refiere al dia de los atentados?
– Si, el 7 de julio de 2005.
Hubo otra pausa en la que Dalgliesh penso que Coxon estaba resistiendose a la tentacion de preguntar que tenia que ver el 7 de julio con la muerte de Robin. Despues dijo:
– Pues claro. Es como el 11 de septiembre o el dia que mataron a Kennedy. Uno se acuerda de estas cosas.
– En esa epoca, Robin Boyton era amigo suyo, ?verdad? ?Recuerda que hizo el el 7 de julio?
– Recuerdo que me conto lo que hizo. Se encontraba en el centro de Londres. Aparecio en el piso de Hampstead donde vivia yo entonces justo antes de las once de la noche y me tuvo ahi hasta las tantas contandome como se habia escapado por los pelos y su larga caminata hasta Hampstead. Habia estado en Tottenham Court Road, cerca del autobus donde exploto aquella bomba. Se le pego una viejecita muy conmocionada, y estuvo un rato con ella tranquilizandola. Ella le dijo que vivia en Stoke Cheverell y que habia ido a Londres el dia anterior a ver a una amiga e ir de compras. Tenia previsto regresar al dia siguiente. Robin queria quitarsela de encima y consiguio parar un solitario taxi frente a Heal's, le dio veinte libras para la carrera, y ella se marcho ya bastante calmada. Tipico de Robin. Dijo que mejor soltar veinte pavos que tener que cargar con la vieja el resto del dia.
– ?Le dijo como se llamaba?
– No. No se el nombre de la senora ni la direccion de la amiga… ni, ya puestos, la matricula del taxi. No fue nada del otro mundo, pero sucedio.
– ?Es todo lo que recuerda, senor Coxon?
– Es todo lo que el me conto. Hay otro detalle. Me parece que si menciono que ella era una criada jubilada que ayudaba a sus primos a cuidar a un pariente anciano que les habian endilgado. Lamento no ser de mas ayuda.
Dalgliesh le dio las gracias y cerro el movil. Si lo que Coxon le habia dicho era exacto y si la mujer era Elizabeth Barnes, de ninguna manera podia haber firmado el testamento el 7 de julio de 2005. Pero ?era Elizabeth Barnes? Podia haber sido cualquier mujer del pueblo que trabajara en la Casa de Piedra. Boyton les habria podido ayudar a localizarla. Pero estaba muerto.
Ya eran mas de las tres. Dalgliesh seguia despierto e inquieto. El recuerdo que tenia Coxon del 7 de julio era de oidas, y ahora que Boyton y Elizabeth Barnes estaban muertos, ?que posibilidad habia de localizar a la amiga con la que ella habia estado o el taxi que la habia llevado? El conjunto de su teoria sobre la falsificacion se basaba en datos incidentales. No le gustaba nada efectuar una detencion si no iba acompanada de una acusacion de asesinato. Si la investigacion fracasaba, el acusado quedaba manchado por la sospecha, y el agente adquiria fama de emprender acciones imprudentes y prematuras. ?Iba a ser uno de esos casos tan poco gratificantes, que por cierto no escaseaban, en que se sabia la identidad de un asesino pero no habia pruebas suficientes para practicar una detencion?
Aceptando al fin que no tenia esperanzas de dormir, se levanto de la cama, se puso los pantalones y un jersey grueso y se lio una bufanda al cuello. Quizas un paseo rapido y vigoroso por el camino lo cansaria lo suficiente para que valiera la pena volver a acostarse.
A medianoche habia caido un chaparron breve pero fuerte, y el aire olia a limpio y fresco, pero no hacia mucho frio. Andaba a zancadas bajo un cielo cubierto de estrellas, sin otro sonido que el de sus pasos. Luego noto, como un presentimiento, que se levantaban rafagas de aire. La noche cobraba vida mientras el viento silbaba a traves de los setos pelados y hacia crujir las ramas altas de los arboles, solo para amainar tras el fugaz tumulto tan rapidamente como se habia desencadenado. Y de pronto, al aproximarse a la Mansion, vio llamas. ?Quien estaria haciendo una hoguera a las tres de la madrugada? Se quemaba algo en el circulo de piedras. Saco el movil del bolsillo, llamo a Kate y Benton, y, con el corazon aporreandole el pecho, echo a correr hacia el fuego.
4
No puso el despertador a las dos y media, temerosa de que, por deprisa que acallara su ruido, lo oyera alguien. Pero no necesitaba ningun despertador. Durante anos habia sido capaz de despertarse a una hora determinada, igual que podia fingir sueno de forma tan convincente que su respiracion se volvia poco profunda y ella misma apenas sabia si estaba despierta o dormida. Las dos y media era una buena hora. Medianoche era la hora de las brujas, la hora poderosa del misterio y las ceremonias secretas. Sin embargo, el mundo ya dormia a medianoche. Y si el senor Chandler-Powell estaba inquieto, quiza saldria a dar un paseo a las doce, pero no andaria por ahi a las dos y media, ni tampoco los mas madrugadores. Mary Keyte fue quemada a las tres de la tarde del 20 de diciembre, pero la tarde estaba descartada para su acto de expiacion vicaria, la ceremonia final de identificacion que silenciaria para siempre la atribulada voz de Mary Keyte y le daria paz. Las tres de la madrugada seria una buena hora. Y Mary Keyte lo entenderia. Lo importante era rendirle el ultimo homenaje, volver a representar lo mas fielmente que se atreviera aquellos terribles minutos finales. El 20 de diciembre era tanto el dia idoneo como acaso su ultima oportunidad. Podria ser muy bien que la senora Rayner la pasara a buscar manana. Estaba lista para irse, cansada de que le dieran ordenes como si fuera la persona menos importante de la Mansion cuando, ojala lo supieran, era la mas poderosa. No obstante, pronto habria terminado toda servidumbre. Seria rica y pagaria a gente para que cuidara de ella. Pero primero estaba esta despedida final, la ultima vez que hablaria con Mary Keyte.
Menos mal que habia hecho los planes con antelacion. Tras la muerte de Robin Boyton, la policia habia precintado las dos casas. Seria arriesgado siquiera visitarlas despues de anochecer, e imposible abandonar en cualquier momento la Mansion sin que la viera el equipo de seguridad. Pero habia actuado tan pronto como la senorita Cresset le dijo que llegaba un huesped al Chalet Rosa el mismo dia que la senorita Gradwyn habia ingresado para ser operada. Su trabajo consistia en fregar los suelos o pasar la aspiradora, quitar el polvo y abrillantar muebles, y hacer la cama antes de que llegara la persona en cuestion. Todo habia cuadrado. Todo habia salido segun lo planeado. Incluso tenia el cesto de mimbre con ruedas para llevar la ropa limpia y recoger las sabanas y toallas sucias, el jabon para la ducha y el lavabo y la bolsa de plastico con los productos de limpieza. Podria utilizar el cesto para acarrear dos de las bolsas de astillas desde el cobertizo del Chalet Rosa, una cuerda