porque asi cesaria el dolor. Pero a buen seguro se durmio unos minutos en el sillon. Al abrir los ojos vio a su lado a Lettie, que le ayudo a ponerse el albornoz y las zapatillas. Tenia delante un tazon de sopa, caliente y de sabor fuerte, y observo que era capaz de tomarsela, aunque solo noto el sabor del jerez.
Al cabo de un rato, durante el cual Lettie estuvo sentada a su lado en silencio, el dijo:
– Debo decirte algo. Tendre que decirselo a Dalgliesh, pero necesito hacerlo ahora. He de decirtelo a ti.
La miro fijamente y advirtio la tension en los ojos de ella, la naciente ansiedad por lo que estaba a punto de oir.
– No se nada sobre los asesinatos de Rhoda Gradwyn ni de Robin -dijo el-. No es eso. Pero menti a la policia. Si no me quede con los Greenfield aquella noche, no fue porque el coche tuviera problemas. Me fui para ver a un amigo, Eric. Tiene un piso cerca del Hospital Saint Angela, donde trabaja. Queria darle la noticia de que me iba a Africa. Sabia que esto lo afligiria, pero debia intentar hacerselo entender.
– ?Y lo entendio? -pregunto ella en voz baja.
– La verdad es que no. Lo eche todo a perder, como siempre.
Lettie le toco la mano.
– Yo no molestaria a la policia con esto a menos que necesite hacerlo o ellos pregunten. Ahora no les parecera importante.
– Para mi lo es. -Tras un silencio, anadio-: Dejame ahora, por favor. Estoy bien. Te aseguro que estoy bien. Necesito estar solo. Avisame si la encuentran.
Estaba seguro de que Lettie era la unica mujer que comprenderia su necesidad de que lo dejaran en paz y no discutiria.
– Bajare la intensidad de la luz -dijo ella, que coloco un cojin sobre un escabel-. Recuestese y ponga los pies en alto. Volvere dentro de una hora. Procure dormir.
Y se fue. Pero el no tenia ninguna intencion de dormir. Se trataba de vencer el sueno. Si no queria volverse loco, solo habia un sitio donde necesitaba estar. Tenia que pensar. Tenia que intentar comprender. Tenia que aceptar lo que su mente le decia que era verdad. Tenia que estar donde hallara mas paz y cordura de las que podia encontrar aqui, entre esos libros muertos y los ojos vacios de los bustos.
Salio discretamente de la habitacion, cerro la puerta tras el, y cruzo el gran salon, ahora a oscuras, hasta la parte trasera de la casa, atraveso la cocina y salio al jardin por la puerta lateral. No sentia la fuerza del viento ni el frio. Paso frente al viejo establo y luego cruzo el jardin clasico en direccion a la capilla de piedra.
Mientras se acercaba a traves de la luz del amanecer, observo que en las piedras de delante de la puerta habia una forma oscura. Habian tirado algo, algo que no debia estar alli. Confuso, se arrodillo y toco la pegajosidad con dedos temblorosos. La olio y, alzando las manos, vio que estaban cubiertas de sangre. Se arrastro de rodillas y, tras levantarse a duras penas, logro descorrer el pasador. La puerta estaba cerrada con llave. Y entonces lo supo. Golpeo el batiente, sollozando, gritando el nombre de ella hasta quedarse sin fuerzas y cayo lentamente de rodillas, las enrojecidas palmas apretadas contra la inflexible puerta.
Y fue alli, todavia arrodillado en la sangre de ella, donde lo encontraron veinte minutos despues.
6
Kate y Benton habian estado de servicio mas de catorce horas, y cuando por fin fue retirado el cadaver, Dalgliesh les ordeno que descansaran un par de horas, cenaran pronto y se reunieran con el en la Vieja Casa de la Policia a las ocho. Ninguno dedico ese rato a dormir. En la habitacion cada vez mas oscura, la ventana abierta a la luz evanescente, Benton yacia tan rigido como si sus nervios y musculos estuvieran tensados, listos para entrar en accion en cualquier momento. Las horas transcurridas desde el momento en que, tras recibir la llamada de Dalgliesh, habian vislumbrado el fuego y oido los gritos de Sharon parecian una eternidad. Los largos ratos de espera a que llegaran el patologo, el fotografo y la furgoneta de la morgue, estaban jalonados por momentos recordados tan vividamente que sentia que iban pasando en su cerebro como diapositivas en una pantalla: la delicadeza de Chandler-Powell y la enfermera Holland, mientras casi transportaban a Sharon por encima del muro de piedra y la ayudaban a recorrer la senda de los limeros; Marcus de pie solo en el bloque de pizarra, mirando hacia el mar gris y palpitante; el fotografo procurando rodear el cadaver para evitar la sangre; las articulaciones de los dedos que la doctora Glenister hacia crujir una a una para extraer la cinta del puno de Candace. Ahi estaba, tendido, sin ser consciente del cansancio pero sin tiendo aun el dolor en el brazo y el hombro magullados a causa de esa embestida final en la puerta de la capilla.
El y Dalgliesh habian estrellado sus hombros contra el panel de roble, pero el cerrojo no habia cedido. «Nos estamos estorbando -habia dicho Dalgliesh-. Coge carrera, Benton.»Se habia tomado su tiempo para escoger un recorrido que evitara la sangre, y con este fin retrocedio unos quince metros. La primera arremetida habia hecho temblar la puerta. Al tercer intento, se abrio de par en par contra el cadaver. Despues Benton se aparto mientras entraban Dalgliesh y Kate.
Yacia en el suelo, acurrucada como un nino dormido, el cuchillo al lado de la mano derecha. Tenia un solo corte en la muneca, pero era profundo, parecido a una boca abierta. Con la mano izquierda agarraba una casete.
La imagen se hizo anicos debido al estrepito del despertador y a los golpes de Kate en la puerta. Benton se puso en marcha. En cuestion de minutos los dos se habian vestido y estaban abajo. La senora Shepherd dejo en la mesa salchichas de cerdo muy calientes, alubias con tomate y pure de patatas y se retiro a la cocina. No solia servir esa clase de platos, pero parecia saber que lo que ellos anhelaban era comida casera y reconfortante. Se sorprendieron al notar que tenian tanta hambre y comieron con avidez, casi todo el rato en silencio, y acto seguido se pusieron en camino hacia la Vieja Casa de la Policia.
Al pasar frente a la Mansion, Benton observo que la caravana y los coches del equipo de seguridad ya no estaban aparcados frente a la verja. Las ventanas resplandecian de luz como para una fiesta. Era una palabra que nadie de la casa habria utilizado, pero Benton sabia que todos se habian quitado un gran peso de encima, se habian librado por fin de la sospecha, la ansiedad y el miedo cada vez mayor de que quiza nunca llegara a saberse la verdad. La detencion de uno de ellos habria sido preferible a esto, pero una detencion habria significado prolongar el suspense, la posibilidad de un juicio, el espectaculo publico de la tribuna de los testigos, la danina publicidad. Para Candace, la solucion razonable y mas clemente era una confesion seguida de suicidio, osaron decirse a si mismos. No era un pensamiento que expresaran con palabras, pero al regresar a la Mansion con Marcus, Benton lo habia visto escrito en sus rostros. Ahora serian capaces de despertar por la manana sin esa nube de temor a lo que pudiera deparar el dia, podrian dormir sin cerrar con llave las puertas de los dormitorios, no tendrian por que medir las palabras. Manana o pasado manana ya no habria presencia policial. Dalgliesh y su equipo deberian regresar a Dorset para las pesquisas judiciales, pero en la Mansion ya no les quedaba nada que hacer. No les echarian de menos.
Se habian hecho y autentificado tres copias de la cinta del suicidio, cuyo original estaba al cuidado de la policia de Dorset para ser presentado como prueba en las pesquisas. Ahora volverian a escuchar como un equipo.
Para Kate resultaba evidente que Dalgliesh no habia dormido. En la chimenea habia un monton de troncos, un baile de llamas, y como de costumbre, un olor a madera quemandose y a cafe recien hecho, aunque faltaba el vino. Se sentaron a la mesa, y Dalgliesh puso la cinta en el reproductor y lo encendio. Esperaban oir la voz de Candace Westhall, pero sono tan clara y segura de si misma que por un instante Kate penso que estaba en la habitacion con ellos.
«Le hablo al comandante Adam Dalgliesh sabiendo que esta cinta sera entregada al juez de instruccion y a todo aquel que tenga un interes legitimo en saber la verdad. Lo que voy a decir ahora es la verdad, y no creo que para usted resulte una sorpresa. Hacia mas de veinticuatro horas que yo sabia que iba a detenerme. Mi plan de quemar a Sharon en la piedra de las brujas era mi ultimo y desesperado intento de librarme de un juicio y una condena a cadena perpetua, con todo lo que esto supondria para los mios. Si hubiera sido capaz de matar a Sharon, habria estado a salvo, aunque usted hubiera sospechado la verdad. Morir en una hoguera habria parecido el suicidio de una asesina neurotica y obsesionada, un suicidio que yo no habria llegado a tiempo de evitar. ?Y