Tomaron asiento, y Dalgliesh dejo el maletin sobre la mesita que habia entre los dos. A Dalgliesh le parecio que Philip Kershaw estaba prematuramente envejecido debido a la enfermedad. El escaso pelo estaba peinado con cuidado sobre un craneo cubierto de cicatrices, acaso indicios de viejas caidas. La piel amarilla se veia estirada sobre los angulosos huesos de la cara, que en otro tiempo tal vez fue atractiva pero ahora tenia manchas y estaba entrecruzada por lo que parecian los jeroglificos de la edad. Iba vestido pulcramente como un novio de edad avanzada, pero el apergaminado pescuezo surgia de un cuello de camisa blanco e inmaculado que era al menos una talla mayor de la cuenta. Tenia un aspecto tanto vulnerable como lastimoso, pero su apreton de manos, aunque frio, habia sido firme y, cuando hablaba, su voz era baja pero las frases se formaban sin tension aparente.
Ni el tamano de la estancia ni la calidad y variedad de los heterogeneos muebles podian ocultar el hecho de que se trataba de la habitacion de un enfermo. Habia una cama individual pegada a la pared, a la derecha de las ventanas, y un biombo que, desde la puerta, no ocultaba del todo la bombona de oxigeno y el botiquin. Junto a la cama habia una puerta que, supuso Dalgliesh, seria la del cuarto de bano. Solo se veia abierta una ventana superior, pero el aire era inodoro, sin la menor evocacion del cuarto de un enfermo, una esterilidad que a Dalgliesh le parecio mas molesta que el olor a desinfectante. En la chimenea no ardia ningun fuego, algo logico en la habitacion de un paciente de andar inseguro, pero el ambiente estaba caldeado, incluso demasiado. La calefaccion central debia de funcionar a tope. Pero la chimenea vacia tenia un aire triste, en la repisa solo se veia la figura de porcelana de una mujer con sombrero y mirinaque que sostenia incongruentemente una azada de jardin, adorno que Dalgliesh dudo de que hubiera sido elegido por Kershaw. Sin embargo, habia habitaciones peores en las que soportar un arresto domiciliario, o algo parecido a eso. A juicio de Dalgliesh, el unico elemento del mobiliario que Kershaw habia traido consigo era una larga estanteria de roble, con los libros tan apretados que parecian pegados con cola.
Mirando hacia la ventana, Dalgliesh dijo:
– Desde aqui tiene una vista formidable.
– La verdad es que si. A menudo me recuerdan que soy afortunado por tener esta habitacion; y tambien por poderme permitir un sitio asi. A diferencia de otras residencias, aqui se dignan amablemente atenderle a uno, hasta la muerte si es preciso. Quiza le gustaria ver el panorama mas de cerca.
Era una propuesta poco comun, pero Dalgliesh siguio los penosos pasos de Kershaw hasta la ventana en saledizo, flanqueada por otras dos ventanas mas pequenas, desde donde se veia el canal de la Mancha. La manana era gris, con un sol escaso e intermitente, el horizonte una linea apenas percibida entre el cielo y el mar. Bajo las ventanas habia un patio de piedra, con tres bancos de madera colocados a intervalos regulares. Detras, el terreno descendia unos veinte metros hasta el mar en un revoltijo de arboles y arbustos entrelazados, rebosantes de fuertes y lustrosas hojas perennes. Solo donde el matorral se hacia menos espeso alcanzo Dalgliesh a vislumbrar los ocasionales paseantes, que andaban como sombras efimeras con pasos silenciosos.
– Yo solo veo el panorama si me pongo de pie -dijo Kershaw-, lo que cada vez supone mas esfuerzo. He llegado a familiarizarme con los cambios estacionales, el cielo, el mar, los arboles, algunos de los arbustos. La vida humana esta debajo de mi, fuera de mi alcance. Como no deseo inmiscuirme en la vida de esas figuras casi invisibles, ?por que me siento privado de una compania que no hago nada por buscar y me desagradaria profundamente? Mis companeros de aqui (en Huntington Lodge no hablamos de pacientes) hace tiempo que han agotado los pocos temas sobre los que tenian algun interes en hablar: la comida, el buen o mal tiempo, el personal, el programa de television de la noche pasada o sus irritantes manias. Es un error vivir hasta que uno da la bienvenida a la luz cada manana, no con alivio y sin duda tampoco con alegria, sino con decepcion y una pena que a veces roza la desesperacion. Aun no he llegado a este punto, pero llegare. Igual que, desde luego, a la oscuridad final. Menciono la muerte no para introducir en nuestra conversacion una nota morbosa ni, Dios no lo permita, para suscitar compasion. Pero antes de hablar es bueno saber donde estamos. Inevitablemente, usted y yo, senor Dalgliesh, veremos las cosas de forma distinta. Pero usted no esta aqui para hablar del panorama. Quiza sera mejor que vayamos al asunto.
Dalgliesh abrio el maletin y dejo sobre la mesa la copia que Robin Boyton habia hecho del testamento de Peregrine Westhall.
– Le agradezco que haya accedido a verme -dijo-. Por favor, digame si le canso.
– Comandante, no creo que usted vaya a cansarme o aburrirme hasta hacerse insoportable.
Era la primera vez que utilizaba el rango de Dalgliesh. Este dijo:
– Tengo entendido que usted represento a la familia Westhall en los testamentos tanto del abuelo como del padre.
– No yo, sino el bufete familiar. Desde mi ingreso aqui hace once meses, el trabajo rutinario lo ha llevado a cabo mi hermano mas joven en la oficina de Poole. De todos modos, me ha tenido informado.
– Asi que usted no estuvo presente cuando el testamento fue redactado o firmado.
– No estuvo presente nadie del despacho. En su momento no se nos envio una copia, y ni nosotros ni la familia supimos de su existencia hasta tres dias despues de la muerte de Peregrine Westhall, cuando Candace lo encontro en un cajon cerrado de un armario del dormitorio donde el viejo guardaba documentos confidenciales. Como seguramente ya le habran contado, Peregrine Westhall era muy dado a redactar testamentos cuando estaba en la misma residencia de ancianos que su difunto padre. La mayoria eran codicilos escritos de su puno y letra y con las enfermeras por testigos. Parecia disfrutar tanto destruyendolos como escribiendolos. Imagino que aquello tenia por objeto dejar claro a su familia que podia cambiar de opinion en cualquier momento.
– Entonces, ?el testamento no estaba escondido?
– Por lo visto no. Candace dijo que habia un sobre sellado en un cajon del armario del dormitorio cuya llave el guardaba bajo la almohada.
– En el momento de la firma -dijo Dalgliesh-, ?el padre de Candace aun podia levantarse de la cama sin ayuda para ponerlo ahi?
– Seguramente, a menos que uno de los sirvientes o alguna visita lo pusiera ahi a peticion suya. Ningun miembro de la familia ni de la casa admite saber nada de ello. Por supuesto, no tenemos ni idea de cuando fue guardado realmente en el cajon. Quiza poco despues de ser redactado, cuando sin duda Peregrine Westhall era capaz de caminar por sus propios medios.
– ?A quien iba dirigido el sobre?
– Nunca lo vimos. Candace dijo que lo habia tirado.
– Pero a usted le enviaron una copia del testamento.
– Me la mando mi hermano. El sabia que yo estaba interesado en todo lo concerniente a mis antiguos clientes. Quiza queria hacerme sentir que yo aun estaba implicado. Esto se esta pareciendo a un contrainterrogatorio, comandante. Por favor, no crea que pongo reparos. Es que hacia tiempo que no se me pedia que pensara tanto.
– Cuando vio el testamento, ?tuvo alguna duda sobre su validez?
– Ninguna. Y ahora tampoco. ?Por que? Como supongo que usted ya sabe, un testamento holografo es tan valido como cualquier otro, siempre y cuando este firmado, fechado y atestiguado, y nadie que estuviera familiarizado con la letra de Peregrine Westhall podia dudar que el escribio ese testamento. Las disposiciones son precisamente las de un testamento anterior, no del inmediatamente precedente, sino de uno que fue pasado a maquina en mi oficina en 1995 y que yo lleve a la casa donde el vivia entonces y que firmaron como testigos dos miembros del despacho que me acompanaron a tal fin. Las disposiciones eran sumamente razonables. Con la excepcion de su biblioteca, que legaba a su
– ?Hubo algun otro testamento anterior a este que fuera autentificado?
– Si, uno redactado el mes antes de que Peregrine Westhall abandonara la residencia de ancianos y se mudara a la Casa de Piedra con Candace y Marcus. Quizas usted lo haya visto. Tambien estaba escrito a mano. Le dare la oportunidad de comparar la letra. Si es tan amable de abrir el buro y levantar la tapa, vera una caja de escrituras negra. Es la unica que he traido conmigo. Tal vez la necesitaba a modo de talisman, una garantia de que algun dia volveria a trabajar.
Metio los largos y deformes dedos en un bolsillo interior y saco una llave. Dalgliesh trajo la caja de escrituras y la dejo delante de Kershaw. La llave mas pequena del manojo la abrio.
– Fijese, como puede ver -dijo el abogado-, revoca el testamento anterior y deja la mitad de la herencia a su