Benton miro a Dalgliesh.

– ?Va usted a impugnar esta cinta, senor?

– ?Para que, Benton? Podemos tener nuestras sospechas, nuestras teorias sobre los motivos, que pueden ser razonables, pero todo son datos circunstanciales y no podemos demostrar nada. No podemos interrogar ni acusar a los muertos. Esta necesidad de conocer la verdad quiza sea una senal de arrogancia.

– Hace falta valor para suicidarse con una mentira en los labios -dijo Benton-, pero tal vez hablo influido por mi formacion religiosa. Suele pasar en los momentos mas inoportunos.

– Manana tengo la cita con Philip Kershaw -dijo Dalgliesh-. Oficialmente, con la cinta del suicidio, la investigacion ha acabado. Manana por la tarde ya podreis marcharos.

Y quiza manana por la tarde la investigacion habra terminado para mi, penso. Esta podria ser muy bien la ultima. Lamentaba que no hubiera concluido de otra manera, pero al menos aun cabia la esperanza de terminar conociendo tanta verdad como cualquiera pudiera pensar, aparte de Candace Westhall.

7

El viernes al mediodia, Benton y Kate ya se habian despedido. George Chandler-Powell habia reunido a toda la gente en la biblioteca, y todos se habian estrechado las manos y habian murmurado su adios o lo habian expresado claramente con, al parecer de Kate, diversos grados de sinceridad. Ella sabia, sin sentir rencor por ello, que el ambiente de la Mansion se notaria mas limpio una vez ellos se hubieran ido. Quizas esta despedida colectiva habia sido organizada por Chandler-Powell para mostrar una cortesia necesaria con el minimo de alboroto.

Habian tenido una despedida mas afectuosa en la Casa de la Glicina, donde los Shepherd los habian tratado como si fueran huespedes habituales y queridos. En todas las investigaciones habia lugares o personas que se grababan felizmente en el recuerdo, y para Kate los Shepherd y la Casa de la Glicina entrarian en esa categoria.

Kate sabia que Dalgliesh estaria ocupado parte de la manana, pues debia entrevistarse con el funcionario del juez de instruccion, despedirse del jefe de la policia y expresarle su gratitud por la ayuda y la cooperacion que su fuerza habia brindado, en especial el agente Warren. Luego el pensaba ir a Bournemouth a entrevistarse con Philip Kershaw.

Ya se habia despedido formalmente del senor Chandler-Powell y del pequeno grupo de la Mansion, pero regresaria a la Vieja Casa de la Policia a recoger su equipaje. Kate le pidio a Benton que se detuviera y esperara en el coche mientras ella verificaba que la policia de Dorset habia retirado todo su material.

Sabia que no hacia falta mirar en la cocina para comprobar si estaba limpia y, una vez arriba, vio que la cama estaba deshecha y las sabanas y mantas pulcramente dobladas. Durante los anos en que habia trabajado con Dalgliesh, ella siempre habia experimentado esta punzada de pesar nostalgico cuando un caso se acababa y el lugar en el que se habian reunido, se habian sentado y habian hablado al final del dia, por corta que fuera la estancia, quedaba finalmente vacio.

La bolsa de viaje de Dalgliesh estaba abajo, lista, y ella supo que el kit estaria con el en el coche. Lo unico que quedaba por guardar era el ordenador, y, llevada por un impulso, Kate tecleo su contrasena. En la pantalla aparecio un e-mail.

Querida Kate.

Un e-mail es una manera inadecuada para transmitir algo importante, pero quiero estar seguro de que te llega y, si lo rechazas, sera menos importante que una carta.

Durante los ultimos seis meses he estado viviendo como un monje para demostrarme algo a mi mismo y ahora se que tu tenias razon. La vida es demasiado valiosa y demasiado corta para perder el tiempo con personas que no te importan, y tambien demasiado valiosa para renunciar al amor. Hay dos cosas que quiero decir y que no dije cuando te fuiste porque habrian parecido excusas. Supongo que eso es lo que son, pero necesito que lo sepas. La chica con la que me viste fue la primera y la ultima desde que empezamos a ser amantes. Sabes que nunca te miento.

En un monasterio, las camas son muy duras y solitarias, y la comida es horrorosa.

Con todo mi carino,

PIERS

Se sento un momento en silencio, que seguramente duro mas de lo que pensaba porque fue interrumpido por el claxon del coche de Benton. Pero no necesitaba pararse mas de un segundo. Sonriendo, escribio su respuesta.

Mensaje recibido y comprendido. Aqui el caso ha terminado, aunque sin final feliz. Estare de vuelta en Wapping a las siete. ?Por que no te despides del abad y vienes a casa?

KATE

8

A Huntington Lodge, situado en un acantilado alto a unos cinco kilometros al oeste de Bournemouth, se llegaba tras un corto trayecto lleno de curvas entre cedros y rododendros, que finalizaba ante una puerta principal con unas columnas imponentes. Las proporciones por lo demas agradables de la casa quedaban estropeadas por una ampliacion moderna y un gran aparcamiento a la izquierda. Se habia tenido cuidado de no angustiar a las visitas con letreros del tenor de «jubilados», «ancianos», «clinica» o «residencia». En una placa de bronce, muy abrillantada, y colocada discretamente en la pared contigua a la verja de hierro, se leia simplemente el nombre de la casa. Respondio enseguida al timbre un empleado con una blanca chaquetilla, que condujo a Dalgliesh hasta un mostrador situado al final del pasillo. Alli, una mujer canosa, con un peinado impecable, un conjunto de punto y un collar de perlas, verifico su nombre en el libro de visitas y sonriendo le dijo que el senor Kershaw lo esperaba en Vista del Mar, la estancia delantera de la primera planta. ?Preferia el senor Dalgliesh subir por las escaleras o en ascensor? Charles lo acompanaria.

Tras optar por las primeras, Dalgliesh siguio por las amplias escaleras de caoba al joven que le habia abierto la puerta. En las paredes y el pasillo de arriba colgaban acuarelas, grabados y una o dos litografias, y en unas mesitas pegadas a la pared habia jarrones con flores y adornos de porcelana cuidadosamente dispuestos, la mayoria de empalagoso sentimentalismo. En Huntington Lodge, con su reluciente limpieza, todo era impersonal y, para Dalgliesh, deprimente. A su entender, cualquier establecimiento que segregara a las personas, por necesario o benigno que fuera eso, suscitaba en el un malestar que se remontaba a la epoca de la escuela primaria.

Su acompanante no tuvo necesidad de llamar a la puerta de Vista del Mar. Ya estaba abierta, y Philip Kershaw lo esperaba apoyado en unas muletas. Charles se fue discretamente. Kershaw le estrecho la mano y, haciendose a un lado, dijo:

– Entre, por favor. Ha venido para hablar de la muerte de Candace Westhall, naturalmente. No he visto la confesion, pero Marcus ha telefoneado a nuestra oficina de Poole y luego me ha llamado mi hermano. Menos mal que usted llamo con antelacion. A medida que se acerca la muerte, uno pierde la capacidad de sorpresa. Por lo general me siento en el sillon junto a la chimenea. Acerque otra butaca, haga el favor, creo que la encontrara comoda.

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