– Si. En la tierra de las puertas cerradas con llave, ?quien seria el rey?

– El hombre con las llaves -respondio Lucy.

– Y ?como preparas una trampa para un hombre que puede abrir cualquier puerta?

– Logrando que abra la puerta donde estas esperandolo -respondio Lucy tras pensar un instante.

– Exacto. ?Y cual seria esa puerta?

Miro a Negro Chico, que se encogio de hombros. Pero Lucy reflexiono y abrio los ojos como ante una revelacion providencial.

– Sabemos que abrio una puerta -afirmo-. La puerta que me trajo aqui.

– ?A que puerta te refieres?

– ?Donde estaba Rubita cuando fue a por ella?

– Sola en el puesto de enfermeria del edificio Amherst, de noche.

– Entonces es ahi donde yo debo estar -concluyo Lucy.

29

A mediodia habia empezado a llover, una llovizna irregular interrumpida con frecuencia por chaparrones fuertes o por breves calmas entre chubascos. Francis habia seguido a Negro Grande deseando que el corpachon del auxiliar le sirviese de proteccion para mantenerse fresco detras de el. Era la clase de dia que sugeria la proliferacion de enfermedades: caluroso, sofocante, bochornoso y humedo, de cariz casi tropical, como si de repente la sequedad habitual de Nueva Inglaterra hubiese adquirido en el hospital una extrana caracteristica selvatica. Era un clima fuera de lugar y loco como todos ellos. Hasta la ligera brisa que agitaba los arboles poseia una densidad extrana.

Como era costumbre, las vistas de altas se celebraban en el edificio de administracion, en el comedor del personal, que se transformaba para la ocasion en improvisado tribunal. Habia mesas para los funcionarios y para los abogados de los pacientes. Se habian dispuesto filas de incomodas sillas plegables para los pacientes y sus familias. Se incluia una mesa para un taquigrafo y un asiento para los testigos. La sala estaba concurrida, pero no abarrotada, y los presentes hablaban en susurros. Francis y Negro Grande se sentaron en la ultima fila. Francis creyo que el aire de la habitacion era sofocante, pero luego penso que tal vez no era tanto el aire como la nube de esperanzas anhelantes y de impotencias que llenaban el recinto.

Presidia la vista un juez retirado del tribunal de distrito de Springfield. Era un hombre canoso, con sobrepeso y rubicundo, dado a hacer aspavientos con las manos. Tenia un mazo que utilizaba a menudo sin motivo aparente, y llevaba una toga negra algo gastada que seguramente habia vivido mejores dias y casos mas importantes. A su derecha habia una psiquiatra del departamento de salud mental, una mujer joven con pestanas espesas que no dejaba de revisar carpetas y documentos, como si fuera incapaz de encontrar lo que necesitaba, y a su izquierda, un abogado de la oficina del fiscal de distrito local, repantigado en su asiento con la mirada aburrida de un hombre joven al que le ha tocado la china. En una mesa habia otro joven abogado, de cabello hirsuto y con un traje mal entallado, algo mas entusiasta y atento, que hacia las veces de representante de los pacientes, y delante de el, varios miembros del personal del hospital. Todo estaba concebido para conferir un cariz oficial al procedimiento, para expresar decisiones en terminos medicos y juridicos. Poseia un barniz, de eficiente responsabilidad, como si cada caso que se presentaba hubiera sido antes examinado con atencion, estudiado debidamente y evaluado a fondo, cuando Francis sabia que era justo lo contrario.

Sintio impotencia. Echo un vistazo alrededor y se percato de que el elemento fundamental de aquellas vistas eran los familiares sentados en silencio, a la espera de que llamasen a su hijo, su hija, su sobrina, su sobrino, o incluso su madre o su padre. Sin ellos, nadie conseguia salir. Aunque las ordenes que los habian recluido en su dia en el Western hubieran vencido hacia tiempo, en ausencia de alguien dispuesto a asumir la responsabilidad en el exterior, la verja del hospital permanecia cerrada. Francis no pudo evitar preguntarse como iba a convencer a sus padres de que acudiesen a abrirle las puertas, cuando ni siquiera iban al hospital a verlo.

Una voz sono en su interior: Nunca te querran lo suficiente para venir aqui y pedir que te dejen volver con ellos…

Y otra, que hablaba deprisa, le dijo: Tienes que encontrar otra forma de demostrar que no estas loco.

Asintio para si, porque sabia que lo que ocultaba al senor del Mal y a Tomapastillas era fundamental. Se removio en su silla y empezo a examinar a las personas sentadas en la sala. Parecian de todas las procedencias, rudas, toscas. Algunos hombres llevaban chaquetas y corbatas incongruentes que se habian puesto para causar una buena impresion cuando, en realidad, era mas probable que lograran el efecto contrario. Las mujeres llevaban vestidos sencillos, y algunas sujetaban panuelos de papel para secarse las lagrimas. Penso que habia una gran cantidad de fracaso esparcido en aquella habitacion, asi como de culpa. Mas de un rostro exhibia las marcas de la culpabilidad, y Francis sintio el impulso de decirles que no era culpa suya que se hubieran convertido en lo que eran, pero no estaba seguro de que eso fuera exacto.

– Prosigamos -dijo el juez con la cara colorada mientras golpeaba dos o tres veces con el mazo.

Francis se volvio para observar el procedimiento, pero antes de que el juez pudiera carraspear y que la psiquiatra de expresion confusa pudiera leer un nombre, oyo vanas de sus voces a la vez. ?Por que estamos aqui? No deberiamos estar aqui. Deberiamos correr. Deprisa, marchate. Vuelve a Amherst. Ahi estaras a salvo…

Francis volvio a observar a la gente reunida. Ningun paciente se habia fijado en el al entrar, ninguno lo observaba, ninguno lo miraba con malevolencia, odio o rabia.

Sospechaba que eso podria cambiar.

Inspiro hondo. Si eso era asi, corria mas peligro rodeado de pacientes y personal del hospital, sentado junto a Negro Grande, que nunca. Peligro debido al hombre que creia que tambien estaba en esa habitacion. Y corria peligro debido a lo que se estaba desatando en su interior.

Se mordio el labio y trato de vaciar su mente. Se dijo que debia ser una mera hoja en blanco y esperar a que escribieran algo en ella. Se pregunto si el auxiliar podria notar su respiracion superficial y su frente o sus manos sudorosas, y haciendo acopio de fuerza de voluntad se ordeno: Calmate.

Entonces dijo mentalmente a todas sus voces: Todo el mundo necesita una salida.

Rogo que nadie, en especial Negro Grande, el senor del Mal o alguno' de los demas administradores, notara su agitacion. Estaba sentado en el borde de la silla, nervioso, asustado, pero obligado a estar ahi y a escuchar, porque esperaba oir algo importante. Deseaba que Peter estuviera a su lado, o Lucy, aunque no creia que los hubiese convencido de que aquello era vital. Ahora estaba solo, y suponia que estaba mas cerca de una respuesta de lo que nadie podia imaginar.

Lucy cruzo las puertas del deposito de cadaveres y sintio el frio del aire acondicionado. Era una pequena habitacion en el sotano de un edificio situado en la periferia de los terrenos del hospital, que solia usarse para almacenar equipo obsoleto y suministros largo tiempo olvidados. Poseia la discutible ventaja de estar cerca del improvisado cementerio. Habia una mesa de autopsia de metal reluciente en el centro y una hilera de media docena de contenedores refrigerados en una pared. Una vitrina contenia una modesta seleccion de escalpelos e instrumental quirurgico. En un rincon habia un archivador y un escritorio con una maltrecha maquina de escribir Selectric IBM. Un ventanuco situado a gran altura en la pared daba al suelo exterior y apenas permitia que un tenue rayo de luz se colara a traves de una espesa capa de suciedad. Un par de fluorescentes de techo zumbaban como un enjambre de insectos.

La sala parecia un lugar abandonado, y un ligero hedor a excrementos impregnaba el aire frio. Sobre la mesa de autopsia habia una tablilla que sujetaba un juego de formularios. Lucy busco con la mirada a algun auxiliar pero no habia nadie, asi que se adentro en la habitacion. La mesa de autopsia disponia de dos canales que llegaban hasta el desague del suelo. Ambos mostraban manchas oscuras. Tomo la tablilla y leyo el informe preliminar de la autopsia, que exponia lo evidente: Cleo habia muerto de asfixia provocada por una sabana utilizada como soga. Sus ojos se detuvieron en la anotacion correspondiente a la mutilacion, que describia el pulgar seccionado, y luego en el diagnostico, que era esquizofrenia de tipo paranoide no diferenciada, con delirios

Вы читаете La Historia del Loco
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату