Seguia sudando y notando tensos los musculos de todo el cuerpo. Le sorprendia que todavia nadie se hubiera percatado de la lucha en que se debatia. Creia que cualquiera que lo mirara de verdad veria de inmediato que estaba al borde de un ataque de nervios.

Inspiro con fuerza, pero le faltaba el aire.

«?Por que no lo ven? El angel se esconde en el hospital. Para matar, necesita poder ir y venir.»

Miro al tribunal y se recordo que esa era la puerta de salida. Dirigio una rapida mirada a los familiares y amigos que rodeaban a los pacientes.

«Todo el mundo cree que el angel es un asesino solitario. Pero yo se algo que ellos ignoran: aqui hay alguien que, sabiendolo o no, lo esta ayudando. Sin embargo, ?por que mato a Rubita? ?Por que atrajo la atencion, si aqui estaba a salvo?»

Ni Lucy ni Peter se habian planteado esa pregunta. Solo el. Sus voces retumbaban en su interior advirtiendole que no se atreviera a adentrarse en la oscuridad que lo atraia.

«Creen que asesino a Rubita porque tenia que matar. Puede que si. Puede que no.» En ese instante se detesto mas que nunca. «Tu tambien podrias ser un asesino.»

Temio haber hablado en voz alta, pero nadie se volvio ni le presto atencion.

Negro Grande habia salido un momento, aburrido de la monotona rutina de las vistas. Cuando regreso a la sala, Francis hizo un esfuerzo inmenso por esconder la ansiedad que lo zarandeaba.

– ?Ya le has cogido el tranquillo, Pajarillo? -susurro el corpulento auxiliar, y se dejo caer en su silla-. ?Has visto suficiente?

– Todavia no -respondio en voz baja. Lo que aun no habia visto era lo que temia y esperaba a la vez.

– Tenemos que volver a Amherst. -Negro Grande se inclino hacia el para hablarle en susurros-. El dia casi ha terminado. Pronto empezaran a buscarte. Esta noche hay programada una sesion de terapia.

– No -medio mintio Francis, porque en realidad no lo sabia con certeza-. El senor Evans la cancelo despues de todo el alboroto.

– No deberian cancelar las sesiones. -El auxiliar sacudio la cabeza. Hablaba a Francis, pero mas a las autoridades del hospital. Levanto los ojos-. Vamos, Pajarillo -dijo-. Tenemos que volver. Solo quedan un par de vistas y no seran distintas de las que ya has visto.

Francis no supo que decir, porque no queria contarle la verdad: habia una que iba a ser muy distinta. Miro al otro lado de la sala.

Habia tres pacientes que seguian esperando. Eran faciles de reconocer entre el resto de personas reunidas. No iban tan arreglados. Llevaban el pelo alborotado. Sus ropas no estaban tan limpias. Vestian pantalones a rayas y camisas a cuadros, o sandalias con calcetines desparejos. Nada en ellos parecia armonizar, ni su atuendo ni como seguian el procedimiento. Era como si todos estuvieran un poco desigualados. Les temblaban las manos y las comisuras de los labios, debido a los farmacos y a sus efectos secundarios. Los tres eran hombres, y oscilaban entre los treinta y los cuarenta y cinco anos. Ninguno destacaba particularmente; no eran gordos, altos o canosos, ni estaban tatuados ni tenian nada que los diferenciara. No demostraban sus emociones. Por fuera parecian vacios, como si los medicamentos no solo suprimieran su locura, sino tambien gran parte de sus identidades.

Ninguno se habia vuelto para mirarlo, por lo menos que el supiera. Habian permanecido estoicos, casi impasibles, con la vista al frente mientras se habian oido los demas casos a lo largo del dia. No podia verles bien la cara, solo los perfiles.

Uno estaba rodeado de unas cuatro personas. Francis supuso que eran sus padres y una hermana con su marido, que se removia en su silla, nada contento de estar alli. Otro paciente estaba sentado entre dos mujeres mucho mayores que el, probablemente su madre y una tia. El tercero estaba sentado entre un estirado hombre mayor de traje azul y con una expresion severa y una mujer bastante mas joven, hermana o sobrina, que no parecia incomoda y escuchaba atentamente todo lo que se decia, incluso tomaba algunas notas en un cuaderno.

El juez dio un mazazo.

– ?Que nos queda? -pregunto-. Se esta haciendo tarde.

– Tres casos, senoria -contesto la psiquiatra-. No parecen complicados. Dos diagnosticos de retraso mental y un catatonico que ha mostrado notables progresos con la ayuda de medicacion antipsicotica. Ninguno tiene cargos pendientes…

– Vamos, Pajarillo -susurro Negro Grande-. Tenemos que volver. No pasara nada distinto. Estos casos se aprobaran deprisa. Es hora de irnos.

Francis dirigio una mirada hacia la joven psiquiatra, que seguia hablando al juez retirado.

– Todos estos hombres ya han sido dados de alta varias veces, senoria.

– Venga, Pajarillo -insistio el auxiliar en un tono que no dejaba margen a la discusion.

Francis no sabia como decir que lo que iba a pasar era lo que habia estado esperando todo el dia.

Se levanto, consciente de que no tenia opcion. Negro Grande le dio un empujoncito en direccion a la puerta y Francis avanzo hacia ella. No se volvio, aunque tuvo la impresion de que por lo menos uno de los tres pacientes se habia vuelto en la silla y le clavaba los ojos en la nuca. Notaba una presencia a la vez fria y caliente, y supo que eso era lo que sentian las victimas del angel.

Le parecio que una voz le gritaba: ?Tu y yo somos iguales!, pero en la sala solo se oian las voces rutinarias de los participantes en la vista. Lo que habia oido era una alucinacion, real e irreal a la vez.

?Corre, Francis, corre!, le gritaron sus voces.

Pero no lo hizo. Siguio caminando despacio, sabiendo que el asesino estaba a sus espaldas, pero que nadie, ni siquiera Lucy, Peter, los hermanos Moses, el senor del Mal o el doctor Tomapastillas, lo creerian si lo decia. Quedaban tres pacientes en la sala. Dos eran lo que eran. Uno, no. Y tras su mascara de falsa locura, el angel sin duda se reia de el.

Supo otra cosa: al angel le gustaba el riesgo, y a el tambien. No le dejaria vivir mucho mas.

El auxiliar sostuvo abierta la puerta del edificio de administracion y los dos salieron. Fuera lloviznaba y Francis levanto la cara, como si el cielo pudiera limpiar todos sus miedos y dudas. El dia llegaba a su fin y el cielo gris se oscurecia anunciando la noche. Francis distinguio a lo lejos el sonido de una maquina y se volvio en esa direccion. Negro Grande tambien se giro y ambos miraron hacia el otro lado de los terrenos del hospital. Mas alla del jardin, en el cementerio del rincon mas alejado del Western, una excavadora amarilla echaba una ultima carga de tierra al suelo.

– Espera, Pajarillo -dijo el auxiliar-. Debemos detenernos un momento. -Inclino la cabeza y Francis le oyo murmurar-: Padre nuestro que estas en los cielos…

Francis lo escucho en silencio.

– Tal vez estas sean las unicas palabras dichas en recuerdo de la pobre Cleo -suspiro cuando termino-. Quiza tenga mas paz ahora. Dios sabe que en vida tenia muy poca. Eso es triste, Pajarillo. Muy triste. No me obligues a rezar una oracion por ti. Aguanta. Todo mejorara, seguro. Confia en mi.

Francis asintio, pero no lo creia. Cuando volvio a mirar el cielo oscurecido, con el sonido distante de la excavadora que llenaba la tumba de Cleo, penso que estaba escuchando la obertura de una sinfonia cuyas notas y compases presagiaban nuevas muertes.

Lucy reflexiono que era el plan mas sencillo y efectivo que podian elaborar, y quizas el unico con alguna esperanza de salir bien. Haria el turno de noche que habia resultado mortal a Rubita en el puesto de enfermeria. Esperaria a que el angel apareciera.

Ella seria la cabra atada. El angel seria el depredador. Se trataba de la estratagema mas antigua del mundo. Dejaria el intercomunicador del hospital conectado con el puesto de la primera planta, donde los hermanos Moses aguardarian su senal. En el hospital, los gritos pidiendo ayuda eran muy frecuentes y a menudo ignorados, de modo que eligieron la contrasena «Apolo». Cuando la oyeran correrian en su ayuda. Lucy habia elegido la palabra con una nota de ironia. Podrian muy bien ser astronautas que se dirigian hacia un planeta distante. Los hermanos Moses creian que no tardarian mas de unos segundos en bajar las escaleras, lo que tendria la ventaja anadida de bloquear una de las vias de escape. Lo unico que Lucy tenia que hacer era mantener al angel ocupado unos momentos, y no morir en el intento. La entrada principal del edificio Amherst tenia cerradura doble, lo mismo que la puerta lateral. Todos suponian que podrian acorralar al asesino antes de que hiciese dano a Lucy o usase las llaves para escapar del hospital. Pero si lograba huir, alertarian a seguridad y las opciones del angel se reducirian rapidamente. En cualquier caso, le verian la cara.

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