delante de la puerta del trastero. Senalo una mancha grande en el linoleo.
– ?Que es? -quiso saber Francis.
– El mayor problema que puedes encontrarte en tu vida -suspiro Peter-. Haya lo que haya detras de esta puerta, no grites. Sobre todo, no grites. Muerdete la lengua y no digas una palabra. Y no toques nada. ?Puedes hacerlo por mi, Pajarillo? ?Puedo contar contigo?
Francis gruno que si, lo que le resulto dificil. Notaba como la sangre le bombeaba en el pecho, le retumbaba en los oidos, llena de adrenalina y ansiedad. En ese instante, se percato de que no habia oido ni una palabra de sus voces interiores desde que Larguirucho lo habia despertado.
Peter se acerco a la puerta del trastero. Se envolvio la mano con la camiseta para sujetar el pomo. Y entonces abrio despacio la puerta.
El cuarto estaba a oscuras. Peter entro con cautela y acerco la mano al interruptor de la pared.
La luz repentina fue como una estocada.
El brillo cego a Francis un segundo, puede que menos. Oyo a Peter proferir un juramento.
Francis se inclino para ver por encima del hombro de su amigo. Y solto un grito ahogado a la vez que el miedo lo sacudia como un viento huracanado. Retrocedio un paso atras, sintiendo que el aire que inspiraba le quemaba. Intento decir algo, pero incluso «Oh, Dios mio» le salio como un gemido gutural.
En el suelo, en el centro del trastero, yacia Rubita. O la persona que habia sido Rubita.
Estaba casi desnuda. Le habian arrancado el uniforme de enfermera y lo habian arrojado en un rincon. Todavia llevaba puesta la ropa interior, pero estaba fuera de sitio, de modo que le quedaban al descubierto los pechos y el sexo. Estaba tumbada de costado, casi acurrucada en posicion fetal, salvo que tenia una pierna doblada y la otra extendida, con un gran charco de sangre granate bajo la cabeza y el torax. Unos hilos rojos le resbalaban por la palida piel. Tenia un brazo metido debajo del cuerpo y el otro extendido, como una persona que saluda a alguien que esta lejos. Tenia el cabello apelmazado, casi mojado, y gran parte de la piel le brillaba de modo extrano a la luz de la bombilla desnuda. Cerca, habia un cubo con materiales de limpieza volcado, y el olor de liquido limpiador y desinfectante era abrumador. Peter se agacho sobre el cuerpo, pero no llego a tomarle el pulso porque tanto el como Francis vieron que Rubita habia sido degollada. La herida roja y negra, larga y abierta, debio de acabar con su vida en unos segundos. Salieron de nuevo al pasillo. Peter inspiro despacio y exhalo del mismo modo, con un ligero silbido cuando el aire le paso entre los dientes apretados.
– Mira con atencion, Pajarillo -dijo-. Miralo todo con atencion. Trata de recordar todo lo que veas esta noche. ?Podras hacer eso por mi, Pajarillo? ?Ser el segundo par de ojos que lo capta y lo registra todo?
Francis asintio despacio. Peter volvio a entrar en el almacen y empezo a senalar cosas en silencio. Primero, el corte que marcaba cruelmente el cuello de Rubita, despues el cubo volcado y las ropas arrancadas y tiradas al suelo. Senalo unas lineas de sangre en la frente de Rubita, eran paralelas y descendian hacia los ojos. Francis no pudo imaginar como se habrian producido. Tras indicar las marcas, Peter empezo a moverse con cuidado por el reducido espacio mientras senalaba con el indice cada cuadrante de la habitacion, cada elemento del escenario, como un profesor que indica con un puntero una pizarra para captar la atencion de unos alumnos cortos de entendederas.
Francis lo vio todo, y lo grabo en su memoria como un ayudante de fotografo.
Peter se detuvo al indicar la mano de Rubita. Francis vio de repente que a cuatro dedos le faltaban las falanges, como si se las hubieran cortado y llevado. Contemplo la mutilacion respirando de modo espasmodico.
– ?Que ves, Pajarillo? -pregunto por fin el Bombero.
– Veo a Rubita -respondio sin apartar la mirada del cadaver-. Pobre Larguirucho. Pobre, pobre Larguirucho. Debio de estar absolutamente convencido de que mataba a la encarnacion del mal.
– ?Crees que Larguirucho hizo esto? -replico Peter a la vez que sacudia la cabeza-. Miralo mejor -pidio-. Y dime que ves.
Francis observo de forma casi hipnotica el cadaver. Se fijo en el rostro de la joven y sintio una mezcla de terror y agitacion. Se dio cuenta de que era la primera vez que veia a alguien muerto, por lo menos de cerca. Recordaba haber asistido al funeral de su tia abuela cuando era pequeno, y como su madre lo habia tomado con fuerza de la mano y lo habia hecho pasar junto a un ataud abierto mientras le murmuraba todo el rato que no dijera ni hiciera nada y que se comportara, porque temia que el llamara la atencion haciendo algo inadecuado. Pero no lo hizo, y tampoco vio a la tia abuela en el ataud. Lo unico que recordaba era un perfil de porcelana blanca, visto solo un momento, como algo fugaz a traves de la ventanilla de un coche en marcha. No creyo que fuera lo mismo. Lo que veia de Rubita era muy diferente. Comprendio que era la peor cara de la muerte.
– Veo muerte -susurro.
– Si-asintio Peter-. Muerte. Y desagradable, ademas. Pero ?sabes que mas veo yo? -Hablo despacio, como si midiera cada palabra.
– ?Que?
– Veo un mensaje -respondio el Bombero. Y, con una sensacion casi apabullante de tristeza, anadio-: Y nadie ha matado a la encarnacion del mal. Esta aqui, entre nosotros, tan viva como tu o como yo. -Salio otra vez al pasillo y concluyo en voz baja-: Ahora tenemos que pedir ayuda.
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