Supongo que dormi algo esa noche, pero no recuerdo haber cerrado los ojos.
Ni siquiera recuerdo que respirara.
El labio hinchado me dolia, e incluso despues de haberme lavado seguia notando el sabor a sangre donde el policia me habia pegado. Tenia las piernas doloridas debido al porrazo que el guardia de seguridad me habia atizado y me daba vueltas la cabeza por todo lo que habia visto. Da igual los anos que hayan pasado desde esa noche, la cantidad de dias que forman decadas, todavia siento el dolor de mi encuentro con aquellas autoridades que creyeron, aunque solo fuera por un momento, que yo era el asesino. Mientras yacia tenso en la cama, me costaba relacionar a Rubita, que habia estado viva ese mismo dia, con el cuerpo ensangrentado que se habian llevado en una bolsa de plastico para depositar despues en alguna fria mesa de acero a la espera del escalpelo de un forense. Sigue siendo igual de dificil ahora. Era casi como si se tratara de dos entidades distintas, dos mundos aparte que guardaban poca relacion entre si, si es que guardaban alguna.
Mi recuerdo es claro: permaneci inmovil en la oscuridad sintiendo la presion inquietante de cada segundo que pasaba, consciente de que todo el dormitorio estaba intranquilo; los habituales ruidos nocturnos del sueno agitado eran mayores, subrayados por un nerviosismo y una tension que parecian recubrir el aire tenso de la habitacion como una capa de pintura. A mi alrededor, la gente se giraba y revolvia en la cama, a pesar de la dosis adicional de medicacion que nos habian dado antes de devolvernos al dormitorio. Calma quimica.
Eso era lo que Tomapastillas, el senor del Mal y el resto del personal querian, pero todos los miedos y las ansiedades provocados esa noche superaban la capacidad de los farmacos. Nos revolviamos en la cama, inquietos, gimiendo y grunendo, llorando y sollozando, nerviosos y consumidos. Todos teniamos miedo de lo que quedaba de noche, y tambien de lo que pudiera depararnos la manana.
Faltaba uno, claro. Que hubieran arrancado con tanta brusquedad a Larguirucho de nuestra pequena comunidad psiquiatrica parecia haber dejado huella. Desde mi llegada al edificio Amherst, dos de los pacientes mas ancianos y enfermos habian fallecido debido a lo que llamaron causas naturales, aunque se definiria mejor con la palabra negligencia o la palabra abandono. De vez en cuando, de modo milagroso, daban de alta a alguien a quien le quedaba un poco de vida. Muy a menudo, los de seguridad se llevaban a alguien frenetico y descontrolado a una de las celdas de aislamiento. Pero era probable que regresara en un par de dias, con la medicacion aumentada, los movimientos torpes mas pronunciados y el temblor en su rostro acentuado. Asi pues, las desapariciones eran habituales. Pero no lo era la forma en que se habian llevado a Larguirucho, y eso era lo que agitaba nuestras emociones mientras esperabamos que las primeras luces del dia se filtraran entre los barrotes de las ventanas.
Prepare dos sandwiches de queso, llene un vaso con agua del grifo y me apoye en el mostrador de la cocina para tomarlos. Un cigarrillo olvidado se consumia en un cenicero repleto, y el hilo de humo se elevaba por el aire viciado de mi casa.
Peter el Bombero fumaba.
Di otro mordisco al sandwich y bebi un trago de agua. Cuando me volvi, el estaba ahi. Alargo la mano hacia la colilla de mi cigarrillo y se lo llevo a los labios.
– En el hospital se podia fumar sin sentirse culpable -dijo con cierta picardia-. Porque ?que era peor: arriesgarse al cancer o estar loco?
– Peter -dije, sonriente-. Hacia anos que no te veia.
– ?Me has echado de menos, Pajarillo?
Asenti con la cabeza. El se encogio de hombros, como disculpandose.
– Tienes buen aspecto, Pajarillo. Un poco delgado, quiza, pero apenas has envejecido. -Exhalo un par de anillos de humo con indiferencia a la vez que echaba un vistazo a la habitacion-. ?Asi que vives aqui? No esta mal. Veo que las cosas te van bien.
– Yo no diria que me vayan bien exactamente. Tan bien como cabria esperar, supongo.
– Tienes razon. Eso era lo inusual de estar loco, ?verdad, Pajarillo? Nuestras expectativas se torcieron y cambiaron. Cosas corrientes, como tener un empleo, formar una familia e ir a partidos de la liga de beisbol infantil las tardes bonitas de verano eran objetivos muy dificiles de conseguir. Asi que los modificamos. Los revisamos, los redujimos y los reconsideramos.
– Si, es cierto. -Sonrei-. Tener un sofa, por ejemplo, es todo un logro.
Peter echo la cabeza atras para soltar una carcajada.
– Tener un sofa y recuperar la salud mental -comento-. Suena a una de las tesis en las que el senor del Mal trabajaba siempre para su doctorado y que nunca publico.
Peter siguio mirando en derredor.
– ?Tienes amigos?
– Pues no. -Sacudi la cabeza.
– ?Sigues oyendo voces?
– Un poco, a veces. Solo ecos. Ecos o susurros. La medicacion que me dan sofoca bastante el alboroto que solian organizar.
– La medicacion no puede ser tan mala -indico Peter y me guino el ojo-, porque yo estoy aqui.
Eso era cierto.
Peter se acerco al umbral de la cocina y miro hacia la pared de la escritura. Se movia con la misma gracia atletica, una especie de control muy definido de los movimientos, que recordaba de las horas que pasamos caminando por los pasillos del edificio Amherst. Peter el Bombero no arrastraba los pies ni se tambaleaba. Tenia el mismo aspecto que veinte anos atras, excepto que la gorra de los Red Sox que solia llevar encasquetada permanecia ahora en el bolsillo trasero de sus vaqueros. Pero todavia tenia el pelo tupido y largo, y su sonrisa era tal como la recordaba, dibujada en su rostro, como si alguien hubiera contado un chiste unos minutos antes y le siguiera haciendo gracia.
– ?Como va la historia? -pregunto.
– Estoy volviendo a recordar.
Peter fue a decir algo pero se detuvo, y miro de nuevo la columna de palabras garabateadas en la pared.
– ?Que les has contado sobre mi? -quiso saber.
– No lo suficiente. Pero puede que ya hayan deducido que nunca estuviste loco. Nada de voces. Ni de delirios. Ni de creencias extranas o pensamientos escabrosos. Por lo menos, no estabas loco como Larguirucho, Napoleon, Cleo o ninguno de los demas. Ni siquiera yo, puestos a decir.
Peter esbozo una sonrisita ironica.
– Un buen chico catolico, de una gran familia irlandesa de segunda generacion de Dorchester. Un padre que bebia demasiado los sabados por la noche y una madre que creia en los democratas y en el poder de la plegaria. Funcionarios, maestros de escuela primaria, policias y soldados. Asistencia regular a misa los domingos, seguida de catequesis. Un monton de monaguillos. Las ninas aprendian a bailar y cantar en el coro. Los ninos iban a Latin High y jugaban a futbol americano. Cuando llegaba la hora del servicio militar, ibamos. Nada de prorrogas por cuestion de estudios. Y no eramos enfermos mentales, por lo menos no del todo. No de esa forma diagnosticable y definida que gustaba a Tomapastillas, que le permitia buscar tu alteracion en el Manual diagnostico y estadistico y leer con exactitud la clase de tratamiento que tenia que recetarte. No, en mi familia eramos peculiares. O excentricos. O quizas un poco curiosos, o ligeramente