– Ya veo -asintio Lucy-. ?Estaria de acuerdo con esa afirmacion, doctor?

– ?En absoluto! -dijo Gulptilil con energia-. Su conducta antes del asesinato fue exagerada, muy nerviosa. Intento atacarla ese mismo dia. Ha tenido una marcada propension a amenazar con violencia en varias ocasiones en el pasado, y al final, rebaso el limite, como el personal se temia.

– Asi pues, ?no esta de acuerdo con la valoracion de estos senores?

– No. La policia encontro pruebas en su cama. Y la sangre en su camisa de dormir correspondia a la victima.

– Conozco esos detalles -dijo Lucy Jones con frialdad. Y se dirigio de nuevo a Francis-. ?Podrias volver a las falanges que faltaban, por favor? -pidio con delicadeza-. ?Podrias describir que viste exactamente, por favor?

– Habia cuatro falanges probablemente cortadas. Tenia la mano en un charco de sangre. -Francis levanto una mano ante su cara, como si quisiera ver como seria que le cercenaran la punta de los dedos.

– Si Larguirucho, vuestro amigo, lo hubiera hecho…

– Podria haber hecho ciertas cosas -la interrumpio Peter-. Pero no eso. Y sin duda tampoco la agresion sexual.

– ?Eso no lo sabes! -replico el doctor Gulptilil-. Es una mera suposicion. He visto la misma clase de mutilaciones, y le aseguro que pueden producirse de varias formas. Incluso por accidente. La idea de que Larguirucho fuera incapaz de cortarle la mano, o que todo ocurrio de algun otro modo sospechoso es una mera conjetura. Veo adonde quiere llegar con esto, senorita Jones, y creo que la implicacion es erronea, ademas de poder ser perjudicial para el hospital.

– ?De veras? -se sorprendio Lucy, y se volvio de nuevo hacia el psiquiatra. Esa pregunta no pedia ninguna ampliacion. Hizo una pausa y dirigio la mirada a los dos pacientes. Fue a hablar, pero Peter la interrumpio antes de que pudiera hacerlo.

– ?Sabes que, Pajarillo? -Se dirigio a Francis pero tenia los ojos puestos en Lucy Jones-. Sospecho que esta joven fiscal ha visto otros tres cadaveres muy parecidos al de Rubita. Y que a cada uno de esos cadaveres le faltaba una falange, o mas, de la mano, como a Rubita. Eso es lo que yo supongo ahora mismo.

Lucy Jones sonrio sin la menor nota de humor. A Francis le parecio una de esas sonrisas que se usaban para ocultar toda clase de sentimientos.

– Es una buena suposicion, Peter -dijo.

El Bombero entorno los ojos y se recosto, como si reflexionara, antes de seguir hablando despacio.

– Tambien creo, Pajarillo, que esta senorita es responsable de encontrar al hombre que extirpo esas falanges a esas otras mujeres. Y que por eso vino aqui corriendo y tiene tantas ganas de hablar con nosotros. ?Y sabes que mas, Pajarillo?

– ?Que Peter? -pregunto Francis, aunque ya intuia la respuesta.

– Apostaria que, bien entrada la noche, en la oscuridad de su habitacion en Boston, sola en la cama, con las sabanas enredadas y sudadas, la senorita Jones tiene pesadillas sobre cada una de esas mutilaciones y lo que podrian significar.

Francis miro a Lucy Jones, que asintio despacio con la cabeza.

9

Me aleje de la pared y deje caer el lapiz al suelo.

La tension del recuerdo me revolvia el estomago. Tenia la garganta seca y el corazon acelerado. Aparte la mirada de las palabras que se leian en la deslucida pared blanca y me dirigi al pequeno cuarto de bano. Abri el grifo del agua caliente y tambien la ducha para llenar el cubiculo de una calidez pegajosa, humeda. El calor me recorrio el cuerpo y el mundo empezo a nublarse a mi alrededor. Era como recordaba esos momentos en el despacho de Tomapastillas, cuando la naturaleza real de nuestra situacion empezo a cobrar forma. La habitacion se caldeo y note una falta de aliento asmatica, como aquel dia. Mire mi reflejo en el espejo. El calor lo empanaba, lo desdibujaba, como si le faltaran contornos. Cada vez me costaba mas ver si estaba como era ahora, algo envejecido, medio calvo y con las primeras arrugas, o como era entonces, cuando tenia mi juventud y mis problemas, y la piel y los musculos tan firmes como mi imaginacion. Detras de esa imagen de mi mismo en el espejo estaban los estantes de mis medicamentos. Me temblaban las manos y, peor aun, algo se sacudia en mi interior, como un gran movimiento sismico en mi corazon. Sabia que debia tomar algun farmaco. Tranquilizarme. Recuperar el control de las emociones. Calmar las fuerzas que acechaban bajo mi piel. Note como la locura intentaba apoderarse de mi pensamiento. Y me senti como un escalador que de repente pierde el equilibrio y se tambalea, sabiendo que un resbalon se convertira en una caida y que si no logra aferrarse a algo se desplomara hacia la inconsciencia.

Exhale aire sobrecalentado. Tenia las ideas chamuscadas.

Aun podia oir la voz de Lucy Jones cuando se inclino hacia Peter y hacia mi.

«Una pesadilla es algo de lo que puedes despertar, Peter-habia dicho-. Pero los pensamientos y las ideas que permanecen despues de que tus terrores hayan desaparecido son algo bastante peor.»

– Conozco muy bien esa clase de despertar -dijo Peter con un tono formal que, curiosamente, parecia tender un puente entre ellos.

Gulptilil interrumpio las ideas que se estaban barajando en su despacho.

– Escuche -dijo con una oficiosidad energica-. No me gusta nada la direccion que esta tomando esta conversacion, senorita Jones. Esta sugiriendo algo que es bastante dificil de considerar.

– ?Que cree que estoy sugiriendo? -repuso Lucy Jones, volviendose hacia el.

Francis penso que habia obrado como la fiscal que era. En lugar de negar, objetar o tener alguna otra reaccion contraria, devolvia la pregunta al medico. Tomapastillas, que no era tonto aunque a menudo lo pareciera, tambien debio de darse cuenta, ya que no se trataba de una tecnica que los psiquiatras desconocieran; se movio incomodo antes de responder. La cautela lo llevo a eliminar la agudeza que la tension imprimia a su voz, de modo que recupero su acento empalagoso y algo britanico.

– Lo que creo, senorita Jones, es que no esta dispuesta a ver circunstancias que contradigan lo que usted desea encontrar. Se ha producido una muerte desafortunada. Se aviso de inmediato a las autoridades competentes. Se examino el escenario del crimen. Se interrogo a los testigos. Se obtuvieron pruebas. Se practico una detencion. Todo eso se hizo conforme al procedimiento y a la forma. Parece que seria el momento de dejar que tuviera lugar el proceso judicial y ver que se decide.

Lucy asintio y considero su respuesta.

– ?Le suenan los nombres de Frederick Abberline y sir Robert Anderson, doctor?

Tomapastillas arrugo el entrecejo. Francis vio como hojeaba el indice de su memoria sin obtener resultado. Era la clase de fallo que Gulptilil detestaba. Era un hombre que se negaba a mostrar cualquier carencia, por nimia o insignificante que fuera. Se revolvio en el asiento, carraspeo una o dos veces y respondio meneando la cabeza.

– No, lo siento. Esos nombres no me dicen nada. ?Cual es su relacion con esta discusion, si puede saberse?

– Quiza, doctor, le resulte mas familiar un coetaneo de ellos -repuso Lucy en lugar de contestar directamente-. Un caballero conocido como Jack el Destripador.

– Por supuesto. -Gulptilil entorno los ojos-. Se lo menciona en notas a pie de pagina en varios textos medicos y psiquiatricos, sobre todo debido a la ferocidad y notoriedad de sus crimenes. Pero los otros…

– Abberline era el inspector encargado de investigar los asesinatos de Whitechapel en 1888. Anderson era su supervisor. ?Esta familiarizado con esos hechos?

– Hasta los ninos conocen a Jack el Destripador -replico el medico, y se encogio de hombros-. Incluso ha dado lugar a novelas y peliculas.

– Sus crimenes dominaban las noticias -prosiguio Lucy-. Atemorizaban a la poblacion. Se convirtio en una especie de referencia contra la que muchos crimenes parecidos se siguen comparando hoy en dia, aunque en

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