realidad se limitaron a un area bien definida y a una clase muy concreta de victimas. El panico que provocaron era desproporcionado con respecto a su impacto real, lo mismo que su impacto en la historia. En el Londres actual se puede hacer una visita guiada en autobus por los lugares de los asesinatos. Y existen grupos de debate que siguen investigando los crimenes. Casi cien anos despues, la gente sigue morbosamente fascinada. Todavia quiere saber quien era Jack.

– ?Cual es el proposito de esta leccion de historia, senorita Jones? Quiere decirnos algo, pero creo que no sabemos muy bien que.

A Lucy no parecio importarle esta reaccion negativa.

– ?Sabe que ha intrigado siempre a los criminologos de los crimenes de Jack el Destripador, doctor?

– No.

– Que terminaron tan de repente como empezaron.

– ?Si?

– Como un grifo de terror abierto y, despues, cerrado. Clic. Asi, sin mas.

– Interesante, pero…

– Digame, doctor, segun su experiencia, ?las personas dominadas por su compulsion sexual, sobre todo para cometer crimenes espantosos, cada vez mas brutales, y que encuentran plena satisfaccion en sus actos, paran espontaneamente?

– No soy psiquiatra forense, senorita Jones.

– Pero segun su experiencia, doctor…

– Sospecho, senorita Jones -respondio con tono de superioridad a la vez que sacudia la cabeza-, que usted sabe tan bien como yo que la respuesta a esa pregunta es que no. Un psicopata homicida no puede poner termino a sus crimenes. Por lo menos no voluntariamente, aunque a algunos de ellos la excesiva culpa les lleva a suicidarse. Estos, por desgracia, son minoria. Por lo general, los asesinos reincidentes solo se detienen debido a alguna circunstancia externa.

– Si, cierto. Anderson y Abberline barajaron tres posibilidades para el cese de los crimenes de Jack el Destripador en Londres. La primera, que hubiera emigrado a America (poco probable pero posible), aunque no hay constancia de asesinatos de ese tipo en Estados Unidos. La segunda, que hubiese muerto, bien por suicidio o a manos de alguien, lo que tampoco era demasiado probable. En la era victoriana, el suicidio no era muy frecuente, y tendriamos que suponer que a Jack el Destripador lo atormentaba su propia maldad, algo de lo que no existe ningun indicio. La tercera era una posibilidad mas realista.

– ?Cual?

– Que Jack hubiese sido recluido en un hospital psiquiatrico e, incapaz de salir de alli, permanecio para siempre tras sus gruesas paredes. -Hizo una pausa antes de preguntar-: ?Son muy gruesas aqui las paredes, doctor?

Tomapastillas reacciono poniendose de pie.

– ?Lo que esta sugiriendo, senorita Jones, es espantoso! -Tenia el rostro crispado-. ?Imposible! ?Que algun Destripador actual este aqui, en este hospital!

– ?Donde podria esconderse mejor? -pregunto la fiscal en voz baja.

Tomapastillas se esforzaba por recobrar la compostura.

– ?La idea de que un asesino, aunque sea inteligente, pudiera ocultar sus verdaderas pulsiones a todo el personal del hospital es ridicula! Puede que eso fuera posible en el siglo XIX, cuando la psicologia estaba aun en mantillas. ?Pero no en la actualidad! Exigiria una fuerza de voluntad constante, una sofisticacion y un conocimiento de la naturaleza humana muy superiores a los que puedan tener nuestros pacientes. Su sugerencia es simplemente imposible. -Pronuncio estas palabras con una contundencia que ocultaba sus temores.

Lucy fue a responder pero se detuvo. En lugar de eso, se inclino para recoger la cartera de piel. Rebusco en su interior y se volvio hacia Francis.

– ?Como llamabais a la enfermera asesinada? -pregunto.

– Rubita -dijo Francis.

Lucy Jones asintio.

– Si. Parece acertado. Y llevaba el pelo corto… -Mientras hablaba, casi consigo misma, saco un sobre de la cartera, del que extrajo una serie de fotografias en color de veinte por veinticinco. Se las puso en el regazo y las fue pasando hasta elegir una, que lanzo por la mesa hacia Tomapastillas-. Hace dieciocho meses -anuncio mientras la fotografia se deslizaba por la superficie de madera.

Otra fotografia surgio del monton.

– Hace catorce meses.

Y una tercera.

– Hace diez meses.

Francis estiro el cuello y vio que en cada fotografia aparecia una mujer joven. Observo las marcas de sangre en la garganta de cada una de ellas. Observo las ropas arrancadas y cambiadas de sitio. Observo sus ojos abiertos al horror. Todas eran Rubita, y Rubita era cada una de ellas. Eran diferentes pero iguales. Francis se acerco mas cuando otras tres fotografias resbalaron por la mesa. Eran primeros planos de la mano derecha de cada victima. A la primera le faltaba una falange de un dedo; a la segunda, dos; y a la tercera, tres.

Desvio la mirada hacia a Lucy Jones, que habia entrecerrado los ojos y exhibia una expresion tensa. Francis penso que resplandecia un momento con una intensidad a la vez incandescente y gelida.

La joven inspiro despacio y hablo con voz dura, baja:

– Voy a encontrar a este hombre, doctor.

Tomapastillas contemplo con impotencia las fotografias. Francis se dio cuenta de que estaba evaluando la gravedad de la situacion. Pasado un momento, reunio todas las fotografias, como un tahur hace con las cartas despues de barajadas pero sabiendo muy bien donde esta el as de picas. Dio golpecitos con el mazo en la mesa para igualar todos los bordes. A continuacion, las devolvio a Lucy.

– Si -admitio-, creo que lo hara. O al menos lo intentara.

Francis no penso que Tomapastillas quisiera decir realmente lo que decia. Pero despues recapacito: quiza si queria decir realmente algunas de las cosas que decia, mientras que otras no. Decidir cuales era muy dificil.

El medico volvio a su asiento. Tamborileo con los dedos sobre la mesa. Miro a la joven fiscal y arqueo sus pobladas cejas negras, como si previera otra pregunta.

– Necesitare su ayuda -dijo por fin Lucy.

– Por supuesto. -Gulptilil se encogio de hombros-. Es evidente. Mi ayuda, y la de otros, claro. Pero creo que, a pesar de la increible similitud entre la muerte que se produjo aqui y las que usted nos ha mostrado de modo tan melodramatico, esta usted equivocada. Creo que, por desgracia, nuestra enfermera fue atacada por el paciente que esta ahora detenido y acusado del crimen. Sin embargo, en aras de la justicia, la ayudare con todos los medios a mi alcance, aunque solo sea para que se quede tranquila, senorita Jones.

Francis penso de nuevo que cada palabra decia una cosa pero queria decir otra.

– Voy a quedarme aqui hasta obtener algunas respuestas -aseguro Lucy.

Gulptilil asintio despacio. Esbozo una sonrisa forzada.

– Puede que aqui no seamos especialmente buenos en proporcionar respuestas -comento-. Las preguntas abundan, pero lograr soluciones es mas dificil. Y, por supuesto, no con la clase de precision legal que yo diria que usted desea, senorita Jones. Aun asi -prosiguio-, nos pondremos a su entera disposicion, en la medida de lo posible.

– Para llevar a cabo una investigacion como es debido -repuso Lucy-, como usted muy bien indicaba, necesitare algo de ayuda. Y acceso a todo y a todos.

– Permitame que se lo recuerde otra vez: esto es un hospital psiquiatrico -replico el medico-. Nuestra tarea es muy diferente a la suya. E imagino que podrian entrar en conflicto. O, por lo menos, esa posibilidad existe. Su presencia no puede perturbar el funcionamiento del centro, ni ser tan abrumadora que altere la fragil situacion de muchos pacientes. -Hizo una pausa y la miro con una mueca-. Pondremos las historias clinicas a su disposicion, si lo desea -prosiguio-. Pero en cuanto a las salas y a interrogar a posibles testigos o sospechosos… bueno, no estamos preparados para ayudarla en eso. Despues de todo, nuestra funcion consiste en ayudar a personas aquejadas de una enfermedad grave y a menudo limitadora de sus capacidades. Nuestro enfoque es terapeutico,

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