no policial. No tenemos a nadie con la clase de experiencia que, en mi opinion, se necesita…
– Eso no es cierto -mascullo Peter
Segunda parte. UN MUNDO DE HISTORIAS
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Se produjo un silencio momentaneo en el despacho. El sonido de un teclado llego de repente a traves de la puerta cerrada. En algun sitio del edificio de administracion, un paciente angustiado solto un alarido largo y lastimero, pero se desvanecio como el ladrido de un perro lejano. Peter el Bombero se situo en el borde de la silla, del mismo modo que un nino ansioso que sabe la respuesta a una pregunta del profesor.
– Correcto -asintio Lucy Jones en voz baja.
Esas palabras solo parecieron infundir vigor al silencio.
Siendo un hombre con formacion psiquiatrica, Gulptilil poseia sagacidad politica, quizas incluso mas alla de su actividad profesional. Dedico un momento a valorar el aspecto del extrano grupo reunido en su despacho.
Como muchos medicos de la psique, tenia una habilidad asombrosa para examinar el momento con distanciamiento emocional, casi como si estuviera en una torre de vigilancia observando un patio. A su lado vio a una mujer joven con una solida conviccion y unas prioridades muy distintas a las suyas. Tenia unas cicatrices que parecian refulgir de acaloramiento. Frente a el vio al paciente que estaba mucho menos loco que los demas y, no obstante, mas condenado, con la posible excepcion del hombre que la joven buscaba con tanto ahinco, si realmente existia, cosa que el doctor Gulptilil dudaba. Tambien observo a Francis, y penso que era probable que se viera arrastrado por la fuerza de los otros dos, lo que no le parecia necesariamente positivo.
Gulptilil se aclaro la garganta y se revolvio en el asiento. Podia detectar los posibles problemas que deberia afrontar. Los problemas poseian una cualidad explosiva a la que el dedicaba gran parte de su tiempo y energia a combatir. No era que disfrutara especialmente de su trabajo de director psiquiatrico del hospital, pero procedia de una tradicion de deber, unida a un compromiso casi religioso con el trabajo constante, y trabajar para el Estado reunia muchas virtudes que el consideraba primordiales, como una paga semanal regular y las prestaciones que la acompanaban, y carecia del riesgo que suponia abrir su propia consulta y esperar que una cantidad suficiente de neuroticos locales empezaran a pedirle hora.
Su mirada recayo en la fotografia situada en una esquina de la mesa. Era un retrato de estudio de su mujer y sus dos hijos, un nino en edad escolar y una chica que acababa de cumplir los catorce. Tomada hacia menos de un ano, mostraba el cabello de su hija cayendo en grandes ondas negras sobre los hombros hasta llegarle a la cintura. Se trataba de un signo tradicional de belleza para su gente, por muy lejos que viviera de su pais natal. Cuando era pequena, a menudo se sentaba para que su madre le pasara el cepillo por la reluciente cabellera negra. Esos momentos habian desaparecido. Una semana atras, en un arranque de rebelion, su hija fue a escondidas a la peluqueria y se corto el pelo a lo paje, con lo que desafiaba a la vez la tradicion familiar y el estilo predominante ese ano. Su mujer habia llorado sin parar dos dias, y el se habia visto obligado a soltarle un severo sermon, ignorado en su mayor parte, e imponerle un castigo que consistio en prohibirle todas las actividades extraescolares durante dos meses y en limitarle el uso del telefono, lo que provoco un airado estallido de lagrimas y un juramento que le sorprendio que conociera. Sobresaltado, se percato de que las cuatro victimas de las fotografias que Lucy Jones le habia ensenado llevaban el pelo corto. A lo paje. Y que eran muy delgadas, casi como si asumieran su feminidad de mala gana. Su hija era asi, llena de angulos y lineas huesudas, mientras que las curvas solo se insinuaban. Apreto los labios al considerar ese detalle. Tambien sabia que su hija se oponia a sus intentos de limitarle los movimientos por los terrenos del hospital. Eso le llevo a morderse el labio inferior. El miedo, se reprendio al punto, no era cosa de los psiquiatras sino de los pacientes. El miedo era irracional y se instalaba como un parasito en lo desconocido. Su profesion se basaba en el conocimiento y en el estudio, y en su aplicacion constante a toda clase de situaciones. Intento tranquilizarse, pero le costo lo suyo.
– Senorita Jones -dijo al cabo-, ?que propone exactamente?
Lucy inspiro hondo antes de contestar, de modo que pudo ordenar sus pensamientos con la rapidez de una ametralladora.
– Lo que propongo es descubrir al hombre que creo ha cometido estos crimenes. Se trata de asesinatos en tres jurisdicciones distintas del este del Estado, seguidos del que tuvo lugar aqui. Creo que el asesino sigue libre, a pesar de la detencion que se efectuo. Lo que necesitare, para demostrarlo, es acceso a los expedientes de sus pacientes y libertad para efectuar interrogatorios. Ademas -prosiguio, y fue entonces cuando la primera duda le