grandes fuerzas en juego. El mundo esta en equilibrio. Los momentos se paralizan en el tiempo ante las inmensas convulsiones sismicas que sacuden la humanidad. La historia contiene el aliento; los dioses se enfrentan en el campo. Vivimos una epoca de cambios. Me estremezco al pensar en su importancia.

– Cada uno de nosotros hace lo que puede -dijo Lucy.

– Por supuesto -corroboro Napoleon-. Hacemos lo que se nos pide. Todos intervenimos en el gran escenario de la historia. Un hombrecillo puede convertirse en un gran hombre. El momento secundario se vislumbra importante. La pequena decision puede afectar a las grandes corrientes de la epoca. ?Caera la noche? -susurro, inclinandose hacia ella-. ?O llegaran a tiempo los prusianos para rescatar al Duque de Hierro?

– Creo que Blucher llega a tiempo -respondio Lucy.

– Si-dijo Napoleon, y casi guino un ojo-. En Waterloo fue asi. Pero ?y hoy?

Sonrio de modo enigmatico, saludo con la mano a Peter y Francis y se alejo.

Peter enderezo los hombros, a modo de alivio, con su habitual sonrisa ironica en los labios.

– Seguro que el senor del Mal lo ha oido todo y que esta noche Nappy recibira mas medicacion de lo normal -susurro a Francis, aunque lo bastante alto para que Lucy lo oyera, y el joven reparo en que Evans los habia seguido hasta el dormitorio.

– Parece bastante simpatico -comento Lucy-. Asi como inofensivo.

– Su valoracion es correcta, senorita Jones -intervino el senor del Mal dando un paso adelante-. Asi es la mayoria de los pacientes del hospital. Solo se lastiman a si mismos. El problema para el personal es saber cual puede ser violento. Cual tiene esa capacidad latente en su interior. A veces, es lo que buscamos.

– Tambien es el motivo por el cual yo me encuentro aqui -contesto Lucy.

– Por supuesto -dijo Evans, y miro a Peter y Francis-, en algunos casos ya tenemos la respuesta.

Los dos pacientes se miraron entre si, como hacian siempre. El senor del Mal alargo la mano y tomo con suavidad el brazo de Lucy Jones, un gesto de galanteria que, dadas las circunstancias, parecia significar algo muy distinto.

– Por favor, senorita Jones -pidio-, permitame que la acompane por el resto del hospital, aunque es muy parecido a lo que ve aqui. Por la tarde hay programadas sesiones en grupo y actividades, ademas de la cena, y mucho que hacer.

Por un instante parecio que Lucy iba a rehusar, pero finalmente contesto:

– Eso estaria bien. -Antes de salir, se volvio hacia Francis y Peter para decir-: Me gustaria hacerles mas preguntas despues. O quiza manana por la manana. ?Les parece bien?

Ambos asintieron con la cabeza.

– No estoy seguro de que este par pueda ayudarla demasiado -solto Evans meneando la cabeza.

– Puede que si y puede que no -contesto Lucy-. Eso esta por ver. Pero hay algo seguro, senor Evans.

– ?Que?

– En este momento, son las unicas personas de las que no sospecho.

A Francis le costo dormirse esa noche. Los ronquidos y gimoteos habituales que constituian los acordes nocturnos del dormitorio lo ponian nervioso. O, por lo menos, eso pensaba hasta que se tumbo en la cama con los ojos puestos en el techo y se dio cuenta de que no era lo corriente de la noche lo que lo perturbaba, sino lo que habia ocurrido durante el dia. Sus voces interiores estaban tranquilas pero llenas de preguntas, y no sabia si seria capaz de cumplir con su cometido. Nunca se habia considerado la clase de persona que observa detalles, que capta el significado de palabras y acciones, como hacia Peter y tambien Lucy Jones. Tenia la impresion de que ambos controlaban sus ideas, algo a lo que el solo podia aspirar. Sus pensamientos eran incoherentes y, como una ardilla, cambiaban sin cesar de direccion, salian disparados en un sentido o en otro, iban primero hacia un lado y despues hacia otro, impulsados por fuerzas interiores que no acababa de comprender.

Suspiro y se volvio. Entonces vio que no era el unico que estaba despierto. A unos metros de distancia, el Bombero estaba sentado en la cama, con la espalda apoyada contra la pared y las rodillas dobladas para rodearlas con los brazos, mirando al frente. Francis vio que tenia la mirada puesta en las ventanas, mas alla de los barrotes y del cristal blanquecino, para contemplar los tenues rayos de la luna y la penumbra de la noche. Quiso decir algo, pero se contuvo, porque imagino que lo que impedia a Peter dormir esa noche era alguna corriente demasiado poderosa para interrumpirla.

11

Notaba como el angel leia todas las palabras, pero la calma se mantenia intacta. Cuando estas loco, a veces la tranquilidad es como una niebla que oscurece las cosas cotidianas y corrientes, las imagenes y los sonidos familiares, de modo que todo se ve un poco desencajado, misterioso. Como una carretera conocida que, debido a la extrana forma en que la niebla refracta los faros por la noche, de repente parece girar a la derecha cuando el cerebro le grita a uno que sigue recta. La demencia es como ese momento de duda en que no sabria si debo confiar en los ojos o en la memoria porque ambas cosas parecen capaces de cometer los mismos errores insidiosos. Me note unas gotas de sudor en la frente y sacudi todo el cuerpo, como un perro mojado, para librarme de la sensacion humeda y desesperada que el angel habia traido a mi casa.

– Dejame en paz -pedi al ver que la fuerza o seguridad que pudiera tener me habia abandonado de golpe-. ?Dejame solo! ?Ya te combati una vez!-grite-. ?No deberia tener que combatirte de nuevo!

Me temblaban las manos y queria llamar a Peter el Bombero. Pero sabia que estaba demasiado lejos, y que yo estaba solo, asi que aprete los punos para contener el temblor de las manos.

Mientras inspiraba hondo, llamaron de repente a la puerta. Los golpes, como balazos, irrumpieron en mi ensueno y me levante. La cabeza me dio vueltas un instante. Cruce la habitacion con pasos rapidos.

Se oyeron mas golpes en la puerta.

– ?Senor Petrel!-llamo una voz-. ?Senor Petrel? ?Esta bien?

Apoye la frente contra la jamba. La note fria al tacto, como si yo tuviera fiebre y la frente fuese de hielo. Repase despacio el catalogo de voces que conocia. Habria reconocido al instante a una de mis dos hermanas. Sabia que no eran mis padres porque nunca habian venido a visitarme.

– ?Senor Petrel! ?Conteste, por favor! ?Esta bien?

Reconoci un acento familiar y sonrei.

Mi vecino de enfrente se llama Ramon Santiago y trabaja para el departamento de limpieza y recogida de basuras de la ciudad. El y su mujer Rosalita tienen una nina muy bonita, Esperanza, que parece muy inteligente, porque, desde su posicion en los brazos de su madre, contempla el mundo que la rodea con la mirada atenta de un profesor universitario.

– ?Senor Petrel?

– Estoy bien, senor Santiago. Gracias.

– ?Esta seguro? -Estabamos hablando a traves de la puerta cerrada, a pocos centimetros de distancia-. Abra, por favor. Solo quiero asegurarme de que todo va bien.

Santiago llamo otra vez a la puerta, y en esta ocasion gire el pomo para abrir solo un poco. Nuestros ojos se encontraron y el me miro atentamente.

– Oimos gritos -dijo-. Era como si alguien fuera a pelear.

– No. Estoy solo.

– Le he oido hablar. Como si discutiera con alguien. ?Seguro que esta bien?

Era un hombre menudo, pero un par de anos levantando pesados contenedores de madrugada le habia fortalecido los brazos y los hombros. Seria un contrincante temible para cualquiera, y yo sospechaba que pocas veces tendria que recurrir a la confrontacion para que sus opiniones fueran escuchadas.

– Estoy bien, gracias -repeti.

– No tiene muy buen aspecto, senor Petrel. ?Se encuentra mal?

– He estado sometido a mucha tension ultimamente. Me he saltado unas cuantas comidas.

– ? Quiere que llame a alguien? ?A una de sus hermanas?

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