su mesa.

– El doctor esta ocupado -dijo mientras sus dedos volaban por el teclado y la bola metalica de la vieja Selectric golpeaba sin piedad un folio-. Creo que no tenia cita concertada -anadio.

– Solo sera un minuto -comento Lucy.

– Bueno, vere si la puede atender. Sientese. -Pero no hizo ningun esfuerzo por cambiar de postura ni siquiera por coger el telefono hasta que Lucy se alejo de la mesa y se sento en un raido sofa.

Fijo la mirada en la secretaria con una intensidad que la traspasaba hasta que esta se canso por fin del escrutinio, cogio el auricular y se volvio de espaldas para hablar. Tras un breve intercambio, se giro de nuevo hacia la fiscal.

– Puede pasar -anuncio.

Gulptilil estaba de pie tras su mesa, observando por la ventana el arbol que crecia en el patio. Carraspeo cuando ella entro, pero no se volvio. Lucy espero pacientemente. Pasado un instante, el doctor se volvio y se dejo caer en su asiento.

– Senorita Jones -dijo-. Su llegada es providencial porque me ahorra el trabajo de mandarla llamar.

– ?Mandarme llamar?

– Si. Porque hace poco he estado hablando con su jefe, el fiscal del condado de Suffolk. Y esta muy interesado por sus progresos. -Se recosto con una sonrisa falsa-. Pero, digame, ?que la ha traido a mi despacho?

– Me gustaria tener los nombres y los expedientes de los pacientes del dormitorio de la primera planta de Williams y, si es posible, la ubicacion de sus camas, de modo que pueda relacionar nombres, diagnosticos y ubicacion.

– Ya -asintio Gulptilil, aun sonriente-. Se refiere al dormitorio que esta ahora tan agitado gracias a sus anteriores interrogatorios, ?verdad?

– Si.

– La agitacion que ha generado tardara algun tiempo en calmarse. Si le doy esta informacion, ?me promete que me avisara antes de iniciar cualquier otra actividad en esa zona del hospital?

– Si. -Lucy apreto los dientes-. De hecho, me gustaria registrar todo el dormitorio.

– ?Registrar? ?Se refiere a que quiere revisar e inspeccionar las pocas pertenencias de esos pacientes?

– Si. Creo que se conservan pruebas solidas y tengo motivos para creer que algunas podrian encontrarse en ese dormitorio, asi que me gustaria que me autorizara a registrarlo.

– ?Pruebas? ?Y en que basa su suposicion?

– Uno de los pacientes de ese dormitorio estaba en posesion de una camiseta manchada de sangre -explico Lucy tras vacilar-. El tipo de herida de Rubita sugiere que quien cometio el crimen tuvo que mancharse la ropa de sangre.

– Si, parece logico. ?Pero no encontro la policia algo ensangrentado al pobre Larguirucho cuando lo detuvo?

– Creo que alguien lo arreglo para inculparlo.

– Ah -exclamo el doctor Gulptilil con una sonrisa-. Por supuesto, el Jack el Destripador actual. Un genio criminal. No, disculpe, esa no es la palabra. Un cerebro criminal. Aqui, en nuestro hospital psiquiatrico. Una explicacion rocambolesca e inverosimil, pero que le permitiria proseguir con sus investigaciones. Y en cuanto a esta supuesta camiseta ensangrentada, ?podria verla?

– No la tengo en mi poder.

– No se por que, senorita Jones -repuso el medico-, pero preveia esa respuesta. Asi que, si le permito el registro que solicita, ?no habria ciertos problemas legales?

– No. Es un hospital estatal, y usted tiene derecho a registrar cualquier zona en busca de contrabando o de sustancias u objetos prohibidos.

– ?De modo que, de repente, cree que mi personal y yo podemos servirle de ayuda? -Gulptilil se balanceo en la silla.

– No entiendo que insinua -respondio Lucy, aunque lo entendia a la perfeccion.

Gulptilil se dio cuenta y suspiro.

– Ah, senorita Jones, su falta de confianza en el personal del hospital es ciertamente desalentadora. Sin embargo, dispondre el registro que solicita, aunque solo sea para convencerla de lo absurdas que son sus investigaciones. Y tambien le proporcionare los nombres y la distribucion de las camas de Williams. Y despues tal vez pueda finalizar su estancia aqui.

– Otra cosa -anadio Lucy al recordar lo que Francis le habia pedido-. ?Podria darme la lista de pacientes que tendran vistas de altas esta semana? Si no es demasiada molestia…

– Esta bien -asintio el director medico con cierto recelo-. Pedire a mi secretaria que le proporcione estos documentos para apoyar sus investigaciones. -Tenia la capacidad de lograr sin esfuerzo que una mentira pareciera cierta, cualidad que Lucy encontraba inquietante-. Aunque no veo que relacion pueda tener con nuestras vistas de altas regulares. ?Seria tan amable de aclararmelo, senorita Jones?

– Preferiria no hacerlo, de momento.

– Su respuesta no me sorprende -aseguro Gulptilil con frialdad-. Aun asi, le dare la lista que me solicita.

– Gracias -dijo Lucy, y se dispuso a irse.

– Antes de que se marche tengo que pedirle algo, senorita Jones -la detuvo Gulptilil.

– ?Que, doctor?

– Debe llamar a su supervisor. El y yo tuvimos una conversacion muy agradable hace un rato. Estoy seguro de que ahora es un buen momento para hacer esa llamada. Permitame. -Giro hacia ella el telefono que habia sobre la mesa, y no hizo el menor gesto de marcharse.

En los oidos de Lucy todavia resonaban los reproches de su jefe. «Perdida de tiempo y de esfuerzos» habia sido la queja mas suave. Lo mas insistente fue: «Quiero ver pronto algun progreso» y «Vuelve aqui lo antes posible». Habia oido una letania enojada de los casos que se le amontonaban en la mesa, cuestiones que exigian una atencion urgente. Ella habia intentado explicarle que un hospital psiquiatrico era un sitio poco corriente a la hora de llevar a cabo una investigacion mediante las tecnicas habituales, pero a el no le interesaron sus excusas. «Encuentra algo los proximos dias o se acabo», fue lo ultimo que dijo. Se preguntaba cuanto habria predispuesto a su jefe su conversacion previa con Gulptilil, pero eso era irrelevante. Era un irlandes temperamental y resuelto de Boston, y cuando estaba convencido de que habia algo que buscar, lo hacia con una abnegacion inquebrantable, cualidad que le permitia ser reelegido una y otra vez. Pero podia abandonar de plano una investigacion si le provocaba frustracion, cosa que a Lucy no la favorecia.

Y tenia que admitir que la clase de progreso que pudiera satisfacer a su jefe era dificil de lograr. Ni siquiera podia demostrar la relacion entre los casos, aparte del estilo de los asesinatos. No obstante, estaba convencida de que el asesino de Rubita, el angel que habia aterrado a Francis y el hombre que habia cometido los asesinatos de su distrito eran la misma persona. Y que estaba ahi, delante de sus narices, burlandose de ella.

La muerte de Bailarin era, sin duda, obra suya. El lo sabia, ella lo sabia. Todo tenia sentido.

Y, a la vez, no lo tenia. Las detenciones y los juicios no se basan en lo que sabes, sino en lo que puedes probar y, hasta entonces, ella no podia probar nada.

Absorta en sus pensamientos, volvio al edificio Amherst. El aire de primera hora de la tarde era bastante fresco, y algunos gritos perdidos y vacios resonaban por los terrenos del hospital. La agonia que los impregnaba se evaporaba en el frio que la envolvia. Si no hubiera ido tan concentrada en lo imposible de sus convicciones, podria haber reparado en que ya no la afectaban los sonidos que tanto la sobrecogian cuando llego al Western. Se estaba convirtiendo en una parte mas del hospital, una mera tangente de toda la locura que tan tristemente habitaba en el.

Peter se percato de que habia algo fuera de sitio, pero no sabia que. Ese era el problema del hospital: todo aparecia tergiversado, del reves, deformado o contrahecho. Ver con precision era casi imposible. Echo de menos la simplicidad de un incendio. Existia cierta libertad al caminar entre los restos carbonizados, humedos y apestosos de un incendio, imaginando despacio como se habia iniciado el fuego y como habia avanzado, desde el suelo hasta las paredes y el techo, acelerado por algun combustible. Analizar un incendio requeria cierta precision matematica, y siempre habia obtenido satisfaccion al sopesar madera o acero quemados con la certeza de que podria imaginar como habian sido unos segundos antes de que el fuego los abrasara. Era como investigar el pasado, solo que sin las nieblas de la emocion y la tension. Todo estaba senalado en el mapa de un incendio, y a

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