humeda les resbalara entre los dedos. Se captaba un olor a renacimiento y vitalidad, y Francis penso que esa fragancia les imbuia mas optimismo que ninguno de los farmacos que ingerian sin cesar.
Cuando se incorporo, despues de que Negro Grande anunciara por fin que la salida habia concluido, examino el jardin y hubo de admitir que tenia mejor aspecto. Habian arrancado casi todas las malas hierbas que amenazaban los parterres y habian impuesto cierta definicion a las hileras. Era un poco como ver un cuadro inconcluso. Mostraba formas y posibilidades.
Se sacudio por encima la tierra de las manos y la ropa. No le importaba la sensacion de suciedad, por lo menos esa tarde.
Negro Grande dispuso el grupo en fila india y guardo los utensilios de jardineria en una caja de madera verde y, al hacerlo, los conto por lo menos tres veces. Luego, antes de dar la senal para regresar a Amherst, observo a un grupo reducido que se estaba reuniendo a unos cincuenta metros, en el otro extremo de los terrenos, tras una valla.
– Es el cementerio -susurro Napoleon. Nadie comento nada.
Francis vio a Gulptilil y a Evans, junto con otros dos miembros del personal. Tambien habia un sacerdote con alzacuello, y un par de empleados con el uniforme gris de mantenimiento que sujetaban palas a la espera de una orden. Luego oyo el sonido de un motor y vio acercarse una excavadora, seguida de un Cadillac negro, que, como comprendio horrorizado, era un coche funebre. Este se detuvo y la excavadora avanzo temblorosa.
– Quiza deberiamos irnos -farfullo Negro Grande, pero no se movio. Los pacientes siguieron mirando.
La excavadora, con todos sus grunidos mecanicos, no tardo mas de un par de minutos en abrir un agujero en el suelo y amontonar la tierra excavada junto a el. Los encargados de mantenimiento usaron las palas para prepararlo. Tomapastillas examino el trabajo e indico a los hombres que pararan. Luego indico al coche funebre que se acercara. Dos hombres con traje negro salieron del Cadillac y se dirigieron a la parte posterior. Se les unieron los encargados de mantenimiento, y los cuatro improvisados portadores de feretro sacaron del coche un sencillo ataud de metal, en cuya tapa relucio palidamente el sol.
– Es Bailarin -susurro Napoleon.
– Cabrones. Fascistas asesinos -mascullo Cleo, y anadio con vehemencia-: Enterremoslo al estilo egipcio.
Los cuatro hombres avanzaron dificultosamente con el feretro, lo que resulto extrano a Francis, porque Bailarin apenas pesaba nada. Observo como lo bajaban a la fosa y luego se retiraban mientras el sacerdote decia unas palabras rapidas. Ninguno de los hombres se molesto siquiera en agachar la cabeza para una fingida plegaria.
El sacerdote retrocedio, los medicos se volvieron y se alejaron, y los de la funeraria pidieron a Gulptilil que firmara un documento antes de volver al coche funebre y marcharse despacio. La excavadora siguio soltando resoplidos. Los encargados de mantenimiento empezaron a lanzar paladas de tierra sobre el ataud. Francis oyo el ruido sordo de la tierra al caer sobre el metal, pero incluso eso se desvanecio en un instante.
– Vamos -ordeno Negro Grande-. ?Francis?
Comprendio que tenia que ponerse a la cabeza, y lo hizo despacio, aunque Cleo lo apremiaba a caminar mas deprisa.
El desalinado grupo habia recorrido solo parte del camino de vuelta cuando de repente, soltando una maldicion ahogada, Cleo adelanto a Francis. Su voluminoso cuerpo se balanceaba y sacudia mientras se apresuraba por el camino hacia la parte posterior del edificio Williams. Se detuvo en una zona de hierba y se asomo a las ventanas.
La luz de la tarde habia descendido deprisa, de modo que Francis no pudo ver las caras reunidas detras del cristal. Las ventanas parecian los ojos de un rostro inexpresivo e impenetrable. El edificio era como muchos pacientes: tenia un aspecto apagado y natural que escondia toda la agitacion electrica de su interior.
– ?Te veo! -grito Cleo con los brazos en jarras, pero era imposible ya que la luz reflejada la deslumbraba, lo mismo que a Francis-. ?Se quien eres! ?Tu lo mataste! ?Yo te vi y lo se todo sobre ti!
– ?Cleo!-Negro Grande la llamo-. ?Callate! ?Que estas diciendo?
Ella no le hizo caso. Levanto un dedo acusador y senalo la primera planta del edificio Williams.
– ?Asesinos! -bramo-. ?Asesinos!
– ?Maldita sea, Cleo! -Negro Grande llego a su lado-. ?Callate!
– ?Animales! ?Desalmados! ?Cabrones! ?Fascistas asesinos!
El auxiliar la agarro por el brazo y la hizo girar hacia el. Fue a reprenderla, pero Francis vio como se detenia en seco, recobraba un poco la calma y le susurraba:
– Por favor, Cleo, ?que pretendes?
– Ellos lo mataron -refunfuno ella.
– ?Quien mato a quien? ?A que te refieres?
Cleo rio socarrona.
– A Marco Antonio -anuncio con una sonrisa exagerada-. Acto IV, escena XVI.
Volvio a reir y dejo que Negro Grande la apartase de alli. Francis miro el edificio Williams. No sabia quien podria haber oido aquel arrebato. O que habria interpretado de el.
Francis no vio a Lucy Jones, que estaba cerca, bajo un arbol, en el camino que llevaba del edificio de administracion hasta la verja de entrada. Ella tambien habia presenciado el estallido de acusaciones de Cleo, pero no le presto atencion porque estaba concentrada en el recado que iba a hacer y que, por primera vez desde hacia dias, la llevaria fuera del hospital, a la cercana ciudad. Observo como la fila india de pacientes regresaba al edifico Amherst, se volvio y salio deprisa, convencida de que no tardaria demasiado en encontrar lo que necesitaba.
27
Lucy se sento en el borde de su cama en la residencia de enfermeras en practicas y dejo que la noche la envolviera despacio. Habia extendido sobre la colcha los objetos que habia comprado esa tarde pero, en lugar de examinarlos con atencion, tenia la mirada ausente. Reflexionaba sobre que iba a hacer. Finalmente, se dirigio al pequeno cuarto de bano para mirarse la cara en el espejo.
Se aparto el pelo de la frente con una mano y, con la otra, repaso la cicatriz que le recorria la cara, desde el mismo nacimiento del pelo, le dividia la ceja, se desviaba hacia el lado, donde la hoja le habia rozado el ojo, y le descendia por la mejilla hasta el menton. La piel se veia mas palida que el resto de su cutis. En un par de puntos, la raja apenas era visible. En otros, totalmente perceptible. Se habia acostumbrado a la cicatriz, y la aceptaba por lo que representaba. Una vez, varios anos atras, en una cita que habia empezado de modo prometedor, un medico joven y demasiado seguro de si mismo se habia ofrecido a ponerla en contacto con un destacado cirujano plastico que, segun insistia, podria arreglarle la cara de modo que nadie advertiria que se la habian cortado. No hablo nunca con el cirujano plastico ni volvio a verse con ese o con ningun otro medico.
Lucy se consideraba la clase de persona que redefine su existencia todos los dias. El hombre que le habia marcado la cara y robado su intimidad habia creido que le hacia dano, cuando en realidad lo unico que habia hecho era proporcionarle un objetivo. Habia muchos criminales entre rejas debido a lo que un hombre le habia hecho una lejana noche, cuando ella estudiaba Derecho. Pasaria cierto tiempo antes de que la deuda, ese resarcimiento que se le debia a su corazon y su cuerpo, estuviera pagada del todo. Penso que habia momentos individuales e importantes que lo guiaban a uno por la vida. Lo que la incomodaba del hospital era que no se recluyera en el a los pacientes por un solo acto, sino por la acumulacion de incidentes nimios que los arrastraban inexorablemente hacia la depresion, la esquizofrenia, la psicosis, el trastorno afectivo bipolar y la conducta obsesiva-compulsiva. Sabia que Peter era parecido a ella en cuanto a espiritu y temperamento. El tambien habia permitido que un solo acto determinara toda su vida. El suyo, por supuesto, habia sido un impulso precipitado. Aunque justificable a cierto nivel, habia sido fruto de una momentanea falta de control. El de ella era mas frio, mas calculado, y obedecia, a falta de una palabra mejor, a la venganza.
Le vino un recuerdo repentino a la cabeza, de la clase que se produce espontaneamente y te quita el aliento: en el hospital de Massachusetts adonde la habian llevado despues de que un par de estudiantes de Fisica la hubieran encontrado sollozando, sangrando y caminando a trompicones por el campus, la policia la habia interrogado a fondo mientras una enfermera y un medico la habian examinado. Los detectives habian estado de