Peter corrio pasillo abajo, porque sabia que solo una cosa en el mundo podia generar esa clase de desesperacion, incluso en un demente: la muerte. Esquivo a los demas pacientes, que habian retrocedido horrorizados, llenos de ansiedad y miedo, intentando escapar de aquel sonido. Incluso los
mientras se tapaba los oidos con las manos. Peter oia el repiqueteo de sus propios pasos y comprendio que en su interior habia algo que siempre lo atraia hacia la muerte.
Francis iba detras de el, combatiendo el impulso de huir en direccion contraria, arrastrado por la carrera de Peter. Negro Grande gritaba ordenes mientras ambos hermanos corrian por el pasillo: «?Paso! ?Paso! ?Dejadnos pasar!» Una enfermera con uniforme blanco salio del puesto de enfermeria. Se trataba de la enfermera Richard, a la que llamaban Bonita, pero su apodo quedaba desmerecido por su expresion de angustia y su mirada de terror.
En la entrada del dormitorio de mujeres, una paciente despeinada con el cabello gris se balanceaba atras y adelante lamentandose. Otra giraba describiendo circulos. Una tercera, con la frente apoyada en la pared, farfullaba algo en lo que Francis creyo un idioma extranjero, pero que tambien podian ser incongruencias; imposible saberlo. Dos mas gemian, sollozaban y se habian tumbando en el suelo, donde se retorcian y aullaban como poseidas por el diablo. No sabia si quien habia gritado era alguna de esas mujeres. Podria haber sido cualquiera de ellas, u otra a la que no habia visto. La desesperacion seguia suspendida en el aire, como el canto implacable de una sirena que los atraia inexorablemente. Sus voces interiores le gritaban advertencias para que se detuviera, que retrocediera, que se alejara del peligro. Le costo un gran esfuerzo ignorarlas y seguir los pasos de Peter, como si la razon y el entendimiento de su amigo pudieran guiarlo tambien a el.
Peter vacilo un momento en el umbral y se volvio con rapidez hacia la mujer despeinada.
– ?Donde? -pregunto con una voz que reflejaba autoridad.
La mujer senalo hacia el final del pasillo, hacia una puerta cerrada que daba acceso a una escalera. Acto seguido, solto una carcajada y casi con la misma rapidez prorrumpio en sollozos incontrolables.
Peter avanzo con Francis pisandole los talones y alargo la mano hacia el pomo de la gran puerta metalica. La abrio de un empujon y se detuvo.
– ?Ave Maria Purisima! -exclamo con un grito ahogado, y susurro la segunda parte-: Sin pecado concebida. - Fue a santiguarse. Al parecer, su formacion catolica le habia vuelto en un instante, pero se detuvo a mitad del movimiento. Francis estiro el cuello para ver y retrocedio de golpe, con la sensacion de quedarse sin aire. Se hizo a un lado, mareado de repente. Tuvo miedo de desmayarse.
– No te acerques, Pajarillo -susurro Peter. Puede que no quisiera decir eso, pero sus palabras parecieron plumas atrapadas en una rafaga de viento.
Los Moses detuvieron su carrera justo detras de los dos pacientes y abrieron los ojos como platos.
– ?Joder! ?Joder! -exclamo Negro Chico en voz baja pasado un segundo. Su hermano se volvio hacia la pared.
Francis se obligo a mirar.
De una horca improvisada, hecha con una sabana gris retorcida y atada a la barandilla de la escalera, colgaba Cleo.
Tenia su regordeta cara hinchada, distorsionada como una gargola de la muerte. La soga que le rodeaba el cuello le habia arrugado la piel de modo que recordaba al nudo del globo de un nino. El cabello le caia sobre los hombros, despeinado y enredado, y tenia los ojos abiertos, con la mirada vacia. Su boca, abierta y algo torcida, reflejaba una expresion de espanto. Llevaba una simple enagua gris, que le colgaba como una bolsa, y una chancleta rosa chillon le habia caido del pie al suelo. Tenia las unas de los pies pintadas de rojo.
Francis quiso desviar la mirada, pero aquel retrato de la muerte poseia una urgencia enfermiza, imperiosa, y siguio clavado en su sitio, con los ojos puestos en la mujer colgada del hueco de la escalera, intentando conciliar a Cleo, con su torrente de palabrotas y su habilidad devastadora en la mesa de ping-pong, con la figura grotesca, llena de bultos, que tenia delante. La escalera se encontraba en una media penumbra, como si las bombillas desnudas que iluminaban cada rellano fueran insuficientes para contener los zarcillos de oscuridad que penetraban en esa zona. El aire parecia humedo y caluroso, como si apenas hubiera circulado, como en el interior de un desvan cerrado.
Dejo que sus ojos recorrieran de nuevo la figura y, entonces, vio algo.
– Peter -susurro-, mirale la mano.
La mirada de Peter descendio del rostro de Cleo a su mano.
– Mierda -solto tras un momento de silencio.
A Cleo le habian cortado el pulgar derecho. Un hilo rojo le bajaba por el costado de la enagua y por la pierna desnuda para encharcarse en el suelo. Francis observo el circulo de sangre y sintio nauseas.
– Mierda -repitio Peter.
El pulgar seccionado estaba en el suelo, a medio metro del pequeno charco granate de sangre pegajosa, dejado ahi casi como si lo hubieran desechado tras pensarselo mejor.
A Francis se le ocurrio algo y examino la escena rapidamente, en busca de una sola cosa. Dirigio los ojos a derecha e izquierda, pero no vio lo que buscaba. Quiso decir algo, pero se abstuvo. Peter tambien guardaba silencio.
Fue Negro Chico quien hablo por fin:
– Se pagara un precio muy alto por esto -dijo con tristeza.
Francis espero junto a la pared, sentado en el suelo, mientras varias cosas ocurrian delante de el. Tenia la extrana sensacion de que todo era una simple alucinacion, o tal vez un sueno del que fuera a despertarse en cualquier momento y que, entonces, el dia habitual del hospital Western volviera a empezar.
Negro Grande habia dejado a Peter, Francis y su hermano en la escalera, contemplando el cadaver de Cleo, y habia regresado diligentemente al puesto de enfermeria para llamar a seguridad, al despacho del doctor Gulptilil y, por ultimo, a casa del senor del Mal. Se habia producido una breve calma tras las llamadas telefonicas, durante la cual Peter habia rodeado despacio el cadaver para valorar, memorizar y grabarselo todo en la cabeza. Francis admiraba la diligencia y el profesionalismo de Peter, aunque, en el fondo, dudaba de que el pudiera ser capaz de olvidar ningun detalle de aquella muerte atroz. Aun asi, Francis y Peter repitieron lo que habian hecho cuando encontraron el cadaver de Rubita. Estudiaron toda la escena, midieron y fotografiaron mentalmente como especialistas de la policia cientifica, salvo que no tenian ni cinta metrica ni camara.
En el pasillo, los Moses procuraban restablecer algo de calma en un escenario que desafiaba toda calma. Los pacientes estaban consternados, lloraban, reian, sollozaban, otros trataban de actuar como si nada hubiese pasado y los habia que se encogian en los rincones. En algun sitio, una radio emitia los 40 Principales de los anos sesenta, y Francis oyo los compases inconfundibles de
Los de seguridad no tardaron en llegar, seguidos en rapida sucesion por Tomapastillas y el senor del Mal.