Ambos medicos llegaron a un paso rapido que les hizo parecer algo descontrolados. Evans iba apartando a empellones a los pacientes, mientras que Gulptilil se limito a recorrer el pasillo sin prestar atencion a sus ruegos y suplicas.

– ?Donde esta? -pregunto Gulptilil a Negro Grande.

Habia tres guardias de seguridad de pie en el umbral de la puerta a la espera de que alguien les dijera que hacer. Ninguno de ellos habia hecho nada desde su llegada excepto contemplar el cadaver de Cleo, y se apartaron para dejar que Gulptilil y Evans accedieran al lugar de la tragedia.

El director del hospital solto un grito ahogado.

– ?Dios mio! -exclamo-. ?Pero esto es terrible! -Sacudio la cabeza.

Evans estiro el cuello y vio tambien la escena. Su reaccion, por lo menos al principio, fue limitarse a exclamar:

– ?Mierda!

Los dos administradores siguieron examinando la escena. Ambos vieron el pulgar mutilado y la horca atada a la barandilla del hueco de la escalera. Pero Francis tuvo la curiosa sensacion de que los dos hombres veian algo distinto a lo que el veia. No era que no vieran a Cleo ahorcada, sino que reaccionaban de otra forma. Era un poco como estar delante de un cuadro famoso en un museo y que la persona a tu lado tuviera la impresion contraria, de modo que soltara una carcajada en lugar de un suspiro, o un gemido en lugar de una sonrisa.

– Que mala suerte -dijo Gulptilil en voz baja. Se volvio hacia Evans-. ?Presento algun indicio…? -empezo a decirle pero no tuvo que terminar la pregunta.

Evans ya estaba asintiendo con la cabeza.

– Ayer hice una anotacion en el registro diario porque su angustia parecia aumentar. La semana pasada hubo otros indicios de que se estaba descompensando. Le envie un memorando sobre varios pacientes que necesitaban una nueva evaluacion medica, y ella figuraba la primera en la lista. Quiza deberia haber procedido con mas decision, pero no parecia sufrir una crisis tan aguda como para actuar de inmediato. Evidentemente, fue un error.

– Recuerdo el memorando -asintio Gulptilil-. Lamentablemente, a veces hasta las mejores intenciones… -dijo. Y anadio-: Bueno, es dificil prever estas cosas, ?no? -No esperaba una respuesta y se encogio de hombros-. ?Podra encargarse de todo?

– Por supuesto -respondio Evans.

Tomapastillas se volvio hacia los tres guardias de seguridad.

– Muy bien, senores. El senor Evans les indicara como descolgar a Cleo. Traigan una bolsa para cadaveres y una camilla. Llevemosla enseguida al deposito…

– ?Espere un segundo!

La objecion llego desde detras, y todos se volvieron. Era Lucy Jones, que, a poca distancia, observaba el cadaver de Cleo.

– ?Dios mio! -solto Gulptilil casi sin aliento-. ?Senorita Jones? Pero ?que ha hecho?

En opinion de Francis, la respuesta a eso era obvia. Su larga cabellera negra habia desaparecido, sustituida por un pelo tenido de rubio y cortado muy corto, casi al azar. La contemplo medio mareado. Le parecio que era como ver una obra de arte desfigurada.

Me separe de las palabras en la pared y me eche en el suelo como una arana asustada que intenta esquivar una bota. Apoye la espalda contra la pared de enfrente, encendi un cigarrillo y espere un instante. Sostuve el cigarrillo con la mano y deje que el fino hilo de humo ascendiera hacia mi nariz. Estaba atento a la voz del angel, esperando la sensacion de su aliento en la nuca. Sabia que, si no estaba ahi, no andaria lejos. No habia senales de Peter ni de nadie mas, aunque por un instante me pregunte si Cleo me visitaria en ese momento.

Todos mis fantasmas estaban cerca.

Me imagine como un nigromante medieval junto a un caldero burbujeante, lleno de ojos de murcielago y raices de mandragora, capaz de conjurar cualquier vision maligna que necesitara.

– ?Cleo? -pregunte al abrir los ojos-. ?Que paso? No tenias que morir. -Sacudi la cabeza y cerre los ojos, y en la oscuridad la oi hablar con su habitual tono bronco y divertido.

– Pero lo hice, Pajarillo. Malditos cabrones. Tenia que morir. Los muy hijos de puta me mataron. Desde el principio sabia que lo harian. Mire alrededor buscandola, pero al principio era solo un sonido. Y entonces Cleo surgio despacio, como un velero de entre la niebla, y cobro forma delante de mi. Se apoyo contra la pared de la escritura y encendio un cigarrillo. Llevaba un vestido de tono pastel con volantes y las mismas chancletas rosadas que recordaba de su muerte. Sujetaba el cigarrillo con una mano y, como era de esperar, una pala de ping-pong con la otra. Una especie de regocijo maniaco iluminaba sus ojos, como si se hubiera liberado de algo dificil e inquietante.

– Quien te mato, Cleo?

– Esos cabrones.

– ?Quien, en concreto?

– Tu ya lo sabes, Pajarillo. Lo supiste en cuanto llegaste a la escalera donde yo esperaba. Lo viste, ?verdad?

– No. -Sacudi la cabeza-. Fue todo muy confuso.

– Pero de eso se trataba, Pajarillo. Precisamente de eso. Todo era una contradiccion, y en ella pudiste ver la verdad, ?no?

Queria decir que si, pero seguia sin estar seguro. Entonces era joven e inseguro, y ahora seguia igual.

– Estaba ahi, ?verdad?

– Por supuesto. Siempre estuvo ahi. O puede que no. Depende de como lo mires, Pajarillo. Pero tu lo viste, ?no?

Seguia indeciso.

– ?Que paso, Cleo? ? Que paso realmente?

– Pues que me mori, ya sabes.

– Si. Pero ?como?

– Tenia que haber sido por la mordedura de un aspid.

– No fue asi.

– No, cierto. No fue asi. Pero, a mi modo, se le acerca bastante. Incluso pude decir las palabras, Pajarillo. «Me estoy muriendo, Egipto. Muriendo…», lo que fue satisfactorio.

– ?Quien estaba ahi para oirlas?

– Ya lo sabes.

Intente otro enfoque.

– ?Te defendiste, Cleo?

– Siempre me defendi, Pajarillo. Toda mi vida fue una maldita lucha.

– Pero ?peleaste con el angel, Cleo?

Sonrio y agito la pala de ping-pong para apartar el humo del cigarrillo.- Por supuesto que si-respondio-. Ya sabes como era. No iba a dejarme vencer facilmente.

– ?Te mato?

– No. No exactamente. Pero mas o menos. Fue como todo en el hospital, Pajarillo. La verdad era tan loca y complicada como todos nosotros.

– Eso pensaba yo -conteste.

– Sabia que podias verlo. -Rio un poco-. Cuentaselo, como intentaste hacer entonces. Habria sido mas facil si te hubieran escuchado. Pero ?quien quiere escuchar a los locos?

Esta observacion nos hizo sonreir, porque era lo mas cercano a la verdad que ninguno de los dos podia decir en ese momento.

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