– De acuerdo -dijo-. ?Que ves?

– Como paso. Mas o menos.

– Sigue.

– La sabana. La que formaba la soga…

– ?Si?

– La cama de Cleo estaba intacta. Todavia tenia puestas las sabanas.

Peter no dijo nada.

– Y el pulgar…

El Bombero asintio para animarlo.

– El pulgar no cayo directamente al suelo. Alguien lo movio varios centimetros. Y, si Cleo se lo hubiera cortado ella misma, bueno, tendriamos que haber encontrado algo, unas tijeras, un cuchillo o algo, ahi mismo. Y si la mutilacion se hizo en otro sitio, tendria que haber habido sangre, un rastro que condujera hasta la escalera. Pero no lo habia. Solo el charco bajo su cadaver. -Inspiro hondo otra vez-. Puedo verlo -anadio en un susurro. Peter estaba boquiabierto, a punto de replicar, cuando Negro Chico se acerco a ellos. Senalo con el indice a Peter y solto:

– Vamos. El gran jefe quiere que vayas a verlo ahora mismo.

Peter parecio debatirse entre las preguntas que queria hacer a Francis y la impaciencia que rezumaba el auxiliar.

– Pajarillo, guarda tus opiniones en secreto hasta que yo vuelva, ?vale? -dijo por fin, y anadio-: No permitas que nadie piense que estas mas loco de lo que estas. Esperame, ?entendido?

Francis asintio. Peter dejo la bandeja en la zona de recogida y se marcho tras el auxiliar. Francis permanecio un momento en su asiento, solo en medio del comedor. Se oia un bullicio constante: el sonido de los platos y cubiertos, risas, gritos y alguien que coreaba desafinando la musica lejana de una radio situada en la cocina. Una manana corriente. Pero, cuando se levanto, incapaz de dar otro bocado a la tostada, vio que el senor del Mal lo observaba desde el rincon. Y cuando cruzo el comedor tuvo la sensacion de que habia mas ojos pendientes de el. Fue a volverse para ver quien lo vigilaba, pero decidio no hacerlo. No estaba seguro de querer saber quien era el que espiaba sus movimientos. Se pregunto si la muerte de Cleo habria impedido que pasara algo. ?Acaso lo que estaba planeado para esa noche era su propio asesinato, y solo se habia malogrado porque se habia presentado otra oportunidad? Apreto el paso.

Cuando Peter, acompanado por Negro Chico, entro en la sala de espera del doctor Gulptilil, oyo la aguda voz del psiquiatra. En su despacho, el medico gritaba lleno de frustracion y de una rabia apenas contenida. El auxiliar habia puesto a Peter las esposas, pero no los grilletes, para su recorrido por los terrenos del hospital, de modo que este se consideraba un prisionero parcial. La senorita Deliciosa, tras su mesa, se limito a dirigir una mirada a Peter y senalar con la cabeza el sofa. Peter procuro escuchar que era lo que tenia tan alterado a Tomapastillas, porque le seria mas facil tratar con el si estaba manso que si estaba furioso. Pasado un segundo se percato de que su ira iba dirigida a Lucy, y eso lo sobresalto.

Su primer impulso fue levantarse e irrumpir en el despacho del medico, pero se contuvo y respiro hondo.

– Senorita Jones -se oyo a traves de la puerta-, la hago personalmente responsable de toda la alteracion del hospital. ?Quien sabe cuantos pacientes mas podrian correr peligro por culpa de sus acciones!

«A la mierda», se dijo Peter. Se levanto de golpe y cruzo la sala antes de que el auxiliar o la secretaria pudieran reaccionar.

– ?Alto! -exclamo esta-. No puede…

– Ya lo creo que puedo -la contradijo Peter, y agarro el pomo con las manos esposadas.

– ?Senor Moses! -grito la senorita Deliciosa.

Pero el enjuto auxiliar negro se movio con languidez, casi indiferente, como si la irrupcion de Peter en el despacho de Gulptilil fuera lo mas normal del mundo.

Tomapastillas alzo los ojos, sobresaltado. Lucy estaba sentada en la silla de la inquisicion situada delante de su mesa, un poco palida pero glacial, como provista de una coraza que hacia que sus palabras, por muy furiosas que fueran, le resbalaran. Permanecio inexpresiva cuando Peter entro, seguido de Negro Chico.

El director medico inspiro hondo, se calmo un poco y dirigio una mirada fria al paciente.

– Peter-dijo-, estare contigo en un momento. Espera fuera, por favor. Senor Moses, haga el favor…

– Tambien es culpa mia -le interrumpio Peter.

Gulptilil iba a indicarle con un gesto que se fuera, pero se detuvo con el brazo en el aire.

– ?Culpa? -pregunto-. ?Y eso, Peter?

– He estado de acuerdo con todas las medidas que ella ha tomado hasta ahora. Para encontrar a este asesino se necesitan medidas extraordinarias. He abogado por ellas desde el principio, asi que soy tan responsable de cualquier alteracion como la senorita Jones.

– Atribuyes mucho poder a tus opiniones, Peter -comento Gulptilil tras vacilar un momento.

Esta frase confundio a Peter. Inspiro hondo.

– Todo el mundo sabe que en cualquier investigacion criminal hay un momento en que deben adoptarse medidas drasticas para aislar el objetivo y volverlo vulnerable. -Eso le sono petulante e inmaduro, y ademas no era del todo cierto, pero al menos sonaba bien en ese momento, y lo dijo con la suficiente conviccion como para que pareciera cierto. Gulptilil se reclino en su asiento y espero. Lucy y Peter lo observaron, y ambos pensaron mas o menos lo mismo: lo que hacia de aquel medico una persona peligrosa era su capacidad de distanciarse de la indignacion, el insulto y el enfado y, en su lugar, adoptar una actitud tranquila y observadora. Eso inquietaba a Lucy, que preferia ver como la gente demostraba sus rabias, aunque ella no lo hiciera. Peter lo consideraba una capacidad formidable. Le parecia que todas las conversaciones que la gente mantenia con aquel psiquiatra eran, en realidad, partidas de poquer con las apuestas muy altas, en las que Gulptilil tenia la mayoria de las fichas y los demas jugadores apostaban un dinero que no tenian. Ambos tuvieron la impresion de que el doctor hacia calculos mentales. Negro Chico sujeto a Peter por el brazo para llevarlo otra vez a la sala de espera, pero el medico cambio de opinion.

– Ah, senor Moses -dijo con su voz normal. La rabia que habia traspasado las paredes se habia desvanecido con rapidez-. Quiza no sea necesario, despues de todo. Pasa, Peter. -Senalo otra silla-. ?Vulnerable, dices?

– Si. ?Que mas podria decir?

– ?Mas vulnerable de lo que la senorita Jones se ha vuelto con este intento pueril e ingenuo de imitar las caracteristicas fisicas de las victimas?

– Es dificil de decir.

– Claro que lo es -sonrio el medico-. Pero ?dirias que si este asesino posiblemente imaginario esta de verdad aqui, dentro de estas paredes, el nuevo aspecto de la senorita Jones lo atraera inexorablemente?

– Creo que si.

– Muy bien. Yo tambien lo creo. De modo que podriamos presuponer de modo razonable que si a la senorita Jones no le ocurre nada proximamente, el asesino no esta en el hospital. Y que fue Larguirucho quien mato a la desventurada enfermera en un arranque de delirio homicida, como indican las pruebas, ?no crees?

– Seria una conclusion precipitada -respondio Peter-. El hombre al que buscamos podria ser mas disciplinado de lo que pensamos.

– Si, claro. Un asesino con disciplina. Una caracteristica muy poco corriente en alguien dominado por la psicosis, ?no? Estais, como hemos comentado, buscando a un hombre sometido a sus impulsos asesinos, pero al parecer ahora ese diagnostico ya no es apropiado. Prefeririais, como la senorita Jones sugirio al llegar aqui, que fuese una especie de Jack el Destripador. Pero en mis lecturas sobre ese personaje historico, he averiguado que no parecia tener demasiada disciplina. Los asesinos compulsivos siguen fuerzas muy potentes, Peter, y a la larga son incapaces de contenerse. Pero esta es una discusion que compete a los historiadores de la materia y que a nosotros nos afecta poco. ?Podria preguntarte algo? Si el asesino que, segun vosotros, esta aqui fuera capaz de contenerse, ?no dificultaria eso que llegaseis a descubrirlo? ?Sin importar los dias, las semanas o incluso los anos que dedicarais a buscarlo?

– No puedo predecir el futuro, doctor.

– Ah, Peter -sonrio Gulptilil-, una respuesta muy inteligente y que revela tus posibilidades de recuperacion cuando te traslademos a ese lugar que sugirieron tus amigos de la Iglesia. Creo que por eso has venido a mi despacho, ?verdad? Para comunicarme que aceptas esa oferta tan generosa y considerada.

Peter dudo. El doctor Gulptilil lo observaba.

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