Marsha Preyscott en la 555.
Al abrir la puerta, Marsha dijo:
– Me alegro de que haya venido. Comenzaba a pensar que no lo haria.
Llevaba un vestido sin mangas color damasco; era obvio que lo habia mandado buscar esa manana. Se ajustaba discretamente a su cuerpo. Su pelo oscuro caia suelto sobre sus hombros en contraste con el peinado mas sofisticado, aunque desordenado, de la noche anterior. Habia algo bastante provocativo, que casi quitaba el aliento en su apariencia: medio mujer, medio nina.
– Lamento haber tardado tanto. -La miro con aprobacion.- Pero veo que no ha perdido el tiempo.
Sonrio:
– Pense que podia necesitar los pijamas.
– Los tengo para una emergencia… como esta habitacion. La utilizo muy pocas veces.
– Eso fue lo que me dijo la camarera. De manera que si no se opone, me quedare aqui esta noche, por lo menos.
– ?Oh! ?Puedo preguntarle por que razon?
– No estoy muy segura. -Titubeo, mientras estaban uno frente a otro.- Tal vez sea porque quiero reponerme de lo que sucedio anoche, y el mejor lugar es este. -Pero la verdadera razon, admitio para si misma, es aue queria retardar el momento de volver a su gran mansion vacia de Garden District.
El asintio pensativo.
– ?Como se siente?
– Mejor.
– Me alegro de que asi sea.
– No es una situacion de la que una se pueda reponer en pocas horas -admitio Marsha-. Pero temo que fui bastante estupida al venir aqui… tal como me lo recordo usted.
– Yo no dije eso.
– No, pero lo penso.
– Si lo hice, deberia recordar que todos nos enredamos en situaciones dificiles algunas veces. -Hubo un silencio, que Peter rompio.- Sentemonos.
Cuando estuvieron comodos dijo:
– Espero que me cuente como empezo todo.
– Ya lo se -en la forma directa a la que ya se estaba acostumbrando Peter, continuo-: Estaba pensando si deberia hacerlo.
Anoche, razonaba Marsha, sus sentimientos dominantes habian sido el trauma, su orgullo herido, y el agotamiento fisico. Pero ahora el trauma habia desaparecido, y su orgullo… sospechaba que su orgullo podria sufrir menos si guardaba silencio que si protestaba. Tambien era probable que a la mas sobria luz de la manana, Lyle Dumaire y sus compinches no estuvieran tan ansiosos de jactarse de lo que habian intentado hacer.
– No puedo obligarla si usted ha decidido mantenerse callada -dijo Peter-. Aun cuando le recuerdo que los que salen incolumes de algo lo intentan otra vez quiza no con usted, pero si con alguna otra persona. -Los ojos de ella se turbaron mientras el continuaba:- No se si los hombres que estaban en aquella habitacion anoche eran o no amigos suyos. Pero aunque lo fueran, no creo que haya una sola razon para protegerlos.
– Uno era amigo. Por lo menos eso creia.
– Amigo o no -insistio Peter-, el asunto es lo que trataron de hacer y que hubieran llevado a cabo, si no hubiera sido por Royce. Lo que es mas, cuando ya iban a ser atrapados, los cuatro echaron a correr como ratas, dejandola sola.
– Anoche le oi decir -dijo Marsha con precaucion- que sabia el nombre de dos de ellos.
– La habitacion estaba registrada a nombre de Stanley Dixon. El otro es Dumaire. ?Fueron ellos dos?
Ella asintio.
– ?Quien era el jefe?
– Creo… que Dixon.
– Bien, digame lo que paso antes.
Marsha comprendio que en cierta forma le habia arrancado la decision. Tuvo la sensacion de que la dominaban. Era un sentimiento nuevo, y lo que era mas sorprendente, le gustaba. Con docilidad le describio la secuencia de los hechos comenzando con su salida del piso donde se realizaba el baile y terminando con la liberadora llegada de Aloysius Royce.
La interrumpio solo dos veces. Peter McDermott pregunto si habia visto a las mujeres que estaban en la habitacion adyacente y a quienes se habian referido Dixon y los otros. ?Habia visto a alguien perteneciente al personal del hotel? A ambas preguntas nego con la cabeza.
Al final tenia urgencia por contarle mas. Todo. Marsha dijo que probablemente nada hubiera pasado de no haber sido su cumpleanos.
El parecio sorprendido.
– ?Ayer fue su cumpleanos?
– Cumpli diecinueve.
– ?Y estaba usted sola?
Ahora que habia revelado tanto, no habia objeto en callarlo. Marsha describio la llamada telefonica desde Roma y su desencanto al enterarse de que su padre no podria volver.
– Lo lamento -dijo el cuando Marsha termino-. Es mas facil comprender una parte de lo que ha pasado.
– Nunca sucedera otra vez. Nunca.
– Estoy completamente seguro de eso. -Y agrego con mas seriedad:- Lo que ahora quiero hacer es utilizar lo que usted me ha dicho.
– ?En que forma? -pregunto pensativa.
– Llamare a las cuatro personas, Dixon, Dumaire y los otros dos, al hotel para conversar.
– Pueden no venir.
– Vendran. -Peter ya habia decidido que hacer para asegurarse de su comparecencia.
Todavia incredula, Marsha pregunto:
– En esa forma ?no se enterara mucha gente?
– Le prometo que cuando hayamos terminado, habra aun menos posibilidades de que alguien hable.
– Muy bien -asintio Marsha-. Y gracias por todo lo que usted ha hecho. -Tenia una sensacion de alivio que la dejaba extranamente despreocupada.
Habia sido aun mas facil de lo que esperaba, penso Peter. Y ahora que tenia la informacion estaba impaciente por utilizarla. Se quedaria unos minutos, aunque no fuera mas que para tranquilizar a la muchacha. Le dijo:
– Hay algo que deberia explicarle, miss Preyscott.
– Marsha.
– Yo soy Peter. -Supuso que tal confianza no era una incorreccion, aun cuando a los ejecutivos del hotel les habian ensenado que debian evitarlo, excepto con los huespedes que conocieran muy bien.
– Muchas cosas suceden en los hoteles, Marsha, a las cuales cerramos los ojos. Pero cuando sucede algo como esto, podemos ser muy severos. Esto incluye a cualquiera de nuestro personal, si descubrimos que esta implicado.
Era un aspecto, Peter lo sabia, que involucraba la reputacion del hotel, y en el que Warren Trent se sentiria tan afectado como el mismo. Y cualquier actitud que tomara Peter (siempre que se pudiera fundar en hechos probados) estaria respaldada por el propietario del hotel.
La conversacion ya habia revelado todo lo que Peter necesitaba saber. Se levanto de la silla y camino hacia la ventana. Desde este lado del hotel podia observar la actitud de una ajetreada manana en Canal Street. Sus seis canales de transito, estaban llenos de vehiculos, de marcha lenta, media y rapida; las anchas aceras, llenas de compradores. Grupos de transeuntes esperaban en el centro del bulevar sombreado de palmas, donde los omnibus con aire acondicionado resplandecian, sus paneles de aluminio brillando al sol. El N. A. A. C. P. [1] estaba promoviendo algo, otra vez, advirtio.
– Es usted nuevo en Nueva Orleans, ?no es cierto? -pregunto Marsha. Se le habia reunido frente a la ventana. El percibio su suave y dulce fragancia.