Croydon. Habia pocas noticias que la duquesa no hubiera leido a conciencia y ahora estaba recostada contra las almohadas, su mente trabajando con intensidad. Comprendio que nunca habia habido una ocasion en que su habilidad y recursos fueran mas necesarios.
En una mesa auxiliar, la bandeja con el desayuno habia sido utilizada y puesta a un lado. Aun en momentos de crisis la duquesa acostumbraba a desayunar bien. Era un habito que conservaba desde su ninez, alla en la residencia de campo de su familia en Fallingbrook Abbey, en donde el desayuno siempre consistia en una comida abundante de varios platos, con frecuencia despues de una agitada cabalgada a campo traviesa.
El duque, que desayuno solo en la sala, habia vuelto al dormitorio pocos minutos antes. El tambien habia leido los periodicos avidamente, tan pronto llegaron. Ahora, con una bata escarlata con cinturon sobre el pijama, paseaba inquieto. De cuando en cuando se pasaba la mano por los cabellos aun despeinados.
– ?Por amor de Dios, sosiegate! -La tension que compartian era notoria en la voz de la esposa – No puedo pensar mientras te paseas como un caballo en Ascot.
Se volvio: su rostro se veia arrugado y afligido a la luz de la manana.
– ?De que demonios sirve pensar? No va a cambiar nada.
– Pensar siempre ayuda… si se piensa lo necesario y lo que es debido. Eso es lo que hace que algunas personas triunfen y otras no.
El se paso la mano por la cabeza una vez mas.
– Nada parece mejor hoy que anoche.
– Por lo menos no esta peor -dijo la duquesa con criterio practico-. Y eso es algo que podemos agradecer. Todavia estamos aqui… intactos.
El movio la cabeza preocupado. Habia dormido poco durante la noche.
– ?En que forma nos ayuda?
– Como yo lo veo, es una cuestion de tiempo. El tiempo esta de nuestra parte. Cuanto mas esperemos y no pase nada… -Se callo, y luego continuo lentamente, pensando en voz alta.- Lo que necesitamos con urgencia es atraer la atencion de la gente sobre ti. El tipo de atencion que hiciera que lo otro pareciera tan fantastico que ni siquiera fuera considerado.
Como por un mutuo consentimiento, ninguno se refirio a la acrimonia de la noche anterior.
El duque reanudo su paseo.
– Lo unico que podria tener ese efecto es el anuncio de la confirmacion de mi nombramiento en Washington.
– Asi es.
– No lo puedes apresurar. Si Hal siente que lo estan presionando, ardera Downing Street. Todo es endiabladamente complicado, de cualquier manera…
– Sera mas complicado si…
– ?No crees que lo se demasiado bien? ?No crees que he pensado en renunciar a eso, en mandar todo al diablo? -Habia un principio de histeria en la voz del duque de Croydon. Encendio un cigarrillo; sus manos temblaban.
– ?No renunciaremos! -En contraste con su marido, el tono de la duquesa era cortante y seco.- Hasta los primeros ministros responden a una presion si viene del lugar apropiado. Hal no es una excepcion. Llamare a Londres.
– ?Para que?
– Hablare con Geoffrey. Le pedire que haga todo lo que pueda para apresurar tu nombramiento.
El duque movio la cabeza dubitativamente, si bien no se opuso a la idea. En el pasado, habia comprobado la gran influencia que tenia la familia de su esposa. De todos modos advirtio:
– Podriamos estar cargando nuestras propias armas, mujer.
– No necesariamente. Geoffrey sabe como presionar cuando quiere. Ademas, si nos sentamos aqui a esperar, el asunto puede empeorar. -Uniendo la accion a la palabra, la duquesa tomo el telefono que tenia al lado de su cama e indico al telefonista:- Deseo llamar a Londres y hablar con Lord Selwyn -dio un numero de Mayfair.
Contestaron la llamada a los veinte minutos. Cuando la duquesa de Croydon hubo explicado el proposito, su hermano, Lord Selwyn, se mostro muy frio. Desde el otro lado del dormitorio, el duque podia oir la voz profunda de su cunado, protestando, al pasar por el telefono.
– ?Por Dios, hermana! Seria revolver un nido de viboras, ?para que hacerlo? Debo advertirte que la designacion de Simon para Washington es un asunto suspendido, por ahora. Algunos en el Gabinete piensan que no es el hombre para el momento. No digo que yo este de acuerdo, pero no es bueno ponerse anteojeras, ?no es asi?
– Si las cosas se dejan como estan, ?cuanto tardaran en tomar una decision?
– Es dificil decirlo con seguridad, mujer. Por lo que oigo, podria tardar algunas semanas.
– No podemos esperar semanas -insistio la duquesa-. Tienes que comprender, Geoffrey, seria un error terrible no hacer un esfuerzo ahora.
– No lo entiendo -la voz que hablaba desde Londres estaba evidentemente impaciente.
El tono de ella se hizo mas cortante:
– Lo que estoy pidiendo es tanto por la familia como por nosotros mismos. Espero que aceptes mi palabra.
Hubo una pausa; luego la pregunta cautelosa:
– ?Simon esta ahi contigo?
– Si.
– ?Que hay detras de todo esto? ?Que es lo que ha hecho?
– Aunque hubiera una respuesta -respondio la duquesa de Croydon-, no sere tan tonta como para dartela por un telefono publico.
Hubo un silencio otra vez, y luego la reticente aceptacion:
– Bien, por lo general tu sabes lo que haces. Tengo que admitirlo.
La duquesa miro a su marido. Hizo un simple movimiento afirmativo con la cabeza, antes de preguntar a su hermano:
– ?Debo entender que haras lo que te he pedido?
– No me gusta, hermana. Todavia no me gusta -y agrego-: Muy bien, hare lo que pueda.
Se despidieron con pocas palabras mas.
Solo hacia un momento que habia puesto el auricular en su lugar, cuando llamo otra vez el telefono. Ambos Croydon se sobresaltaron; el duque se humedecio los labios nerviosamente. Escucho mientras su esposa respondia:
– Diga.
Una voz sin inflexiones, nasal, pregunto:
– ?La duquesa de Croydon?
– Soy yo.
– Soy Ogilvie, el detective del hotel. -Se oyo la pesada respiracion a traves de la linea, y una pausa como si el que habia llamado estuviera tomandose tiempo para dar la informacion.
La duquesa espero. Luego, viendo que nada mas se decia, pregunto con arrogancia:
– ?Que es lo que quiere?
– Una conversacion privada. Con su esposo y con usted. -Era una respuesta llana, sin emocion ni modulacion.
– Si se trata de algo del hotel, sugiero que ha cometido un error. Estamos acostumbrados a tratar con mister Trent.
– Hagalo esta vez y se arrepentira -la voz fria e insolente tenia un tono de inconfundible seguridad. Hizo que la duquesa vacilara. Al hacerlo, vio que las manos le temblaban.
Se obligo a contestar:
– No es conveniente verlo a usted ahora.
– ?Cuando? -Otra vez hubo una pausa y el ruido de una respiracion pesada.
Cualquier cosa que quisiera o supiera este hombre, la duquesa comprendio que era un perito en mantener una ventaja psicologica.
– Posiblemente mas tarde -respondio.
– Estare ahi dentro de una hora -era una decision, no una consulta.